Chávez Fajardo, “Americanismos, americanismo…” Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 11 / Diciembre 2021 / pp. 8-36 8 ISSN 2422-5932
AMERICANISMOS, AMERICANISMO.
RADIOGRAFÍA DE UNA POLISEMIA
AMERICANISMS,
AMERICANISM. X-RAY OF A POLYSEMY
Soledad Chávez Fajardo
Universidade de Chile
Profesora del Departamento de Lingüística de la Universidad de Chile, miembro de mero de la
Academia Chilena de la Lengua. Su trabajo docente es sobre lingüística histórica (Lingüística Románica,
Historia de la Lengua Espola) y lexicograa. Investiga sobre historiograa lingüística y lexicología hisrica.
Contacto: schavez@uchile.cl
ORCID: 0000-0001-8173-8979
DOSSIER
La lengua americana:
literatura, subjetividad, instituciones
en la cultura latinoamericana
Chávez Fajardo, “Americanismos, americanismo…” Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 11 / Diciembre 2021 / pp. 8-36 9 ISSN 2422-5932
Fecha de envío: 01/11/21 Fecha de aceptación: 10/12/21
Lexicología
Histórica
Semántica
Polisemia
Filología
A partir de la reflexión en torno a la polisemia, he querido hacer un rastreo textual y una posterior
tipologización de los sentidos que la palabra americanismo ha tenido en la lengua española. Algunos
de estos sentidos, claramente, se han instalado en la codificación oficial como acepciones, pero otros han
devenido en conceptos o son sentidos que la lexicografía oficial tiende a generalizar, en una suerte de
acepciones más genéricas. Otros sentidos, a su vez, han dado cuenta de momentos específicos de la
historia y no siempre han estado trabajados de una manera lexicológica y lexicográfica clara. En este
ensayo busco, entonces, hacer un cruce entre lexicología histórica y filología para celebrar el
americanismo en sentido, en acepción o en concepto, sea este perdurable o efímero.
RESUMEN
PALABRAS CLAVE
Historical
Lexicology
Semantics
Polysemy
Philology
From the reflection on polysemy, I have wanted to make a textual search and a subsequent
typologization of the meanings that the word Americanismo has had in the Spanish language.
Some of these understandings, clearly, have been installed in the official codification as meanings, but
others have become concepts or are understandings that the official lexicography tends to generalize,
in a kind of more generic meanings. Other understandings, in turn, have accounted for specific
moments in history and have not always been worked on in a clear lexicological and lexicographical
way. In this essay I seek, then, to make a nexus between historical lexicology and philology to celebrate
Americanism in sense, in meaning or in concept, be it enduring or ephemeral.
KEYWORDS
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En Lenguaje y realidad, el filósofo del lenguaje William Marshall Urban
afirmaba que el hecho de que una palabra designe s de una cosa es lo
que convierte al lenguaje en un instrumento de conocimiento. En efecto,
aunque haya una fuente fecunda de ambiedad (en palabras de Urban), se
engendra, a su vez, la fuerza simlica del lenguaje (cfr. Ullmann 1976
[1962]: 185). Las reflexiones en torno a la polisemia tienen larga data:
Aristeles hablaba de ellas en su Metasica, en las Categorías y en Sobre las
refutaciones sofísticas como los pathemata tespsyches (contenidos de conciencia)
asociados a una misma forma.
1
Sin embargo, el estagirita los criticaba,
puesto que permian al sofista desorientar a sus oyentes (cfr. 1970: 171-
176, 1006a 29 ss). Este reparo y la censura de la polisemia se perpetuarán
por bastante tiempo, por s que los diccionarios, a ojos vistas, dieran
cuenta de su profusa presencia. Por ejemplo, Andrés Bello afirmaba, al
respecto de ella: “Hay otro vicio peor, que es el prestar acepciones nuevas
a las palabras y frases conocidas, multiplicando las anfiboloas de que por
la variedad de significados de cada palabra adolecen s o menos las
lenguas todas” (1853: XI). Ya en el siglo XX, el jesuita colombiano Félix
Restrepo, en su texto El alma de las palabras. Diseño de semántica general
(1917), afirmaba que el hecho de que una misma voz tenga sentidos
diversos prueba la inconsistencia de las palabras, aspecto fundamental para
el cambio semántico. Ess, el jesuita no usaba polisemia
2
y la trató en el
apartado dedicado, justamente, a la inconsistencia de las palabras (cap. IX).
Desde Europa, los romanistas como Iorgu Iordan o Leo Spitzer hablaban
de la polisemia, a su vez, como de sobrecarga semántica, hipertrofia o plétora del
significado como causa de la ambigüedad o confusión del lenguaje y el
dialectólogo Jules Gilliéron, en algunos de los resultados de su Atlas,
hablaba de rminos que han caído en desuso por debido a su polisemia
patológica (cfr. en Ullmann 1976 [1962]: 190 y 198). Como sea, Michel Bréal,
a finales del siglo XIX, quien acuñó el rmino polisemia, por lo des,
reflexionaba positivamente en torno a ella como una cuestión propia de
lenguas de comunidades civilizadas:Cuantoss significados ha acumulado
1
Para detalles en bibliografía y referencias, ver Casas Gómez y Muñoz Núñez 2014 [1992]: 134.
2
Según CORDE y el Fichero, el concepto empezó a usarse en la década del 30 del siglo XX, en el estudio
del argentino Avelino Herrero Mayor: Artesanía y prevaricación del castellano. Ensayos filológicos (1931). Un par
de décadas después, en Julio Casares: Introducción a la lexicografía moderna (1950) y en Dámaso Alonso:
Poesía española. Ensayo de métodos y límites estilísticos (1950).
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una palabra, más aspectos diversos de la actividad intelectual y social es
capaz de representar (Bréal: 155, traducción a). Muy propio del
contexto, la idea de civilización relacionada con el progreso también va de
la mano con las lenguas, no por nada Bal era un claro exponente de la
corriente comparativista (fue catedrático de dichanea linística en París
hasta su retiro), sumado al evolucionismo social patente en su afirmación.
Para Stephen Ullmann, a mediados del siglo XX, en su clásico texto de
semántica, “la polisemia es un factor inapreciable de econoa y
flexibilidad en el lenguaje (1976 [1962]: 189). Ullmann relativizaba el
antiguo problema respecto a la ambigüedad de la polisemia y lo resola
con una aseveración simple: las palabras más comunes entre las lenguas
modernas son las que tienen un mayor número de sentidos. Todas estas
reflexiones acerca de la polisemia no sons que una antesala para hablar
de americanismo, palabra que tiene una rica dinámica polimica, no exenta
de debates y reflexiones cticas. Por esta abundancia de sentidos es que
quiero trabajarla desde la lexicoloa y la sentica e intentar hacer con
ella una propuesta de arculo lexicogfico de corte hisrico. En esto
quiero seguir las reflexiones que hizo Tulio de Mauro respecto a su opera
magna, el GRADIT, respecto al carácter abierto y potencialmente infinito
de las palabras, por lo que su diccionario, en efecto, reflejaría esta
condición. La inestabilidad, la diversidad de acepciones y la
indeterminación o variedad sentica deben ser un eje (molesto, cómo
no, para disciplinas que desean fijar sentidos, significados) para el estudio
del léxico y este ejercicio, a caballo entre el rastreo textual y el ejercicio
lexicogfico, quiere mostrar aquello a partir de una palabra
interesantísima como es americanismo.
Lo primero que hice al respecto fue dar cuenta de las diversas
textualizaciones que ha tenido americanismo desde su primera aparición en
un texto. Me ba en corpora (con distinta suerte) como el xico
Hispanoamericano, CORDE y CORDIAM, a como en el Fichero del
NDHE y en el recientemente aparecido Tesoro de los diccionarios históricos de
la lengua española (TDHLE) que sa el equipo del NDHE, lo que me ha
ayudado a confirmar la estructura que he armado de esta polisemia.
Tambn me basé en el rastreo que hace años hice de la palabra en algunos
diccionarios monolines fundacionales en Hispanoamérica y tambn en
la tradición lexicográfica española; por ello, también consulté el NTLLE.
El límite temporal de la squeda fue hasta la década de los cincuenta del
siglo pasado, porque es este un ejercicio de lexicoloa hisrica y, s que
nada, porque quiero centrarme en los ogenes y la primera fijacn de la
palabra y sus sentidos. Tampoco se pierde mucho al avanzar en los
tiempos, porque creo que los sentidos detectados y analizados son s
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bien los que han llegado hasta el día de hoy, algunos con mayor o menor
suerte, claro es.
Este peritaje trajo como resultado siete sentidos de americanismo, con
subsentidos en algunos casos. No quiero hablar de significados de lengua,
sino de sentidos, es decir de “variantes de significados en el habla
(Petrecca 1985: 313), sentidos que en contextos determinados la palabra
americanismo ha ido adquiriendo con el tiempo y en algunos contextos, algo
que se materializa en las textualizaciones encontradas. Son estos sentidos
los que, a posteriori han sido acopiados por los diccionarios, sobre todo
aquellos que tuvieron una atestiguación más bien permanente o relevante
(cfr. Medina Guerra 2003: 129). Desde un punto de vista cronológico; es
decir, de la aparición de americanismo (americanism o américanism, ades) en
un texto, se tiene, en primer lugar, el americanismo desde el espacio de la
lexicología. Posteriormente, se encuentran dos sentidos de una carga
ideogica interesantísima: el americanismo sarmientino y el americanismo
entendido como la confraternidad de las naciones americanas. En cuarto
lugar, de un sentido genérico que deviene del cacter genuinamente
americano, pasé al americanismo literario. En quinto lugar, viene una serie de
tres sentidos relacionados con Estados Unidos de América, sea
americanismo como referente al país norteamericano; sea americanismo
entendido como admiración o predilección por lo relacionado al país
norteamericano y un sentido de americanismo como la intromisión de
Estados Unidos en otro país americano. Estos tres en conjunto los he
llamado, pertaseme la coloquialidad, el americanismo yanqui, s que
nada para precisar su referente. Un sexto sentido es el americanismo como
el movimiento religioso surgido a fines del XIX, conocido como la herea
de las obras. Por último, un séptimo sentido, entendiendo americanismo como
la ciencia que estudia lo relacionado con el continente americano, grosso
modo. Ullmann hablaba de selva terminológica para este tipo de casos, aunque
americanismo es breve en comparacn con casos como sentence, en inglés,
cuyo peritaje ha recabado algo como doscientos sentidos (cfr. 1976 [1962]:
194). Como sea, el ejercicio de compilar nomenclaturas normalizadas es
de gran provecho no solo para la lexicoloa histórica, sino para trabajos
de corte lexicográfico histórico y, cómo no, sirven como fundamento para
la historia de los conceptos.
1. La acepción lexicológica.
3
Americanismo apareció por primera vez no dentro
de la tradición linística hispánica ni ronica; apareció en lengua inglesa
como americanism, en un arculo publicado en el Pennsylvania Journal and
3
Un repaso detallado del concepto americanismo léxico lo trato, en claro revisionismo, en el capítulo 2
de mi Diccionarios del fin del mundo (2021).
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Weekly Advertiser, en Philadelphia, por el ministro y presbítero John
Witherspoon, quien en 1781 afirmó: “The Word Americanism, which I
have coined for the purpose i.e., terms, and phrases... of American and
not of English growth, is exactly similar in its formation and significance
to the Word Scotticism” (en Ferreccio 1978: 21). Posteriormente, el
historiador y lingüista norteamericano John Russell Bartlett tituló sus
indagaciones lexicográficas como Dictionary of Americanisms (1848, con
otras ediciones en 1859, 1860 y 1877), obra pionera en los estudios
dialectológicos del inglés transplantado. En algunas de sus primeras
ediciones, el Oxford English Dictionary definió la palabra como: “A Word or
phrase peculiar to, or extending from, the United States; the common, and
apparently earliest use of the Word in Great Britain (cfr. Fichero RAE).
Es decir, la historia de la palabra partió haciendo referencia a la acepcn
lingüística restringida al país norteamericano y, espeficamente, al inglés.
Esta fue la acepción que to el diccionario de la editorial Gaspar y Roig
(1853): “Uso, costumbre, lenguaje peculiar de los americanos”, de tan
nuevo cuño que se marcó como neologismo.
4
Al respecto, no hay que
olvidar que no se usó americanismo vinculado a la lengua española hablada
en Hispanoarica hasta entrado el siglo XIX; pues antes, por razones
geopolíticas fundadas, lo suyo era hablar de provincialismo. Por ejemplo, el
Vocabulario de voces provinciales de la América, de Antonio de Alcedo, hacía
uso, en efecto, de voces provinciales. O el mismo Pichardo titu su
diccionario como Diccionario provincial de voces cubanas (1836).
Posteriormente, en claro discurso reivindicativo, Juan Jo de Arona, en
una de sus entregas periodísticas en El Correo del Perú, insistió en que es el
momento de “emanciparnos del ya impropio calificativo de
provincialismos con que se seguían designando los modismos o idiotismos
de pueblos que haan dejado de ser provincias o colonias de España
(citado por Pottier-Navarro 1992: 302). A su vez, en su Diccionario de
peruanismos (1882), Arona reclamaba la apropiacn de la palabra por los
yanquis, a como del gentilicio americano:
De tal manera se han salido con la suya los yanquis de que por Arica
no se entienda sino Estados Unidos y por Americanos ellos, que ya hasta
en el lenguaje lexicogfico, después del Diccionario de Barlett, solo pueden
ser americanismos los de la América anglo-sajona. Así es que si mañana
un nuevo filólogo de los nuestros emprende un trabajo comprensivo sobre
los monográficos de los señores Pichardo, Cuervo, Rodríguez y el presente
4
He de hacer la salvedad de que en mi Diccionarios del fin del mundo (2021) tomo esta acepción de la editorial
como un ejemplo del uso privativo del uso americanismo desde una perspectiva lexicológica, sin haberme
percatado de que dicho diccionario hacía referencia al americanismo restringido a los usos léxicos del
país norteamericano. ¡Yo misma me equivoqué con el sentido!
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¿de qué título echa mano? Tend que decir Diccionario de Hispano-
Americanismos, o para abreviar, Provincialismos de Hispano-Arica”. A
pesar de toda su pujanza los yanquis no han sabido darse nombre nacional;
los Estados Unidos son unos estados que se han unido y nada más,
americanos son tanto los de allá como los de Patagonia. Han contado sin la
huéspeda; tarde o temprano la Arica española se repobla, que es todo
lo que le falta para hacerse gente; y cuando ella tambn sea América y
nosotros también Americanos, ¿mo evitarán la ambigüedad los que
prematuramente tomaron posesión absoluta del nombre? Cuando
nosotros viajábamos por el oriente y otros puntos lejanos de Europa y
advertíamos que éramos americanos nos objetaban con la mayor naturalidad
que no teníamos acento inglés. Es que somos Sud-Americanos, replibamos.
Es que tambn los Americanos del Sur hablan ings, volvían a decirnos,
aludiendo a los Americanos del Sur de los Estados Unidos. Somos hispano-
americanos. ¡Ah! ¡espol! Tuvimos que renunciar a tener patria.
(Arona 1882).
La sinécdoque que se generó en lo relacionado con el léxico y el genitivo
del ps norteamericano, la resultante en llamar americanismo y americano a
lo referente de una sola nación, como se ve, ya tea reclamos
hispanoamericanos encendidos a finales del XIX. La Real Academia
Española, en este contexto, incorporó la palabra con una sola acepción
referente a lo lexicológico en su duodécima edición, la de 1884, como
“Vocablo o giro propio y privativo de los americanos que hablan lengua
española(cfr. NTLLE). Es la misma definicn que to Zerolo (1895,
cfr. NTLLE). En 1897 José Maa Sbarbi redactó el artículo lexicográfico
americanismo en el Diccionario enciclopédico hispanoamericano (de Montaner y
Simón editores) y u la misma definición. A su vez, se explayó en una
breve reflexn en torno al americanismo léxico y concluyó, luego de
enumerar una serie de americanismos semánticos: “son voces y acepciones
que han brotado del suelo americano; a como puede asegurarse que
deben ser reputadas por otros tantos americanismos. Es esta la autoridad
que u Pagés en su Gran diccionario de la lengua castellana (1902, cfr.
NTLLE), por lo des. Toro y Gómez, en su Nuevo diccionario enciclopédico
(1901) precisará que el vocablo o giro propio y privativo es de los
“hispanoamericanos”, ecos de los reclamos de Arona (cfr. NTLLE). En
territorio hispanoamericano, los primeros lexicógrafos estaban haciendo
lo suyo, en la definición del concepto en los primeros repertorios
lexicogficos monolines, como Ortúzar en su Diccionario manual de
locuciones viciosas (1893): “En cuanto a las que se usan, ya sea en casi toda la
América, ya sea ens de una república, las notamos como americanismos
(1893: XVI) o Echeverría y Reyes en Voces usadas en Chile (1900):
Americanismos, palabras que se emplean entre nosotros y por la mayor
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parte de los que habitan este Continente” (1900: XVI). Las reflexiones en
torno a este sentido lexicológico no tardarán en aparecer, sea desde un
ámbito estrictamente filogico o no. Por ejemplo, el español Ciro Bayo,
de manera negativa, en 1906, concla en su estudio publicado en la Revue
Hispanique (el ejercicio preliminar a su Vocabulario):
Las fantaas de Sarmiento y des corifeos hispanófobos, las
pretensiones de tantos americanísimos de hablar y escribir en criollo, no
pasan de alardes inocentes que caen en lo ridículo cuando se lo toman en
serio. Por lo pronto el pretendido lenguaje criollo fuera de algunos
modismos y rminos dialectales , que, por designar cosas del Nuevo
Mundo son desconocidos en la Pensula, no pasa de ser un bodrio de
solecismos, barbarismos, y des fealdades gramaticales, hasta el punto
que eso de americanismos empieza a tener la significación que daban los
atenienses a la voz solecismo (tomado de Toro y Gisbert 1912: 33-34)
A su vez, el argentino Ricardo Rojas, en su Blan de plata (cuyo contenido
se vincula ideológicamente al tercer sentido que trabajaré) reflexionaba en
torno a la mixtura hispanoamericana: Resultado de esa influencia
recíproca fueron el caudillismo y la montonera de nuestra política, los
mitos y leyendas de nuestro folklore, los idiotismos y americanismos de
nuestro vocabulario, el poncho y el chiripá de nuestros gauchos (1922
[1912]: 160). No se puede dejar de lado, en esta cronoloa, las reflexiones
dentro del ámbito filogico acerca de la ontología misma del concepto
lexicológico. Por ejemplo, Arturo Costa Álvarez, diplomático, traductor
y filólogo argentino, en 1928, daba cuenta de su honda preocupacn
respecto a la ambiedad que había respecto a este sentido: “Podría
pensarse que todo lexicógrafo que usa el rmino americanismo fija el
valor preciso de este vocablo; no he encontrado todavía uno que se haya
animado a tanto” (Costa Álvarez 1928: 133). En efecto, la poca claridad
respecto al americanismo léxico derivó, entre otras cosas, en que se
entendieran por americanismos los indigenismos, por ejemplo, dejando a
las transiciones semánticas y neologismos acuñados en el continente
americano en otro grupo léxico, las más veces censurado. Es esta, por
ejemplo, una de las acepciones que trabaja hasta el a de hoy la RAE
(cfr. DLE y TNDHLE). Un buen ejemplo de lo opaco que poa ser el
concepto es lo que sucede con la división que Lisandro Segovia hizo en su
Diccionario de argentinismos, neologismos y barbarismos (1911), la que tiene, por
un lado, los castellanismos y neologismos”, entendidos como aquellas
palabras que son conocidas y usadas a en América como en España,
puesto que figuran en algunos diccionarios de la lengua, aunque mis
definiciones difieran muchas veces de las en ellos consignadas, o esos
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vocablos tengan, ades, otras acepciones en Argentina(Segovia 1911:
7); frente a los “americanismos y argentinismospor otro lado. De este
modo, los “castellanismos y neologismos” tienen que ver con voces
hispanas, muchas de ellas no incorporadas aún en el diccionario
académico, pero en otros diccionarios generales de la lengua; son
palabras que poseen alguna transición semántica caractestica, o bien, son
formaciones hispánicas originadas en Hispanoamérica. Por americanismos
Segovia entendió las voces que se usan en Hispano-América y no me
consta que sean usadas en la Península, y también a muchas voces de
origen americano” (Segovia 1911: 7), definicn confusa, porque estas
“voces de origen americano” podrían formar parte, fácilmente, del primer
grupo, el de “castellanismos y neologismos. Por último, los
“argentinismos son los vocablos de uso corriente en el Plata y acaso
también en Chile, o en la Argentina exclusivamente; pero que no me
consta que sean empleadas en otras reblicas hispanoamericanas”
(Segovia 1911: 7). En la misma cada, el colombiano Marcos Fidel Suárez
hacía una tipologización del concepto en Los suos de Luciano Pulgar: “Yo
opino que la Academia atendea a seis afluentes, a saber: el americanismo
indígena; el americanismo artificial o criollo; el americanismo heredado de
España; el antiguo caudal espol flotante en la Península; el neologismo
exigido por nuevas ideas y objetos; y el uso literario moderno (TDHLE:
s.v. americanismo). Décadas después, Santamaría en su Diccionario general de
Americanismos (1942), en un intento de delimitar el concepto, afirmaba:
Entiendo que debe tenerse por americanismo toda entidad elocutiva voz,
frase, giro, expresn que con raigambre y oriundez en la estructura
misma, en la génesis, en la índole de la lengua española, constituya por su
fisonoa o por su contexto una modalidad o modificación, una variante
semántica, lexicológica o ideológica, una nueva forma de ver la lengua
misma; pero una variante o una forma peculiares de la América española,
reservadas al uso de esta porción del Nuevo Mundo que ha tenido origen
en este Continente o que, aun cuando sin haberlo tenido aq, nos
pertenecen por el derecho de uso con exclusivo, por lo menos casi
exclusivo, y porque de tal suerte se han perdido para el solar natío, que
solo se conservan en Arica (1942: IX-X).
Por lo que no caba en el concepto el indigenismo, por ejemplo. La misma
Academia, empezará a hacer las distinciones entre lo que implica un
americanismo, digamos, hispano, frente al indigenismo propiamente tal, a
partir del suplemento de 1970 al sumar esta acepción: Vocablo, giro,
rasgo fonético, gramatical o semántico que pertenece a alguna lengua
indígena de América o proviene de ella, así como en el reciente TDHLE,
con tres subacepciones para el sentido lexicogico: el hispano, el
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indigenismo y el del inglés norteamericano. En rigor, el sentido apunta a
un uso característico generado en el continente. Queda la duda ¿Sucedió
lo mismo con el portugués? ¿Se lla alguna vez americanismo a lo
caractestico del portugués brasilo? ¿Y con el frans? ¿Se llamó alguna
vez americanismo a lo característico de lo hablado en las islas o en Belice o
en Guyana? Quedará para una futura para una indagación románica.
2. El americanismo sarmientino. En estricto rigor, dentro de la tradición
hispánica, sea este el americanismos temprano en ser plasmado en texto
registrado, pero en esta investigacn me decan por el concepto mismo
y americanism aparec, a finales del XVIII en el sentido lexicológico ya
referido. Esta acepción la he llamado sarmientina, porque el germen viene
del Facundo, le pese a Sarmiento, quien no abogaba ideológicamente, en
rigor, por el concepto que acuñó. Facundo, complejo constructo textual que
Jitrik caracterizó como sociología, biografía, historia y novela pero
ninguna de estas cosas con exclusividad (1968: 10), es un verdadero
manifiesto contra el gobierno de Juan Manuel Rosas. A su vez, es una de
las instancias en donde más se recuerda la tesis de civilización y barbarie;
tanto, que será en el Facundo en donde el ideologema se consolide en lo
que respecta a los nacientes Estados nación hispanoamericanos, a como
en un tópico clave dentro de la literatura hispanoamericana, por lo demás
(es lo que postula Diana Sorensen 1996: 6, por ejemplo). El americanismo
que va describiendo Sarmiento en Facundo va de la mano con la barbarie
que él detracta y que es ligado a la figura de Rosas y su gestión. En primer
lugar, en la narración, americanismo es inmerso en uno de los momentos
críticos del gobierno de Rosas: el bloqueo de la armada francesa en el
puerto de Buenos Aires y su litoral. Así se puede ver en el capítulo 14, “Un
gobierno unitario”, cuando aparece por primera vez mencionado el
concepto con este nuevo sentido: El bloqueo francés fue la vía pública
por la cual lle a manifestarse sin embargo el sentimiento llamado
propiamente americanismo. Todo lo que de rbaros tenemos, todo lo que
nos separa de la Europa culta, se mostró desde entonces en la República
argentina organizado en sistema, y dispuesto a formar de nosotros una
entidad aparte de los pueblos de procedencia europea(Sarmiento 2018
[1845]: 264). En “Presente y porvenir”, capítulo 15 del Facundo, sigue
ilustrándose la dicotoa, entre civilización y la barbarie, esta última en el
rosismo y su americanismo: En Montevideo, pues, se asociaron la Francia
y la Reblica Argentina europea para derrocar el monstruo del
americanismo hijo de la pampa (Sarmiento 2018 [1845]: 273). Hacia el final
de este catulo, que ilustra la posicn de Sarmiento ante el gobierno de
Rosas, se van entregando s datos a favor de la idea sarmientina de
civilización, cargada de devoción europea, anglosajona:
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¿Los gauchos, la plebe y los compadritos lo elevaron [a Rosas]? Pues él los
extinguirá; sus ejércitos los devoran. Hoy no hay lechero, sirviente,
panadero, peón gán, ni cuidador de ganado, que no sea alemán, ings,
vasco, italiano, español; porque es tal el consumo de hombres que ha
hecho en diez años: tanta carne humana necesita el americanismo, que al
cabo la población americana se agota y va toda a enregimentarse en los
cuadros que la metralla ralea desde que el sol sale hasta que anochece
(Sarmiento 2018 [1845]: 280-281).
Americanismo que se repite en sus Recuerdos de provincia, además: Durante
mis viajes, escribí en el Comercio del Plata una serie de arculos
defendiendo a los argentinos residentes en Chile de las difamaciones de
Rosas, en o Janeiro, en el Courier du Brasil, sobre el americanismo(en
Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes). Del grupo de resistencia de
Montevideo y del exilio, viene otra autoridad que hizo uso de este
americanismo: Jo Mármol. En Amalia se encuentra la referencia a Rosas,
a quien se describe:
lo el crimen fue sistemático en ese hombre. Pues ese tan ponderado
sistema de su americanismo para repeler toda injerencia europea entre
nosotros, defendiendo constantemente la dignidad de la bandera azul y
blanca, fue una larga mentira del dictador, inventada para despertar en
favor suyo las susceptibilidades nacionales: a lo menos la historia de sus
propios actos así lo proclama. (1877 [1855]: 238).
Otra cita proviene de Juan Valera, quien en Genio y figura apuntes de sus
viajes como diplotico en o de Janeiro, a mediados del siglo XIX,
desarrolló este concepto americanismo de una manera magistral. Plas
Valera en sus páginas la obsesión de la gaditana Rafaela (foco en Genio y
figura) en educar a Pedro Lobo, gaucho ayudante de campo y favorito de
Juan Manuel Rosas, quien se encontraba a la fecha de comitiva en Brasil:
“Era Pedro Lobo fatico de americanismo. Nunca fue Rosas tan lejos como
él en su amor y en su entusiasmo por Arica y en su aborrecimiento de
los europeos (1922 [1897]: 55). Describe Valera a Pedro Lobo y su
“singular filosoa de la historia (1922 [1897]: 57), en donde el progreso
del linaje humano evolucionaba por medio de razas: la negra la primera, la
amarilla la segunda y la raza blanca la tercera, pero “el fin de la civilizacn
de Europa tocaba ya su rmino”, por culpa de revueltas obreras
“promovidas por el socialismo (1922 [1897]: 57). Sin embargo, en
América estaba el porvenir del mundo Una nueva raza, la americana,
debía ya mostrar en flor la aurora de más alta, sana, poderosa y duradera
civilización” (1922 [1897]: 57), ante Espa, que se le figuraba a Pedro
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Lobo como “venenoso reptil que trepa a lo alto de la roca donde el cóndor
tiene su nido y devora o mutila a los polluelos antes de que le crezcan las
alas (1922 [1897]: 58). De alguna forma, la descripción de Lobo y su
filosofía es lo que querrá Rafaela enmendar. En los albores del siglo XX,
el escritor y potico argentino Miguel Ca en su Prosa Ligera (1903) para
el apite “Sarmiento en París usó este americanismo en relación con la
polémica herencia del sable corvo de San Martín a Rosas. Tal como lo
manifiesta en su último testamento, el del 23 de enero de 1844 en París,
es la voluntad de San Martín que: El sable que me ha acompañado en
toda la guerra de la Independencia de la Arica del Sur le será entregado
al General de la República Argentina, Don Juan Manuel de Rosas, como
una prueba de la satisfacción que como argentino he tenido al ver la
firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas
pretensiones de los extranjeros que tentaban de humillarla” (en Sierra
1972: 469). A propósito de este acto, Cané reflexionaba: No, no es
posible sostener que la adhesión de San Marn a Rosas vea de su
americanismo exaltado y de su temor o su odio al extranjero(1916 [1903]:
336). A fin de cuentas, lo que trata de explicar Cané es que la queja de San
Martín vas bien hacia algunas de las estrategias unitarias que otra cosa:
Lo que había en el fondo era un odio, sí, pero contra los hombres del
congreso de 1826, contra los unitarios, que, al pasar San Marn delante de
Buenos Aires, no pudieron olvidar que a su desobediencia y al
indiferentismo con que miró las angustias de su patria, bajo pretexto de
no manchar sus laureles en las luchas civiles, debimos los horrores del año
XX” (1916 [1903]: 336). El mismo Ca, a propósito de las tribulaciones
de Sarmiento en París, sobre todo por la lentitud de la traducción y
recepción del Facundo en la prensa francesa, utiliza nuevamente
americanismo en un pie de página. El contexto es el siguiente: el primer
ensayo que dio cuenta del Facundo en Francia apareció en noviembre de
1846, en la Revista de Ambos Mundos, de autoría de Charles de Mazade,
ensayo tituladoDe l’Americanisme et des républiques du Sud-La soc
argentine. Quiroga et Rosas. Lo relevante aq es que el americanismo
sarmientino en francés data de 1846. Fuera de alabar el texto, Mazade
señalaba, citado por Cané: “El americanismo, dice [Mazade] s adelante,
representa la holgazanería, la indisciplina, la pereza, la puerilidad salvaje,
todas las inclinaciones estacionarias, todas las pasiones hostiles a la
civilización; la ignorancia, la degeneración sica de las razas, así como su
corrupcn moral…obligando a las potencias europeas a emplear las armas
contra él, el americanismo ha puesto en claro un hecho que resume las
relaciones de ambos mundos: es que la Europa se verá fatalmente
empujada a hacer la conquista material de la Arica, si no hace
pacíficamente su conquista moral (1916 [1903]: 340-341). En 1910,
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Garzón es el primero (y único, creo) que especifica esta acepción “en la
Argentina y cita, justamente, la autoridad de Cané. A su vez, Garzón
complementaba: Es curiosa, porque revela el triste concepto de una
época, que, felizmente para nosotros, ya pasó (Garn 1910: s.v.
americanismo).
La referencia a americanismo es insuficiente si sigo al TDHLE, en
donde aparece la información bajo la acepción “apego o entusiasmo por
lo americano”. Es insuficiente por dos razones: en primer lugar, se
requiere de una diferencia específica: “en rechazo a lo Europeo” y con una
explicación enciclodica que determine, además, el contexto: dentro de
los espacios de organización estatal nacionalista. En segundo lugar, funde
el TDHLE el apego hispanoamericano con el apego que se tiene al país
norteamericano, perdiéndose un matiz hisrico relevante. En este caso en
particular, el del americanismo sarmientino, pienso en los cambios de aplicación,
una de las tipologizaciones de polisemia que propuso Ullmann. En rigor,
las palabras tienen cierto mero de aspectos diferentes, sen el contexto
en el que son usadas. Frente a algunos que pueden ser efímeros, otros
pueden desarrollarse en matices permanentes de significado y, al aumentar
la separación entre ellos, podemos llegar eventualmente a considerarlos
como sentidos diferentes del mismormino” (Ullmann 180) en donde, si
bien el sentido sarmientino fue emero y muy acotado, da cuenta de un
momento hisrico clave dentro de la historia argentina.
3. Americanismo como confraternidad hispanoamericana. Un sentido de
americanismo viene de la línea ideológica bolivariana más laxa y tiene que
ver con la idea de la confraternidad hispanoamericana grosso modo, sin
proyecto potico implicado directamente. Suele aparecer, justamente, en
contextos de reacción frente a determinado evento o personaje el que
tiene, en efecto, un sello americanista. Por ejemplo, el ecuatoriano Juan
Montalvo afirmaba en sus Catilinarias del periodista colombiano Adriano
ez: Admiro el talento de ez, su laboriosidad ejemplar, su
ardiente americanismo, su corazón, su carácter, me admiran mucho
s. Inteligencia es prenda con; cual más cual menos, como no seamos
tontos, a nadie le falta su poquito; prendas como las que le adornan a ez,
son de todo punto raras. Para él no hay vanidad nacional, egoísmo, deseo
de prevalecer sobre los otros: no existe el chira ni el Carchi: Venezuela,
Ecuador, Perú, Chile, Buenos Aires, son su patria tanto como
Colombia. (1894: 28). En efecto, en su fase como cónsul en Europa en
la década del setenta del siglo XIX, ez desarrolló una veta
hispanoamericanista de la que destaca la fundación y dirección de la Revista
Hispanomericana en Pas, la que renombró La América Latina en Londres y
fue, ades, uno de los primeros divulgadores de Martí en el mundo no
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hispanohablante. Dentro de esta línea, desde el mundo diccionastico,
desps de la acepción xica, Zerolo agre una segunda acepción (1895):
Espíritu de confraternidad entre las naciones americanas,
considendolas como una patria común” (cfr. NTLLE). Esta ha sido la
única acepción del tipo dentro de la tradición lexicográfica, dicho sea de
paso. A propósito de la intervención europea en México, la llamada
Convencn de Londres, entre 1862 y 1867, Ricardo Palma, en sus Tradiciones
peruanas, recordaba el fervor ante dicha ocupación de parte de los
peruanos, sobre todo en espacios blicos, en donde en cara solidaridad
¡nacía el patriotismo chovinista!: Especialmente en el teatro, hasta las
señoritas pagaban tributo de americanismo, pues se las exigía que cantasen
estrofas del himno nacional (1896: 355), algo que no debe de sorprender,
siendo Palma un mbolo del patriotismo peruano del XIX. Desde una
óptica crítica, el gobierno de Rosas vuelve a ser mencionado, pero esta vez
ya no con su americanismo sarmientino, sino con su falta de americanismo en
tanto confraternidad, como lo expresaba el peruano Manuel Gonlez
Prada en una conferencia datada en 1898:
¿Qué decir de la Argentina? El pueblo que por más de veinte años sufre la
dictadura sangrienta de Rosas, el pueblo que se aa con el Brasil y el
Uruguay para consumar la crucifixión de los paraguayos, el pueblo que al
ser solicitado en 1866 para adherirse a la alianza del Perú y Chile contra
Espa, contesta (con insolencia y desprecio) que sus intereses no le
llaman hacia el Pafico, ese pueblo no merece mucha confianza por su
civismo, por su magnanimidad ni por su americanismo. (1908: 37).
No hay que olvidar el complejo fundamento de González Prada en
relación con Hispanoamérica en tanto se ha vinculado su pensamiento
indigenista panamericano con lo que a posteriori desarrolló Martegui
(sobre todo en el ensayo “Nuestros indios” de 1904) y fue clave la
influencia que generó en un joven Víctor Raúl Haya de la Torre. Otro que
describe muy bien este sentido es el uruguayo Alberto Zum Felde, quien
en El problema de la cultura americana (1943), afirmaba: “Un nacionalismo
cultural que abarque integrativamente toda América latina, sin restricción
de fronteras, es decir, un americanismo, no sería ya nacionalismo, en su
sentido cabal (1943: 45). Que sea Zum Felde, uno de los mayores
exponentes de la cultura americana genuina también refleja lo conectado
de este sentido en pluma de una gama interesantísima de intelectuales
hispanoamericanos que cimentaron, desde diversas aristas, un cacter
americano, por lo demás. Como sea, el sentido en estos casos no se
extende a proyecto político alguno, como se verá con el
latinoamericanismo, el hispanoamericanismo o el panamericanismo.
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4. Del carácter genuinamente americano al americanismo literario. El americanismo
como carácter y condición de americano, extenso hipenimo, fue
registrado lexicográficamente por primera vez en el Diccionario enciclodico
de la editorial Gaspar y Roig, en 1853 (cfr. NTLLE), seguido por Garzón
1910, con una acepción de más propiedad: “Índole, costumbres, cacter,
modalidad de los americanos. Para este americanismo tomo un ejemplo del
mexicano Ignacio Manuel Altamirano, quien en De la poea épica y
poesía lírica” publicado en 1870 en el periódico El Domingo, reflexionaba
en torno a la poea mexicana: “los cantos sudamericanos, los cuales, si
son inteligibles para los que hablan lengua española, no se confundirán
nunca con los cantos españoles, de los que se distinguen por un sello
especial de americanismo que se revela hasta en las menores palabras” (1872
[1870]: 179). No hay que olvidar que Altamirano es considerado, fuera de
ser un genuino exponente de la segunda generación de escritores
románticos, el padre de la literatura mexicana. Como se ve, su uso es un
sentido a caballo entre el primer americanismo tratado (el léxico) y el cacter
y condición americano que estoy tratando ahora. En 1893 La Real
Academia publicó una Antología de Poetas Hispanoamericanos, a cargo de
Marcelino Menéndez Pelayo. Este gesto fue una de las formas de celebrar
el cuarto centenario de la llegada de Colon a América, en donde el filogo
reflexionaba en el prólogo, en el catulo dedicado a la poesía mexicana:
“Si hay algo del americanismo primitivo llegó a infiltrarse en esta poesía (lo
cual es muy dudoso), solo en este sentido podrán tener cabida tales
elementos bárbaros y exóticos en un cuadro de la literatura
hispanoamericana (en Rodríguez Sánchez de León 2014 [1893]: 417).
¿Cómo se puede caracterizar este fragmento de Menéndez Pelayo? Como
un claro ejemplo del hispanoamericanismo del que el mismo autor fue su
propulsor en donde la preeminencia del hispanismo es el constante tenor
por sobre las rces prehispánicas y lo característico del continente. Ro,
dentro de este rastreo textual, usó este americanismo refiriéndose a la
escritura de Run Dao, esta vez para oponer el trabajo del poeta en su
última fase con este carácter genuinamente americano. Rodó partía su
ensayo dedicado al poeta nicaragüense con un verdadero manifiesto del
primer modernismo: “Fuera de esos dos motivos de inspiración, los poetas
que quieran expresar, en forma universalmente inteligible para las almas
superiores, modos de pensar y sentir enteramente cultos y humanos, deben
renunciar a un verdadero sello de americanismo original. (1899: 8). Darío
será descrito, en rigor, para mostrar la ausencia de este americanismo: “Cabe,
en ese mismo nero de poesía, cierta impresión de americanismo en los
accesorios; pero, aun en los accesorios, dudo que nos pertenezca
colectivamente el sutil y delicado artista de que hablo. (1899: 8). A tal
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punto que lo que constataba Rodó en la singularidad de Darío era,
justamente, un anti-americanismo: Aparte de lo que la elección de sus
asuntos, el personalismo nada expansivo de su poesía, su manifiesta
aversión a las ideas e instituciones circunstantes, pueden contribuir a
explicar el anti-americanismo involuntario del poeta, bastaría la propia índole
de su talento para darle un significado de excepción y singularidad (1899:
8).
La relevancia de la reflexión de Rodó dentro del tema léxico que nos
convoca tiene que ver, justamente, con la relación modernista ante el
americanismo literario, de cuño romántico. En efecto, es en el espacio del
romanticismo hispanoamericano en donde afloró el americanismo literario,
sobre todo en los reclamos de una nueva forma de escritura, que se alejara
de los modelos europeizantes. Es el caso del ecuatoriano Juan León Mera,
haciendo memoria de los momentos más relevantes del romanticismo
hispanoamericano, del que él fue uno de sus más relevantes exponentes.
En el plogo de su leyenda La virgen del sol (prólogo que redactó en 1886)
afirmaba: “Para un observador, siquiera sea poco perspicaz, así en la
superficie como en las entras de la naturaleza, la historia y las
costumbres americanas, hay mucho nuevo que puede utilizar en la poesía
y la literatura. Dícese que muchas veces el asunto de una composición se
resiste por su naturaleza al americanismo que recomiendo” (1887: IX). La
relevancia de este prólogo en donde rememora los primeros trazos de la
escritura de La virgen del sol, a mediados de 1850 es el plan programático
que buscaba una nueva escritura, muy de los tiempos: de que los
americanos podíamos y aún deamos dar novedad a nuestra literatura,
aparndonos del camino clásico o romántico, trillado por las escuelas
europeas(1887: VIII). La idea de originalidad, desarrollada a posteriori de
manera magistral por Rodó, es presente en el ecuatoriano: la
originalidad por recomendada a los poetas americanos no es
irrealizable (1887: VIII). Originalidad teñida del romanticismo del autor:
la novedad en la manera de sentir y pensar en vista de la naturaleza que
nos rodea y nutre, de la historia antigua de nuestros pueblos, de la del
tiempo colonial, especie de Edad Media del Nuevo Mundo, de la historia
de nuestra independencia, rebosante de hersmo y de grandeza, de la de
nuestras actuales Reblicas (1887: IX).
En 1895, José Enrique Ro publi El americanismo literario en el
primermero de la Revista Nacional de Literatura y Ciencias sociales, de la que
fue editor, además junto con los Martínez Vigil y ctor rez Petit. En
este texto programático Rodó reflexionaba en torno a lograr la
independencia estética hispanoamericana, por medio de una originalidad
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en el pensamiento americano, en donde, el americanismo hasta ahora tratado
era insuficiente. Aquí, entonces, reflexiona en torno al americanismo de
corte rontico:
El más generalizado concepto del americanismo se funda, efectivamente, en
cierta limitada acepcn que la reduce a las inspiraciones derivadas del
aspecto del suelo, las formas originales de la vida en los campos donde
aún lucha la persistencia del retoño salvaje con la savia nueva de la
civilizacn, y las leyendas del pasado que envuelven las nacientes historias
de cada pueblo (1895: 66).
Lineamiento que, de seguirlo sea pernicioso, incluso: “La exageración del
espíritu de nacionalidad, entendido de la manera insuficiente a que hemos
aludido, puede llevar en América a los extremos del regionalismo
infecundo y receloso que sólo da de sí una originalidad obtenida al precio
de incomunicaciones e intolerancias: el de la literatura que se adhiere a la
tierra como una vegetación y parece describir en torno suyo el límite
insalvable que fijaba la hura personalidad de la ciudad antigua al suelo
consagrado por sus dioses (1895: 67). En ese afán de originalidad que
Rodó convocaba no debe exagerarse, entonces, en el esritu de
nacionalidad, pero debe volcarse hacia la realidad americana: “Otras
inspiraciones de americanismo reclaman ahora nuestro interés (1895: 96),
dice, para dar cuenta del “elemento de originalidad y americanismo
representado por la expresión de las tradiciones y costumbres propias
(1895: 97), algo que encontró en Ercilla, por ejemplo: en sus figuras, es
posible señalar con frecuencia el esbozo de nuestras tentativas más
eficaces de americanismo y la anticipada satisfaccn de los anhelos de
fidelidad hisrica y local con que hoy procuramos llamar a nueva vida
nuestras cosas pasadas” (1895: 98). Si bien, no es lo que Ro buscaba en
la literatura de su época, es lo más cercano a la propuesta literaria que
busca: “hasta la aparición de las páginas primeras de una literatura y el
sentimiento de la nacionalidad en tierra americana, no hubo mejores
antecedentes de americanismo literario, ni los superó, en caso alguno, la
desmayada poea de la colonia (1895: 102). Con estas renovadas
propuestas para el concepto estético, propongo una suerte de transición
respecto a cómo se entendía y se había propuesto el concepto americanismo
literario: del cacter genuino se ha pasado al americanismo rontico, para
consolidarse en la propuesta de Rodó, en una segunda etapa mucho más
compleja, en donde el americanismo en (el sentido base, el cacter
genuinamente americano) es un elemento fundamental y una inspiración
regeneradora dentro de un concepto más amplio: el programa de Ro
mismo. Las reflexiones ya consolidadas del americanismo literario vendrán
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cadas desps, en pluma de Max Henríquez Ureña y que
complementan las propuestas y deseos de Rodó pero desde una
perspectiva panorámica que puede dar el de un ensayo revisionista como
el del filólogo dominicano. De los apuntes de las conferencias que dic
en los años cuarenta en Estados Unidos, para hablar de la poesía de Rubén
Darío, Henquez Ureña publicó su Breve historia del modernismo (1954), en
donde reflexionaba después de dar las claves e inspiraciones del
modernismo en la poea francesa o en figuras como D’Annunzio o
Whitman que viene un giro en donde: “Un reflorecimiento del
“americanismo literario” [así, entre comillas] había ido suplantando otras
tendencias entre los modernistas (1962 [1954]: 32), algo que Henquez
Ureña atribuía, hipotetizando, al Rodó escribiendo sobre Darío (y su
clásica sentencia: Darío no es el poeta de Arica porque va s al),
justamente, porque su estética superaba lo estrictamente americano. En
efecto, hay una línea modernista que se decanta por lo americano (las
mismas propuestas de Ro, ni más ni menos) y, en ello, Henríquez Ureña
insistía: El americanismo literario [ahora sin comillas] no era, ciertamente,
una novedad. Había recibido su impulso inicial durante la época romántica
en el o de la Plata y llegó a constituir un movimiento de alcance
continental, carácter que también tuvo en la primera mitad del siglo XIX
el humanismo (1962 [1954]:33). Instalaba Henríquez Ura, entonces,
esta tradición que viene del romanticismo y la conectó con este
modernismo, enriqueciéndolo: “Ades, del americanismo literario se
derivaron orientaciones diversas que disfrutaron de larga boga, como el
indigenismo(1962 [1954]:33) y potenciándolo:
El modernismo, tercero de los grandes movimientos de resonancia
continental que pueden señalarse en la literatura de la Arica española,
alcanzó mayor extensión que los anteriores. Parec, por un momento, que
con la preferencia concedida a lo etico tena a desterrar la tendencia
americanista, pero sucedió lo contrario: fue el americanismo literario el que
se infilt en el movimiento modernista. (1962 [1954]: 33).
¿Puede quedarse este sentido literario de americanismo anclado en el cacter
genuinamente americano? Claro que sí. En este sema puede caber una
generalización que, en los matices que propongo, en estas disquisiciones
que hago, quede solo en el cacter genuinamente americano, cual
hiperónimo. Sin embargo, siento que hay en esta escritura
hispanoamericana una clara consciencia de lo particular y lo propio y en
ello se concreta un subsentido que se enquista en lo literario que es
necesario destacar.
Chávez Fajardo, “Americanismos, americanismo…” Revista de estudios literarios latinoamericanos
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5. El americanismo yanqui y sus sentidos. Otro sentido de americanismo tiene que
ver con la referencia a un país americano, que es Estados Unidos de
Norteamérica. Tiende este sentido a generalizarse o aunarse en las
acepciones de lexicografía (véase, por ejemplo, cómo se nan en el
NTDHLE) y creo que no debería ser tal, sobre todo por su especificidad.
En efecto, las referencias a Arica, la admiración por lo americano o la
predilección por lo americano en las textualidades hacen referencia al país
yanqui, no al continente o a Hispanoamérica o Latinoarica. Tenemos
una sinécdoque, sin lugar a dudas. En primer lugar, hay un sentido que
hace referencia al ps norteamericano, como en el drama que Alberto
Insúa publicó en 1922, El negro que tenía el alma blanca, cuando Pedro y su
éxito como bailan de music-hall, haciéndose pasar por un afroamericano,
llegó a Madrid: Todas estas razones le haan mantener en Madrid la
comedia de su americanismo. Dea, para explicar lo cilmente que hablaba
el castellano, que haa aprendido nuestro idioma en la América del Sur, y
para dar absoluta verosimilitud a su aserto poa en sus conversaciones
modismos platenses, uruguayos y chilenos(1969 [1922]: 110). Un buen
ejemplo es este, además, para dar cuenta del novecentismo con el que se
caracteriza la obra de Ina, sobre todo por el cosmopolitismo que
reacciona a la etapa noventayochista anterior. Sin embargo, este
americanismo generalmente se trata de manera negativa, como cuando Ángel
Ganivet en Granada la bella (1896), al reflexionar en torno a los ensanches
de las ciudades medievales, llevadas a cabo con cuidado, se desbaratan bajo
ciertas nuevas formas de urbanizar:
Esta idea del ensanche pudo muy bien mantenerse en los límites del buen
gusto, conlo acomodarse a las condiciones de cada una de las ciudades
que se trataba de ensanchar; pero no tardó en complicarse con otra idea
nueva, que para abreviar bautiza con el nombre de americanismo. Los
colonos que iban a Arica a establecerse, podían instalarse al sin
atender a tradiciones que no exisan; y como su deseo era ir de prisa,
fundaron la ciudad exclusivamente útil y prosaica. A veces, una compañía
de ferrocarriles crea, a modo de estaciones, cleos de población, que en
unos cuantos años, como Chicago o Minnpolis, son capitales de un
miln o medio de almas. s bien que capitales son aglomeraciones de
«building, o estaciones de ferrocarril prolongadas en todos sentidos.
Esta ramplonería arquitecnica vino a Europa de rechazo y fue del gusto
de los hombres de negocios, de los mangoneadores de terrenos y solares,
y de los fabricantes de casas baratas; cund el amor a lanea recta, y llegó
el momento de que los hombres no pudieran dormir tranquilos mientras
su calle no estuviera tirada a cordel. (1920 [1896]: 76).
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Ganivet en este texto da cuenta de su característico desprecio por la
modernidad, representada por la sociedad industrial que describe en este
rrafo. Si se sigue con el tono negativo de este americanismo, en Emilia
Pardo Bazán, por ejemplo, en una de sus crónicas periosticas De siglo a
siglo (1896-1901), específicamente en una nota que firmó en 1897
comentaba, respecto a las modas de las subastas en Madrid: “No es
extraño que [las subastas] se hayan puesto tan de moda, y que vayan
entrando en nuestras costumbres, con su americanismo positivista, su
noción de que todo en el mundo tiene un precio hecho, todo hasta el Arte,
el cual, para los idealistas, vale tanto que no vale nada (1902: 63), algo
que refleja claramente ese progresismo tan suyo. En la misma línea que
Pardo Bazán en 1900 José Enrique Rodó, una vez s ymo no, con su
conocido anti-norteamericanismo, en su Ariel, comentaba lo siguiente,
respecto al utilitarismo:
La concepcn utilitaria, como idea del destino humano, y la igualdad en
lo mediocre, como norma de la proporcn social, componen,
íntimamente relacionadas, la rmula de lo que ha solido llamarse, en
Europa, el esritu de americanismo.Es imposible meditar sobre ambas
inspiraciones de la conducta y la sociabilidad, y compararlas con las que
les son opuestas, sin que la asociacn traiga, con insistencia, a la mente la
imagen de esa democracia formidable y fecunda que, allá en el Norte,
ostenta las manifestaciones de su prosperidad y su poder, como una
deslumbradora prueba que abona en favor de la eficacia de sus
instituciones y de la dirección de sus ideas. Si ha podido decirse del
utilitarismo que es el verbo del espíritu ings, los Estados Unidos pueden
ser considerados la encarnación del verbo utilitario. Y el Evangelio de este
verbo se difunde por todas partes a favor de los milagros materiales del
triunfo. (1976 [1900]: 33)
Otro sentido tiene que ver con la admiración y predilección por las cosas
de Estados Unidos, la que aparece textualizada por primera vez en el
Diccionario de provincialismos de Puerto Rico de Malaret: Admiración
exagerada por el gobierno y las costumbres de los Estados Unidos de
Norte América (1917), algo que podría conectarse con lo que bien
expresa Ramón Pérez de Ayala en País del futuro: mis viajes a los Estados
Unidos: Las esferas burguesas, capitalistas y políticas, opuestas de
consumo a los conatos de soberaa obrera, piensan y pregonan encarnar
la ideoloa liberal y el esritu democtico de los Estados del Norte; su
bandera es el americanismo (1951 [1920]: 351), puesto que no hace
referencia, claro está, a las glorias del continente hacia el sur. En efecto,
es uno de los pocos casos, en el corpus revisado en donde hay una idea
positiva de este americanismo. Un último sentido que tiene que ver con el
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país del norte tiene que ver con el americanismo como la intromisión de
Estados Unidos en las políticas exteriores del resto del mundo americano.
De este americanismo, he dado con una muestra extraída de los discursos
que el potico argentino Roque Sáenz Peña dio en 1898 en el teatro La
Victoria, titulados “Por Españay publicados en la revista La Biblioteca:
Los actos posteriores de los Estados Unidos no han sido ni más amistosos
ni s considerados con los pueblos latinos […] se buscaban mercados
consumidores para productos protegidos, cambiando cueros por petróleo
y manufacturas por gutaperchas o ca. Roto el eslan comercial, por el
fracaso del bloqueo continental maquinado contra el comercio europeo,
el americanismo ha vuelto a caer bajo el diafragma de las cordilleras, las
montañas y los ríos. He dicho mal: él renace y se complica con
intervenciones arbitrarias, como lo fue, sin duda alguna, la ejercida en
Venezuela, y la que hubo de imponerse en 1879 para hacer cesar la guerra
entre el Pe, Chile y Bolivia (1898: 222)
Conocido por su posicn a favor de Hispanoarica (una muestra es que
fue uno de los fundadores de la revista Sud América), es reconocida su
participación en la Conferencia de Washington entre 1889 y 1890, en donde
se opuso a la unión aduanera y a la Doctrina de Monroe, por lo que al lema
“América para los americanospasó a ser para enz Peña como “América
para la humanidad. Toas Garn la incorporó como acepción:
“Influencia o intromisn del gobierno de los Estados Unidos de Arica
en los asuntos dosticos de las otras naciones del Nuevo Continente
(1910) sin posterior repercusn entre los diccionarios que he podido
revisar. Como sea, al revisar la lexicograa oficial, en particular la hisrica,
detecto que es este sentido con sus matices el s generalizado, diluido,
si se quiere, entre las acepciones, como, por ejemplo, la del apego o
entusiasmo por lo americano, salvo el último matiz, el que lleva su
acepción propia (cfr. TDHLE). No quiero dejar de lado en este apartado
el americanism como ideología política que hace referencia al patriotismo de
Estados Unidos, el que Roosvelt describió como a question of spirit,
conviction, and purpose, not of creed or birthplace”, publicado en el
ensayo True americanism”, en The Forum magazine, en 1894. Dentro del
periodo trabajado, no encontré referencias en lengua española pero
entronca muy bien en la pugna de sentidos entre las realidades ideológico-
políticas de un Roosvelt frente a un Sáenz Peña.
6. La herejía de las obras.
El americanismo o la herea de las obras, como también se le conoce, se
propa a partir de la publicación del libro Vida del Padre Hecker en 1897,
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escrito en frans y de gran repercusn en Estados Unidos, en donde se
formó un movimiento. Hacia 1901, el sacerdote diocesano Manuel
Antonio Román, en su monumental Diccionario de chilenismos y de otras voces
y locuciones viciosas alertaba lo siguiente en claro catolicismo, respecto a este
americanismo: “Se ha dado también en el mundo católico, desde hace poco,
el nombre de americanismo a ciertos errores propalados en los Estados
Unidos y pronto condenados por la Santa Sede, de que la Iglesia debe
conciliar sus dogmas con las doctrinas modernas” (1901-1908). Es esta la
primera referencia en mundo hispánico de este americanismo. En uno de los
discursos del político calico tradicionalista (y carlista) Juan Vázquez de
Mella y Fanjul se encuentra la primera textualización fuera de la
lematización en el Diccionario del diocesano. Mella y Fanjul, en uno de sus
discursos parlamentarios fechado en 1906, le bajó importancia y
repercusión al nuevo movimiento:
Cuando después el Sr. Azrate invocaba aquel americanismo de Mons.
Ireland y de algunos prelados inquietos de los Estados Unidos, que fue
nada s que un amago de cisma, a semejanza del viejo galicanismo, pero
sin su importancia, pues (lo que no se filt en el modernismo) pa como
una nube de verano para quedar luego s fortalecida la unidad de la fe
(1941: 75).
El Fichero de la Lengua Espola (parte del NDHLE), aparece citada la
Historia de la Iglesia Calica de Bernardino Llorca, Ricardo Gara Villoslada
y Francisco Javier Montalbán, publicada entre 1945 y 1963. Al aparece
una mayor descripción de lo que fue este americanismo:
La más peligrosa y conocida es la representada por el llamado americanismo
que apareció en los últimos decenios del siglo XIX. Hablando en general,
su tendencia era una especie de reconciliacn y como capitulación del
catolicismo ante la cultura moderna y el naturalismo simbolizado por ella,
y justamente una condescendencia excesiva con ciertas costumbres
americanas (cfr. Fichero).
Como se ve, también es una explicación no exenta de cierta subjetividad
que da cuenta de los peligros de dicha corriente:
Otro peligro más propio de los Estados Unidos fue el llamado
americanismo o catolicismo liberal, que consiste en cierto prurito de
modernizar las cosas de la Iglesia, [] y en cierta tendencia religiosa de
tipo activista”dem, cfr. Fichero). Algo s objetiva fue la definición que
redactó el DHLE, la segunda referencia lexicogfica detectada en mi
rastreo: Movimiento religioso surgido a fines del siglo XIX en los
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Estados Unidos de América, que propugnaba una modernizacn de la
Iglesia Católica y la primaa de la acción sobre la contemplacn (1960-
1996).
Siento, con esta acepción, que se concreta lo que decía Bal acerca de los
diversos aspectos de la actividad intelectual y social en las comunidades,
algo que ayuda a la proliferación de sentidos.
7. El estudio de lo americano in extenso. En 1892 Juan Valera en un ensayo
titulado La Atlántida”, reflexionaba en torno a un posible documento
precolombino que diera cuenta de alguna narración hisrica americana,
de lo que concluía, frente a su desconocimiento:
Dejemos a los doctores en americanismo el disipar, si pueden, las
mencionadas dudas y otras análogas. Yo creo que hay códices
pictogficos americanos anteriores a la llegada de los españoles; pero
poco enseñan y nada hubieran enseñado si los que iban a leerlos no
supiesen de antemano lo que debían leer, valndose sólo del códice para
refrescar la memoria (1924 [1892-1898]: 89).
De seguro que los estudiosos de la americastica y la disciplina misma ya
estaba asentada mucho antes de que en 1895 se fundara la Soc des
Américanistes, con antecedentes como los trabajos de Emile Petitot (el
fundador de la Socié misma), como su Monographie des Dè-Dindjié (1876)
o la Monographie des Esquimaux Tchiglit du Mackenzie et de l'Anderson (1877) o
lo trabajado por Ermanno Stradeli acerca de los uananas, por ejemplo,
publicados en 1890 en el Bollettino della Società Geografica Italiana (sobre todo
su artículo L’Uaus e gli uaus”). En un primer momento este
americanismo estaba relacionado más bien con la “Ciencia de las
antiedades americanas”, como lo definía el Pequo Larousse de 1914 (cfr.
TNDHLE). Disciplina que pidamente se fue expandiendo en tetica,
como se ve con la definición de Malaret: “Estudio de todo lo que se refiere
al continente americano” (1917). En 1926 el antropólogo José Imbelloni
intentaba definir este americanismo de la siguiente manera:El americanismo,
o americastica como escriben algunos, entre ellos Lenz, es una ciencia
sui generis. No es el americanismo astronomía, y sin embargo ha producido
demostraciones y teoas astronómicas […] No es el americanismo geología,
y sin embargo reposa en la geología; ni es zooloa, paleontología o
botánica, pero contiene, a la vez, todo esto. [] Por otra parte, su
contenido esencial pertenece al antropólogo, al arqueólogo, al lingüista y
al etnógrafo. (1926: 9). La nueva disciplina seguirá ampliando y
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ensanchando su objeto de estudio, como lo explicita el historiador y
americanista ítalo-espol Antonio Ballesteros Beretta hacia 1935:
La palabra americanismo tiene hoy una acepción lata y de proporciones
inconmensurables. No es solo americanista el que aborda puntos más o
menos dilucidados de la época de la Conquista o colonización europea en
Arica; el vocablo se aplica, y ahora casi con preferencia, al que se dedica
a las culturas existentes, siglos anteriores a la aparicn de los españoles en
las orillas del mar caribe; es decir, a horizontes vastísimos de
conocimientos, a verdaderos océanos culturales, donde caben multitud de
especialidades, si no contrapuestas, al menos de una diversidad
inconfundible. (cfr. Fichero).
Es este, en el peritaje llevado a cabo, el último sentido en ser detectado.
Podría decir que es este, dentro de la tipología de Ullmann, un sentido por
préstamo y haba que estudiar cl haba sido la circulación del
américanisme francés para que a Valera le fuera familiar con este sentido.
Quedará para una futura reflexión el claro proyecto político cultural de un
sentido como este ligado claramente al orden postcolonial.
Conclusiones
La dinámica de la polisemia, como decía Urban, bien da cuenta de la fuerza
simbólica del lenguaje. Vuelvo a citar a Bréal Cuantos más significados
ha acumulado una palabra, más aspectos diversos de la actividad
intelectual y social es capaz de representar”, porque en el caso americanismo
–palabra “con, creo, parafraseando a Ullmann lo que se tiene es un
mero considerable de sentidos. De esta selva terminológica, volviendo una
vez más al linista húngaro, habrá una serie de sentidos que vienen a dar
cuenta de esa actividad intelectual de la que hablaban los primeros
semantistas que valoraron la función polisémica. En ntesis, las palabras
tienen cierto número de aspectos diferentes según el contexto en el que
son usadas. Frente a algunos contextos que pueden ser efímeros o
determinados a cierto periodo; otros, en cambio, se consolidaron y se
mantuvieron con fuerza. Sentidos como los que abarcan caractesticas o
individualizaciones de lengua hablada en el continente; sentidos que dan
cuenta de momentos históricos determinantes, en donde el americanismo
se tiñó con una carga específica; sentidos que dan cuenta de un esritu de
confraternidad; sentidos que dan cuenta de un americanismo literario que
fue conformándose, construyéndose y evolucionando como un concepto
estético, con una variedad de actores y grupos situados en un lugar y con
agendas particulares, con una historia literaria acorde a sus tiempos y en
pugna por el acceso y control de recursos simlicos; sentidos como una
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condición del gigante yanqui, sea para alabarlo o despreciarlo, sea para
imitarlo o criticar su política exterior con el resto del continente. Sentidos
que dan cuenta de la historia misma y sus avatares, como la historia de la
iglesia y el americanismo herético, cuya presencia hizo temblar en cierto
momento al Vaticano o la disciplina que estudia el continente de manera
extensa y variopinta y que se ha conformado como socté, incluso.
Dichos sentidos, en un segundo nivel de alisis, se instalan como
categorías diversas, por lo demás: el americanismo lexicogico grosso modo se
instala como una tradición discursiva de la que se desprenden diferentes
sentidos a posteriori clasificables y rebatibles, caros a la lexicología y
lexicografías históricas y con un trabajo interesantísimo en curso. El
americanismo sarmientino, a su vez, se puede entender como un claro
concepto relacionado con un proyecto potico e identitario delimitado; en
una misma línea está el americanismo como la herejía de las obras, en tanto un
proyecto religioso modernizador. En el caso del americanismo como
confraternidad, también se percibe un concepto con un proyecto potico e
identitario, pero con un cacter centrífugo, por todas las posibilidades
que irá sumando (en ello no desestimo, justamente, esa suma Gonlez
Prada, Mariátegui y Haya de la Torre, ni más ni menos, con todas las
divergencias, claro está). El americanismo literario también se instala como
un concepto con un proyecto potico e identitario, en este caso en tanto
una corriente literaria, con sentidos que van variando como suele suceder
en las diacronías de dichas corrientes. Lo mismo sucede con el
americanismo como estudio de lo americano in extenso, proyecto político y
cultural, del que no hay espacio para reflexionar aq respecto a cómo se
instala el estudiar lo americano funndose en Francia, en notoria
postcolonialidad. En el americanismo yanqui, como dice mi evaluador ciego,
es una categoa cluster de sentidos, puesto que se engloba desde
identificaciones geográfico-identitarias, como la de ez Peña o Rodó
versus el uso anglosajón roosveltiano, pasando por prácticas particulares,
que se valoran positiva o negativamente (como en el vaivén Pardo Bazán
y Pérez de Ayala).
Después de hacer este peritaje textual regreso al arculo
lexicogfico que redac el Diccionario histórico en su segunda etapa (1960-
1966), en donde los americanismos como el sarmientino, el de la
confraternidad o el yanqui, aparecen aunados bajo la acepcn de “apego
o entusiasmo por lo americano”, sin distinciones que ayudaan a matizar
sus diferencias espeficas. Por otro lado, funde el TDHLE el apego
hispanoamericano con el apego que se tiene al país norteamericano,
perdiéndose un matiz relevante. Lo mismo con el americanismo literario,
que aparece escasamente representado s que en alguna cita textual, bajo
la acepción del carácter típicamente americano, de una de las autoridades
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trabajadas. Uno de los lectores ciegos me dio un relevante dato al
momento de leer este ensayo para ser evaluado: no parece baladí (lo cito)
que sea el Diccionario hisrico (1960-1966) el lugar donde se diluya el matiz
de distinción entre lo angloamericano” y “lo hispanoamericano” puesto
que en la cada de los sesenta está en pleno curso el proyecto de apertura
del régimen franquista, en donde era clave la relación con el gigante
norteamericano. ¿Hab algo de eso? Se una veta para un estudio
historiográfico y glotopotico a futuro sin lugar a dudas. Estas
“fundiciones” de textos en sentidos inconexos algunas veces (vuelvo a mis
propias disquisiciones) no lo refiero con el afán de hacer una ctica a una
obra maestra, como lo fue ese segundo ejercicio de lexicograa histórica,
lo comento porque es un buen ejemplo para demostrar cuánto puede
confundir la polisemia. En efecto, ¿Desorienta la profusión de sentidos al
usuario, como dea Aristeles? ¿Multiplica las anfibologías como decía
Andrés Bello?mo no ¡Hasta la misma lexicografía, encargada de acoger
los sentidos en acepciones, para que los usuarios puedan conocerlos,
confunden o generalizan! Hasta uno, en peritaje textual puede confundirse
si no logra dar con el sentido en el contenido del texto in extenso. Son estas
palabras con polisemia entidades dinámicas y flexibles, las que se van
acomodando con los tiempos y las necesidades y la aventura de internarse
en ellas es una grata labor, que funde filoloa y lexicoloa.
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Fichero General de la Lengua Española:
https://apps2.rae.es/fichero.html
Nuevo Tesoro Lexicográfico de la Lengua Española (NTLLE):
http://ntlle.rae.es/ntlle/SrvltGUILoginNtlle
Tesoro de los diccionarios históricos de la Lengua Española (TDHLE):
https://www.rae.es/tdhle/