Balderston, “A los 41 años…” Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número especial / Mayo 2021 / pp. 38-41 40 ISSN 2422-5932
muy consciente aquí de que Borges siempre nos espera con una
objeción, con un contralibro o argumento que revela lo vacuo o lo
simplista de aparentes conclusiones, de detalles anómalos que
obligan al lector a que relea. Esa incertidumbre radical que inspira la
obra de Borges forma parte de su riqueza. El lector es el "curioso de
vidas" (26) que espía, sin entender del todo, unidades textuales,
personajes, tramas que no se cierran.
De algún modo el centro del libro es la consideración sobre la
construcción del personaje en Borges: máscara vacía que sin embargo
cobra vida a través de detalles dinámicos, de situaciones memorables.
"En la ficción borgeana, los fragmentos personalizados,
engañosamente únicos, engañosamente paradigmáticos, integran una
serie donde, en conjunción con otros fragmentos, a la vez cobran
realidad narrativa y se afantasman" (89). Llama a esta doble presencia
y ausencia "vaguedad/vagancia" (91), pero a la vez se fija en que
Borges habla de personajes de ficción como "reales" (94): Molloy
vincula esa condición paradójica de fantasmas y de presencias reales
a la compleja construcción del yo en Borges, a la vez cifra vacía y
plena presencia. En la nota necrológica de 1986 que se añade a la
edición de Beatriz Viterbo insiste en las formas en que el Borges real
sigue siendo más real aún después de su muerte, en sus textos:
"Muerto, Borges comienza a borrarse de su texto" (216) pero, a la
vez, "ha dejado, sí, de hablar pero no se ha callado" (217).
Es ejemplar el detalle de la mención de Mlejnas en "Tlön,
Uqbar, Orbis Tertius" (146). Todo el resto del cuento parece querer
decirnos que nos olvidemos del hecho de que el artículo sobre Uqbar
informa que la literatura de esa región tiene que ver con dos planetas
imaginarios, Mlejnas y Tlön, pero el lector de "La postulación de la
realidad" vislumbra que ese otro planeta imaginario tiene otro
sistema lingüístico, otra álgebra y fuego, otros tipos de objetos
mentales. Todo eso queda a cargo del lector, ya que Borges no nos
dice más nada: su silencio es enigmático pero potente. Como nadie,
Molloy ha sabido que leer a Borges es un proceso interminable, y ha
enseñado a muchos lectores a leer de modo imaginativo, abierto, sin
preconceptos. Su libro hizo borrón y cuenta nueva en la crítica en
torno a Borges, produjo una ruptura radical que aún hoy es un
desafío a lecturas programáticas (y programadas).
En esta ocasión, al releer el libro he sentido cierto asombro
ante la presencia de las lecturas teóricas que Molloy cita aquí. No son
nunca citas que buscan "aplicar" las ideas de X o de Y a la lectura de
los textos de Borges, sino citas que ayudan a pensar con Borges, a