La perspectiva holista es la condición de la historia literaria, tal como
ésta se constituyó a través de la filología, como lo es de la literatura
comparada, como lo es de la teoría literaria, tal como ésta se impuso en el siglo
XX. Si estas observaciones se consideran pertinentes, los debates que tuvieron
lugar en Chapel Hill, en el primer congreso de la Asociación internacional de
Literatura comparada, y que opusieron el punto de vista historiográfico en
Literatura comparada, ilustrado por los franceses, y el punto de vista teórico,
ilustrado por los estadounidenses y particularmente por René Wellek, traducen,
en definitiva, menos la constatación de una división de la disciplina que la de
dos métodos de trabajo: cada uno supone el mismo pensamiento holista de la
literatura. Sería fácil continuar con estas observaciones advirtiendo que las
renovaciones críticas de los años 1960-1980 –del estructuralismo al post-
estructuralismo, del “New Criticism” a la deconstrucción– no alteraron
esencialmente este pensamiento de la literatura, a la cual se le atribuyó, según
hemos escrito, un “estado de excepción”,
4
igualmente legible en la creación
literaria misma.
Para salir de ese pensamiento holista, convendría que la crítica literaria,
en sus diversas expresiones –aquí no está en juego únicamente la Literatura
comparada– tome en consideración la relatividad de los mundos de la literatura
y de las caracterizaciones de los objetos literarios. Eso supone algo de
nominalismo y una práctica de la historia de las literaturas según ese
nominalismo. No habría allí nada de escandaloso ni de sorprendente: en
efecto, la paradoja de un pensamiento holista de la literatura es llegar a la
constatación de los mundos literarios y de su diversidad -ante la abstracción de
un pensamiento holista, se erige, inevitablemente, lo concreto de lo diverso. Si
existe un tal concreto, existen, inevitablemente también, los límites simbólicos y
culturales que las literaturas producen entre ellas y que autorizan tanto la
constatación de sus diferencias como la comparación de las intenciones
!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
4
En nuestra obra, Quel statut pour la littérature ? (BESSIÈRE, 2001), definimos el
estado de excepción de la literatura –la noción nos parece válida desde el
romanticismo– como ese estado en el que la literatura, a través de las obras, las
figuras de escritores, las justificaciones de la mimesis, etc., es presentada como
aquello que, por derecho, asigna el derecho de ser nombrado, identificado, reconocido
–a propósito de cualquier objeto, cualquier persona, etc., y eso en el seno mismo de la
ficción y sea cual fuere el tipo de estética implicada.