represiva que primero la imaginación popular y luego el activismo identificaron
con un intrascendente espacio hogareño, el closet, lo que los textos de Molloy
intentarán desmontar, desarticular, iluminar y poner en primer plano. Es
interesante detenerse en el verbo que la autora escoge para caracterizar la
tarea del lector: su proyecto no llama al lector a leer, estudiar o considerar la
producción textual de América latina, sino a mirarla. Es un verbo inesperado,
que arrastra demasiadas resonancias como para dejarlo pasar alegremente.
Algunos de esos ecos, faltaba más, son recogidos por la propia Molloy cuando
hace un inventario de las miradas que está analizando: inspeccionar,
curiosidad, observar, reconocimiento… Lo interesante es que en todos estos
casos se trata de escritores finiseculares mirando/observando cuerpos, cuerpos
problemáticos. Lo que Molloy se propone, en cambio, y nos propone, es “mirar”
una producción textual: no leer textos, sino mirarlos. Esta insistencia en los
ojos, en la inspección, no es casual: en efecto, Molloy puede ser pensada
como voyeuse.
El término es relevante en al menos dos sentidos. Ilumina, en primer
lugar, la tendencia de Molloy a leer los textos que releva en términos de
escenas. “Comienzo con una escena”, nos dice en el primer artículo del
volumen. La escena en cuestión es la conferencia de Oscar Wilde en Nueva
York a la que Martí asiste como cronista de La Nación. “Propongo, para
comenzar, dos escenas”, reza la primera línea de “Mármoles y cuerpo: la
paideia sentimental de Rodó”. El volumen está plagado de escenas, de
performances más o menos públicas que Molloy se dedica a mirar, visibilizar y
descifrar, probándose como una gran lectora de cuerpos; o al menos de los
cuerpos tal como son (des)figurados en la trama de los textos. Esto nos lleva
una vez más al término voyeuse: es el placer en la mirada el que informa su
capacidad de escudriñar los pliegues mínimos del tejido de los enunciados.
Ahora bien, esta pasión por el detalle tiene que entenderse más allá de la mera
manía y en toda su dimensión política: el horizonte de la empresa crítica de
Molloy se define siempre en la iluminación de todo aquello que los textos
pretenden enmascarar, silenciar. No es casual que entre las referencias
teóricas que ofrece el volumen se destaque el nombre de EveKosofsky
Sedgwick, que, con su Epistemology of the closet (publicado en 1990, el año
en que se lanza “Vogue”) y Between Men, entre otros, diseñó un aparato de