De Leone, “Vuelos erráticos…” Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 10 / Julio 2021 / pp. 64-78 71 ISSN 2422-5932
“diálogo de loros”, en el que una repetía, como en juego de espejos, un
canto en contrapunto o en una competencia de ecos, las palabras de la otra
de las que no quedaba más que el ruido: “good sign, buen augurio, good
augurio, buen sign, güen augurio, güen saingurio” (18).
Si para poder irse hay que hacerse otra u otros o varios, hay que hacer
estallar los nombres y las identidades, la China, ese “querida muchacho
inglés” (151), ese personaje camaleónico que puede ser varón, mujer, trans,
perrito, según las ocasiones, se convierte en un cuerpo de múltiples apetitos
y esto queda anunciado en la sentencia que cifra la novela: “quise ser la
mora y la boca que mordía la mora” (151). Quiso ser la presa y la boca
predadora.
En su reciente libro Imaginarios planetarios (2020), Mary Louise Pratt
acentúa la relevancia de la imaginación para la vida y sostiene que en el
planeta se acciona tal como lo suponemos. De este modo, enfatiza Pratt, el
trabajo imaginativo no es una dimensión secundaria de la existencia humana
y actuamos en el planeta según cómo lo imaginamos. En este sentido,
proponer un manejo diferente de los imaginarios y de los significados es
cuestionar una forma de poder y asentar un espacio de lucha en una
sociedad institucionalizada. Partiendo de estas ideas, es posible ver cómo en
la novela la protagonista fundará su lugar en esa misma pampa que creía
familiar, extrañando justamente los modos de mirar, de percibir para hacer
habitable el espacio circundante. Va a actuar en la pampa como ella misma
la imagina, como ella misma la desea. Quien en esos días de descubrimiento
había optado por la multiplicidad en los dispositivos clave de la identidad (el
nombre, la lengua, la pertenencia territorial, la apariencia, el rostro), para ver
la pampa como si fuera por primera vez, y no tan solo reconocerla según
sus rasgos evidentes y automatizados, probará también una pluralidad de
perspectivas complejas.
Como planteé en otra oportunidad (De Leone, 2020), no hay razones
contundentes para afirmar que la pampa sigue los vectores de los ejes
cartesianos: ya no se mira únicamente en dirección vertical como querían
los viajeros europeos, ni tampoco es una flecha horizontal que sigue el
horizonte, la huella, el costado del camino, el alambrado, las vías del
ferrocarril, los corrales o feedlots, o demás monumentos naturales o
artificiales enclavados tierra adentro (como pudo ser el ombú en el pasado o
como podrían ser las parcelas de soja hoy). La toma cenital que se dispone
es la del vuelo de las aves o la del cuello de las jirafas o la de la trompa del
elefante y no la mirada bovina estanca y latosa que es la mirada de la fauna
que se pega al piso. La protagonista fraguará variados posicionamientos que
en nada responden al punto de mira imaginativo tradicional de la Nación
productiva y productora de fábulas. Así, por ejemplo, ella se desplaza como