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Werner Hamacher. Para – la filología/ 95 tesis sobre la filología. Buenos
Aires, Miño y Dávila, 2011, 95 páginas. Trad. de Laura S. Cangati.
Por Diego Carballar (UBA – UNTREF)
Se trata de dos libros (originalmente editados por separado) que la
editorial Miño y Dávila presenta en conjunto: Für - Die Philologie es de 2009 y
95 Thesen zur Philologie de 2010. Sin embargo, ambos textos están dedicados
a las mismas inquietudes (entre otras, la celebración de la poesía) y su
presentación en conjunto permite profundizar y disfrutar de sus múltiples
encantos. Esta edición inauguró la publicación de obras de Hamacher
traducidas al castellano; la misma casa editora publicó Lingua amissa en 2012.
Werner Hamacher (Alemania, 1948) es un reputado filósofo alemán -las
biografías disponibles en la web destacan su amistad y cercanía intelectual con
Jaques Derrida y Jean-Luc Nancy. Efectivamente, en estos escritos de
Hamacher hallamos lo mejor de la escritura de sus amigos: una cierta erudición
y velocidad de relación, realmente sorprendente por momentos; además de un
campo de intereses y afectos en común: la poesía, Celan, Heidegger, el
romanticismo alemán, Schlegel, Nietzsche, etc. No se puede dejar de notar
esta elección afectiva germano/ francesa, que en el campo de la filosofía es
muy significativa.
Los dos libros de Hamacher polemizan fuertemente con la dimensión
teológico-filológica de las célebres tesis protestantes a las que aluden; están,
también, escritos para rescatar una práctica de lectura. Hamacher desliga a la
filología del campo de las disciplinas científicas (o abre un más allá de ese
campo). Para él, la filología no es un discurso enunciativo (logos
apophantikos): "no se refiere a objetos finitos en enunciados que pueden ser
verdaderos", sino que se trata de un discurso "que no enuncia algo sobre algo
y que, por lo tanto, no puede ser ni verdadero ni falso, su único ejemplo (en
Aristóteles) es la euché: el ruego, la plegaria, el deseo" (Tesis 8). La filología se
sustrae de todo conocimiento determinante y determinado. La filología no
puede consolidarse en una técnica epistémica, sino que "es una relación
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afectiva, una philia, una amistad, un entablar amistad con un lenguaje que no
se ha convertido en el instrumento de significados ya previamente fijados"
(Para - la filología, p.3).
En Hamacher, la filología es la atención concentrada en el lenguaje, la
palabra y, por sobre todo, en estos libros: la pausa. La filología se derramaría
en todos los hablantes que intentan esclarecer o interpretar los actos, gestos y
pausas propios y de los otros. La filología es, también, un exceso: expande,
agrega, "no le basta nada de lo dicho". Es, pues, lectura enamorada (la novia
de la letra), un desplazamiento siempre renovado que va más allá de lenguaje,
aun en el lenguaje.
Sea en la misma palabra: filo-logía (amor al logos), la pausa etimológica
revela una bifurcación, lo que es traído por la palabra y oculto también en ella;
el juego de apariencias y devenires, la pausa en el seno de la palabra muestra,
de alguna manera, la duración y la inactualidad de sus actualidades; una carga
lingüística excedente que solo la práctica filológica pone en habla. Se trata de ir
al más allá del lenguaje que el mismo lenguaje permite poner en movimiento
(como primer movens), a la vez que no puede más que desear o instituir al
pronunciarlo (como en la poesía, como en la plegaria): pronunciación que va
"desde la canción de cuna a las novelas del Marqués de Sade".
La filología es un hacer: es el movimiento del lenguaje que se repliega
sobre mismo y que se ilumina de inmensidad en ese repliegue que va hacia,
para: "La poesía es la Primera Filología. Toda filología, lo sepa o no, se mide
en su disponibilidad de apertura a los mundos (...)". La filología está más allá
de los pro y los contra a los que da lugar, porque ella es un para, el movimiento
hacia otro.
Hamacher abre la indagación en Para-la filologia con una pregunta, que
es la voluta reflexiva del lenguaje. Ante una cosa que no se conoce
(impertinencia e inaccecibilidad de la cosa) y a la cual se dirige (o uno piensa
que debe dirigirse) la atención, le corresponde una forma lingüística: la
pregunta “¿qué es esto?”. Esta correlación y distancia ante la cosa se mantiene
con otras configuraciones lingüísticas -una cita, una ley, una sociedad, una
cultura-, y también cuando la pregunta es referida a instituciones que se
dedican al análisis del lenguaje (la filosofía y la misma filología, por ejemplo).
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Cuando la pregunta no es cuestionada, la búsqueda "se convierte en una forma
asegurada y la pregunta en un camino consolidado, en un método, un
procedimiento" (Para-, p. 7). La pregunta sobre la pregunta es un pliegue que
va más allá de todo proceso de objetivación, porque la pregunta aparece
"carente de respondencia y correspondencia, es avidez insaciable y sólo ahí se
encuentra en misma" (Para-, p. 9). La pregunta sobre la pregunta "es un
apremio carente de objeto". La pregunta sólo se da en el lenguaje, entonces la
pregunta sobre la pregunta es siempre pregunta sobre el lenguaje (p.10): "es la
pregunta filo-lógica par excellence, debido a que no es una pregunta 'lógica,
sino una pregunta que sólo indaga según la estructura del logos tanto
halagándola como hostigándola” (p.10).
Hamacher pretende que la filología se defina a través de sus preguntas,
que la filología (la pregunta por la pregunta filológica) "se libere de las doxai de
otras disciplinas, técnicas de conocimiento o modos de experiencia".
La práctica filológica del significado -la que vendría a "repetir un
significado más poderoso"- está muerta: aquella filología del significado del
texto mater no se presenta como la amante o la novia de la palabra (Hamacher
se entrega al uso de las metáforas, las figuras, los topoi), sino "como la palabra
que vuelve a repetir un significado más poderoso, conductor y dictatorial y que
se comporta con la palabra como el niño con respecto al adulto que lo sabe
todo" (Para-, p. 12). Esta filología es consecuencia de creer en significados
"originarios y sui-suficientes". La filología -como un niño capaz de fantasear en
morir en los brazos de su padre o su madre- tiene que existir en la philia o el
eros.
La filología se vincula con la filosofía platónica (filosofía afectada por la
poesía), porque el filólogo de Platón "es un amigo y un amante del discurso
como de aquello que es discurso sobre el amor y él mismo es discurso amante"
(Para-, p. 21). El lenguaje ama, escribe Hamacher: "Quien lo ama, como el
filólogo, ama en él al amor". Este es el afecto del que hablaba Schlegel y del
cual se desprende una ética de la práctica filológica: "Leer significa afectarse a
sí mismo".
En la estela de Derrida, la escritura de Hamacher desarrolla los motivos
y los va transformando de manera intensa y sostenida y -no podía ser de otra
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manera, tratándose de un manifiesto a favor de la afección- es consecuente
con sus planteos: de ninguna manera "la tarea filológica podrá evitar brindarles
su atención a las figuras, tanto geométricas como las retóricas que se vinculan
con ella (...) tendrá que ser ella misma una práctica de la geometrización del
lenguaje discernidora linealmente sintética, reconstructivamente cíclica y con
puntos de demarcación" que haga estallar “la geometría completa que le pone
límites calculables al lenguajes” (Para-, p. 25). Algunos de los puntos de
demarcación de la escritura de Hamacher son la pregunta filológica, el afecto,
la polémica, la geometría abierta del lenguaje, la parodia ("Una polémica
completa tiene que parodiar todas las maneras", cita a Schlegel), la repetición
(como diferencia). Hamacher toma los procedimientos de Schlegel: ironía,
parodia, parábasis y parodia, como procedimientos lingüísticos que no hacen
sino "desactivar, desemantizar y desfuncionalizar los actos de la totalidad
lingüística" (Para-, p. 28).
El núcleo incandescente del libro Para la filología es la lectura de dos
poemas: "La bibliothèque est en feu", de René Char, y "UND WIE DIE
GEWALT", de Paul Celan. Con el primer poema, Hamacher pone en práctica
una lectura filológica: separa, une, pregunta, relaciona, trae y articula para
mostrar cómo la poesía es la manifestación de una herida, un punto de
articulación del lenguaje in extremis, al cual la práctica filológica "amplifica sus
voces en tanto las repite, traduce y transforma tomando algunos pasajes de
modo fragmentario y acentuado" (Para-, p. 38). Mientras, el poema de Celan
resulta un ejemplo de la poderosa reflexión acerca de la poesía por parte de la
escritura, capaz de producir imágenes paradójicas, imágenes que se
desimaginan. La poesía de Celan es un punto de deslumbramiento, intuición y
extinción del lenguaje, de “la potencia lingüística en condiciones de impotencia”
(Para - , p.21): el poder para despalabrar y, así, hablar. En el poema de Celan
se muestra el para de la filología (siempre contra imagen en el/ aquí,
despalabra en el para,): una suspensión inmanente de la palabra. Es la pausa
(los poemas de Celan están articulados en la pausa), la cercanía y la lejanía (el
telescopio y la lupa, las traslaciones y transformaciones de los poemas), "el
punto de indiferencia de la reflexión". No se trata de posiciones semánticas o
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morfológicas contrarias, sino que es la palabra contra la palabra y su dictado
absolutista, "donde el poder de la palabra cede a su ’desaporedamiento´ y la
palabra puede hablar y surtir efecto como palabra. Hamacher profundiza (y
superficializa, a la vez) las relaciones con otras lenguas (el francés), con el
ritmo en la misma lengua y el acontecimiento de la escritura.
Las 95 tesis sobre la filología ordenan, de alguna manera, los
desarrollos del libro Para - la filología. Este segundo libro está orientado a
desantropologizar el lenguaje o (como escribe con praxis filológica el autor)
darle al lenguaje la an-tropo-logía que le corresponde en su juntura con el
hombre y la indescriptible, impronunciable, inexpresable experiencia del dolor.
La filología no puede "medir"una norma lingüística, sino que ella "trae el
lenguaje al dolor" (Tesis 52). La filología debe comportarse siempre como
"extrañada" por aquello que la afecta, porque siempre está atenta a la cercanía
del lenguaje (Tesis 63). La filología se mueve en el resto de la literatura
(Verlaine) y en el resto del silencio (Shakespeare): una diferencia infinitesimal
que explora como crítica. Como práctica, la filología es "esperar en la palabra"
(Tesis 68). Las resonancias mesiánicas son importantes.
La relación del texto de Hamacher con el de Lutero no es menor.
Conociendo la importancia que tiene para el filósofo la cita ("el texto citado se
presenta como receptado y conocido"), las 95 tesis de Lutero representan nada
menos que el "giro vergonzoso" de la cristiandad de la filología. La Tesis 85
explora las transformaciones que llevaron de un logos de amor (Juan) a un dios
que odia la creación: un interés intensificado en la letra que mata, la "letra" que
mortifica, que se relacionan con la expansión capitalista, el credo del capital: el
crédito, la deuda: "cada palabra un crimen que repite otro para ocultarlo". Giro
de la historia universal hacia "un lenguaje sádico y una filología suicida".
En la hermosa Tesis 92, Hamacher destaca una observación de
Hölderlin ante un texto: "¡Mire Usted, mi estimado Señor, una coma!"
Hamacher presta atención a esa observación porque, en el marco de la
escritura de Hölderlin, donde pesa el futuro, la llegada, el venir, puede estar
refiriendo tanto a una coma como a algo no expresado, algo que así es
"llamado e invitado a venir". La filología lleva al detenimiento, produce una
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cesura que -como ocurría en Benjamin- deja abierta la posibilidad "notable de
algo venidero o su venir". (También, podemos pensar en las maneras
exageradamente corteses de Hölderlin en sus días de miseria, parodia de un
lenguaje, interpretación de los gestos de otros como filología.)
Pensando en los estudios literarios latinoamericanos, leemos en la Tesis
80: "Filología es el nombre de un futuro distinto del futuro del lenguaje
nombrado”.Y pensemos en César Vallejo, por ejemplo. El poema “Retablo”,
incluido en Los heraldos negros, tuvo en 1917
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una primera versión llamada
“Simbolista”. En esta primera versión, la primera estrofa del poema decía:
Yo digo para mí: ¡por fin escapo al ruido!;/ ¡nadie me ve que voy a la
nave sagrada!/ Altas sombras acuden: ¡James, Samain y Maeterlinck,/ y Darío
que llora con su lira enlutada!; mientras que en la publicada en LHN se lee: Yo
digo para mí: por fin escapo al ruido;/ nadie me ve que voy a la nave sagrada./
Altas sombras acuden,/ y Darío que pasa con su lira enlutada.
El segundo hemistiquio del tercer verso no está en la versión del libro:
eso es lo que Hamacher llamaría una pausa filológica. Vallejo conserva el
primer hemistiquio del alejandrino y luego hace un silencio significativo, que va
del simbolismo al retablo, que carga a las siete sílabas con el vacío. De allí en
más, la lectura (que es la poesía de Vallejo) de la tradición (indígena, hispana,
francesa, vanguardista) y de las lenguas someterá a esa pausa a diversos
niveles de intensidad y articulaciones (hasta llegar a los quiebres polifónicos
de Trilce, por ejemplo). Si de ninguna manera podemos dejar de considerar a
Vallejo como uno de los más importantes poetas de América Latina, los textos
de Hamacher brindan una manera de auscultar esas pausas de la lengua y
hacerlas sonar. Gran parte de la literatura latinoamericana parece escrita en
una temporalidad, digamos, “escatológica” -pensemos en los diarios de Colón,
las crónicas de Indias, también en las apropiaciones barrocas de Sor Juana,
los mapas nacionales, los exilios de la modernidad, Copi, etc. -: la recorre
desde siempre una intensidad que está entre “la salvación ya llegada” y “la
salvación prometida”, una tensión entre lo que ya pasó y lo que es prometido.
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Publicado en la sección “Sábados literarios” del diario La Reforma de Trujillo.
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Estas son lecturas posibles que se desprenden del trabajo de Hamacher
de poemas como los de Vallejo, ante los cuales podemos exclamar, tal
Hölderlin: "¡Mire Usted, mi estimado Señor, una pausa!".
Destacamos la edición, y especialmente la traducción (otra lectura
filolológica) de ambos títulos.
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