Oubiña, “Molloy / Borges…” Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número especial / Mayo 2021 / pp. 159-170 166 ISSN 2422-5932
palabra, rumia las frases, las asedia, las reacomoda, las vuelve a decir
(pero, ahora, insidiosamente) y de pronto el texto empieza a revelar algo
que parecía no saber o que no quería decir. Hay, en Molloy, un impulso
benjaminiano por la miniatura y la microcrítica.
Lee muy pegada al
texto y a la vez toma distancia, como si hubiera entendido que se trata
de una operación de doble óptica. Por eso sus análisis resultan muy
precisos, pero no son un simple close reading: porque, aunque sabe que
sólo se puede avanzar en la lectura acompañando el flujo del texto,
nunca acepta doblegarse frente a su lógica.
Molloy nunca levanta la voz, nunca alecciona al texto. Al contrario:
lo escucha atentamente hasta que percibe una nota disonante. Pero ni
siquiera entonces abandona su tono discreto (o insidioso). La
intervención no invade el texto; más bien, lo obliga a desbordarse.
Porque para Molloy, la crítica es también un arte de la paráfrasis.
Entonces relee el comienzo de los Viajes, intrigada por un incidente
curioso que relata el propio Sarmiento. A propósito de los cuatro
habitantes de la isla de Más-a-fuera, el escritor señala que esa pequeña
cofradía "estaba dividida entre sí por feudos domésticos, cuya causa no
quisimos conocer (...) Está visto; la discordia es una condición de
nuestra existencia, aunque no haya gobierno ni mujeres". No hay
mujeres, pero hay un hombre que habla "con la locuacidad voluble de
una mujer" o, más bien, con "la petulancia de un peluquero francés".
Molloy cita este pasaje y luego lo re-cita, vuelve a decirlo o vuelve a
ponerlo en escena como si fuera un reenactment: "La discordia, según
Sarmiento, es cosa de gobiernos o de mujeres, pero aquí no hay
gobierno y sobre todo no hay mujeres: hay hombres. La situación
parece inspirarle a Sarmiento una única reacción posible: el no
preguntar ni sobre el arreglo doméstico ni sobre la causa de esa
discordia, el no querer conocer". Eso que era mejor ignorar ahora –en la
paráfrasis de Molloy– resulta evidente: "Williams habla tanto que parece
una mujer pero no es una mujer" y Sarmiento no parece esforzarse
demasiado para encontrar la categoría caricaturesca que define a los
hombres que son como mujeres aunque no son mujeres: un "peluquero
francés afectado, cifra abyecta de lo otro, de un afeminamiento que
En NYU, en 1996, leímos con Sylvia On longing: Narratives of the Miniature, the Gigantic, the Souvenir, the
Collection, ese libro tan Benjamin y también tan Molloy. Una vez por semana íbamos con Adriana para
encontrarnos con ella en su oficina del Department of Spanish and Portuguese. Era un curso de
Guided Individual Reading que ella había inventado para nosotros sólo porque le daba pena que
hubiéramos ido hasta Nueva York para tomar clases con ella, justo durante el semestre en que estaba de
licencia. Leíamos y discutíamos un libro de teoría por semana: textos que Sylvia quería releer o quería
recomendarnos. Era fascinante (inolvidable) verla ejercer el arte de desmenuzar delicadamente cada
párrafo con pasión y placer. Entre la miniatura y el souvenir, en el texto de Stewart le divertían los
ejemplos más bizarros.