continuo devenir.
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Devenir poeta a través de un programa estético, fundante y fundado,
en los juegos de rima y ritmo, sonido y sentido, ritornelos
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sonoros que
dibujan paisajes melódicos, como lo afirma Darío en las “Palabras liminares”
a Prosas profanas: “¿Y la cuestión métrica? ¿Y el ritmo? Como cada palabra
tiene un alma, hay en cada verso, además de la armonía verbal, una melodía
ideal. La música es sólo de la idea, muchas veces” (1985: 180). Y las formas
fluyen en la multiplicidad de sus variaciones, recorriendo sonetos, romances,
silvas, redondillas, nocturnos. Devenir artista, a través de la prosa del cuento
parisién al mejor estilo Catulle Mendès y Alphonse Daudet, claramente
registrado por Darío en un pasaje de Historia de mis libros: “El
deslumbramiento shakesperiano me poseyó y realicé por primera vez el
poema en prosa. Más que en ninguna de mis tentativas, en ésta [se refiere a
‘El velo de la reina Mab’] perseguí el ritmo y la sonoridad verbales, la
transposición musical” (1976: 160-161).
Devenir periodista, a través de sus numerosas y variadas crónicas
publicadas en diferentes periódicos. Y si el periodismo, por un lado, impone
un límite al escritor respecto a la especificidad de su tarea, por otra parte
constituye un ámbito que posibilita su profesionalización, al configurar lo que
Julio Ramos llama un “taller de experimentación formal” (1989: 106).
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De su
paso por el diario La Nación leemos en las páginas autobiográficas de Darío:
“He de manifestar que es en ese periódico donde comprendí a mi manera el
manejo del estilo y que en ese momento fueron mis maestros de prosa dos
hombres muy diferentes: Paul Groussac y Santiago de Estrada, además de
José Martí” (1976: 63). No sólo el estilo aprende a manejar desde las páginas
del periódico, sino también la relación del escritor con su público, en
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Tomo el concepto de “devenir” según lo exponen Gilles Deleuze y Félix Guattari en
“Devenir-intenso, devenir-animal, devenir-imperceptible...”, capítulo de Mil mesetas.
Capitalismo y esquizofrenia.
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El concepto de ritornelo es utilizado por Deleuze y Guattari, según la siguiente definición:
“En un sentido general, se denomina ritornelo a todo conjunto de materias de expresión que
traza un territorio, y que se desarrolla en motivos territoriales, en paisajes territoriales (hay
ritornelos motrices, gestuales, ópticos, etc.). En un sentido restringido, se habla de ritornelo
cuando el agenciamiento es sonoro o está ‘dominado’ por el sonido” (1988: 328-329).
Podemos pensar los paisajes sonoros, rítmicos y melódicos que construye la escritura
dariana, tanto en la poesía como en la prosa, desde este desarrollo.
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Véase al respecto el capítulo “Límites de la autonomía: periodismo y literatura” de Julio
Ramos, en Desencuentros de la modernidad en América Latina (82-111).