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Massimo Vedovelli (ed.) Storia linguistica dell´emigrazione italiana nel
mondo. Roma, Carocci, 2011, 568 páginas.
Por Diego Bentivegna (UBA – UNTREF – CONICET)
Este volumen -resultado de un trabajo en equipo coordinado por
Massimo Vedovelli, uno de los más prestigiosos especialistas italianos en el
área de las políticas lingüísticas y catedrático en la Universidad para
extranjeros de Siena- materializa un proyecto que se propone abordar un
aspecto definitorio en la historia contemporánea italiana, atravesada desde
mediados del siglo XIX por el fenómeno inmigratorio.
Dicho proyecto se inscribe en el marco más amplio de un texto en varios
sentidos fundacional para los estudios relacionados con la glotopolítica italiana:
la Storia linguistica dell´Italia unita, el volumen de Tullio de Mauro publicado en
1963, es decir -es importante subrayarlo- más de dos décadas antes de que
los lingüísticas franceses L. Guespin y J-B Marcellesi acuñaran, en 1986, el
término que da cuenta de las complejas relaciones entre lenguaje, política,
Estado y sociedad civil.
En el volumen de Tullio de Mauro se despliega una historia lingüística
integral de la nación italiana, una historia articulada de manera explícita con lo
político y lo cultural, a partir de la apertura del campo que supuso, en el caso
específico de Italia, las aproximaciones de Antonio Gramsci al problema del
lenguaje con las que se cierra la serie de los Cuadernos de la cárcel y que
habían sido incluidas -en la edición canónica de Einaudi de los escritos
gramscianos- en el volumen Literatura y vida nacional. En un marco más
amplio, el proyecto de una historia lingüística integral debe ser pensado en
función de un rasgo que el propio De Mauro identificó, en la serie precisa serie
de retratos de lingüistas italianos reunidos en Idee e ricerche linguistiche nella
cultura italiana (1980), como el carácter distintivo de los estudios sobre el
lenguaje en Italia desde el pasado fundacional representado por el De Vulgari
Eloquentia de Dante (y, más cerca en el tiempo, por los escritos de
Giambattista Vico): la consideración de los fenómenos lingüísticos como
acontecimientos intrínsecamente históricos y culturales, lo que produce que, en
el caso italiano, la llamada “cuestión de la lengua” sea concebida como uno de
los principales problemas relacionados con la construcción tardía de la nación,
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con los procesos decimonónicos del Resurgimento que conducirán a la
unificación política de un paisaje cultural y lingüístico que continuará, hasta
nuestros días, presentando rasgos de heterogeneidad.
Además de la propuesta metodológica y del marco epistemológico que
provee el De Mauro de la Storia linguistica dell´Italia unita, el volumen retoma
uno de los conceptos teóricos más importantes planteado por el lingüista
italiano, esta vez en su Guía al uso de las palabras. Nos referimos al concepto
de “espacio lingüístico”, considerado como un esquema que, a partir de las
sugestiones del Wittgenstein de las Investigaciones filosóficas, se centra en la
idea de “competencia lingüística individual y que, desde nuestro punto de vista,
logra dar cuenta de los hechos colectivos, sociales, y por eso se transforma en
un modelo de la configuración idiomática italiana”. Concebida como “espacio
lingüístico”, Italia se presenta como un todo heterogéneo: como un “conjunto
complejo de realidades idiomáticas” que van de los dialectos y del italiano
nacional a las lenguas de las minorías históricas -albanesas, alemanas,
eslavas, griegas- así como a las “lenguas inmigratorias” de quienes adoptan a
Italia como lugar de residencia, etc.
Se trata de un concepto, el de “espacio lingüístico”, lo suficientemente
lábil como para ser adoptado como fundamento epistemológico de la historia
lingüística de la inmigración. Para ello, el concepto de De Mauro exige ser
precisado y complejizado. Vedovelli y su equipo lo amplían de tal modo que
permita pensar un espacio global, que crea “nuevos territorios de contacto
entre el italiano y su espacio lingüístico, por un lado, las otras lenguas y los
espacios lingüísticos en los cuales se hallan presentes también las
comunidades de inmigrantes italianos, por el otro” (141). En otras palabras, es
necesario, desde la perspectiva de Vedovelli y su equipo, pensar al italiano en
un espacio heterogéneo en el que los diferentes registros y las distintas formas
dialectales conviven de manera conflictiva con otras variables nacionales y
regionales: como un espacio en el que los fenómenos inmigratorios que
atraviesan la realidad histórica italiana cumplen un rol central.
En el caso de la investigación nucleada en torno a la Storia linguistica
dell´emigrazione, Vedovelli y el grupo de especialistas que coordina plantean
una serie de criterios de explicación de las relaciones entre la población italiana
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inmigrada y sus descendientes y los procesos de unificación lingüística que
tiene lugar en Italia a partir de la unidad política, lograda sólo en 1861. Se trata
de una serie de procesos cuya incidencia en ámbito latinoamericano no es
necesario subrayar, en la medida en que es sabido de sobra que algunos de
los países de la región -como la Argentina, Brasil y Uruguay- serán meta
privilegiada del flujo migratorio peninsular, con el consiguiente impacto en sus
paisajes literarios, lingüísticos y, en términos amplios, culturales.
En esta primera parte Vedovelli explica de manera detallada las
principales hipótesis de trabajo que permiten dar cuenta de los grandes
procesos históricos relacionados con la historia lingüística de los grupos
inmigratorios. En primer lugar, los procesos de unificación lingüística pueden
ser pensados a partir de una hipótesis que pone el acento en el paralelismo de
la experiencia en la patria y la experiencia en el extranjero. Se trata de lo que
Vedovelli precisa como hipótesis del paralelismo, que enfatiza las homologías y
los paralelismos en los diferentes contextos nacionales en lo que se produce la
inmigración italiana. El punto de partida en la construcción de esta hipótesis es
la condición extremadamente variada desde el punto de vista lingüístico de la
población inmigrada, con la copresencia de dialectos diferentes en una misma
área geográfica –como es el caso de los grandes conglomerados de Buenos
Aires y São Paulo, donde la población italiana constituye desde fines del siglo
XIX un componente demográfico mayoritario. Se tendió, en estos casos, a una
confluencia hacia una variedad lingüística compartida que, en situaciones como
la argentina, más que hacia la lengua nacional italiana –conocida sólo de
manera muy parcial por la enorme mayoría de los inmigrantes y percibida, en
todo caso, como un corpus ajeno o difícilmente asequible- estuvo representada
por la lengua nacional del Estado receptor.
En palabras del propio Vedovelli, el paralelismo enfatiza sintéticamente
“las dinámicas lingüísticas que han involucrado las comunidades de emigrantes
italianos en el mundo y aquellas que han afectado la sociedad italiana dentro
de los confines nacionales” y que mostrarían, según esta hipótesis, “amplias
analogías, a pesar de la distancia, la separación, a pesar de que nuestras
comunidades se hayan inserto en espacios lingüístico-culturales diferentes del
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italiano, proponiendo en consecuencia elementos muy diferentes a los
presentes dentro de los cofines nacionales a la dinámica lingüística” (41).
La segunda hipótesis explicativa es la de la que Vedovelli denomina
hipótesis de discontinuidad. En este caso, los fenómenos analizados son vistos
desde la ruptura o quiebre, que afecta sobre todo la segunda gran ola
inmigratoria italiana, que corresponde a los años que siguen a la Segunda
Guerra Mundial. Se trata, pues, de una hipótesis que se articula en función del
fenómeno histórico de construcción de la idea contemporánea de Italia, que
desde el punto de lingüístico puede ser visto como un proceso de veloz
convergencia hacia la lengua nacional, vehiculizada no sólo a través de medios
escritos sino, de manera mucho más eficaz y penetrante, por los medios
masivos de comunicación. El fondo de este proceso es la Italia del “milagro
económico”, que Pier Paolo Pasolini caracteriza en sus últimos escritos de
manera angustiada como la Italia de la “homologación y del “genocidio
cultural”, con la destrucción progresiva de la cultura dialectal y regional.
En este proceso, indica Vedovelli, la televisión se coloca a la cabeza de
un proceso que identifica en los medios masivos de comunicación y en las
nuevas tecnologías la materialización de la lengua y la exhibición de un uso
masivo de la lengua nacional en diferentes contextos y en sus diferentes
registros, algo inimaginable para los inmigrantes del período histórico, que se
extiende hasta el año 1945. Asimismo, Internet posibilita entrar en contacto con
usos escritos del italiano que quiebran la representación de lengua áulica,
petrarquesca, preponderantemente literaria y alejada de los usos cotidianos.
Este conglomerado de fenómenos refuerza, por supuesto, la hipótesis del
paralelismo, pero exigen pensar también la contracara de ella: la discontinuidad
que implica para las comunidades históricas la reintroducción masiva de
elementos lingüísticos que suponen un contacto más fuerte con la lengua
nacional, lo que produjo consecuencias que terminan delineando el “rostro
lingüístico contemporáneo de la emigración italiana” (p. 81).
Finalmente, además de estas dos grandes hipótesis. que permiten
periodizar el complejo proceso de la inmigración italiana, Vedovelli plantea otro
que resulta, tal vez, en especial atractiva por las aperturas hacia procesos
lingüísticos más complejos y que toma en consideración fenómenos que
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podemos pensar como más bien del ámbito de lo micro. Es lo que se denomina
hipótesis del desplazamiento, que tiene en cuenta preferentemente a los
jóvenes y adolescentes de origen italiano, de tercera o cuarta generación, para
quienes la lengua italiana es una lengua extranjera entre otras, “que puede ser
elegida como objeto de aprendizaje luego de la intuición de la una
confrontación necesaria con un sistema de valores reconocido socialmente
como propio en el país de pertenencia, pero que a menudo ve también el
conflicto entre los valores identitarios de las diferentes generaciones” (99). Este
planteo introduce la cuestión del conflicto de intereses y de representaciones
entre las diferentes generaciones de italianos en el extranjero y enfatiza el
lugar del italiano en el marco de lo que el lingüista francés Louis-Jean Calvet
denomina el “mercado mundial de las lenguas”.
En este mercado, la lengua, a pesar de que no se halla entre las lenguas
con mayor cantidad de hablantes nativos (se encuentra, en este sentido, muy
lejos del inglés, del español, del portugués y del francés, para hablar sólo de
las lenguas mayoritarias en Occidente), ocupa una posición alta, en la medida
en que constituye una lengua con una alta cantidad de estudiantes extranjeros
y posee una altísima visibilidad en los conglomerados urbanos de diferentes
naciones –una visibilidad sólo superada por el inglés-, lo cual permite pensar
las posibilidades de su relanzamiento como recurso económico a partir de su
enseñanza como tercera lengua -luego de la materna y del inglés-, un aspecto
que Vedovelli juzga como particularmente importante.
La segunda parte del volumen, de carácter más empírico, está dedicada
a abordar las distintas configuraciones geopolíticas en las que se produce la
inserción de la población inmigrada italiana, con sus rasgos distintivos, desde
la inmigración “histórica” que comienza a mediados del siglo XIX hasta la
inmigración más reciente en zonas tradicionalmente poco relacionadas con la
presencia italiana, como el Asia oriental e Indochina. En esta segunda parte el
lugar de América Latina –a cargo de Carla Bagna- es central, en la medida en
que países como la Argentina y Brasil, y en menor medida Uruguay y
Venezuela, se presentan como algunas de las metas privilegiadas del flujo
migratorio italiano.
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La consideración precisa y, al mismo tiempo, sintética de las distintas
realidades nacionales propuesta por Bagna permite, por un lado, revisar los
rasgos en los que esas diferentes realidades coinciden, pero también los
rasgos diferenciales. La comparación entre la historia lingüística de la
inmigración en la Argentina y en Brasil representa uno de los aspectos
fundamentales para toda reflexión en torno a la historia cultural de ambas
naciones. La inmigración italiana representa para la joven nación argentina un
aporte fundamental en términos demográficos, al punto que actualmente es el
país con mayor cantidad de residentes italianos en el mundo; se calcula,
además, que cerca de la mitad de la población tiene al menos un antepasado
italiano; así y todo, algunos factores relacionados con las características de
inserción de los inmigrantes y con la presión exitosa de los componentes de la
maquinaria educativa nacional –en especial con la eficaz política educativa
asimilacionista y monolingüe desplegada por los gobiernos argentinos
plasmada en la Ley 1420- permiten explicar la construcción de una identidad
argentina en los hijos y nietos de los primeros inmigrantes, para quienes la
lengua y la cultura italiana constituyen elementos valorados, pero al mismo
tiempo residuales.
En el caso de Brasil, en cambio, la heterogeneidad relacionada con la
noción misma de Imperio -la realidad política en la que se insertan los primeros
inmigrantes, en especial en las regiones de Rio Grande do Sul y Santa
Catarina- así como la menor fuerza de un aparato educativo centralizado
permite pensar la persistencia más prolongada del patrimonio lingüístico
inmigratorio, materializado en el talián hablado en diferentes enclaves
italófonos del sur brasileño: una lengua en la que se evidencia el fuerte
predominio de las variares dialectales de la región del Véneto, de donde
proviene la mayor parte del contingente inmigratorio de la zona.
En síntesis, estamos ante un volumen sólido en lo teórico y minucioso
en lo empírico cuyo alcance va más allá de lo estrictamente relacionado con lo
lingüístico. Se trata de un aporte insoslayable para pensar América del Sur -
con su presencia determinante de población inmigrada de origen italiano-
desde un punto de vista que privilegia los espacios lingüísticos como espacios
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conflictivos y que enfatiza el proceso de la cultura como una dinámica de la
heterogeneidad.
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