Carreras, “Hacia una construcción…” Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 13 / Diciembre 2022 / pp. 79-103 84 ISSN 2422-5932
incluso cuando no escriben ficción. Pero, en virtud de su forma confesional,
el pasaje, en lugar de simplemente deslizar una mentira, la deja al desnudo:
“La gente busca la verdad y nosotros [los escritores] le damos moneda falsa.
Es el oficio, el ‘métier’. La gente cree que recibe la mercadería legítima y cree
que es materia prima, cuando apenas se trata de una falsificación burda, de
otras falsificaciones que también se inspiraron en falsificaciones” (1994: 91).
Arlt, en la ficción de Piglia, dice que los escritores, acostumbrados a la
ficción, incluso cuando narran su propia vida, falsifican. Cuando Arlt dice
que miente, confiesa; y a la inversa: cuando confiesa, no es seguro que diga
la verdad. El texto no solo tematiza el carácter paradójico de la relación de la
literatura con las nociones de “mentira” y de “verdad”, sino que, además, se
presenta como discurso en ese espacio intersticial entre la “moneda falsa” y
la “mercadería legítima”. La escritura de Arlt en la ficción de Piglia no hace
más que señalar esa distancia y poner el discurso literario entre estos dos
géneros, entre la confesión y la falsificación, entre el índice ficcional del
testimonio y el matiz confesional de la ficción.
La literatura, la crítica, hablan desde posiciones en las que se pone en
evidencia que la ficción contamina incluso los discursos que suponen, cuando
menos, cierto margen de veracidad. Sin embargo, en sus intervenciones
públicas, en sus ensayos, Piglia se desmarca en varias ocasiones de la hipótesis
de la ficción como principio contaminante, que es, como se verá, el
paradigma que sostiene Nicolás Rosa en su proyecto crítico. “No todo es
ficción (Borges no es Derrida, no es Paul de Man)”, dice Piglia respecto de
Borges como lector; aún así, “todo puede ser leído como ficción” (2014: 25).
Lo cierto es que, en su literatura, Piglia trabaja a partir del principio
contaminante de la ficción: hay efectos de lectura que dan cuenta de ello. En
una de las entradas de Los diarios (2017) aparece un comentario sobre la
recepción de “Nombre falso”. El texto está fechado el 19 de febrero de 1976,
dos años más tarde de la publicación de la nouvelle: “Insólito llamado de Ulyses
Petit de Murat para elogiar Nombre falso, lectura que parece venir de otro
mundo y sin embargo se opone a los que parecen estar más cerca (Juan Carlos
Martini, Enrique Molina, Osvaldo Soriano), que se toman a la letra el relato
sobre Arlt y piensan que es cierto” (2017: 20). Piglia comenta entonces una
lectura “que parece venir de otro mundo” (2017: 20). Es, en todo caso, para
él, una “buena” lectura. Tanto mejor, puesto que está rodeada de lecturas
defectuosas, que no logran distinguir “ficción” de “realidad”. Confunden dos
regímenes de textualidad que son para Piglia distintos. Podríamos invertir la
frase que Piglia le dedica al Borges lector, para pensar el juego de
equivocidades con el que trabaja en su literatura, y decir que, aunque no todo
relato tenga pretensiones de “realidad”, siempre puede ser “tomado a la letra”
y ser considerado como “cierto”. En rigor, no siempre queda claro que para
Piglia las “buenas” lecturas sean las más interesantes: “Un lector es también