[pp. 119-124 / ISSN 2422-5932 / Revistas especializadas] 119
¿Curva de histéresis magnética?
1
Por Daniel Link
2
Animula, vagula, blandula
Hospes comesque corporis
Quae nunc abibis in loca
Pallidula, rigida, nudula,
Nec, ut soles, dabis iocos...
Publio Elio Adriano
¿Por dónde entrar en Vigilámbulo? ¿Es un rizoma, es una madriguera? ¿Nos convendrá
entrar por sus últimas ginas, para reinstalar la idea, un poco tonta, de progreso-de-obra en
relación con el progreso-de-tiempo o, como han querido Arturo y Teresa Arijón, por el
comienzo, que es el último libro, el que da nombre a la Obra reunida de Arturo Carrera,
entrar por Vigilámbulo?
¿No es acaso ese gesto de hacer retroceder el tiempo, lo que nos impulsa hacia el
ritornello, hacia ese procedimiento y esa figura de pensamiento que tanto tiene que ver con
los textos de Arturo, con el ciclo artúrico de la poesía, que es como decir la poesía a secas
de nuestro tiempo, puesta bajo el emblema enceguecedor de una casa poética (la casa de
Arturo) y unas familias poéticas madas (la familia de Arturo: Chiquita, Fermín, Anita,
Olivia, Lucía, las tías, los tíos, el Padre, la Madre, Rocco)?
¿Es lo que vuelve, la repetición, el ritornello (porque vuelven también el aire, el
rumor de las olas en el mar, el paso de las nubes en el cielo, con sus infinitas variaciones)
lo que sostiene el misterio en la poesía de Arturo, que venimos leyendo desde hace veinte
libros, desde hace cuarenta años y que ahora se nos presenta en un orden que nos
arrastra a una revisión retrospectiva? ¿Y si arte y vida son sólo una misma masa (o mejor:
si el arte está atravesado por moléculas de vida), ejerce en ambos la potencia de
repetición el mismo influjo? ¿Al abrazar la repetición, el ritornello de las horas y el cri-cri
de los grillos celebrando la noche, no establecen los textos de Arturo la misma distancia
que respecto de la Vermittlung [mediación] quiso sostener Kierkegaard cuando nos dijo
1
Una primera versión de este ensayo fue leída en el marco de la presentación de Vigilámbulo, de Arturo
Carrera, el 17 de junio de 2015 en Buenos Aires.
2
Daniel Link es catedrático y escritor. Es director de la Maestría en Estudios Literarios Latinoamericanos y
del Programa de Estudios Latinoamericanos Contemporáneos y Comparados de la Universidad de Tres de
Febrero. Dicta cursos de Literatura del siglo XX en la Universidad de Buenos Aires. Suturas. Imágenes,
escritura, vida es su último libro.
[pp. 119-124 / ISSN 2422-5932 / Revistas especializadas] 120
que “La repeticin es la realidad y la seriedad de la existencia”? ¿O nos convendría
sostener, para darle el gusto a Vigilámbulo, que ha puesto el nombre terrible de Deleuze
en la portadilla del libro que no duerme nunca, que no hay repetición de cualidades o de
sensaciones porque la repeticin es “la diferencia sin concepto”, es decir, repeticin para
si misma (inmanencia absoluta) que "expresa al mismo tiempo una singularidad contra lo
general, una universalidad contra lo particular, un elemento notable contra lo ordinario,
una instantaneidad contra la variacin, una eternidad contra la permanencia”?
¿Acaso puedo yo saberlo? ¿Acaso hay yo que pueda saberlo? ¿Acaso, por acaso,
hay yo? ¿Por dónde entrar en Vigilámbulo? ¿Es un rizoma, es una madriguera? ¿Dónde
está su momento de catástrofe, su abismo ordenado, su caos-germen? ¿Al comienzo, en el
nombre Vigimbulo, o al final, en el nombre “nictgrafo”? ¿No nos dice Arturo que el caos-
germen está en el acto mismo de la expropiacin “de la fuerza significante del nombre,
forzando, al ser usado, esa exencn del sentido, fin y principio del lenguaje, que es la
práctica de la escritura”?
3
¿Qué es el vigilambulismo? ¿Llevamos la palabra en la horrorosa direccn del niño
vigilante que muere por la patria que nos señala Edmundo de Amicis o,s bien, así se nos
indica, pensamos en ese estado de automatismo ambulatorio con desdoblamiento de la
conciencia que se parece y no se parece al sonambulismo? ¿No es el vigilambulismo lo
contrario del sonambulismo, porque brutalmente despierto, el vigilámbulo, que nunca
duerme, entra con los ojos abiertos en el mundo de los sueños? ¿No sala ese nombre
que Deleuze retoma de la psicología experimental del siglo XIX para designar la experiencia
poética de Artaud, la experiencia cinematográfica de Resnais, la experiencia picrica de
Bacon y la experiencia de pensamiento en Beckett, algo del orden de la fisura, de la
hendidura, eso que otros han llamadondrome de Elnor, ese marinero niño y tonto que
se rompe la cabeza al caerse de las altas camas de Circe, el primero que Odiseo encuentra
cuando baja a los infiernos y el primero que Ezra Pound hace hablar al comienzo de sus
Cantos?
¿No es el vigilámbulo, como el poeta, el que somete el sueño a un tratamiento
diurno? ¿Y no es eso lo que caracteriza el tratado de las sensaciones que Arturo fue
escribiendo a lo largo de veinte libros cada uno más hermoso que el otro? ¿Y no es, a su
manera, el vigilámbulo un practicante de la histéresis magtica (el retardo propio del poema
y de la filología) que subraya la conservación de las propiedades de la materia más allá de
todo estímulo exterior?
3
Arturo Carrera. Escrito con un nictógrafo.
[pp. 119-124 / ISSN 2422-5932 / Revistas especializadas] 121
¿No se trata, en el vigilambulismo y su desdoblamiento del ser, de la autoscopía, del
cuerpo sin órganos y de los órganos transitorios, de la diferencia de nivel (de orden, de
dominio) propio de la sensación, que pasa de un nivel a otro y nos arrastra con
ella? ¿Como qué sino como el pequeño paseo del vigilámbulo, autota inconsciente,
podríamos comprender los esfuerzos poéticos (más monstruosos que heroicos) de los textos
de Arturo, reunidos ahora para nosotros en una línea de tiempo que salta del siglo XVIII, el
mesmerismo y el vigilambulismo hasta el del Tao y, por esa vía, al satori del deseo y la
escritura?
¿De qué conjunto de tensiones participa la poesía de Arturo (ese verdadero programa
de la filosofía futura)? ¿Puede haber alguna poesía (algún arte) que se declare sordo a ese
clamor no de mi tierra (territorialización paranoica), que lleva a la muerte a ese otro
vigilámbulo, el pequeño vigía lombardo, sino de La Tierra? ¿No se deja leer toda la historia
de la poesía de Arturo como un combate con (y por) la determinación del terro y la Tierra
desasignada, la de Mahler, la de Rilke? ¿No es lo que podríamos reconocer como artúrico
ese compuesto indiscernible entre autoctonía y poiesis, infancia, naturaleza, música y
pintura?
¿Insistió Arturo, como quien dice persistió en un proyecto, o sencillamente se dejó
llevar encantado por una voz que le marcaba la dirección, la única posible, para sus
poemas? ¿No marcha Arturo desde el comienzo (“espero mi desincrustacin”) marcando,
4
al mismo tiempo que insiste con los faunos y los monstruitos y las divinidades tutelares, y
las parcas y los rumores, el ritmo que le dictaba la canción de la tierra? ¿Es la poesía otra
cosa que una etiqueta (la última) para esa pregunta radical sostenida en el murmullo de
los pájaros (¿lo Real es Uno o Múltiple?)? ¿Temía Arturo que lo confundieran con un
monstruo, uno de esos monstruos ctónicos como las sirenas, los minotauros, con un
faunito mefistofélico, y por eso postuló al Padre como Pared y por eso interrogó como
Dreams a sus Madres
5
y por eso llamó Monstruos a su propia antolorgia de la poesía
argentina?
6
¿No sostienen los monstruos, como la familia poética nómada, el enigma de
lo Múltiple en lo Uno: no una ética del desvío, sino una ética del abandono y la disidencia,
una política de la proliferación, una polinización?
¿Podré convencerlos hoy, a ustedes, que toleran que me formule estas preguntas
que me acosan desde hace veinte libros, de que no hay poesía que pueda pensarse
como algo diferente de un acompañamiento del paisaje y que los poetas que más
4
Arturo Carrera. Escrito con un nictógrafo.
5
Arturo Carrera. La partera canta.
6
Arturo Carrera. Monstruos. Antología de la joven poesía argentina.
[pp. 119-124 / ISSN 2422-5932 / Revistas especializadas] 122
amamos (Federico, Juanele, Arturo) son quienes han llevado más lejos esa escucha
atronadora, quienes se han expuesto más radicalmente a esa «pesadilla de la luz» que
desemboca en la pérdida de si en el fluido fantasmal de la materia?
7
¿No implica el poema
como vigilámbulo una materia-movimiento hecha de singularidades, cualidades, y la funcin
no formal del diagrama como una expresividad-movimiento que siempre implica una lengua
extranjera en la lengua, categorías no lingísticas en el lenguaje (familias poticas
nmadas)? ¿No es eso lo que se dejaba leer en las bandas de pájaros deLaguna Bonfiglio”,
ordenados matemáticamente según el oro nurico, la divina proporcn, elmero
irracional φ:
las bandas
de 3 y 5 patos,
5 y 3 cuervos,
8 y cinco pájaros de espuma negra
en lo alto, contra la apariencia azul
de un cielo infinito, 13 y ocho, 21 y 13,
tenuemente aspirados por el movimiento
de nuestra respiracin,
ella misma cielo tenuemente coloreado. ?
¿”Y ahora qu”? “¿Vuelvo a decirlas como si/ fueran parte de un habla que ocupo y
amo? ¿No eran luz?/ ¿No eran tan solo un cuerpo desvestido en la luz?
8
¿Por nde entrar en Vigilámbulo? ¿Es un rizoma, es una madriguera? ¿Hubiera
bastado con que les leyera un poema, una interrogacin radical, como esta “Cancin del
vigilámbulo”?:
I
el “son que…”
el soñ que…”
y no se trata de un simple eco,
ni de repetir las últimas palabras
que de una frase suenan
sino del eco sin palabras, sin cosas del lenguaje;
el eco
que golpea sin ondas: ínfimo,
cotidiano, prodigioso.
II
en este círculo me encierra,
en este otro me libera,
en este círculo me encierra,
no quiere que la muerte cercana se apodere
de estas bandas de tiza,
y aquí en el sueño están sus palabras
7
Muschietti, Delfina. “Poesía y paisaje: exceso e infinito” (mimeo)
8
Arturo Carrera. La inocencia.
[pp. 119-124 / ISSN 2422-5932 / Revistas especializadas] 123
aunque no las reconozca;
aquí aunque no sepa qué dicen,
aquí aunque se posen sobre la función
de un sinsentido equivocado;
pero eso tampoco existe
aquí aunque ya no sea la infancia sino
su límite impreciso
en la lluvia, ahora, en esa borradura lejana,
el arco iris, en esa banda gris plomo
contra el amarillo vibrante del campo.
Y ella sentadita sigue dibujando rayas, rayas, círculos,
como si marcara el tiempo de su alegría en mí,
de su abandono en mí, de su presencia en
cada movimiento de su mano
pequeñísima en mí,
para alzar con su grafía la letra que alza hoy
esta ínfima edad para su vocecita milenaria,
los anillos de un destino del “ya no s quin soy”,
“en breve ya no sabr
sino apenas lo que miro”,
(…)
¿Hubiera bastado con que pusiera esa interrogación en serie con la pregunta de
Juanele:
Qué?...:
que la hebra de los llamados, desde los milenios, continúa
sin recogerse jamás,
jamás, frente a los precipicios...
y que si, a veces, no se oyen, no dejan, por eso,
nunca, nunca,
de tocar los oídos
que los esperan sobre la noche...?
(…)
¿«Se mezclan en la cabeza hasta que dan espuma.» o Se mezclan en la cabeza
hasta que son espuma?
9
¿Es eso (esto, aquello) un poema o una entrada al poema, un
universo o un intervalo de universo? ¿”Algo entreabierto en la conciencia de nuestra
naturaleza, en nuestro inconsciente y en nuestro destino”?
10
, ¿Tienen estos universos o
intervalos de universo (como las cuatro estaciones del año y como las estaciones de
pronto perdidas, alejadas, soñadas, del ferrocarril) una regularidad, nos cuentan un
cuento extraño, nos mecen “con su pretendido anmalo ritornello”? ¿Llegan a un lugar
una vez que han partido de la memoria, de lo viviente, de una humanidad por el momento
9
Arturo Carrera. “Laguna Bonfiglio”.
10
Arturo Carrera. Haikus de las cuatro estaciones.
[pp. 119-124 / ISSN 2422-5932 / Revistas especializadas] 124
perdida, como bien sabían Michaux, el venerado Michaux y Alejandra, la veneranda
Alejandra?
¿“O acaso retroceden en los tic-tac de la memoria como ese borde de gata o
juntura o junción que no es lo natural: esa cicatriz de umbra y penumbra que no es la
naturaleza ni su constante drama ocular”
11
?
¿No es Vigilámbulo, este extraordinario regalo que nos hacen Arturo, Teresa y
Adriana Hidalgo, una danza como de polillas que se acercan peligrosamente al
fuego: In girum imus nocte et consumimur igni?
12
11
Arturo Carrera. “Laguna Bonfiglio”.
12
"Giramos en círculo en la noche y nos consume el fuego".