Massuh, “Elogio…” Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número especial / Mayo 2021/ pp. 123-131 127 ISSN 2422-5932
del lector, desasosiego de las letras que conjuga. Leer a Borges es la
zozobra permanente de la incomodidad, del hiato, del engaño, del
malestar, de la inquietud. A grandes rasgos sería esta la tesis de Las
letras de Borges, aunque tanto con Molloy, como con Borges, la palabra
“tesis” es injusta porque nada se detiene en un solo concepto;
siempre existe otro que lo refuta. Aunque sí, me atrevo a afirmar que
se trata de una tesis porque la autora vuelve a refrendarla de manera
literal casi cuarenta años después de publicado el libro.
En 2017 Sylvia Molloy dio una memorable conferencia en la
Biblioteca Nacional titulada “Borges y yo”.
Allí se refiere a uno de
los numerosos encuentros que tuvo con él en Buenos Aires, aquella
vez acompañándolo de regreso a su departamento luego de una
comida en casa de Bioy Casares. El recuerdo de Sylvia Molloy
refrenda su libro de una manera maravillosa. Cuenta que, durante el
trayecto, Borges ejercía una suerte de elogio de la lengua inglesa y le
recitaba a Sylvia las palabras inglesas que más le gustaban “porque
eran palabras verdaderamente inglesas y no derivadas del latín”. De
modo que recitó cadenciosamente en inglés quill, quick, queasy, qualm,
quagmire que en castellano significan pluma, incomodidad, temblor,
atolladero, embarazo…
Culmina Sylvia en la conferencia: “tuve la sensación de que esas
palabras, de algún modo, aludían a su obra”. Es este el desasosiego
que vindicaba en el libro escrito casi cuarenta años antes. Esa, la
sensación de todo lector desprevenido, sostiene en la charla, “es la
naturaleza radicalmente extraña de la obra de Borges”, “la
inquietante movilidad de la obra de Borges”.
Las letras de Borges no es el intento de convivir con el
desasosiego, no pretende explicarlo, ni siquiera de transformarlo en
lectura lisa. Todo lo contrario: es el intento de ahondarlo hasta, casi,
el paroxismo del silencio. O hasta un infinito tirabuzón ascendente o
descendente que sigue girando hacia arriba o hacia abajo a medida
que avanza toda lectura sin convertirse jamás en letra fija. A pesar de
este hiato, a pesar de los múltiples abismos que se abren
permanentemente en la lectura, Sylvia Molloy insistirá siempre en la
dispersión, la bifurcación, la multiplicación coincidiendo acaso con
ese Borges que, refiriéndose a la Biblia, invalida su contenido
diciendo que “tiene tantas interpretaciones como lectores”.
No existe en Las letras de Borges un “corpus bibliográfico” en el
cual se apoye su autora. Hacia fines de la década de 1970 existía en
Su registro puede verse por Internet: https://www.youtube.com/watch?v=brM-t5FY-Tw