[pp. 1-2 / ISSN 2422-5932 / Revistas especializadas]
Presentación
Saberes atópicos
Este segundo número de Chuy se plantea el problema de lo que proponemos
llamar “saberes atópicos”. Aludimos así a formas heterogéneas de saber que
no nombran tanto una identidad o un territorio específico cuanto un lugar que,
como propone Roland Barthes, se resiste a la clasificación y en el que es
deseable instalarse para sostener un pensamiento. A partir de esa consigna,
el número revisa diferentes sectores del archivo latinoamericano entendido
no como una zona conocida y ya determinada, sino como producto y efecto
de diferentes tipos de viajes y de desplazamientos, físico o no, de los sujetos
que producen, en circunstancias variadas, discursos críticos en torno a la
literatura y al arte de América latina. El cruce oceánico de filólogos y críticos
desde la ciudad europea o la universidad estadounidense a la “selva
latinoamericana” es, en este sentido, una de las condiciones de posibilidad
para generar los saberes atópicos en los que se construye la idea misma de
“lo latinoamericano”, desde las primeras inscripciones de lo americano en el
orden de saber europeo con los cronistas de Indias y los letrados coloniales
hasta la presencia, en nuestros países, de sujetos que se desplazan por
diferentes motivos a lo largo de la historia desde las universidades y otros
centros de producción intelectual europeos y norteamericanos. La contracara
de ese desplazamiento o cruce hacia América Latina ha sido un viaje
intelectual inverso y complementario, un viaje que todavía dura: el de los
latinoamericanos que, desde el Inca Garcilaso de la Vega, mestizo y bilingüe,
hasta los intelectuales de la generación romántica, desde los eruditos jesuitas
expulsados de las colonias por los Borbones hasta los exiliados de los años
setenta y los trabajadores intelectuales, docentes, críticos y estudiantes, han
desembarcado a lo largo de la historia en los centros de saber del llamado
primer mundo. A esos dos movimientos de circulación de los saberes se
suman desplazamientos internos, tan complejos y tan determinantes para la
formación de un saber latinoamericano como los primeros: el viaje interno
latinoamericano, de Sarmiento a Darío, de Bello a Fernando Vallejo, en el
que se da también una forma posible a la ortografía y a la arqueología, a la
filología y a las estilísticas de América Latina.