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Sergio Di Nucci, Nicolás Recoaro, Alfredo Grieco y Bavio (selección,
introducción y notas). Los chongos de Roa Bastos. Narrativa
contemporánea del Paraguay. Buenos Aires, Santiago Arcos, 2011, 204
páginas.
Por Mateo Niro (UBA)
Los chongos de Roa Bastos es una compilación de textos narrativos
contemporáneos de la nueva literatura del Paraguay. De los adjetivos
expuestos, el de “nueva” debería ser puesto en cuestión sobre todo en
términos relativos: ¿cuál es la vieja literatura paraguaya? Este antagonismo
resulta central para la antología sintetizado en su título provocador y
desarrollado a lo largo de sus textos en sus tematizaciones y elaboraciones
formales. Así, el libro asume un rasgo contestatario hacia cierta hegemonía
literaria/discursiva y se promueve a mismo como obra de una heteroglosia
militante.
Se trata de un conjunto de textos narrativos de jóvenes autores
paraguayos o extranjeros que viven en Paraguay antecedidos, en cada caso,
por una breve nota biográfica y un comentario personal sobre vida y obra. Es
en este último, quizás, donde más se especifica ese ánimo polémico. Por
ejemplo, Cristino Bogado, el primero de los autores antologizados, dice de
mismo:
Amo todo lo ke sea creole, pidgin, melting pop, mestizaje, en la lengua y en la
vida, de hecho vivo costurando una tela de los pedazos-parches de mi realidad
circundante como bizarra piel de frankenstein, ke kiero inconsútil La diglosia
es mi humus, la dislexia el bisturí ke la trata quirúrgicamente (23).
La tematización de las opciones y decisiones lingüísticas, ya no ligadas a
cuestiones de variedades sino del idioma/los idiomas en el/los que se narra
(sobre todo ligado al español y el guaraní, las dos lenguas mayormente
habladas en el país), es una constante en los paratextos de la literatura del
Paraguay. Se sabe que el guaraní es una lengua utilizada por la mayor parte
de la población del país (según el último censo de población, los hablantes
bilingües alcanzan un 59% de la población, los monolingües en guaraní un
26% y los monolingües en español un 8%). Esta, además de cumplir una
función comunicativa, funciona en el nivel de las representaciones lingüísticas
de manera paradojal: es la lengua de la identificación y cohesión nacionalista; y
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es, a su vez, la lengua del aislamiento, la pobreza y la falta de progreso. Esta
lengua indígena hablada por no indígenas convive desde hace cinco siglos con
lenguas prestigiosas y universales como el castellano y el portugués. De esa
distintiva situación sociolingüística, se arriba a la particular heteroglosia y a la
reflexión crítica sobre ella.
Los chongos de Roa Bastos también la promueve. Acá, este carácter
híbrido se exhibe de manera fehaciente y arremete así contra el purismo
lingüístico (tanto el castizo como el guaraní). Así lo evidencia la introducción
del libro firmada por sus editores:
Los autores reunidos en esta antología lo saben [que el guaraní es la lengua de
toda la sociedad paraguaya], pero tampoco se han sentido tentados por un
purismo indigenista. Todos escriben en una lengua con diversos grados de
vigorosa impureza (7-8).
Esta negación arguye en contra de muchos planteos folklorizantes
nacionalistas sobre el guaraní que exigen, por ejemplo, evitar el préstamo.
Asimismo, promueve la mixtura en herencias y precursores: acá, la tradición
cristiana se yuxtapone al reality show, la ciencia ficción al relato costumbrista,
la oralidad más primaria al escrito burocrático. Pero hay algo más estructural en
la antología ligado a este carácter de mixtura: estos textos llegan al libro
impreso a partir de un rastreo previo, no en publicaciones fijadas en molde,
sino s bien en el dinamismo y la provisoriedad de páginas web y ediciones
cartoneras.
Matar al patriarca
Esto pudo ser un engaño de los ojos
llenos de lágrimas. Regresamos como
después de un entierro. El muerto venía
vivo con nosotros.
De Yo el supremo
El primero de los cuentos, “El chongo de Roa Bastos”, de Cristino Bogado, trata
de un casting despiadado y tempestuoso para elegir el sucesor “del mayor (y
hasta ahora único) escritor del país”. El devenir del relato y de la historia con
tinte aireano tiene también un sorprendente y disparatado desenlace. Es
significativo, claro, que la compilación lleve el nombre que lleva y el cuento
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homónimo introduzca la serie. Lo que se implicitaría metaficcionalmente es
cierta autoconsideración de ser estos los verdaderos ganadores del casting
para ser ungidos chongos de Roa Bastos. Si esto es así, este libro funcionaría
pragmáticamente como escenario y trofeo a la vez.
Algunas preguntas suplementarias a partir de esto son: ¿Cuál es la
relación que tiene esta nueva literatura con aquella? ¿Para escribir y que su
circulación trascienda las fronteras de la isla rodeada de tierra se debe estar
montado al universal escritor? ¿Cómo se lleva adelante esa acción concluyente
para matar simbólicamente al escritor-patriarca y que por fin emerja en el mapa
lo nuevo, lo- que-ya-no-es-él? Quizás se trate, más bien, de aquello que reza
el final del cuento “El otro”, de Montserrat Álvarez:
He aquí el legado del patriarca Jacob a los segundones de este mundo, a
los que tienen cruel hambre de venganza, a los arrinconados: la promesa
de que será para ellos, que verán desde el palco arder en el Infiero a
Esaú, el Reino de los Cielos (77).
Analicemos la relación de los contemporáneos con el nombre propio del
pasado. El prólogo formula una lectura desalentadora de la tradición ineludible
que constituye Roa Bastos para la literatura paraguaya y su sociedad.
La lengua del Diario Popular es más importante que la de un Adolfo Bioy
Casares o un Roa Bastos, que cita en guaraní en los diálogos, o en
informes, o en montajes, pero no lo entremezcla con la lengua del
narrador (15).
Esta consideración resulta novedosa o, al menos, de una selectividad
revoltosa. La narrativa de Roa Bastos ha sido frecuentemente caracterizada
tanto académicamente como en los medios especializados como una narrativa
con una fuerte impronta transcultural, ya que más allá de cuestiones
terminológicas, elabora un modo de relato que está más próximo a cierto
discurrir oral y a un carácter dialógico y polifónico bajtiniano que al monológico
y purista achacado. Es más: en renglón previo a este, el prólogo dice también,
al referirse a la obra de Roa Bastos, que “todos, o casi todos, estos libros son
leídos como si fueran ‘en traducción’, como redactados en una lengua neutra
que a su vez es traslado de otra que no es la propia”. Acá, la crítica negativa
hacia Roa Bastos (y positiva a lo que se realiza en este libro) se liga en mayor
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medida a cuestiones de representación e identificación del tipo lengua/pueblo.
Conviene detenerse en la misma para remarcar que esta pretensión está más
en el gesto que en la palabra. Por ejemplo, ese sintagma, “lengua propia”, se
ha promovido como caracterización cristalizada (aunque de manera
decreciente) a partir de la Declaración Universal de los Derechos Lingüísticos
de 1996. Pero este concepto inclusivo sobre la lengua guarda, más bien, un
sesgo reactivo que marca límites sobre lo impropio, ajeno, extraño. Se trata,
más bien, del eco impensado de un latiguillo que quiere servir como honda y
piedra de David.
La instancia sostenida de querer matar al patriarca va más allá pero, en
todos los casos, subraya aquello que en la superficie pretendería borrar. Así,
se mata a quien se honra. Vale para ilústralo este último símil. De la misma
manera que, como cuenta la historia, una pistola del Dictador Francia apuntaba
rabiosa hacia Buenos Aires, en el prólogo aluden a Roa Bastos como “el mejor
escritor argentino que escribió sobre Paraguay”. Y esto nuevamente resulta
paradojal. Nuestro libro tiene su filiación editorial geográfica en la calle Puan
481, frente a la Facultad de Filosofía y Letras, en pleno Caballito, en el corazón
de la Ciudad de Buenos Aires.
Cuentos peregrinos
Diecisiete cuentos breves componen esta antología. Dos por autor, salvo
Domingo Aguilera, quien tiene uno solo pero de casi 40 páginas. Como hemos
anticipado, previo a los cuentos de cada autor, se publica un sintético
manifiesto personal y una nota biográfica. Como cualidad grupal homogénea
puede decirse que todos ellos son jóvenes (menos de cincuenta años). Pero la
heterogeneidad en estéticas y propuestas narrativas requiere un recorrido
particular de autores y cuentos.
Los tres nombres inaugurales son Cristino Bogado (Asunción, 1967),
Nicolás Granda (Asunción, 1979) y Montserrat Álvarez (Zaragoza, 1969). El
primero es quien abre el libro con el ya referido, “El chongo de Roa Bastos”. El
otro relato suyo es “Perro prole”, un cuento futurista que describe una
disparatada empresa de perro de compañía para hombres y mujeres solitarios.
El segundo de los autores dice en su nota previa que escribe “con cucharita,
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como el preso que cava el túnel para alejarse del lugar donde preferiría no
estar”. Se seleccionan de él dos muy breves textos: el primero se construye a
partir de una imagen del llamado “kitsch asunceno”: la gran botella de whisky
con soporte de metal como símbolo ochentoso de alcurnia. El segundo,
“Símbolos patrios”, reúne un conjunto de ácidas postales nacionales. La única
mujer escritora del libro, por su parte, se presenta alertando que le desagrada
mucho el mundo literario. Uno de sus cuentos es “El divague del rockero
melancólico” (publicado originalmente en la compilación Asunción (te) mata, un
antecedente autóctono del libro acá reseñado, editado en 2009 por Felicita
Cartonera). En medio del cuento, narrado en primera persona por el rockero,
dice
Rompería los huesos del lenguaje y mataría las palabras que me enseñaron
bramando un grito idiota pero me paro al filo antes de arrojarme al grito y justo al
filo de lo sin palabras alzo palabras s claras con voz firme y congelo en
sílabas exactas como operaciones matemáticas y deletreo con más precisión lo
que digo. Entonces digo: ustedes. Digo miseria. Digo hola. () Digo yaguá. Digo
Yasy. () Digo oikó porá. Digo ma femme. Digo girl. Digo puta parió (65).
Evidentemente, la lengua (y su hibridación) se vuelve referente. El otro cuento
de ella es el ya citado que se llama, justamente, “El otro”.
Domingo Aguilera (Villarrica, 1967), “paraguayo en mis ratos libres”, es el
autor del cuento más extenso del libro (o nouvelle, a secas). Se intitula “El
rubio” y narra, a través de un sociolecto de ultratumba, los laberínticos caminos
del sexo pago en la ciudá del amor. Javier Viveros (Asunción, 1977), por su
parte, apunta en su currículum vitae la particularidad de haber conocido y
trabajar en África. Es desde esa experiencia que cuestiona de manera explícita
la idea de que pintar la aldea propia es pintar el mundo (vale para su Ghana,
pero también para este libro). El primero de sus cuentos, “La chiripa”, narra a
través de la conciencia de su joyero el magnicidio de Anastasio Somoza por
parte del grupo comandado por el argentino Enrique Gorriarán Merlo. El
segundo cuento del mismo autor, “De polvo eres”, relata el raro oficio del joven
Remigio: ser fotógrafo de muertos, en Pedro Juan Caballero, tan lejos de
Asunción. Cuando el narrador describe este pueblo y lo compara con la capital,
dibuja un mapa rotundo de la Nación:
Desde que llegué a Pedro Juan Caballero supe que existían dos repúblicas del
Paraguay cohabitando en el atlas, compartiendo la misma geografía pero siendo
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diametralmente opuestas. Asunción es lo urbano, el cemento, el smog y la
miseria. El interior, en cambio, es lo rural, la campiña, el cielo claro y la miseria.
José Pérez Reyes (Asunción, 1973) es otro de los autores incluidos en
esta compilación. De él se incluyen “El cerro y el tren” (sobre la percepción
individual de una abuela y su nieto de los procesos sociales de decadencia en
el que aparece el guaraní en estado puro a través del diálogo, con su
correspondiente traducción al español) y “Clonsonante” (sobre el extraño caso
de un hombre que perdió la voz salvo cuando la utiliza a través del teléfono
celular). Damián Cabrera (Asunción, 1984) se presenta diciendo en una
mezcla de portugués, castellano y guaraní que él es de la triple frontera. “El
registro también es filtro: elegir uno solo, es omisión”, dice al comienzo de su
nota. Los cuentos son “Xiru” (“depende del lado de la frontera, de quién lo diga,
de cómo lo pronuncie, depende de los guiños: anciano, amigo, compañero,
paraguayo –sinónimo de bugre, yvapara, válle-.”) y “Fumo”. A diferencia de los
cuentos referidos de Cabrera, acá el guaraní no se traduce, y la frontera parece
más bien un umbral. Edgar Pou (Canendiyu, 1969) se presenta como poeta
paraguayo malcriado en Barrio Obrero. El primero de sus cuentos se llama
“Cualquier um” y el segundo “Discutiendo en Popeye”. En ese discurso mixto
echa luz al lenguaje como elemento complejo para la identificación pero
también para una potencial interlocución inteligible:
Vos sabés cómo es la onda allí en Popeye el sábado mais sowe de tu all vida
cuando ya niai te gusta el ambient (184).
El último de los nueve autores es Douglas Diegues (Río de Janeiro, 1965)
y se considera a mismo como un “antinacionalista sin ideologías baratellis o
carellis industriales o posmos”. También dice de esta manera: “como Fabián
Casas non compartillo la idea de la literatura como mentira, impostura musical
ou non, labia, enganacione, falsa locura”. Por lo dicho y por lo hecho, para
escribir se ha inventado una nueva lengua propia. Sus dos cuentos que cierran
el libro son “Índio Ramirez” y “Paraguaylândia. Matar o morir”. Esa lengua
propia extrema la mezcla teminológica, sintáctica y textual.
() el Índio Ramirez non era um novato, era um King Kong guarango contra
peloteros vyroxuscos, se siente que le kagan a Olímpia, si ganaban era
espectacular, si non el Índio Ramirez non se calentaba para nada ()
Cerca de la revolución
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Los chongos de Roa Bastos, esta compilación seleccionada, introducida y
anotada por Sergio Di Nucci, Nicolás G. Recoaro y Alfredo Grieco y Bavia -
escritores, periodistas, documentalistas y/o traductores que trabajan en
universidades y/o medios de Buenos Aires- tiene un sentido extraordinario
como promotora de lecturas renovadas en un circuito cultural/literario en el que,
por lo general, no se incluye a la literatura paraguaya. Pero también obtiene
una significación clave en ese gesto disruptivo que se alza desde cada uno de
los relatos, desde las notas personales, el prólogo y el título. Todo aquello
parece merecer ser gritado más que dicho de manera sosegada y así se
manifiesta. Puede ser que ese mismo gesto la haya llevado a que hoy, tiempo
después de haber sido editada, el ojo nuevamente se pose ahí para elaborar
esta breve reseña crítica sobre el libro.
Y a propósito del tiempo transcurrido, vale la pena citar el último párrafo
del prólogo, fechado en enero de 2011, y actualizarlo.
El Paraguay de hoy, menos misterioso que el de Casaccia [se refiere al escritor
paraguayo autor de La babosa], es gobernado por un cura tercermundista,
tiene más soja transgénica que naranjas, más mafiosos ligados al partido
Colorado que dictadores. Pero su población sigue esperando la reforma agraria
(18).
En tres años, algo (solo algo) de esta enumeración ha cambiado.
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