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Guillermo David (sel.). Lenguaraces egregios: Rosas, Mitre, Perón y las
lenguas indígenas. Buenos Aires, Biblioteca Nacional. Colección Museo del
Libro y de la Lengua, 2013
En Occidente, el diccionario monolingüe surgió a partir del siglo XVI en el marco
del proceso de formación de los Estados nacionales europeos modernos. Estas
entidades políticas requirieron, para su consolidación material y simbólica, fijar e
imponer la estandarización de una determinada variedad lingüística (de alguna de
las lenguas vernáculas expandidas en el continente) que creara un patrón de
referencia común, una lengua legítima, en palabras de Pierre Bourdieu, con el fin
de regular y homogeneizar las prácticas lingüísticas vinculadas con la
centralización administrativa estatal, con la incipiente creación de un sistema
educativo, con la expansión de la cultura escrita (literaria y científico-técnica),
gracias al desarrollo de la imprenta, y con la implementación de un mercado
económico interno común como efecto del avance del capitalismo. Los
diccionarios plurilingües, por su parte, cuya aparición es temporalmente anterior a
la de las obras monolingües, tienen, además del sesgo simbólico, una clara
función práctica e instrumental de traducción y/o de aprendizaje de lenguas
segundas y extranjeras, especialmente por cuestiones políticas, culturales,
educativas, comerciales, diplomáticas y militares. Este fenómeno de propagación
de instrumentos lingüísticos (esencialmente gramáticas y diccionarios)
denominado, por los teóricos de la historia de las ideas sobre el lenguaje, proceso
de gramatización, se profundizó a partir del siglo XIX tanto en Europa en el
contexto de construcción de la nación y de la nacionalidad en varios Estados
multiétnicos y plurilingües, como en América con motivo del movimiento
emancipatorio y de la progresiva conformación de los nuevos Estados nacionales.
De acuerdo con Benedict Anderson, la estandarización de las lenguas contribuyó
al surgimiento de la conciencia nacional basada en las ecuaciones propias y
distintivas del nacionalismo: “lengua = territorio”, por un lado, y la fórmula clásica
del nacionalismo lingüístico, “lengua = Estado = Nación”, por otro. Así, su ensayo
en torno a la nación como una comunidad imaginada y al origen y difusión del
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nacionalismo, llamó la atención y sentó las bases de la idea que sustenta la
relación íntima que se entabla en la génesis del fenómeno denominado “revolución
lexicográfica” entre el diccionario, la identidad nacional, la historia y la política.
La Argentina es uno de los países en los que se produjeron y todavía hoy
se producen– intensas polémicas en torno a la lengua que hablamos. Polémicas
que se plasman en una amplia gama y variedad de discursos, en las que
participaron y participan– políticos, gobernantes, escritores, periodistas y
especialistas (lingüistas, gramáticos, profesores, pedagogos, traductores). La
posibilidad de postular la existencia de una lengua nacional; la relación lingüístico
institucional con España, en especial con la Real Academia Española; la
necesidad de fundar una academia y el papel que desempeña este tipo de
entidad; el tema de la unidad lingüística; la cuestión de la norma idiomática y, con
ella, la producción de instrumentos lingüísticos; el aporte de las lenguas indígenas;
la influencia de las lenguas extranjeras y de inmigración –tanto pasada como
reciente– constituyeron –y constituyen– problemáticas centrales de dichas
discusiones a lo largo de los doscientos años de la historia argentina.
En el libro Lenguaraces egregios: Rosas, Mitre, Perón y las lenguas
indígenas, Guillermo David se sumerge en el archivo histórico de la producción
diccionarística en la Argentina, y encuentra, selecciona y analiza detalladamente
tres obras lexicográficas que recogen elementos léxicos de diversas lenguas
indígenas habladas en nuestro país elaboradas y aquí se halla el dato clave– por
tres jefes de Estado en tres momentos –tres puntos de inflexión– cruciales y
diferentes entre en el largo proceso de formación, organización y consolidación
del Estado nacional. En todas ellas, cada una elaborada en un espacio-tiempo
determinado, se ponen en juego dos cuestiones fundamentales vinculadas
estrechamente con la lengua y la política: el tratamiento de la voz de los
subalternos, por un lado, y, vinculado íntimamente con el eje anterior, la
configuración de imaginarios colectivos que pudieran interpelar, comprender y
dirigir a las “multitudes”, por parte de las clases dirigentes e intelectuales, por otro.
El hecho de buscar, visibilizar, recortar, organizar, sistematizar y contextualizar
esta serie genéricamente homogénea y muy representativa de materiales posee
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ya un incalculable valor y un apreciable trabajo para quienes nos dedicamos a
investigar la historia de las ideas y de las políticas sobre el lenguaje en la
Argentina. No obstante, el gesto interpretativo y analítico del compilador da un
paso más allá en la medida en que logra describir, comprender y explicar el
sentido histórico de sendos diccionarios.
El trabajo de David consta de varias secciones: abre con un completo
“Estudio preliminar” en el que luego de una introducción general, dedica un
apartado al examen minucioso de cada una de las figuras políticas y de las obras
abordadas. En esos pasajes el autor conjuga breve pero a la vez correctamente
con todas sus tensiones, roces, contradicciones, vacilaciones y complejidades una
trama histórico-política que da cuenta del posicionamiento del sujeto lexicógrafo y
de las condiciones de producción en las que emergen, se publican, se dan a
conocer o se reeditan las obras, y una trama de índole teórico-técnica que se
centra en el estudio de temas lingüísticos, sobre todo de aspectos léxicos. A
continuación, están ordenados cronológicamente los repertorios lexicográficos
objeto de estudio. En primer lugar, se encuentra el texto Gramática y diccionario
de la lengua pampa (pampa-ranquel-araucano) elaborado por Juan Manuel de
Rosas en el año 1825, cuando éste era un acaudalado hacendado, pero publicado
más de un siglo después, en 1947. La obra se divide en cuatro partes: primera,
“Diccionario de la lengua pampa”, vocabulario unidireccional pampa-español que
contiene al final dos apéndices: un listado de nombres de caciques y un breve
glosario español-pampa de términos vinculados con la vida doméstica.
En segundo lugar, se incluye el Catálogo razonado de lenguas americanas
de Bartolomé Mitre publicado póstumamente entre los años 1909 y 1911. Esta
obra, a su vez, se divide en dos segmentos: “De las lenguas americanas en
particular Allentiac” (lengua hablada por ciertos grupos huarpes cuyanos), especie
de estudio o tratado histórico, tipológico, gramatical y léxico de la lengua en
cuestión y “Vocabulario allentiak-español”, glosario de tipo unidireccional.
Finalmente, el libro cierra con la obra Toponimia patagónica de etimología
araucana recopilado por Juan Domingo Perón, cuya primera edición es de los
años 1935-1936. Es importante señalar que el texto tuvo varias reediciones: en
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1948, 1950 y 1952, durante los mandatos de Perón como presidente; más tarde,
en 1975, 1985 y finalmente en el año 2000. El diccionario, que presenta una
orientación unidireccional mapuche-español, excede ampliamente, pese a su
título, el componente toponímico pues compila y presenta también las
equivalencias del léxico común y habitual al que se le añaden indicaciones y
observaciones etimológicas. El texto posee, además, una serie de apéndices muy
sucintos en torno de distintas temáticas: fonética, puntos cardinales, pronombres,
números, colores, verbos, adjetivos y otras palabras usuales.
Como ya se ha señalado, las principales líneas argumentativas que David
imprime en su lectura (debemos, a esta altura, decirlo: más sobre los autores de
los diccionarios “lenguaraces egregios” que sobre las obras) apuntan a explicar
dos tramas estrechamente relacionadas entre sí: la de carácter eminentemente
histórico y político (recordemos que el “problema de la lengua” siempre debe ser
considerado, para su cabal comprensión, desde un punto de vista histórico y
político) y la de carácter teórico-técnico (recordemos también que el “problema de
la lengua” es una cuestión donde se dirimen siempre posiciones teórico-políticas,
atentas a la historicidad de los hechos o fenómenos del lenguaje).
En lo que concierne a la cuestión política, David pone el acento en explicar
cuál es el posicionamiento de los sujetos y a qué condicionamientos internos y/o
requerimientos externos se someten a la hora de tomar partido acerca del
tratamiento que se le debe otorgar a la voz de la alteridad, en este caso en
particular a las lenguas indígenas. En este punto, es conveniente dar cuenta de
una observación que realiza el autor inicialmente acerca de los posicionamientos
ideológicos de los tres mandatarios en torno a los imaginarios colectivos que se
pueden configurar. Sostiene al respecto:
Es claro que para el imaginario popular y cierta historiografía militante la reunión
del primero y del último de la serie Rosas y Perón constituye una comodidad
confirmatoria de sus certezas. (...) Pero la inclusión la intrusión del nombre de
Bartolomé Mitre entre uno y otro abre una situación que amerita ciertas
disquisiciones (p. 9).
Una vez planteado este tema, David avanza en su análisis, destacando lo que
tienen en común y aquello que difiere de los tres proyectos contemplados para su
estudio. En ese sentido, afirma:
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De modo que podemos decir, rápidamente, que estamos ante tres jefes de Estado
en el momento singular en que dan cuenta de la lengua del subalterno. Los únicos
que, en el subcontinente, lo hicieron. Por esa cuerda, ya, disponemos de un indicio:
con sus sendos diccionarios de lenguas indígenas, Rosas, Mitre y Perón
asumieron el problema de la compresión del habla de las multitudes a las que se
propusieron interpelar, comprender y dirigir. Es decir: traducir. La política y, más
en general, la conducción de los hombresse vuelve, así, dilema del lenguaje. Más
específicamente: en sociedades plurinacionales, multilingües y multiculturales
como la nuestra la cosa pública es en principio un dilema de lenguaje. Puesto que
las múltiples lenguas habladas en el territorio de la Argentina cuyo Estado en
formación demandaba e imponía imperiosas homogeneidades, aparecían, tanto
para el joven y brioso estanciero de Los Cerrillos, como para el traductor de la
Divina Comedia y también, décadas más tarde, para el entonces Capitán Perón,
como la piedra de toque de toda inteligibilidad posible de la vida política. Tres
militantes, tres jefes de tropa, en suma: tres conductores de hombre recogen el
problema del código lingüístico con el que constituir lo propio y lo distinto; la lengua
del otro se les presenta como uno de los problemas más urgentes a asumir en
tanto que hombres de Estado (p. 10).
Ahora bien, es imperioso ver cuáles eran las demandas, las exigencias (y también,
claro está, los límites) coyunturales en cada caso: para el joven Rosas, el interés
en organizar sus conocimientos sobre las lenguas indígenas, particularmente
sobre las lenguas empleadas mayoritariamente al sur de la región pampeana
residía principalmente en su necesidad de comunicarse y de establecer una
especie de convivencia pacífica, aunque no sin esporádicas tensiones, con los
indígenas en el marco de los espacios cercanos a los saladeros donde se
producían mercaderías de exportación. Esta situación, como expone David, tuvo
lugar en la segunda mitad de la década del veinte puesto que después cesó
abruptamente en los años siguientes como consecuencia de la voluntad de Rosas
de expropiar y ocupar dichos territorios en su afán de consolidarse como caudillo.
El caso de Mitre es, para David, diferente: no solo porque cambiaron las
condiciones de producción, sino también por el interés intrínsecamente lingüístico,
filológico y etnográfico que ostentaba el para entonces ex presidente. En este
sentido, la característica más sobresaliente que presenta Mitre estriba en el
tratamiento que hace de los sectores subalternos a contrapelo de lo enunciado en
sus más famosos textos histórico-historiográficos, de tinte marcadamente
antipopular y a favor de la y opresión de las masas en aras de su impulso
modernizante. En el caso de los trabajos filológicos, predomina un perfil reparador,
en el que los indigenismos son considerados como objetos de gran valor, de una
valía preciosa y preciada debido a su condición de ser rastros de lenguas o bien
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muertas o bien en vías de extinción y poco estudiadas, es decir, pasaron a ser
tratados como piezas de museo (reliquias) que se debían reunir, coleccionar y
conservar. Esta actitud dista enormemente de la que asumía Rosas, quien, como
ya se dijo, registraba el léxico de una lengua viva y tenía como finalidad la
integración del indígena. En efecto, en la obra de Rosas, la lengua indígena no era
menospreciada ni combatida y tampoco tratada como una reliquia, sino que era
vista como una lengua de trabajo y de negociación. Estas últimas dos
características se modificarían rotundamente luego de las campañas de la
denominada por parte de la historiografía “Conquista del Desierto” puesto que los
indígenas no formarían parte, en absoluto, del proyecto de nación en ciernes. De
todos modos, y retornando al pensamiento lingüístico de Mitre, éste fue
atravesado, al igual que su práctica, por la dicotomía “civilización-barbarie”, que
operó fuertemente sobre las clases subalternas. Particularmente esto se
demuestra, en el plano lingüístico-lexicográfico, con su férrea idea de que las
lenguas indígenas carecen de conceptos abstractos en su universo léxico.
Finalmente, con el caso de Perón, David deja entrever las paradojas o,
incluso, contradicciones que el peronismo (en todas sus modalidades y épocas)
sostuvo –y sostiene– con la cuestión indígena. Si bien el texto fue escrito antes de
la fundación del “movimiento”, es sintomática su reedición durante las dos
primeras presidencias de Perón en tres ocasiones. De algún modo, advierte el
compilador del libro, el texto forma parte de las operaciones de interpelación a las
clases subalternas por parte del peronismo. En ese gesto, el autor ve un
desplazamiento que va de la ambigüedad con la que se trata la idea de indianidad
al discurso obrerista con sus “cabecitas negras” y la consiguiente ampliación de
derechos sociales a estos sectores sociales históricamente marginados por el
Estado. De ahí entonces, la reedición de la compilación del léxico de una lengua
indígena de alta vitalidad en la región patagónica.
En lo que respecta a la trama denominada teórico-técnica, al estudio del
componente léxico, dos son los ejes que David destaca ya que recorren, en mayor
o menor medida, las tres obras lexicográficas. Por un lado, el hecho de que dichos
estudios fueron desestimados sistemáticamente por el campo académico debido a
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la acusación de obras de carácter pre-científicas, carentes del rigor teórico-
metodológico y elaboradas por diletantes con objetivos e intereses menos
científicos que subjetivos y políticos (como si hubiera diccionarios e instrumentos
lingüísticos en general (gramáticas, retóricas, artes de escribir, manuales de estilo,
textos escolares) que respondieran a objetivos neutros...). Por otro, el tema de la
intertextualidad, plagio o, en términos estrictos de las pautas de la práctica
lexicográfica actual, refundición de obras previas. Como bien muestra David en el
estudio preliminar, los tres diccionarios se basan en fuentes precedentes, algunos
de autores más legitimados que otros, e intervienen sobre ellos: reorganizando,
ampliando, anotando y suprimiendo tanto la macroestructura (elementos del
paratexto y lista de voces consignadas) como la microestructura (selección de
equivalencias y de marcas de uso, colocación de ejemplos). En el caso específico
de Rosas, David destaca, como rasgo original, la inclusión de una serie de
“argentinismos”, fruto del contacto entre lenguas, transiciones, desplazamientos y
adecuaciones en el “nuevo” entorno físico y social. En cuanto a Mitre, se observa
que su trabajo no solo se inscribe en una determinada tradición lexicográfica que
registra el léxico de las lenguas indígenas en tanto reliquias, sino que también se
convierte en una obra precursora de una línea de reflexión sobre ese asunto. Por
último, se afirma que Perón tampoco salió ileso de esta imputación, aunque en su
trabajo puede verificarse cierta originalidad en la recolección, a través de un
método etnográfico de trabajo de campo, de los datos.
En síntesis, Lenguaraces egregios: Rosas, Mitre, Perón y las lenguas
indígenas encierra en sus páginas no solo la posibilidad de acceder a las obras
lexicográficas emprendidas por estos tres hombres de Estado sino también un
caudal de datos y conocimientos relevantes sobre la cuestión de la lengua en la
Argentina a partir de descripciones precisas y de un entramado argumentativo
sólido y bien justificado que articula los materiales con procesos socio-históricos
más amplios y complejos. En particular, la elaboración de un diccionario es un
acto de intervención glotopolítica sobre el espacio público del lenguaje. Su análisis
revela continuidades con fenómenos que pertenecen a los ámbitos político,
económico, social, cultural, educativo, demográfico y tecnológico de la coyuntura
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histórica en la que se inserta, y activa (y apaga), a la vez, determinadas memorias.
Los diccionarios constituyen, pese al hecho de que, en la larga duración,
presentan una notable homogeneidad genérica, discursos donde se asoman y se
esconden sistemas lingüístico-político-histórico-ideológicos, que participan desde
la reflexión sobre el lenguaje en la constitución de imaginarios sociales.
Por último, queremos señalar que este tipo de trabajos, como todos los que
conforman la colección del Museo del libro y de la lengua, tiene como finalidad
aportar los resultados de un trabajo de archivo con el objeto de arrojar luz sobre
determinadas problemáticas (en toda su compleja dimensión y relevancia
histórica) y avanzar, así, en la reconstrucción de la historia de las ideas y políticas
sobre el lenguaje en nuestro país, en general, y de la producción lexicográfica
sobre las lenguas indígenas, en este caso en particular. Además, procura realizar
una inestimable contribución a una mejor comprensión de los vínculos actuales
entre la lengua y la sociedad.
Daniela Lauria
(UBA / CONICET)