El otro irrumpe en la Exposición del 900 como espectáculo: bailes annamitas,
teatro egipcio, rituales indochinos. Exhibir al otro, sus objetos, sus religiones y
costumbres, es un modo de catalogar su diversidad, de ordenar su diferencia.
Dentro de las categorías para lo otro que establece la feria, existe una
gradación, que los cronistas deslindan: el extranjero, el exótico, el colonizado,
el bárbaro, el rastaquouère. El exótico es el otro recubierto por el encanto que
le adiciona la fantasía para tornarlo apetecible. El exotismo ha ganado,
además, carta de ciudadanía en París, desde el Oriente de Théophile Gautier
y Gustave Flaubert a las crónicas y novelas de Pierre Loti; desde el éxito del
teatro japonés hasta el bailarín negro del Moulin Rouge, “Chocolat”. El
exótico está totalmente adoptado y adaptado por la imaginación
metropolitana, que lo vuelve objeto de moda y consumo. Los
hispanoamericanos integran un exotismo de segundo orden, el
rastacuerismo.
Entre estos perfiles nacionales, Darío recorta el espacio de los
hispanoamericanos.
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Los saludos protocolares –“Adiós general”, “Adiós
doctor”-, los títulos, los ademanes, la indumentaria, delatan al rastaquouère,
una categoría que inventa el etnocentrismo para denostar al otro que se
asimila, que quiere parecérsele, pero que sólo consigue ser su remedo.
Curiosamente, el término rastaquouère en el diccionario Larousse francés
figura como “español de América”; no obstante, el término no se encuentra en
los diccionarios españoles consultados donde sí aparecen otras voces
americanas.
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Otras posibles, aunque refutadas, etimologías de la palabra
son discutidas por Darío en un artículo posterior, “La evolución del
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Cfr. al respecto “Los hispanoamericanos. Notas y anécdotas”, La Nación 1/8/1900.
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La palabra “rastacuero” no figura en el Diccionario de la lengua española, Espasa Calpe,
1970, ni en el Diccionario de uso del Español de María Moliner, Gredos, 1980, ni en el
Pequeño Larousse Ilustrado, 1992. No obstante, en el Larousse francés, consta: “1880-1886;
esp. d’Amérique, ‘rastacueros’, ‘entrainecuire, désignant des parvenues. Fam. Étranger aux
allures voyantes, affichant une richesse suspecte”. Antonio Pérez Amuchástegui en
Mentalidades Argentinas, Buenos Aires: Eudeba, 1965, registra el origen de la palabra en
Francia hacia 1880. En la Gran Enciclopedia Argentina de Diego A. de Santillán (Ediar,
1963), consta: “Es castellanización de la voz francesa rastaquouère, que en Francia se aplica
como epíteto al extranjero que vive rumbosamente, sin que se conozcan sus medios de vida.
También se registran entre nosotros las formas castellanizadas rastacuer y rastacuere. Lo
más interesante del caso es que la voz francesa tiene su origen en el americanismo
arrastracueros, que en el tránsito idiomático se volvió rastracuero, por aféresis, y luego fue
galicado rastaquouère para volver rastacuero”.