Campuzano, “Cuando el monte escucha…” Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 10 / Julio 2021 / pp. 79-103 91 ISSN 2422-5932
mundo ancestral también retratada en el epígrafe arguediano: la relación de
los indígenas entre sí, con los otros y la naturaleza. La primera historia
construye la espacialidad desde esta misma perspectiva y a partir del dibujo:
el monte escucha y respira; el río está cargado, recuerda y murmura; la luna
puede dar paz a la comunidad. De la misma manera, se reconstruyen otras
sentencias del mundo wichí que dan cuenta de la lengua, las creencias y las
historias de la comunidad: los espíritus viven en el monte, cuídate, no hieras
a otro, no pegues a otro, no robes, no mates, no tengas miedo. En estas
imágenes y estas prácticas, podemos relevar lo que recientemente se ha dado
en llamar el “buen vivir” o, en términos andinos, el sumak kawsay (Muyolema,
2019), que refiere a todas las prácticas de cuidado del otro, las relaciones de
la humanidad con la naturaleza, el tiempo-espacio en el que habitamos, las
relaciones de solidaridad y reciprocidad.
Al vínculo de ternura y respeto con una tierra viviente y con el otro, se
contraponen las noticias del desmonte, de las carencias y los reclamos, de la
muerte de los niños con desnutrición, del consumo de paco, de las secuelas
del covid-19 que se incorporan a las viñetas a través de los titulares de la
prensa gráfica local y nacional. El marco termina de configurarse con los
mapas de la región donde se esboza la extensión del Gran Chaco y las orillas
del Río Pilcomayo. También, las viñetas reconstruyen la historia del siglo xix
en la Argentina y las políticas de blanqueamiento que se proyectan desde
entonces y en la actualidad con la extensión de los cercos de los criollos, los
trabajos mal remunerados para los wichí, la desaparición de las plantas
medicinales, los planes sociales y la única oferta de los almacenes de los
criollos, los centros de salud poco equipados y los necesarios traslados a los
hospitales de la capital salteña. Así, queda trazado el marco para el desarrollo
de la historia de Clara: la joven wichí, que padece cáncer y que es llevada por
su padre a la ciudad, no logra volver al monte. Su enfermedad y su dolor son
resultado del hätäy y atentan contra el alma o la mente: “Concebidos como
seres ‘calientes’ que lanzan dardos al verdor de la víctima, finalmente, el
miedo y las enfermedades también implican el abandono del husék: ‘Si
desaparece mi voluntad, un dolor ocupa su lugar’ (ta tai ohusek, wet chi nam
aitaj)” (Villar, 2007: 5). La enfermedad de Clara y su tratamiento tardío, que
la conduce a la muerte, ponen en evidencia la deficiencia del sistema sanitario
estatal para cubrir las necesidades de las comunidades wichí. Asimismo, da
cuenta de la violencia que significa su desposesión o que las comunidades no
sean consideradas en términos de ciudadanía. Leemos en la historieta:
-No he podido traerla hasta aquí. Apenas me alcanzó para volverme. […] -
Una noche, me tomó la mano, respiró rápido y después nada, se fue. /-El
médico dijo que su corazón no aguantó más. /-Llegamos muy tarde, la