Guerrero, “Ansiedad capilar…” Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número especial / Mayo 2021 / pp. 103-111 107 ISSN 2422-5932
inicia su gira con una charla titulada “El renacimiento ingles del arte”
en el Chickering Hall de Nueva York. Un mes después, el 11 de
febrero, Martí publica la muy citada crónica del encuentro en la que
describe con abundantes detalles la seductora y muy estudiada
apariencia del dandi irlandés:
Ved a Oscar Wilde! No viste como todos vestimos, sino de singular manera.
Ya anuncia su traje el defecto de su propaganda, que no es tanto crear lo nuevo,
de lo que no se siente capaz, como resucitar lo antiguo. El cabello le cuelga, cual el
de los caballeros de Elizabeth de Inglaterra, sobre el cuello y los hombros; el
abundoso cabello, partido por esmerada raya hacia la mitad de la frente. Lleva frac
negro, chaleco de seda blanco, calzón corto y holgado, medias largas de seda
negra, y zapatos de hebilla. El cuello de su camisa es bajo, como el de Byron,
sujeto por caudalosa corbata de seda blanca, anudada con abandono. En la
resplandeciente pechera luce un botón de brillantes, y del chaleco le cuelga una
artística leopoldina. Qué es preciso vestir bellamente, y él se da como ejemplo.
Solo que el arte exige en todas sus obras unidad de tiempo, y hiere los ojos ver a
un galán gastar chupilla de esta época, y pantalones de la pasada, y cabello a lo
Cromwell, y leontinas a lo petimetre de comienzos de siglo (1).
En su muy influyente ensayo “La política de la pose”, Sylvia
Molloy parte de la profunda impresión que la apariencia de Oscar
Wilde genera en José Martí. De acuerdo con Molloy, la extravagancia
de Oscar Wilde parece producir en el intelectual cubano un
sentimiento tanto de perturbación como de inesperada fascinación.
Molloy cita largamente la crónica de Martí, en especial parte del
pasaje que acabo de reproducir para entonces llamar la atención
sobre una de las afirmaciones: “No viste como todos vestimos, sino
de singular manera”. Molloy se pregunta a quiénes se refiere el
nosotros evocado por Martí o más bien qué de ese nosotros parece
inquietar la imagen de Oscar Wilde. Es a partir de estas preguntas
que la autora encuentra el punto de partida para toda una reflexión
crítica en torno a la pose y su capacidad transgresora, reflexión que no
se queda allí, sino que como ya señalé, perpetra una relectura radical
del fin de siècle hispanoamericano. Esto se confirma con
contundencia cuando en la introducción de su libro Poses de fin de
siglo. Desbordes del género en la modernidad, que recoge toda su reflexión
sobre el género y la sexualidad en un contexto hispanoamericano de
entresiglo, Sylvia Molloy cite una serie de escenas como figuras
indispensables para pensar su tecnología crítica y, por lo tanto, su
radical relectura del campo. La lista naturalmente comienza con la
descripción de Martí –un Oscar Wilde vestido de terciopelo en el
Chickering Hall de Nueva York– y continúa con una colección de
escenas no menos interesante: una caricatura de José Ingenieros