Josefina Ludmer. De la crítica literaria al… Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 4 / diciembre 2017 / pp. 52-73 ISSN 2422-5932
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Márquez, los escritores canonizados de los años sesenta) sería
representar la nación.
No obstante, los sesenta se caracterizan por la
experimentación. Borges, Rulfo, García Márquez (cuya función
de clásico es representar la nación), pero también Cortázar y
Puig, mostraban cierta experimentación temporal-narrativa, con
pronombres, tiempos mezclados, sin puntos fijos, con perspec-
tivas móviles. Era difícil leerlos cuando aparecieron por primera
vez, y hoy todavía es difícil leer Pedro Páramo de Rulfo o La ciu-
dad y los perros de Vargas Llosa. No se sabe quién habla, quién
está narrando en cada momento, pero mostraban una idea pre-
cisa de ficción como tensión entre una realidad histórica y algún
tipo de personaje, en el que se cifraba una subjetividad, o todo
un árbol genealógico. Ahí aparece la nación: la historia era la
realidad (esto me interesa marcarlo especialmente) con fechas,
personajes, y lugares específicos, y esa historia pasaba a través
de personajes que eran concebidos como rencarnaciones o re-
presentantes de alguna nación o algún pueblo, estuviera este
marcado por la idea de clase, o por una idea étnica, o por un
cruce. La identidad territorial era local y, al mismo tiempo, na-
cional. La Comala de Rulfo, el Macondo de García Márquez, el
Río de la Plata con la Santa María de Onetti y las orillas de Bor-
ges son al mismo tiempo zonas experimentales –blindadas–,
pero también territorios de clara vocación representativa. La
nación, la historia, la ficción y la experimentación y los sujetos
representativos van juntos y dan forma a los clásicos del siglo
XX: Pedro Páramo, Cien años de soledad, Yo el Supremo, La casa verde,
Conversación en la Catedral, La historia de Mayta, entre otros. Hoy
se ve esa forma clásica de los años sesenta y setenta en la lite-
ratura de Vargas Llosa, que sigue escribiendo de ese modo, que
es una fusión entre el experimentalismo moderno del siglo XX
en cuanto a formas y temporalidades narrativas, la nación lati-
noamericana (la representación de la nación, la alegoría de la
nación) y los sujetos representativos. Estos implicaban identi-
dades nítidas y fijas, que incluso se pueden seguir viendo en El
beso de la mujer araña, el homosexual, el guerrillero. Son identida-
des que los definen de una vez y para siempre, frente a las
identidades móviles y diaspóricas de los personajes de la litera-
tura de ahora. La realidad era la realidad histórica nacional. Us-
tedes saben que hay muchos tipos de realidad, hay muchas
realidades. Hay que ver a qué tipo de realidad específica se re-