Pérsico, “Poses de lectura” Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número especial / Mayo 2021 / pp. 171-182 180 ISSN 2422-5932
En la novela, la identidad de escritora se funda en la situación de
intemperie, el vacío profundo que deja la pérdida de la persona amada o del
tiempo feliz de la infancia. El epígrafe de Quevedo despliega la condición
paradojal del sujeto que escribe: el desamparo radical se equilibra con la
posibilidad de ejercer el poder sobre el otro que queda atrapado en la trama de
las palabras: “En breve cárcel traigo aprisionado, / Con toda su familia de oro
ardiente, / El cerco de la luz resplandeciente, / Y grande imperio del amor
cerrado”.
Dos tiempos, dos geografías, dos lenguas, varios amores que mezclan
bondades, miserias y traiciones vistos por una tercera persona que atrapa los
sentimientos de la protagonista: “Comienza a escribir una historia que no la
deja: querría olvidarla, querría fijarla. Quiere fijar la historia para vengarse,
quiere vengar la historia para conjurarla tal como fue, para evocarla tal como
la añora”.
La práctica literaria surge de la contradicción entre el afán de
olvido y la búsqueda de la fijación, entre la recuperación de una verdad y el
afán de redimir hechos pasados. Ternura, humillación, violencia, seducción,
traición, dolor, alegría, abandono, encuentros, locura son términos que
articulan el amor erótico lesbiano, el amor a la familia, a la infancia y a la
necesidad de escribir.
“Estas líneas no componen, y nunca quisieron componer, una
autobiografía: componen –querrían componer- una serie de violencias
salteadas, que le tocaron a ella, que también han tocado a otros”.
La
violencia se ejerce sobre los cuerpos humanos pero también sobre el cuerpo
textual. Escribir conlleva una cierta dosis de violencia, obligarse, castigar el
cuerpo: atornillarse a una silla, acudir al alcohol, al cigarrillo o a las drogas
para conjurar el estado de indefensión de la protagonista que, a su vez,
ejerce el poder del lenguaje. En el final, la narradora se niega a los placebos.
El desamparo radical asegura la continuación de la escritura, aún a pesar
del miedo. O lo que es lo mismo: el desamparo es la condición de
posibilidad para convertirse en escritora.
español, fui colaboradora de Sur, tenía una lengua en la que me sentía cómoda para la crítica, pero no había escrito
ficción en castellano”. A la pregunta sobre la elección del castellano para la ficción y el inglés o el francés para el
ensayo, Molloy contesta: “Creo que acudo al recuerdo. La novela no es autobiográfica en el sentido total del
término, pero sí hay una dimensión autobiográfica. Elijo cosas que me han pasado y tal vez he archivado esas
cosas en español, no sé. ¿En qué idioma está el recuerdo? Vuelvo a la idea de autobiografía, entonces, para pensar
que los recuerdos están en castellano y que si tuviera que escribir mi vida, cosa que no haré, lo haría en esta
lengua. Lo experimenté cuando escribí Vivir entre lenguas: el español me permite no sólo recordar, me permite caer
y deleitarme en un castellano de entrecasa. Ese castellano me atrae mucho con sus expresiones en desuso que una
nunca supo que querían decir; por ejemplo, ´a la que te criaste´”. Pagina 12. Cultura y espectáculos. 23 de noviembre
de 2019. Entrevista realizada por Gabriela Borreli Azara.
MOLLOY, Sylvia, En breve cárcel, Prólogo de Ricardo Piglia, Buenos Aires, F.C.E., 2011, (Primera edición, 1981)
Ob,cit, p 17
Ob, cit, p. 69