Arfuch, “Ir y venir” Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número Especial / Mayo 2021 / pp. 30-37 37 ISSN 2422-5932
Escribir la lectura es el propósito del libro -y de la colección-, y se abre así
un nuevo comienzo: “Este libro recuerda encuentros con libros que por alguna
razón, profunda o frívola, me acompañan hasta hoy. Al anotar esos recuerdos,
posiblemente los amplíe, acaso los invente”.
Recoger los recuerdos -o
inventarlos-, llevará entonces al primer libro leído en la infancia, cuya huella
huyó de la memoria dejando no sólo una ausencia sino una turbación -¿fue en
español / no fue en español?-, a la que sólo puede responder, una vez más, “un
vivir entre lenguas que es mi vida mima.”
.
Retorna, sí, el escuchar la lectura en la voz de la tía del lado francés que le lee
cuentos de hadas de distintos países -con menoscabo de las inglesas- , el leer y
sufrir, el imaginarse en la piel de otros personajes, el descubrir la captura del
tiempo por los libros -y con ellos-, y también la atracción de los espacios: la
mesa de noche de la madre para leer en clandestinidad best-sellers, atendiendo a
los pasajes escabrosos, o la biblioteca paterna, para encontrar por azar un poema
en francés que atiza el misterio del amor de los padres. Y las preferencias entre
autores, dictadas por el amor a una profesora. Vivir con libros, viajar con libros,
pero también poner el cuerpo, vivir la lectura, encarnarla, representar a los
personajes - “leer era actuar y actuar era ser yo”
- anticipando, quizá sin saberlo,
la noción de pose, poética y política, que presidirá otro libro fundamental.
Si el francés es el idioma en el que Sylvia descubre tempranamente su amor
por los libros, estos se acumularán sin distinción de lenguas en valijas,
bibliotecas, baúles, cruzarán océanos, enfrentarán curiosos agentes de aduana,
quedarán a la espera en algún lugar o acurrucados en una mesita de luz, casi
confundidos con otros objetos, rutinarios o simbólicos.
La escritura, sensible y minuciosa, convoca también los propios recuerdos -
el valor biográfico- tejiendo lazos de complicidad, dejando entrever tras el
umbral las imágenes sugeridas, en su justa distancia y cercanía. Pero ese devenir
de la memoria no sólo enhebra pequeñas piezas donde la anécdota brilla con
humor e ironía, evocando escenas, encuentros, desencuentros, personajes
preciados y sus diálogos, en vecindad del cuerpo y de la voz -el mismo Borges,
Silvina Ocampo, José Bianco-, libros preferidos, libros talismán, libros fetiche,
objetos de deseo, sino que delinea también, con trazos nítidos, la trayectoria
singular de Sylvia Molloy, su potencia como teórica, crítica y escritora, ese mirar
de otra manera que la llevó a leer en francés lo latinoamericano, a leer en traducción
-y descubrir quizá que algo suena mejor-, a confrontar la rareza de lo “propio”
en el distanciamiento de otra lengua - y rencontrar después la cadencia
suspendida del español-, y en ese ir y venir, en la libertad de una escritura más
allá de la norma o el canon, dejarnos, como un don, “el libro en la mano”.
Ob. Cit. P. 1
Ob. Cit. P. 1
Ob. Cit. P. 19