H. Galván y De Mauro Rucovsky, “La germinación…” Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 10 / Julio 2021 / pp. 10-38 10 ISSN 2422-5932
LA GERMINACIÓN DE UN MUNDO,
POR UNA COSMOPOLÍTICA VOLCÁNICA
THE GERMINATION OF A
WORLD, FOR A VOLCANIC COSMOPOLITICS
Francisco Hernández Galván
Benemérita Universidad Autónoma de Puebla CONACYT
Maestro en Antropología Social por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Licenciado en
Psicología por la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. Actualmente realiza un doctorado en sociología
en la Benemérita Universidad de Puebla. Su interés se centra en el ensamblaje de los estudios de género, el feminismo-
queer y los estudios contemporáneos del afecto.
Correo: franckhg93@gmail.com
ORCID: 0000-0003-2963-9644
Martin De Mauro Rucovsky
Universidad Nacional de Córdoba CONICET
Doctor en Filosofía por la Universidad Nacional de Córdoba. Ha publicado “Cuerpos en escena. Materialidad y
cuerpo sexuado en Judith Butler y Paul B. Preciado” (2016) y “Metafísicas sexuales. Canibalismo y devoración de
Paul B. Preciado en América Latina” en conjunto con Bryan Axt [EN PRENSA]. Y ha publicado trabajos sobre
teoría queer, estudios trans, estudios animales, biopolítica y precariedad. Actualmente es becario del CIEG-UNAM
Correo: martin_demauro@cieg.unam.mx
ORCID: 0000-0001-9423-9474
DOSSIER
Imaginarios planetarios
en la cultura latinoamericana
H. Galván y De Mauro Rucovsky, “La germinación…” Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 10 / Julio 2021 / pp. 10-38 11 ISSN 2422-5932
Fecha de envío: 24/03/21 Fecha de aceptación: 27/06/21
La compañía
Imaginario antiedípico
Intensidades pulsionales
Germen-mundo
Edipización de la tierra
Mecánicas extractivistas
La compañía (2017-2019) es una muestra del artista mexicano Daniel Lezama en donde se narra
visualmente algunos mecanismos de explotación intensiva en relación con la reproducción biótica de las
especies, a la vez que pone en tensión una visión náhuatl, diversos cuerpos-máquina y la permanencia
actante de los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl. Dicho lo anterior, a través del análisis de algunos
materiales de la muestra sostenemos dos hipótesis. La primera tiene que ver con pensar La compañía
como un imaginario antiedípico que muestra cómo los mecanismos de la colonización capitalista operan
a través de la captura de múltiples intensidades pulsionales que crean realidades-mundo. La segunda
hipótesis despliega que el inconsciente está estructurado según mecánicas extractivistas, en donde La
compañía esboza un imaginario de germen-mundo y posibilita otra imagen pensamiento sobre la
naturaleza en relación con sus geografías y sus lenguajes.
RESUMEN
PALABRAS CLAVE
La compañía
Anti-Oedipal imaginary
Instinctual intensities
Germ-world
Oedipalization of the earth
Extractivist mechanics
structured according to extractivist mechanics, while La compañía outlines an imaginary of a germ-
world, enabling another thought-image about nature in relation to its geographies and its languages.
ABSTRACT
KEYWORDS
H. Galván y De Mauro Rucovsky, “La germinación…” Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 10 / Julio 2021 / pp. 10-38 12 ISSN 2422-5932
Antesala
1
La compañía es una muestra del pintor mexicano Daniel Lezama (CDMX,
1968) que reúne un conjunto amplio de materiales, 20 óleos de gran formato,
11 monotipos, 12 litografías, 16 dibujos a lápiz, cinco tibores (cerámica
policromada) y tres esculturas de bronce. La obra corresponde al período
2017-2019 y fue exhibida en el Museo Morelense de Arte Contemporáneo
Juan Soriano de Cuernavaca (2020) cuyo trabajo curatorial fue realizado por
Erik Castillo, en el Museo del Tecnológico de Monterrey de Puebla (2019),
curada en esa ocasión por el mismo museo y, previamente, en la galería Maia
Contemporary de Ciudad de México (2018). Dividida en 4 secciones (la
compañía, la ciudad, el bosque y la montaña), la muestra recupera la historia
de la fábrica de papel de San Rafael Tlalmanalco ubicada sobre los laterales
del volcán Iztaccíhuatl, el proceso de industrialización del papel, la
deforestación, la utilización industrial de los recursos aledaños (ríos, suelos,
bosques, etc.) y la consiguiente devastación ecológica. Lo que se tematiza son
los mecanismos de explotación intensiva que ponen en peligro la
reproducción de la vida y la supervivencia biótica de las especies. Sin
embargo, en la tematización de la fábrica como foco narrativo de la muestra
lo que también se vuelve visible son operadores de intensidad ligados a un
imaginario náhuatl, los cuerpos indígenas femeninos, las voces de sus actuales
ciudadanos
2
y la permanencia del volcán en cuanto simbionte y actante.
La compañía no tiene un comienzo, digamos, una pintura o una escultura
que marque un punto inicial, una direccionalidad de la mirada; su recorrido
es reversible o más bien retrospectivo. La muestra procede por acumulación
sensitiva. Un método de rastreo: el comienzo se revela arbitrario; iniciemos,
entonces, con la pintura Crisol (2018). En esta pintura se retratan flujos en
proceso de transformación, conjuntos energéticos de contornos expansivos,
3
elenco de personajes que se sueñan y se generan mutuamente, formaciones
colectivas que implican singularidades repartidas en el espacio (el volcán
Iztaccíhuatl y la fábrica de trasfondo, un padre sentado en un sillón que
1
El presente texto es un punto de intersección en un trabajo de lectura más amplio y colaborativo al
interior del grupo Lxs strata formado por Andrés Sosa Ortiz (Marcos Juárez, Córdoba), Belisario Zalazar
(Salta y Córdoba), Francisco Hernández Galván y Martin De Mauro Rucovsky.
2
El pueblo de San Rafael Tlalmanalco posee un aire de familia con la quilombola brasileñas, las palenqueras
y cimarronas en Colombia como espacios de refugio de esclavos fugitivos y más aún como comunidades
negras-indígenas rurales formadas por descendientes que viven de la agricultura de subsistencia en tierras
donadas, compradas u ocupadas hace muchos años.
3
“Lo que cuenta es transducir el afecto o emoción vital, con sus respectivas calidades intensivas, en una
experiencia sensible”, bajo ese lema-afirmación, Rolnik (2019: 54) apunta a la noción física de transducción
que se refiere al “proceso mediante el cual una energía se transforma en otra de distinta naturaleza”.
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apunta y señala, dos niños erguidos, otros dos levitando sobre un árbol
cortado, hongos pene y hongos que brotan, un paisaje cargado). Decíamos
que en su arranque son flujos y conjuntos energéticos que se transforman en
otra naturaleza y luego, estas nebulosas o estos colectivos, se dibujan
contornos, se organizan fórmulas, se figuran personas anónimas, pre-
personales e impersonales (sujetos sin rostros y trans-posicionales). Bajo
leyes compositivas de quilt, cut-up y patchwork, un mecanismo pop art recorre la
muestra: leyes de exceso, simetría, no comunicación, voluptuosidad y de un
cromatismo pletórico. La gama de colores es efusiva, hay muchos tonos y
recursos que vuelven sobre el arte gráfico, la ilustración, el cómic y la
historieta, las viñetas y los globos de diálogo. Luego, en lo sucesivo, todo se
superpone de nuevo, se deshace en una multiplicidad superpuesta, en la que
los objetos parciales y la energía sexualizada, los elementos animales (perros
de distintos tamaños), elementos humanos y vegetales (árboles de pino,
distintos líquidos, agua y ríos) y los objetos mecánicos (pinzas, cuerdas, cazos
y cacharros, varillas), tienen todos igualmente sus determinaciones positivas
y entran en comunicación aberrante según un transversal que recorre toda la
obra, inmenso flujo que cada objeto produce y recorta, reproduce y corta a
la vez.
En Crisol, como en los demás cuadros que forman la muestra (Sesión
Golem, El sueño de Endimión I y II, Sanatorio, Granicero, Avispero,
Nexcoalango, Gala, Vivero, Hogar, Ensamblaje, Visor, Sesión plica y
Sesión Ofrenda), el trazo de Lezama no es un tipo de figura o figuración del
tipo hard edge, «dibujo de contornos nítidos», sino que procede, más bien, a
través de lo figural (Deleuze, 2009: 14) componiendo secuencias, situaciones,
climas y sujetos trans-posicionales y sin rostros personales.
4
Pero incluso los
cuerpos, sujetos e individuos que vemos no forman más que figuras (las
figuras son aquí elementos-índice o de constante) en relación con una tierra
y un hábitat preciso. Ese es su procedimiento de aislamiento, no tanto la
delimitación de una realidad (una escena, un hecho) sino un proceder a través
de eso que pasa por la sensación, los afectos y la combinatoria. Lo que ocupa
el resto de los cuadros son colores y texturas de bosques, caminos y los
espacios fabriles. Pero estos no están debajo o detrás de las figuras, sino
estrictamente al lado, o más bien todo a su alrededor. En efecto, el
procedimiento de lo figural opera mediante contornos como lugar de un
4
En referencia a J.-F. Lyotard, el nominativo «figural» es empleado por Deleuze quien indica un
sustantivo (en diferencia con lo figurativo) para indicar lo pictórico en oposición a lo lineal, o más
precisamente a la masa combinatoria en contraste con el contorno. (Deleuze, 2009: 14 y 37). Y en
relación a los fenomenólogos Henri Maldiney y Merleau-Ponty «lo figural» indica la forma sensible
relacionada con la sensación, es decir, «el sentir» no solamente en tanto que relaciona las cualidades
sensibles con un objeto identificable (momento figurativo) sino en cuanto que cada cualidad constituye
un campo que vale por sí mismo e interfiere con los otros (Deleuze, 2009: 41-42).
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intercambio y como una membrana recorrida por un doble intercambio,
entre los colores y texturas de bosques y los espacios fabriles y las figuras,
algo pasa en un sentido y en el otro.
Fórmulas compositivas y de acoplamientos, en La compañía lo que se
exhibe es una zona no figurativa que opera sobre la legibilidad y los códigos
existentes. En este sentido preciso, las líneas, los colores y los movimientos
que componen la compañía no remiten a imágenes y objetos que se supone
que ilustran sino a trazos asignificantes despojados de una función ilustrativa.
En la muestra de Lezama aquello que no logramos ver son rostros ni figuras
(sí vemos cabezas, cuerpos y contornos e incluso cabezas sin cuerpos como
en Ensamblaje). Se trata ante todo de un tipo de pintura que, sin recurrir al
arte abstracto, no posee un modelo que representar ni una historia que contar
o narrar. Pero si la pintura no tiene nada que narrar, ni historia alguna que
contar, de todos modos, algo pasa que define el funcionamiento de la misma.
Entonces, lo retratado es el hábitat y los medioambientes, los circuitos
productivos y los movimientos cinéticos de flujos, no en tanto que se
representa como objeto, sino en cuanto mundo como artefacto y campo
sensitivo que se vale por sí mismo, que interfiere con los otros y que pasa de
un orden a otro, de un nivel a otro, de un dominio a otro.
Nuestra primera hipótesis (Seccción I. La compañía como imaginario
antiedípico) afirma que aquello que La compañía trae a la superficie sensible
son los mecanismos de colonización capitalista (el llamado “Inconsciente
Colonial Capitalista”, siguiendo a Suely Rolnik) que funcionan de un modo
constitutivamente oscilante: ya sea a través de la captura de la fuerza vital pero
también, y de modo coincidente, reorganiza las fuerzas vitales para activar
pulsiones creativas (o como las denominamos, intensidades pulsionales) que
crean una realidad mundo. Un imaginario que se materializa en función de
las ruinas y la construcción, de la cosmovisión indígena y la colonización, las
alianzas con la naturaleza y las filias con el capital. Así, en La compañía existe
un imaginario anti-edípico que ilumina un inconsciente y un flujo intensivo
pulsional de germen-mundo que se alimenta de una pasión productiva anti-
representativa.
Nuestra segunda hipótesis (Sección II- El inconsciente está
estructurado según mecánicas extractivistas) sostiene que en la muestra de
Lezama es posible esbozar un imaginario de germen-mundo cuyo mecanismo
interno se refiere a la edipización de la tierra en cuanto mecanismo extractivo.
La triangulación edípica se conforma a través de la imposición colonial del
patrón de familia burguesa, las normas de comportamiento sexual de los
géneros y, en consecuencia, marcadores raciales, coloniales y ecopolíticos.
Edipo es aquí lo maquínico, la secuencia dinámica-cinética y sus velocidades
como mecanismo de reconversión productiva de todos los órdenes de la vida
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pero que funciona a través de mecanismos extractivos en términos de topología
(porque la tierra deviene lugares y posiciones a ocupar) y en términos de
objetivación de la naturaleza (en cuanto recurso disponible). Y en este punto
la muestra de Lezama vuelve disponible también otra imagen pensamiento
sobre la naturaleza que desafía las escalas y alcances porque esta ya no se
consigna como espacio primigenio de origen (arjé) y objetivización (una
entidad discreta), constituida por la percepción de un sujeto que le da sentido,
sino que apunta en otra latitud, hacia la expansión de sus lenguajes y
geografías, en un exceso de sentidos sobre lo natural y lo humano.
Y esa es una zona fecunda para la clínica-crítica, una zona de
productividad analítica y a la vez histórica y conceptual que llega, una vez
más, desde América Latina: aquello que se vuelve visible y se exhibe en la
muestra de Lezama son procesos de deterioro ecológico y medioambiental
producto de la intensa actividad industrial en el área de San Rafael (municipio
de Tlalmanalco) pero atravesados por el agotamiento del ciclo productivo
(recordemos que la fábrica de papel cumplió su ciclo desde 1894 hasta el año
1994) hasta incluir los flujos de deseo pulsional, la producción maquínica de
energías pulsionales y un conjunto de actantes o simbiontes vivos y no vivos
que se afirman como germen-mundo allí donde su existencia misma no está
garantizada.
SECCIÓN I - La compañía como imaginario antiedípico
Todo se ordena. En su propio mundo.
Se coordina, se subordina, se supraordina.
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Como si fuese cuestión de un sistema. Prefija y sufija.
Como si se tratara de un centro.
Se trata de intercalados móviles, paréntesis ocasionales,
de justo grado de irritabilidad llamado vida.
Inger Christensen, Eso (2015).
Comenzaremos con una imagen latente: “una atmósfera siniestra envuelve al
planeta. El aire del ambiente [se encuentra] saturado de las partículas tóxicas
del régimen colonial-capitalístico” (Rolnik, 2019: 25). Los estragos iniciados
con el triunfo de la industrialización han arrinconado la extensión ambiental,
mientras que los procesos de colonización han implantado un embrión
simbolizado/hegemónico sobre la idea de mundo. Ambas prácticas,
entonces, cristalizadas en los movimientos de la economía, se agitan
conjuntamente y, con el paso del tiempo, han reafirmado sus alianzas, su
linaje y construido su herencia.
En este escenario, podríamos decir que el inconsciente colonial-
capitalístico, como cualquier otro régimen, “es el modo de subjetivación que
en él se produce lo que le imprime su consistencia existencial” (Rolnik, 2019:
30). Este inconsciente, engendro del capitalismo financiero/neoliberal, es
una política imperativa que despóticamente consume la fuerza vital y se
define, principalmente, “por el secuestro de esa fuerza en el propio
nacimiento de su impulso germinador de mundos” (Rolnik, 2019: 32). Si bien,
estamos de acuerdo con el planteamiento de Suely Rolnik, nos parece que el
Inconsciente Colonial-Capitalístico (ICC) no se mueve o, mejor dicho, no
realiza su praxis a través de un mecanismo aparentemente específico de
esterilización de las ideas creativas y posibles de mundo, al menos no de
forma absoluta.
El asunto que resulta problemático es pensar que el ICC solamente
funciona a través del ‘secuestro’ de la fuerza vital y restringe el “nacimiento de
un impulso germinador de mundos”, ya que, antes bien, el ICC coadyuva a
desencadenar esas fuerzas pulsionales, reviste espacialidades y produce
cuerpos-territorios. Dicho lo anterior, queremos intensificar la apuesta de
Rolnik, ya que nos parece que el ICC en un movimiento sumamente
sofisticado conjunta parte de su fuerza represiva y la reorganiza para activar
pulsiones creativas.
Sabemos que esta ruta podría resultar fangosa a primera vista; sin
embargo, no lo es. Nuestra afirmación se ciñe a que la producción de
gérmenes mundos se debe, en parte, a los mismos procesos extractivos del
capitalismo y la colonización. Existen otras líneas de fuerza, otras
intensidades pulsionales que, aunque no escapan completamente del ICC,
tienen el potencial de camuflarse y mezclarse con otras. En este sentido, La
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compañía de Daniel Lezama es un germen de mundo que le responde al
inconsciente colonial-capitalístico con el desplazamiento de una política de
producción de subjetividad no edípica.
Ahora bien, si Rolnik denomina a la producción del ICC como una
política del inconsciente dominante que, receptor de toda la historia, funciona
a través de la fuerza vital creativa; entendemos que la fuerza pulsional
inconsciente actúa como un flujo del capitalismo industrial que concurre con
los flujos de la cosmovisión náhuatl y, antes de este choque, se cruzaron con
la temporalidad extendida de los volcanes y la materialidad de los hongos
creando y organizando el socius de La compañía. El socius es un presupuesto
axiomático en los planteamientos de Deleuze y Guattari (1987; 2004) que
organiza las intensidades pulsionales provocando un movimiento
aparentemente irreal. Es decir, la superficie de inscripción como un motor
inmóvil organiza la sociedad y se confunde con ella. Es un sustrato vacío
sobre el que se inscribe lo lleno. Ocupando el sentido de diversas fuerzas
visibles (o no), conjeturan sus líneas de inscripción. La compañía es, entonces,
lo improductivo que permite la producción. Si el esquizoanálisis trata de
ensayar de forma negativa el movimiento de Edipo o, mejor dicho, desplazar
a Edipo, Lezama etológico, ecológico y esquizo logra más que escindir la
realidad social que conocemos como vida, creando registros de lo vivo y
apuntando, asimismo, hacia lo no-vivo, lo inerte y mineral, lo volcánico.
[Re]direccionando la propuesta de Rolnik queremos sugerir una
gramática pulsional. En el clásico aparato psíquico freudiano existen
impulsos que salen al exterior. Es decir, algunas pulsiones apresadas por el
inconsciente logran salir de sus garras para dirigirse a una polaridad
consciente. Consideramos que algo similar podría suceder con este impulso
germinador de mundos. Freud tratando de desmantelar el material oscuro de
la definición de «pulsión», sugiere como umbral conductor pensar el
«estímulo». Este concepto fisiológico, dice, aporta “al tejido vivo (a la
sustancia nerviosa) desde afuera […] descargando hacia afuera mediante una
acción” (Freud, 1992a: 114). El estímulo, aunque externo, puede provenir del
interior de un organismo: estímulo pulsional. Estaríamos de acuerdo en
afirmar que “la pulsión […], no actúa como una fuerza de choque momentánea,
sino siempre como una fuerza constante” (Freud, 1992a: 113). Las intensidades
pulsionales que estamos indagando en la creación de La compañía actúan
como fuerzas constantes, entretejidas y prolongadas alimentando un germen-
mundo.
Siguiendo el mecanismo de estas pulsiones Freud dirá que “las fuentes
más proficuas de esa excitación interna son las llamadas «pulsiones» del
organismo” (Freud, 1992b: 34). Así, las figuras de estas pulsiones son “los
representantes {Repräsentant} de todas las fuerzas eficaces que provienen del
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interior del cuerpo y se transfieren al aparato anímico” (Freud, 1992b: 34).
Ahora bien, las pulsiones internas o individuales (aunque existieran), no nos
interesan.
5
Existen, por el contrario, millones de flujos pulsionales que actúan
contradictoriamente y que solamente en su cruzamiento germinan
posibilidades de existencia. Estamos entendiendo que la pulsión, como
explica Lacan, es una conjunción epistemológica entre postulados
aparentemente divergentes entre la física, la energética y la fisiología que el
psicoanálisis supo tomar y erigir como uno de los conceptos fundantes de la
práctica analítica. Sin embargo, para nuestros fines, pensaremos en la pulsión
no como estructurador de la transferencia o como régimen libidinal entre
Eros y Thánatos. La pulsión para nosotros tiene otro funcionamiento.
En el planteamiento psicoanalítico, como lo venimos explorando, la
«pulsión» sugiere un movimiento individual que va de adentro hacia afuera.
Nosotros decimos que la «intensidad pulsional» son miles de movimientos
simultáneos que, en tanto comunitarios, van de afuera hacía un más afuera. Si
el campo social es una investidura pulsional, ésta se contiene a base de líneas
pulsionales que nunca cesan de superponerse y atravesarse. En efecto, “lo
primero que dice Freud de la pulsión […] es que no tiene ni día ni noche, ni
primavera ni otoño, ni alta ni baja. Es una fuerza constante” (Lacan, 1987:
172). Estas pulsiones a las que nos referimos, por supuesto, son creativas,
son productivas e inesperadas. Así, las líneas de fuerza que se mueven en La
compañía sitúan un terreno fructífero de energía potencial. Las líneas de fuerza
se confunden con el pasado y el presente de la historia del lugar, el entramado
pulsional provoca un tejido territorial distinto en la que un mundo actúa con
su propia habitualidad.
Las neas pulsionales son líneas que provienen del capitalismo, son
líneas de una cosmogonía náhuatl, son líneas que provienen de la tierra, son
líneas de culturas populares y, particularmente, son diversas líneas que
condensan imágenes de un mundo global. Por lo tanto, todas juntas,
movilizan una energía y fuerza constante. Lacan, en el «Desmontaje de la
pulsión» (1987), mientras explica la pulsión en Freud vuelve a una reflexión
sobre cómo la energía pulsional explica el registro de lo Real, asunto que nos
parece adecuado para pensar La compañía. Así, Lacan dice: “lo real es el
5
Nuestra propuesta no se alimenta de la explicación pulsional que organiza el psiquismo-individuo.
Consideramos que las pulsiones tienen un origen solamente colectivo. Insistimos que las pulsiones
individuales que se producen al “interior” del cuerpo son infértiles para conceptualizar una idea de
producción del mundo. Así, nos resulta insuficiente una distinción entre interno-externo al hablar de una
producción pulsional creativa. Es así que, en nuestra escritura, traemos los tempranos bosquejos
freudianos sobre el mecanismo pulsional porque consideramos fructífera esos movimientos descriptivos.
Sin embargo, la distinción mente-cuerpo que sugiere Freud (concepto fisiológico, tejido vivo, sistema
nervioso) en relación a una direccionalidad adentro-afuera de la pulsión vuelve a constreñir esa fuerza
pulsional a un aparato (de herencia cartesiana) que funciona solamente en los registros de la represión.
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tropiezo, el hecho de que las cosas no se acomodan de inmediato” (1987:
174). Más aún, “lo real se distingue […] por su separación del campo del
principio del placer, por su desexualización, por el hecho de que su economía,
en consecuencia, admite algo nuevo que es, justamente, lo imposible” (Lacan,
1987: 174-175). Es decir, la concentración de la realidad es una derivación de
elementos que pueden no estar en el presente, pero pueden llegar a estar a
partir de diversas energías pulsionales: la realidad como lo imposible, la
realidad como un revestimiento pulsional en el germen-mundo. Estamos
entendiendo lo real, aquí, como un posible plano de actividad planetaria.
Existe algo de lo imposible en La compañía que nosotros afirmamos que
son producciones reales. En la muestra de Lezama no existen
representaciones de las cosas que podrían llegar a ser, sino que, por el
contrario, efectivamente existen neas intensivas pulsionales que crean una
realidad mundo. Hasta aquí, entonces, nos interesa subrayar el carácter
extensivo de la pulsión. Freud se concentra en direccionar la pulsión, que en
tanto esfuerzo [Drang], tiene conexiones respecto a la meta, al objeto y a la
fuente pulsional. Nosotros consideramos que las pulsiones se mueven así,
pero no tienen ningún principio de orden, satisfacción y función. Si bien la
reflexión freudiana constriñe la génesis de un aparato anímico y el
planteamiento de segmentaciones del origen pulsional, nosotros apostamos
en su antítesis. Es decir, “en todas partes hay libido como energía máquina”
(Deleuze y Guattari, 1985: 333) y no solamente en los movimientos
miméticos, metonímicos y simbólicos del inconsciente psicoanalítico.
Dicho lo anterior, observamos que en la muestra aparece de forma
conjuntiva la vida por ejemplo, en Sesión Golem desde una existencia hongo
se produce, entre la tierra y el esmelter, cuerpos máquina. Es decir, la tierra,
la electricidad, la función y la chispa (diversas fuerzas y materialidades)
producen vida, mientras que la mujer-volcán y el varón-volcán se encuentran
atravesados por una organización geológica a la que la cosmogonía náhuatl
le ha otorgado existencias diferenciadas en función de su forma rocosa. Justo
aquí, en los contornos del volcán Iztaccíhuatl y el Popocatépetl, en este
territorio del pleistoceno y de una arqueología boscosa, se ancla un espacio
que queremos explorar. Un espacio híbrido pulsional. Un imaginario que se
materializa en función de las ruinas y la construcción, de la cosmovisión
indígena y la colonización industrial-capitalista.
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Daniel Lezama (2018). “Sesión Golem”. Óleo sobre lino, 350 x 240 cm. Colección Privada, México.
Recuperado de la galería virtual de Daniel Lezama: https://daniellezama.net/portfolio-item/la-
compania/
Con una frecuencia distinta cada línea pulsional provoca una
desestabilización temporal y espacial del territorio. Esta fuerza pulsional
produce otras latitudes, otros cuerpos, otras máquinas de producción. La
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llegada de la fábrica al pueblo, por ejemplo, energiza una lógica maquínica.
Las neas capitalistas y colonialistas adquieren fuerza vital a través de la
expropiación de los cuerpos inmanentes de la tierra y los cuerpos extendidos
de la sociedad succionando plusvalía y arrojándose a una dinámica ritual de
circulación del mito y el valor. El psicoanálisis es ambidiestro, afirman
Deleuze y Guattari (1987; 2004), ya que actúa con ambas manos: con una
deshace prolijamente el sistema representacional objetivo mientras que, con
la otra, derrama esa producción en un sistema de representaciones subjetivas.
Se trata, en efecto, de la inserción de imágenes fútiles sobre un escenario de
proyección singular; de que el mito y la tragedia funcionen a un nivel sutil de
producción íntima, a como de concepción de la vida. La realidad como
sistema homogéneo y totalizador. La realidad planetaria terrestre,
evidentemente smicamente ligada a la triangulación de una ley
familiarista.
Desde hace algún tiempo el mito es el mismo. Edipo tiene varios
disfraces y vestuarios. El mito y la tragedia es condensada en la figura de
Edipo y sus raíces pulsionales. Edipo tiene diversos pliegues. Edipo es la
triangulación de la normalización y la producción de la moralidad burguesa,
pero también mantiene los efectos de la expropiación y el régimen de
subjetivación colonial. A Edipo le gusta la familia y le gusta el dinero, a
nuestro Edipo le gusta la propiedad y le gusta el servilismo. La lógica edípica
mantiene a flote el mito del colapso de la humanidad en el sentido de
destrucción sin ningún tipo de insurgencia.
Un mecanismo molar: secuencia
Réplica, Ofrenda, Crisol
(R-O-C)
Proponemos leer una serie de La compañía sobre tres pinturas que muestran
la forma en la que se van registrando los procesos de producción: a) Réplica,
b) Ofrenda y c) Crisol. Es de notar que La compañía ha adoptado a la fábrica de
papel como parte de su organización e incorporó su estilo maquínico de
producción. Mientras que los flujos y las pulsiones intensivas se mueven,
como colores neón, sobre la tierra, la arquitectura y los cuerpos híbridos.
Como decíamos arriba, esta energía pulsional se mueve conjuntamente y se
confunde entre la organización productiva: es atmósfera, es luz, es creación.
En el imaginario popular prehispánico el mito de los volcanes narra la
existencia de la princesa Iztaccíhuatl y el guerrero Popocatépetl. Como
cualquier mito existen variaciones y detalles que cambian de versión en
versión, una narración indica que el padre de Iztaccíhuatl envió al guerrero a
una batalla prometiéndole que si resultaba victorioso le entregaría a la
princesa. Al paso de los días les comunican al padre y a la hija la muerte de
Popocatépetl. Iztaccíhuatl entristece y muere. Sin embargo, Popocatépetl no
muere, y a su regreso encuentra a su amada sin vida. Ante esta situación,
H. Galván y De Mauro Rucovsky, “La germinación…” Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 10 / Julio 2021 / pp. 10-38 22 ISSN 2422-5932
Popocatépetl toma una antorcha y lleva a Iztaccíhuatl a una montaña. Allí,
Popocatépetl sentado sosteniendo la antorcha e Iztaccíhuatl acostada sobre
sus piernas se convierten en volcanes. De forma representativa el volcán
activo o el “cerro que humea” es Popocatépetl, e Iztaccíhuatl cubierta de un
manto nevado es la mujer dormida.
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Las existencias volcánicas estaban sexualizadas por una cosmogonía
que se encontró con la materialidad volcánica, pero el volcán Iztaccíhuatl no
es una mujer, así como el Popocatépetl no es un varón, la naturaleza no es
una madre, los hongos no son seres vegetales. Nos referimos a la producción
plástica escapando a una lógica de la representación. La compañía muestra una
cadena de producción de ellos mismos. Incluso podríamos decir que
siguiendo su gica anti-representativa, fundamentalmente anti-edípica
registra su forma de creación a través de las máquinas deseantes que se
reconocen bajo su propia independencia. En Crisol, observando su cadena de
elaboración, se muestra que los troncos de los árboles son contenedores
maquínicos conectados a una banda blanca que entra a un edificio-vulva para
seguir su fabricación.
La serie R-O-C nos dice que los cuerpos híbridos no existen sin la vida
de los otros. Piezas que trabajan para la construcción de algo que no se
encapsula en la idea de un «nosotros». Así, “las máquinas deseantes […] no
son logradas más que a partir de determinado umbral de dispersión que no
deja subsistir ni su identidad imaginaria ni su unidad estructural(Deleuze y
Guattari, 1987: 333). En este registro, La compañía es una brica de
cosmogonía, corporalidad y producción que funciona por su conexión y
engranaje parcial. Los cuerpos que aparecen son, efectivamente, objetos
parciales y solamente así provocan su economía anti-figurativa y movilizan la
energía pulsional intensiva.
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6
Existen una diversidad de versiones alrededor de este mito prehispánico y conviene atender a los usos
oficiales de este mito, en especial, a los modos de articulación del mito como narrativa oficial de estado
porque lo que allí se mide es la constitución del estado nación como administración de los márgenes
territoriales. Es decir, en la versión oficial de Estado sobre el mito de los volcanes Popocatépetl e
Iztaccíhuatl lo que se produce es un saber geográfico que tiende a la heterosexualización del espacio
geográfico, edipización de la tierra.
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No queremos indagar a profundidad el mecanismo teórico de los objetos parciales, solamente
especificar que si bien estos objetos son definidos por Melanie Klein (1987; 2009) como órganos o partes
del cuerpo (reales, simbólicas o fantasmáticas) que, como todo objeto, se dirigen a pulsiones parciales.
Es así que los objetos parciales son un punto álgido en la construcción y descubrimiento del mundo de
los infantes “estableciendo la dialéctica de las fantasías: objeto bueno objeto malo; introyección
proyección; parcial total” (Laplanche y Pontalis, 2004: 264) que, según Klein, estableceposiciones
depresivas/paranoides. Los objetos parciales klenianos, entonces, son siempre objetos escindidos
expropiados de cualquier apropiación conectiva. Sobre esta definición anulamos esa capacidad de
cortocircuito de los objetos parciales, ya que pensamos que “todo «objeto» supone la continuidad de un
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Es cierto que “todo objeto parcial emite un flujo [...] igualmente
asociado a otro objeto parcial para el que define un campo de presencia
potencial múltiple (Deleuze y Guattari, 1987: 335). Por eso, los objetos
parciales no constituyen al inconsciente, sino que estos posibilitan la realidad
maquínica del germen-mundo: “los objetos parciales son las funciones moleculares del
inconsciente (Deleuze y Guattari, 1987: 335). Es de tal manera que, en la
muestra, vemos la creación de objetos parciales que se conectan a otros bajo
un aparente mecanismo demiúrgico. Cuerpos serializados se organizan a
partir de la explícita funcionalidad de producir materia y materiales para que
la compañía invente nuevos cuerpos seriados.
En efecto, la producción de cuerpos y su engranaje (en tanto objetos
parciales) ocupa un lugar central para que la serie Réplica-Ofrenda-Crisol
funcione. Estos objetos parciales tienen menos que ver con la explicación
foucaultiana de los cuerpos dóciles respecto a un poder disciplinario, ya que
los cuerpos de La compañía actúan como un conjunto total heterogéneo que
genera su auto-producción y direcciona su homeóstasis. Los objetos parciales
son cuerpos-fábrica, funcionan a través de una realidad maquínica que se
organiza para seguir generando abono para su germen mundo. Esta
formación mundo se va gestando por la secuencia R-O-C que unifica
elementos aparentemente contradictorios, a la vez que provoca una existencia
conjuntiva. La R-O-C, este proceso de formación mundo, mantiene como
fuerza de producción una gramática similar a la de la poesía de Inger
Christensen:
Un mundo ha llegado al mundo. Dentro del mundo. Ha puesto su ficción en
orden […] Un mundo de piedra, por ejemplo, en forma de plataformas
continentales, inamovibles significados, que avanzan a través de macizos
montañosos, salen a la luz como formaciones rocosas, estrato tras estrato de
impracticables significados permanentes, tan bien argumentado, en su propio
mundo (Christensen, 2015: 19)
La compañía aparece como un posible ensayo de otros ecosistemas de
producción maquínica. Tal como anota Christensen, esta nueva vitalidad
consiste en formaciones diversas en movimiento que, estrato tras estrato,
flujo, de todo flujo, la fragmentación del objeto” (Deleuze y Guattari, 1985: 29). Los objetos parciales
junto con los cuerpos y los flujos producen la síntesis del deseo: su producción. Entonces toda máquina
es corte de flujo respecto a la máquina con la que está conectada, “el límite de las conexiones transversales
o transfinitas, el objeto parcial y el flujo continuo, el corte y la conexión se confunden en uno” (Deleuze
y Guattari, 1985: 42). Es así que la teoría de los objetos parciales de Klein cortocircuita las posibles
conexiones entre los flujos y las máquinas, mientras que en Deleuze y Guattari lo que sucede es que los
objetos parciales se conectan entre sí produciendo/se y generando deseo.
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practican sus propios argumentos de colectividad. Si el desarrollo poético de
Christensen es certero para pensar la génesis territorial y los procesos de La
compañía, tenemos que entender que este germen-mundo “adopta nuevos
métodos para vivir una pasión, una pasión por lo verde” (Christensen, 2015:
19). Es importante subrayar que el germen-mundo se alimenta de una pasión
productiva anti-representativa. La pasión verde tiene que ver menos con lo
que nosotros, en este mundo representativo, conocemos como lo “natural”.
La compañía ha inventado sus propios flujos de ética pasional. Es aquí que el
andamiaje y la conjugación de la R-O-C a través de los objetos parciales tiene
que ser precisamente por los flujos que prorrumpe cada uno, a“los flujos
tienen como dos cabezas y por ellas se opera toda conexión productiva”
(Deleuze y Guattari, 1987: 335). Entonces, la secuencia Replica-Ofrenda-Crisol
se comunica entre sí. Cada uno apela a procesos distintos y trabajan con
diferentes grados de intensidad. La materia y los cuerpos-fábrica son las
piezas, el revestimiento material, de estas máquinas apasionadas.
Ahora bien, el surgimiento del germen-mundo es un sopor subterráneo
que se dio por elementos atmosféricos “y se propaga como hierba, enmascara
la tierra con helechos, esporas secretas para la renovación, la cubre de árboles,
matojos. Crecimiento” (Christensen, 2015: 19). Por eso, La compañía alcanza
una expresión que cubre, aunque nunca cubra del todo, siempre con
sobreentendidos, movimientos en la sombra de las hojas(Christensen, 2015:
19). Es claro, entonces, que la R-O-C es un proceso central en el
mantenimiento del germen-mundo, pero solamente es uno de tantos otros
desarrollos molares que aparecen a simple vista. Por supuesto, existen otros
múltiples procesos molares y moleculares más sofisticados que trabajan,
como bien acierta Christensen, «en la sombra de las hojas».
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La compañía se ha creado como un sistema novedoso basado en algunos
de los antiguos fantasmas de otras sociedades y procedimientos
instrumentales de otras culturas. Podemos decir que en un momento
determinado chocan diversas máquinas formando hendiduras en la tierra,
marcando la superficie. Es así que existe un desplazamiento de la política de
producción de subjetividad. En donde se convive produciendo un mundo
que no es ni propiamente colonial ni propiamente capitalista. Por supuesto,
tampoco es indígena ni materialmente “puro”. Todo es híbrido. Todo ha
chocado produciéndose.
Es así que La compañía se ha desprendido de la inmensidad integral del
mundo, se ha individualizado de la colectividad territorializada buscando su
8
Respecto a la distinción de órdenes molar-molecular, Félix Guattari indica: “El orden molar
corresponde a las estratificaciones que delimitan objetos, sujetos, las representaciones y sus sistemas de
referencia. El orden molecular, por el contrario, es el de los flujos, los devenires, las transiciones de fase,
las intensidades” (Guattari, 2004: 145).
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propia expresión social. Si los fantasmas son gregarios, los fantasmas son
registros de sociedades que estuvieron antes que nosotros. En efecto, “el
mundo de los fantasmas es el que no hemos acabado de conquistar. Es un
mundo del pasado, no del futuro” (Deleuze y Guattari, 1987: 345). Entonces,
pensamos que en Réplica existió una realidad virtual que probablemente se
vivió antes de habitar La compañía. Sin embargo, la imagen de un pre-socius
aquí no es una imagen de la represión sino, antes bien, una imagen que
movilizada por otras intensidades pulsionales creativas ha producido otro
devenir mundo. Dicho lo anterior, creemos que no solamente existen
“gérmenes incubados de futuros enterrados” (Rolnik, 2008: 22). A veces, son
espontáneos, inesperados y no necesariamente buenos.
Los gérmenes que permanecen enclocados, como lo explica Rolnik,
necesitan de las múltiples pulsiones intensivas que fluctúan para descubrir
“un mundo comprimido, una perspectiva petrificada, una determinada idea
impracticable, muy bien construida, con cimientos de cemento, estructuras
de acero” (Christensen, 2015: 27-29). Este germen traza “un mundo [que] ha
llegado al mundo dentro del mundo” (Christensen, 2015: 27). Como hemos
afirmado arriba, sostendremos que nuestra pulsión tiene un movimiento de
afuera hacia más afuera y conduce la creatividad de mundos. Direcciona el
movimiento y se impacta. Pero esta pulsión contiene el material molecular,
micro-político de potencia nómada además de una particular resonancia
intensiva tecno-náhuatl. El ICC es un flujo pulsional dentro de los miles de
pulsiones germinales creativas. Así, no existen pulsiones individuales en este
sentido. “Persigue expresiones ocasionales para captar lo individual: una
vacuola […] un plasma particularmente homogéneo” (Christensen, 2015: 23),
que vuelve a unificar el esfuerzo colectivo productivo en movimientos
pulsionales con el fin de conectar sus flujos en un big-bang que replantea lo
cultural, lo vital y el poder en otras gramáticas planetarias.
Parece que existe un espacio-tiempo irregular que aparenta que las
pulsiones no se encuentran en movimiento, aunque siempre lo están. El
origen del germen-mundo La compañía ocurre con el inicio de la fábrica de
papel. Pero, no es este el momento álgido o la génesis de su existencia,
simplemente es el punto donde decidimos trazar su ruta de choque y
producción. El entrecruzamiento de líneas y flujos pulsionales transforma el
nivel de la superficie, su arquitectura y moldea su propia estética. De tal forma
que, el desprendimiento territorializado de San Rafael convertido ahora en
La compañía, “se relaciona libremente […] con un mundo de piedra, con un
mundo de plantas, aire, el agua y con su propio mundo. Como otro mundo.
Por fin, ha encontrado sus propias piernas y puede alejarse de su propia
muerte” (Christensen, 2015: 21-23). Este revestimiento de flujos pulsionales
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intensivos se mueve en los intersticios de la tierra, en la representación de
pueblo y los impacta.
El sentido de nuestra pulsión es que solamente se siente cuando se
colectiviza, allí, al producirse una isógona. Pensando que son líneas que van
en distintas direcciones, pero en un punto temporal-espacial se unen
produciendo estridencia, hundimiento y activando territorios inesperados. Es
cierto que “el mundo vive efectivamente en nuestro cuerpo y produce en
estos rmenes de otros mundos en estado virtual” (Rolnik, 2019: 48). Sin
embargo, esos cuerpos tendrían la posibilidad gregaria de pensarse
colectivamente en términos de insurgencia. Insurgir, en los términos que lo
sugieren Guattari y Rolnik, implica un proceso de saber-crear. Es aque la
concepción de La compañía plantea un imaginario anti-edípico porque no
encuentra vida en los registros de las representaciones imperantes del pasado
global y unificador, a la vez que produce una cartografía: Las coordenadas de
esta nueva cartografía son «19º10’45” N 98º38’36” O». Nos encontramos
recorriendo un estratovolcán. Observamos el presente geológico de la
andesita ocasionalmente activa. Sentimos el frío, el apasionantemente frío del
Iztaccíhuatl.
Queremos pensar otras formas lejos de posiciones fatalistas. Si los
efectos de una existencia bajo el régimen del inconsciente colonial
capitalístico es “una vida genérica, una vida mínima, una vida estéril, una
mísera vida” (Rolnik, 2019: 69). Reclamar, entonces, una posición molecular
sin que resulte mínima. Queremos pensar que estas fuerzas, aunque
detestables y dañinas, siguen acoplándose con otras neas de flujo y de fuerza.
Tal como afirma Freud, “la cultura fue creada a expensas de la satisfacción
pulsional” (1991: 20). La pulsión, es aquí, un movimiento no satisfactorio. La
pulsión no cumple un cometido, sino que, antes bien, se queda atorada en los
desenlaces y exigencias de la tierra. La pulsión es despojada de la represión,
la pulsión es híbrida. Es decir, la pulsión es reorganizada en función del
mismo concepto contradictorio de sociedad. Los deseos reprimidos del
pasado reciente no son olvidados, tratan de ser desterritorializados por la
misma organización de la máquina pulsional.
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SECCIÓN II - El inconsciente está estructurado según mecánicas
extractivistas
Monotheism begins with a god who hates trees
John Lamb Lash (2006)
En La compañía no hay series temáticas, nomenclaturas y elementos
aglutinantes a priori sino fórmulas compositivas, constelaciones de elementos
heterogéneos y variables de constantes, es decir, una fórmula secuencia o
cadena de caracteres cuya finalidad es la expresión misma de la relación. Lo
que se exhibe o se hace exhibir es lo maquínico, la secuencia dinámica-
cinética y sus velocidades como mecanismo de reconversión productivo y
económico de todos los órdenes de la vida (y deberíamos agregar, como
lógica de valorización de lo no-vivo, lo inerte, lo mineralógico y volcánico
también). En ese sentido, aquello que se deja ver es el mecanismo cinético de
flujos y es por ello que la muestra funciona como fórmula compositiva
maquínica: cada cuadro, cada escultura y dibujo componen una secuencia
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movediza siempre inacabada e incompleta que apunta sobre un proceso
digestivo de interiorización. Es decir, cómo las lógicas industriales se comen,
se ingieren y se entrelazan con los imaginarios del mundo huatl y
volcánicos. Lo que se exhibe es el funcionamiento interno del mecanismo
extractivo y del germen productor en tanto acción de fuerzas vibrátiles y de
variaciones de amplitud sobre los cuerpos.
En la muestra hay una gran fuerza cinética que adopta un ritmo propio,
son las cintas de montaje, los circuitos de producción, los rayos gamma y la
acción de los flujos, son los hangares de la fábrica y los movimientos
productivos haciendo foco, insistentemente, en los cuerpos (cuadros Crisol,
Vivero y Sesión ofrenda). Una gran fuerza cinética que recorre un material y que
funciona como corriente eléctrica con un flujo de carga y un caudal de
corriente que se fusionan, se repelen, se conectan y se interfieren.
9
De ahí el
tratamiento pictórico del cuerpo, diferente de los fondos y otros elementos:
habrá un contraste cromático, sobre aquella onda que recorre y atraviesa los
cuerpos. Lo que se produce es un estiramiento en y sobre los cuerpos, la
contracción, el plexo, la dilatación, aplastamiento y estiramiento. El «cuerpo»
es un agente activo y no un recurso objetual, una materia prima o un soporte
de otro mecanismo. Pues aquí no se trata de reproducir o inventar formas
sino de captar y hacer visibles fuerzas sobre un plano: la circulación del
capital, los flujos de deseo vital ligados al reino fungi y la corporalidad
indígena náhuatl y la fuerza de plegamiento del volcán. Y sobre ese punto de
agitación y sobre esa fuerza de presión que se ejerce sobre los cuerpos es lo
que logra captar y hace visible Daniel Lezama.
9
“Lo que cuenta es transducir el afecto o emoción vital, con sus respectivas calidades intensivas, en una
experiencia sensible”, bajo ese lema-afirmación, Rolnik (2019: 54) apunta a la noción física de transducción
que se refiere al “proceso mediante el cual una energía se transforma en otra de distinta naturaleza”.
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Daniel Lezama (2016). “El sueño de Endimión I”. Óleo sobre lino, 250 x 150 cm. Colección Privada,
México. Recuperado de la galería virtual de Daniel Lezama: https://daniellezama.net/portfolio-
item/la-compania/
“Un transversal que recorre toda la obra” decíamos y ese es,
precisamente el mecanismo que Lezama inscribe en la superficie sensible:
“Pues Edipo no es tan sólo un proceso ideológico, sino el resultado de una
destrucción del medio ambiente, del hábitat, etc” (Deleuze & Guattari, 2005:
176). Edipo es aquí lo maquínico, la secuencia dinámica-cinética y sus
velocidades como mecanismo de reconversión productiva de todos los
órdenes de la vida y como lógica de valorización. Pero Edipo es también un
régimen del inconsciente hegemónico que funciona a través de mecanismos
extractivos en términos de marcadores raciales, coloniales y ecopolíticos.
El inconsciente está estructurado según mecánicas extractivistas,
parafraseando a Lacan. En torno al régimen del inconsciente hegemónico se
anudan temporalidades yuxtapuestas y latencias irresueltas sobre el problema
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de la raza, la etnia, la modernización colonialista y la devastación
medioambiental. En este punto conviene recordar que la instalación de la
papelera de San Rafael está vinculada a la inversión española de capital
(específicamente, Don Andrés Ahedo y Don José Sánchez Ramos) y
conjuntamente, al proceso de modernización industrial del estado mexicano
que culmina en el año 1994 con el cierre definitivo de la fábrica.
10
Basado en la idea de un desarrollo progresivo, las formas de
acumulación, la propiedad de los recursos y los medios de producción, los
mecanismos extractivos ponen en peligro la reproducción misma de la vida
porque implican la destrucción y contaminación de mundos simbióticos
como a también la pérdida de biodiversidad. Los procesos extractivos
suponen también la fragmentación territorial, con áreas relegadas y enclaves
que sirven con motivo de una inserción internacional subordinada y
funcional a la globalización comercial y financiera (Gudynas, 2009; Svampa,
2008; 2011). Y aquí conviene notar, con especial énfasis, el vínculo que se
establece entre los procesos productivos, las dinámicas específicas de
explotación de la fuerza de trabajo, la ampliación de las fronteras de
explotación (des-territorialización de zonas) y los circuitos económicos
dependientes. Los mecanismos extractivos producen un conjunto de
circuitos y canales de tránsito marcados por la dependencia neocolonial y por
una direccionalidad precisa: desde los territorios fragmentados y periféricos
(exportadores de materias primas) hacia un centro territorial metropolitano
(procesadores, manufactura y finalmente consumidores). La industrialización
papelera se acopla con los flujos de economías subdesarrolladas (primario-
exportadoras) que esbozan un tipo de cartografía del capital (digamos una
direccionalidad precisa que tiende hacia la metrópolis, desde el sur hacia el
norte). O, en otros términos, se trata de la circulación de flujos exportadores
y de la captación de otros tantos flujos ligados a inversiones transnacionales.
De este modo, el funcionamiento de la práctica edípica extractiva
consiste en una triple operación: un corte-extracción posible en un flujo de
consumo, la separación de cadenas y después la distribución de restos y la
rearticulación de cadenas económicas [cuya tendencia es marcar un límite
interno que no cesa de desplazarse siempre]. Estas operaciones están
marcadas, a su vez, por una zona de pasaje donde los términos se reducen a
sus formas simples absolutamente solidificadas y las relaciones entre los
elementos son reemplazadas por otra tipología de vínculos. La triangulación
10
Ciclo productivo que culmina en el año 1994 en pleno apogeo de las políticas neoliberales y con la
entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC). En efecto, es alrededor
de esa fecha, el año 1994 como un condensador histórico, que se anudan la crisis económica de deuda
soberana (conocida como efecto tequila) y el surgimiento de la resistencia indígena organizada alrededor
del levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZNL) en Chiapas.
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edípica se conforma a través de la imposición colonial del patrón de familia
burguesa, las normas de comportamiento sexual de los géneros y en
consecuencia los patrones de organización familiar fundados en la
clasificación racial (Lugones, 2008: 83). Lo que define, precisamente, el
funcionamiento de esta lógica es su poder de corte en las conexiones de deseo
con respecto a lo que reemplaza, pero también la ruptura de dirección donde
determinada pieza se conduce con otra para mejor volcarlo en triángulos
familiaristas [papás-mamás-hijos] sublimes e imaginarios, simbólicos,
económicos, bancarios y financieros, lingüísticos, ontológicos,
epistemológicos. Edipo e imposición colonial, Edipo e imposición
familiarista, Edipo y mecanismos extractivos, esta formulación apunta a un
orden pulsional que tiende a la normativización y que tiende además a la
sugestiva implementación del deseo-dinero, de una añoranza al papel dinero
y de un deseo subjetivante de la deuda.
El extractivismo no es sólo una modalidad económica, sino que es un
régimen de estructuración topográfica del inconsciente: se trata del territorio
de la deuda y el consumo que extienden sus fronteras de valorización hacia
los dispositivos financieros. Esto evidencia la necesidad de considerar el
extractivismo más allá de un procedimiento técnico específico vinculado
estrictamente a materias primas para hacerlo inteligible como lógica de
valorización que funciona como producción de flujos y pulsiones intensivas.
Así es cómo la explotación y el avasallamiento llegan a ser deseados. O de
otro modo, el deseo logra coincidir en la producción y en un tipo de
racionalidad que es fundamentalmente económica.
11
A través de la edipización del mundo (el problema de la tierra y la des-
territorialización productiva del suelo) lo que se produce es la ingesta y
entrelazamiento de los imaginarios de mundo náhuatl y volcánicos: “Edipo
siempre es la colonización realizada por otros medios” (Deleuze & Guattari,
2005: 177) y agregamos, Edipo es siempre la colonización extractivista
realizada por otros medios. “Edipo es la última territorialidad sometida y
privada del hombre europeo” (Deleuze & Guattari, 2005: 108). Expoliación
de recursos y de la biósfera, edipización del mundo y colonización son
procesos simultáneos y en acoplamiento.
11
En esta línea de resignificación de las mecánicas extractivas se inscribe el trabajo de Verónica Gago y
Sandro Mezzadra (2017) quienes se refieren a este desplazamiento de las fronteras de las zonas extractivas
con la noción de extractivismo expandido. Bajo este entendimiento la extracción deviene así una modalidad
operativa del capital en la que la ampliación de los márgenes de valorización exige una colonización
permanente de nuevas áreas, nuevas espacialidades (más allá de los enclaves industriales tradicionales),
de nuevos sectores (usualmente caracterizados como populares y plebeyos, precarizados y excluidos) y
de nuevas formas de producción (a través del endeudamiento masivo, los algoritmos, el data mining y las
plataformas) que exceden las formas productivas coordinadas por el mando del capital.
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Sin embargo, hemos de notar que este principio de edipización del
mundo no es una fuerza de cuantificación (un vector de magnitudes en
relación al deseo dinero o al deseo subjetivante de la deuda) sino que es un
criterio topológico y relacional, son lugares y posiciones, son un spatium y una
combinatoria de lugares independientemente de aquellos que empíricamente
los ocupen. Edipo como lingua franca del consumo capitalista depende
directamente de un mecanismo económico (de donde sus relaciones con el
dinero y la deuda) por el que los flujos descodificados del deseo
necesariamente deben ser volcados en un lazo de filiación determinado, en
un campo familiar. Un territorio, una organización geográfica, un flujo de
energía, la biosfera, el hábitat, los mundos circundantes (umwelt) y la tierra
devienen lugares y posiciones a ocupar: un campo familiar, un dispositivo de
personificación (yoes charlatanes) de figuras reconocibles y domesticadas. Y
es sobre esa cristalización solidificada (la fijación familiarista) donde se monta
“el psicoanálisis como mecanismo de absorción de la plusvalía” (Deleuze &
Guattari, 2005: 323).
Ahora bien, este movimiento de desplazamiento perteneciente a la
desterritorialización de la modernidad capitalista supone una ampliación de
horizontes constantes (cada paso de flujo es una descodificación y un
aterrizaje), digamos, una monetarización recurrente que se extiende. La
papelera San Rafael y anexas S.A. explotó durante casi un centenio (desde
1894 a 1994) la biósfera próxima al volcán, estas son las propiedades
comunales, los montes, la madera de los bosques de las faldas del Iztaccíhuatl
y el agua de los ríos. Tanto en las esculturas, como en las pinturas y las
cerámicas de la muestra nos encontramos con flujos de extracción,
circulación y separación en la plusvalía humana (trabajadores) aunque
también ocurre en la generación de ganancia no-humana (animales, árboles,
troncos), ni siquiera de elementos vivos (máquinas, cadenas de montaje,
hongos, rocas, minerales, el volcán Iztaccíhuatl) que también trabajan o
producen valor.
Y son estos estos procesos productivos volcados a la competitividad,
eficiencia, maximización de la renta y externalización de impactos los que
implican un determinado grado de apropiación, objetivización y dominación
de los “recursos naturales”. Edipo extractivo es entonces una lógica
productivista que funciona mediante la topología y la objetualización de todo
el cuerpo del mundo en cuanto recurso disponible. Los códigos del mundo
permanecen quietos y dependen de una gica de descubrimiento y a favor
de un amo descodificador. En este punto, la naturaleza es materia prima para
la autoformación del sujeto humano o en otros términos, la naturaleza es la
materia prima para la utilización, reservada, exaltada o hecha flexible por
parte de la cultura en la lógica del colonialismo capitalista. La naturaleza está
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ahí, a distancia, constituida por la percepción de un sujeto (agente) y del
sentido que este sujeto le da a ese objeto (una entidad discreta, delimitada y
localizable). Los objetos y la naturaleza objetualizada aparecen en un eje de
coordenadas bidimensionales, un espacio y un tiempo particulares
entendidos como vacíos, puros y transparentes, uniformes y homogéneos, un
eje decíamos, que son contenedores de los objetos. Se trata de una “lógica
apropiacionista de dominación construida dentro de la pareja binaria
naturaleza/cultura y de su linaje generativo” (Haraway, 1995: 341).
Pero Lezama no se queda allí, no se contenta con prevenirnos del
carácter igualmente colonial y extractivo del inconsciente colonial
capitalístico (ICC) y su vinculación con la rmula edípica. Y es en este
sentido que la operación compositiva de Lezama resulta tan profusa y
conceptualmente expansiva porque logra, justamente, no soslayar el carácter
vampírico de la mecánica capitalista que vive de la vida de otros –“el capital
se anima chupando el trabajo vivo, y su vida es tanto más alegre cuanto más
succiona” (Deleuze & Guattari, 2005: 235)– siempre preparada para
ensanchar sus propios límites; sino multiplicar afirmativamente a través de
un hábitat de cohabitación, es decir, lo que pone en adyacencia y acoplamiento
son los planos de intensidad pulsional: es como ver a la fábrica San Rafael y
la biósfera circundante del volcán en funcionamiento mutuo. Así sucede en
el fresco Sesión réplica donde vemos a una mujer indígena que sueña y delira
sobre la fábrica papelera o como en el cuadro Nexcoalango que juega con la
doble visión (de espejos invertidos) entre las naturoculturas y las
tecnonaturalezas. Un efecto de la composición de Lezama le otorga una
velocidad al conjunto de la muestra: como dos registros redundantes que se
citan mutuamente y florecen en ese medio, en la simetría y el complemento
del doble.
Fermentos de mundo
Sin negar ni oponer, La compañía explora una fórmula a través de un tipo de
indigenismo pop que procede no sólo a través de la recuperación de un cierto
imaginario huatl (una latencia anacrónica de lo imperecedero) sino
también, y esa es una operación que queremos subrayar, como mecanismo
de metamorfosis y transmutación. Lo que se descubre es una profusión
infinita de actantes y simbiontes no-humanos, un grupo de organismos
pertenecientes al reino vegetal y fungi, los hongos, minerales y eucariotas,
algunas crisálidas, capullos, pupas y cremáster. Hacia el fermento y los
hongos, sobre los rayos gamma y la energía pulsional se dirige La compañía de
Daniel Lezama.
Una insistencia recorre la muestra, decíamos, una vez más. En distintos
cuadros y esculturas vemos un grupo de organismos eucariotas entre los que
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se encuentran los simbiontes del reino fungi y protista. Como en Sesión Golem
o El sueño de Endimión I y II lo que vemos son hongos, penes-hongos, esporas,
levaduras, esferas aliáceas, musgos y mohos que florecen o capullos, crisálidas
y pupas que cuelgan (como en cuadro Avispero). Hongos, larvas y capullos de
avispas, de lo que se trata es de un ars metamorfosis hecho de contornos y
formas o más bien, formado por eslabones transformativos de la materia. En
La compañía parece que las transformaciones toman toda la materia desde los
árboles a la carne, de la cabeza a las piedras, el trastocamiento de las formas
materiales desempeña aquí un papel crucial. Son formas materiales que
pueden describirse, pero nunca están quietas, las distintas formas de vidas y
actantes no-vivos se presentan como un transcurrir de formas materiales que
están en constante actividad. En efecto, es el pensamiento de la morphé y de
la larva (como alegoría animal que “significa fantasma en latín”, apunta
Gonzalez, 2005: 19) que se refiere a la perpetua inestabilidad de la forma
materia y que anuncia formas desconocidas.
Daniel Lezama (2016). “El sueño de Endimión II”. Óleo sobre lino, 250 x 150 cm. Colección
Privada, México. Recuperado de la galería virtual de Daniel Lezama:
https://daniellezama.net/portfolio-item/la-compania/
Así como los hongos segregan enzimas (que no son microbios vivos
sino catalizadores biológicos) que descomponen los alimentos de su entorno,
los capullos, por su parte, prosperan en un estado de transformación
inminente. Esta materia plástica, maleable y proteica ofrece una clave (en
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verdad está ahí para ofrecernos una cifra expresiva) del papel que adquiere
en el clima de metamorfosis que tiñe la obra de Lezama. Porque en el terreno
de la fábrica San Rafael no hay metamorfosis por síntesis dialéctica (ese
camino que subsume los opuestos y lo diferente en lo semejante) sino por
movimientos de crisálida. Sucederse inevitable de estadios nuevos que no
obedecen a lógicas manifiestas, sino que se desencadenan a partir de ellas
mismas, los movimientos de metamorfosis son lógicas de sucesión no
surgidas de la necesidad, sin gastos y pérdidas, son mutaciones gratuitas (sin
inicio ni fin, sin parentesco, herencias diseñadas o ascendentes ilustres). Sin
embargo, en el movimiento por crisálida no hay estados más plenos y vitales
sino oscilación perpetua: la metamorfosis es alegría y horror de la materia
transportada hacia la multitud de estadios diferentes, estadios que no se
consumen, sino que se transmutan, voluntad de generación, de fecundidad,
pero también de retorno y de aniquilación.
Y en la medida en que las transformaciones toman toda la materia y los
cuerpos, la metamorfosis designa aquí todo aquello que se relaciona con la
emergencia de la forma en general (entre la recepción y la donación, la
maleabilidad constitutiva: su poder de recibir como de dar forma) y, en
simultáneo, la aniquilación de toda forma. La compañía es entonces un hábitat
de cohabitación que corre el foco sobre las narrativas disponibles sobre lo
natural y los procesos de contaminación y agotamiento de los ecosistemas
simbióticos. Porque la fábrica papelera no es el centro operativo de la
transformación extractiva ligada al proceso colonial ni tampoco es la
determinación de un proceso de expoliación (tecnológico y cultural) de un
espacio natural consignado como espacio originario, principio u origen (arjé,
arché). La naturaleza, por contrario, es un agente que posee una potencia de
metamorfosis y que hace algo (digamos es un agente que no es natural en un
sentido antropocéntrico), más bien es un objeto poroso, viscoso y móvil que
exuda o genera su propio espacio tiempo y que tampoco posee una forma
estable ni definitiva. Aquí nos referimos a un compuesto de materiales
orgánicos e inorgánicos y una zona de intersección y condensador de
procesos, de coordenadas y dimensiones múltiples en coexistencia, en
superposición y acople, esto es, las cosmogonías náhuatl, la
cronotemporalidad volcánica, los bosques, el reino fungi y en simultáneo, la
modernidad colonial junto con las dinámicas de despojo industrial-científico-
técnico.
La naturaleza, las múltiples naturalezas son aquí los cuerpos
componiendo contornos como lugar de un intercambio, organizando
secuencias, situaciones, climas y sujetos trans-posicionales y sin rostros
personales. Se trata, efectivamente, de una zona de hibridación de los pares
binarios (naturaleza/cultura; tecnología/naturaleza; sujeto-agente-
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activo/objeto-pasivo) en donde la centralidad de lo humano, su lógica
organicista y su jerarquía antropocéntrica pierden relevancia. Es la fábrica, el
volcán, los actantes humanos, fungi, artificiales y maquínicos, son los flujos,
los rayos gamma y las cintas de montaje, la energía cinética, la potencia de
metamorfosis y los circuitos de producción, son todos estos en su ubicuidad
y en su desplazamiento constante lo que producen un exceso de sentido en
cada serie y de una serie a otra.
La fábrica es un paisaje de ruina y creación, aunque también es un
proyecto de fracaso. La compañía nos muestra que en otro germen mundo lo
vivo es lo que respira y es también lo que permanece, lo que aguarda.
Creemos que la muestra de Lezama apunta a una zona de interrogación sobre
la pulsión analítica mientras recrea una crítica inmanente respecto a las
condiciones de posibilidad de la crítica. Es tan así que el mundo de La
compañía no es un devenir mundo sino un espacio híbrido, un despliegue de
la virtualidad de la crítica, una reapropiación deseante de un espacio tiempo
ulterior. En La compañía aparecen varias temporalidades de la historia del
capitalismo y del pueblo náhuatl, otras tantas del colonialismo. Aunque el
ICC se sigue moviendo aquí.
La compañía desborda las maquinarias industriales y crea sus propias
máquinas. [Re]territorializa los alrededores del volcán Iztaccíhuatl,
oponiéndose a un escenario ideal. Un híbrido de la catástrofe, una
dependencia figurativa en donde aparece una «potencia máquina». Humana-
no-humana, pero orgánica. Así, la instalación de Lezama construye una
crítica inmanente de una nueva pulsión que se mueve entre los cuerpos
conjugando temporalidades y materialidades. Así, existe un imaginario anti-
edípico que ilumina un inconsciente y un flujo intensivo pulsional de germen-
mundo. Es anti-edípico porque la muestra no es figurativa, sino mecanicista.
Es un todo armado por diferentes flujos pulsionales, engrasado por la tierra
del contorno, los otros cuerpos que aparecen y contribuyen a la cadena de
producción. Es anti-representacional. Por lo tanto, el proceso mecánico tiene
que ver con generar una crítica maquínica de las diversas sociedades que
vivimos y que viviremos, ¿qué socius se constituye cuando el Edipo ha dejado
de gobernar? ¿Qué líneas de fuga se cruzan al momento de romper las
conjeturas estructurantes del Eros y del Tánatos?
La compañía deja entrever el poder de la representación en un sentido
metonímico. Existe la representación del Iztaccíhuatl porque aparece en el
paisaje, pero, del mismo modo, los diferentes cuerpos y seres híbridos que se
comunican en La compañía no son menos reales. Para nosotros el ensayo
fantasmagórico que Lezama retrata tiene que ver cada vez menos con el
pensamiento del fin planetario-subjetivo-catastrófico que con la exploración
plástica-utópica-híbrida de otro mundo. No sabemos si se trata de un
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devenir-mundo. Probablemente se trate de un mundo que se construye
constantemente en función de su inmanencia y crítica: una imagen en
movimiento. Conjuntamente la fábrica papelera San Rafael y el ecosistema
circundante crean una imagen haciéndose a sí misma.
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