Santucci, Tono sobre tono…” Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 13 / Diciembre 2023 / pp. 5-19 5 ISSN 2422-5932
TONO SOBRE TONO.
UNA ENTRADA SOBRE AMÉRICA
LATINA EN
PUNTO DE VISTA
TONE ON TONE.
AN ENTRY ON LATIN AMERICA IN
PUNTO DE VISTA
.
Silvana Santucci
Universidad de Tres de Febrero - CONICET
Doctora en Letras por la Universidad Nacional de Córdoba y Licenciada en Letras por la Universidad
del Litoral. Fue Becaria Doctoral de CONICET en IDH- UNC (2012-2016) y Becaria Posdoctoral del
mismo organismo en IHuCSo-Litoral (2017-2019). Es Investigadora Asistente de CONICET en el Programa
de Estudios Latinoamericanos Contemporáneos y Comparados (PELCC) UNTREF con un proyecto sobre
“Archivos de teoría literaria latinoamericana”. Es docente de Estudios Literarios en la Universidad Autónoma
de Entre Ríos (UADER). Ha realizado estancias de Investigacn y formacn en diferentes universidades
brasileñas (UFRGS, USP, UNISUL, UFSC) y ha participado en diversas publicaciones colectivas.
Actualmente integra como responsable una investigación financiada sobre materialismos en escrituras
contemporáneas. Es autora de Heredar Cuba. Una teoría Literaria Latinoamericana en Severo Sarduy
(Editorial Biblioteca Vigil, Rosario, 2020).
Contacto: silvanasantucci@gmail.com
ORCID: 0000-0002-7704-164X
DOSSIER
Beatriz Sarlo, crítica cultural
de América Latina
Santucci, Tono sobre tono…” Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 13 / Diciembre 2023 / pp. 5-19 6 ISSN 2422-5932
Fecha de envío: 23/10/22 Fecha de aceptación: 05/12/22
Beatriz Sarlo
Crítica literaria
latinoamericana
Ángel Rama
Antonio Cándido
Antonio Cornejo Polar
El trabajo aborda las entrevistas que Beatriz Sarlo realizó y publicó a Ángel Rama, Antonio
Cándido y Antonio Cornejo Polar en el número octavo de Punto de Vista (PdV) como antesala al
célebre encuentro de Campinas de 1983. Se analiza el espectro del diálogo organizado por Sarlo
con tres de los intelectuales más importantes del latinoamericanismo de la segunda mitad del siglo XX
a los fines de recuperar algunas claves de su lectura y reposicionar algunas variables teóricas abiertas
por su reflexión a partir de aquel momento. Entendemos que el registro de esos pasos previos formó
una hendidura, un guión en PdV, puesto que, a diferencia de Ángel Rama, es la única vez que
Cándido y Cornejo Polar aparecen a lo largo de los 30 años en los que se editó la revista.
RESUMEN
PALABRAS CLAVE
Beatriz Sarlo
Latin American Literary
Criticism
Ángel Rama
Antonio Cándido
Antonio Cornejo Polar
This paper review the interviews that Beatriz Sarlo conducted and published with Ángel Rama,
Antonio Cándido and Antonio Cornejo Polar in Punto de Vista (PdV) as a prelude to the
famous meeting in Campinas in 1983. The spectrum of dialogue organized by Sarlo with the three
most important intellectuals of Latin Americanism in the second half of the 20th century in order to
recover some keys to their reading and reposition some theoretical variables opened by their reflection
from that moment on. We understand that the record of those previous steps formed a gap, a script
in PdV, since, unlike Ángel Rama, it is the only time that Cándido and Cornejo Polar appear
throughout the 30 years in which the magazine was published.
KEYWORDS
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Actualmente, Punto de Vista causaría impaciencia. No puede ser hoy.
Uno puede decirlo con un tono nostálgico, realista o cínico, pero hoy no puede ser
Sarlo, 2014
En marzo-junio de 1980 Punto de Vista (PdV), la revista que Beatriz Sarlo
dirigía,
1
publicó en su número octavo una serie de entrevistas organizadas
por la autora a Ángel Rama, Antonio Cándido y Antonio Cornejo Polar. Esa
circunstancia fue propiciada por el desarrollo de las Jornadas de Literaturas
Latinoamericanas organizadas por el IEL, Instituto de Estudios del Lenguaje, de
la Universidad de Campinas (UNICAMP), evento en el cual Sarlo participó
y presentó cobertura con un texto titulado “La literatura de América Latina.
Unidad y Conflicto”. Antes de entrar en las consideraciones específicas
abiertas por ese debate, corresponde mencionar que dicha reunión fue la
previa al célebre “encuentro de Campinas” de 1983. Encuentro que, dos años
más tarde, diera como resultado el texto clásico y central del campo de los
estudios críticos y literarios latinoamericanos, La Literatura Latinoamericana
como proceso; libro coordinado por Ana Pizarro, editado por cuidado de Susana
Zanetti para el Centro Editor de América Latina y dedicado enteramente a la
memoria y al espíritu del trabajo continental de Ángel Rama. Allí, Ana Pizarro
establece que las coordenadas de producción del volumen son el resultado
de “La Segunda reunión de Expertos” desarrollada en la UNICAMP con el
patrocinio de la Universidad Simón Bolívar de Caracas, la todavía existente
Asociación Internacional de Literatura comparada (AILC)
2
y la UNESCO.
Entre los múltiples aportes que dispone el libro, se exhibe el dato que
compone un hiato curioso: Beatriz Sarlo aparece dentro de los autores
mencionados en la portada, es decir, aquellos que integran la compilación,
pero la factura no cuenta con ningún texto firmado por ella. Se deja ver
1
Si bien Beatriz Sarlo comienza a ser nombrada como la directora de PdV en su núm.12, es decir, a
partir de julio-octubre de 1981, en el número que nos ocupa todavía figuraba Jorge Sevilla en su lugar.
Estudios críticos afirman que este psicólogo amigo de Hugo Vezzetti había prestado su nombre para
evitar sospechas sobre una dirección anónima o una condición de acefalía (Cfr. Mercader, 2018). Luego,
Sarlo mantuvo la dirección hasta su cese definitivo en abril de 2008, tras 30 años de existencia. Para un
recorrido de primera mano en torno a las consideraciones del proceso de publicación ver Beatriz, Sarlo
“Final”, presentación de PdV núm. 90.
2
La Asociación Internacional de Literatura Comparada (ICLA) en francés Association Internationale de Littérature
Comparée (AILC) es una organización internacional para la investigación internacional en literatura
comparada. Fue fundada en Oxford y está en funcionamiento desde 1954. Entre 2016 y 2019 Zhang
Longxi, un referente mundial en estudios interculturales Oriente-Occidente, ejerció su presidencia,
aunque en la página web de la asociación aún figura como presidente vigente. Ver www.ailc-icla.org
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entonces la ausencia de un registro escrito que, por alguna razón de aquel
momento, tampoco pudo ser. No obstante, tres os antes, Sarlo había
publicado el registro de esos pasos previos en un número que en mismo
también conforma una hendidura, un guion en PdV, puesto que es la única
vez que Cándido y Cornejo Polar aparecen a lo largo de los 30 años en los
que se editó la revista, a diferencia de Rama que tuvo algunas intervenciones
previas y posteriores y gozó de algunas reseñas de sus libros.
3
No estamos aquí planteando coordenadas para pensar un análisis de la
recepción o la lectura de estos autores, simplemente nos proponemos
abordar el espectro de diálogo organizado por Sarlo con tres de los
intelectuales más importantes del latinoamericanismo de la segunda mitad de
siglo XX a los fines de recuperar algunas claves de su lectura y reposicionar
algunas variables teóricas abiertas por su reflexión a partir de aquel momento.
Definir un punto de vista
Como refieren algunos historiadores, lo que entendemos por años ochenta en
argentina suele comprenderse como una década corta que va desde 1983 a
1987. En este marco, la escena intelectual que nos proponemos transitar
integra no sólo los albores de este proceso en sus consideraciones locales,
sino que participa también de los emplazamientos históricos que propiciaron
una juntura de bases para el establecimiento de los debates latinoamericanos
que dieron como resultado la expansión de su fuerza crítica, luego de la
derrota de las utopías revolucionarias de los años 60 y 70. Nos interesa el
punto de vista de Sarlo, aquí, en tanto interviene en el rearmado de esta
coyuntura, cifrando entre “unidad y conflictosu modo de construir esa
instantánea de la literatura latinoamericana de 1980.
De acuerdo con la perspectiva organizada por el estudio de Sofía
Mercader (2021) y por la lectura que de él hace Luis García (2022) es
pertinente considerar que PdV sostiene las grandes tramas de su publicación
entre dos derrotas políticas: la propiciada por el golpe militar del setenta y
seis con el consiguiente fin de las utopías mencionadas y la derrota de la
promesa socialdemócrata que cohesionó la larga década de los noventa. El
debate por una modernización cultural y política vertebra los treinta años del
proyecto y también los distintos tonos de Beatriz Sarlo. Una trayectoria que
acompaña los vaivenes entre tradición y vanguardia, entre las hegemonías
imperiales y la producción de realidades literarias heterónimas, entre
3
Sobre Rama encontramos: “Encuesta sobre sociología de la lectura” núm. 2 de mayo de 1978;
“Argentina: crisis de una cultura sistemática” núm. 9, julio-noviembre de 1980; “Los efectos del boom:
mercado literario y narrativa latinoamericana” marzo-junio de 1981 y dos reseñas de Zanetti. La primera,
sobre “Novísimos narradores hispanoamericanos en Marcha” núm. 14 marzo-julio de 1982 y la segunda
“Suma Crítica sobre novela hispanoamericana” núm. 17, abril-julio de 1983. Finalmente, Zanetti y Saúl
Sosnowsky escriben en el núm. 20 de 1984 textos en homenaje a su despedida.
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participaciones académicas e inclusiones de mercado, entre las ontologías y
la metafísica del lugar de los intelectuales (revolucionarios, independientes,
ciudadanos o académicos profesionalizados). Una articulación subyace a todo
esto: la construcción de proyectos intelectuales poderosísimos y ambiciosos.
Esos que hoy parecen imposibles sobre la/s literatura/s de América Latina;
convertidos en reliquias o fósiles documentales de un experimento evolutivo
fallido parecen haber sido sepultado por sucesivas glaciaciones teóricas y
nacionales que no logran emparentarse con los actuales organismos
existentes.
Josefina Ludmer (2017) apunta nítidamente que en la literatura
latinoamericana de los años sesenta el realismo en ejercicio o en funciones
era el de “la realidad histórica nacional”.
4
El mismo construyó zonas
experimentales a las que define como “blindadas” (Macondo, Comala, Santa María
de Onetti o las orillas de Borges) zonas que a la vez funcionaban como
territorios que tenían una vocación representativa. Los sujetos configurados en
esas literaturas tenían identidades fijas, pertenecían a una clase social o
representaban a una nación (el proletario, el burgués, el de la ciudad, el del campo,
argentinos, uruguayos, etc.). Mucho después, va a decir, todas esas identidades
son diasporizadas, proceso que sintetiza en su fórmula de “lo que viene
después”. Allí se cristaliza el proceso post-soviético iniciado tras la caída del
Muro de Berlín que profundizó el neoliberalismo a escala mundial a partir de
la década de los noventa. Si aceptamos lo que propone Ludmer, es decir, que
la autonomía literaria es una categoría no exclusivamente conceptual sino
primariamente, también, una categoría de uso, resulta posible entender con ella
cómo es que se la utiliza “según convenga” (2017: 57). Así se pueden rastrear
producciones que separan y/o vinculan estética y política a partir de criterios
eminentemente ideológicos pero que, incluso, pueden negar o negativizar sus
propias adopciones. El pasaje, entonces, de “escritores” a “intelectuales” y
las relaciones entre literatura, cultura y crítica literaria que fueron dominantes
en los sesenta y los setenta respondería a un tipo particular de autonomía
literaria (con un régimen de ficción o de realidad, de sentido o significado, de producción
de literatura y de producción del libro) hoy disuelta: “es paralelo al pasaje de la
cultura del libro a la cultura electrónica, y estaría determinado en parte por el
4
Escribe Ludmer: “La nación, la historia, la ficción y la experimentación y los sujetos representativos van
juntos y dan forma a los clásicos [latinoamericanos] del siglo XX. Estos implicaban identidades nítidas y
fijas que los definen de una vez y para siempre frente a las identidades viles y diaspóricas de los
personajes de la literatura de ahora. La realidad era la realidad histórica nacional. Ustedes saben que hay
muchos tipos de realidad, hay muchas realidades. Hay que ver a qué tipo de realidad específica se refiere
cuando se habla de realismo en literatura. En este caso, era la realidad histórica”. (Ludmer, 2017: 57)
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cambio cultural que se produce con la escritura en computadora en los años
ochenta” (Ludmer, 2017:54).
5
En esta perspectiva, corresponde subrayar que las literaturas de
América Latina post boom basaron sus presupuestos teórico-críticos de
consolidación en base a una serie de producciones que atendían tanto a “la
vida de los pueblos” como a las relaciones de la literatura con las formas de
vida populares. Este importantísimo criterio crítico fue propuesto por Ángel
Rama en “Subculturas regionales y clasistas” (1982) y supone que el
pensamiento común en torno a América Latina respondió al proyecto de un
equipo intelectual que buscaba establecer confluencias (“poderosas fuerzas
unificadoras”) entre las manifestaciones artísticas del continente en dos
direcciones:
6
hacia el pasado y hacia la contemporaneidad, procesos que
podrían contraer lazos rápidamente con categorías como “lo residual” y “lo
emergente” de Raymond Williams (1977).
7
Al respecto, sabemos que Sarlo
es la gran introductora de las teorías de la escuela de Birmingham en
Argentina, desde donde explora con enorme complejidad las articulaciones
entre clase social y prácticas culturales. En el número 6 de PdV publicado en junio
de 1979, meses previos a la reunión de los críticos latinoamericanos de los
ochenta, Sarlo expone una entrevista-debate entre Raymond Williams y
Richard Hoggart en torno a los ejes “cultura y sociedad”. En ella la disputa
entre historia y literatura, intelectuales y público de masas y la articulación de
los procesos entre tradición y ruptura adquieren cuerpo, es decir, se
incorporan al territorio social de una manera cuyos alcances permanecen
estableciendo tramas imprevisibles. El foco de Sarlo siempre es conceptual al
mismo tiempo que localizado, tanto en el debate que propicia para los críticos
ingleses como para los latinoamericanos:
5
Escribe Ludmer: “Para ver nítidamente este pasaje habría que analizar las dos formaciones culturales
que lo representan: la de los años sesenta, que sería la crítica literaria en su apogeo, último avatar de la
cultura de la biblioteca, escritura en máquina de escribir; y la de los noventa donde entra el activismo
cultural y la cultura electrónica” (2017: 54).
6
En Transculturación Narrativa en América Latina las “fuerzas comunes” que a Rama le interesa revisar son
aquellas que se centran en aspectos “que hubieran colaborado en el modelado la vida de los pueblos”
(1982: 67) es decir, que enfocan a una mirada morfológica de los fenómenos sociales. De manera que en
dirección al pasado consideran principalmente dos ejes: a) la historización de procesos similares
vinculados a la conformación y definición de la/las lengua/s y b) los modelos de comportamiento
similares en los tránsitos o caminos sociales. En dirección a la contemporaneidad, aunque puedan
considerarse ejes minoritarios, revisan variables universales que expanden las pulsiones políticas y
económicas regentes de las civilizaciones dominantes. Aquí tomaremos en cuenta metodológicamente
esta distinción.
7
Si bien Marxismo y Literatura se publica en 1977, hay que tener en cuenta que Transculturación Narrativa
reúne un compendio de escritos que aparecieron durante 1974, 1975 y 1976, procesos de regímenes
concentracionarios, quiebres y dictaduras políticas, económicas, subjetivas e identitarias en el Cono Sur.
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¿a qué se debe que los argentinos leyeran a los formalistas rusos (y en el marco
conceptual) del estructuralismo francés y que esta preeminencia no significó
simplemente un orden de llegada sino una interpretación (una mutilación,
acaso)? [...] ¿por qué el estructuralismo de Barthes, Todorov o Kristeva aspiró
a ocupar el campo de la crítica literaria como única forma de la modernidad
teórica? (Sarlo, 1979: 6)
Algunos fenómenos reclaman ser considerados, apunta Sarlo, para pasar a
discutir con los ingleses justamente problemas de forma que le permitan dar
cuenta de las nuevas clases y estructuras culturales que ingresan a los circuitos
concentrados de las academias. Según sus aclaraciones previas, cuenta que
escuchó a estos profesores, los grabó y preparó la edición para la revista bajo
una premisa en apariencia sencilla ¿cómo leerlos? De esta manera, Sarlo no
oculta su voluntad práctica para el armado local de un escenario de
interpretación de crítica cultural pero tampoco nos ahorra sus dudas.
Prácticamente estos dos desconocidos a los que tiene que referenciar como
“la primera línea del campo intelectual inglés” le parece que dicen cosas que
no pueden “asimilarse” fácilmente, ni hacerles adoptar “un aire de familia”
tranquilizador para la crítica literaria y cultural en general y menos para la
argentina. Duda, además, acerca demo definirlos. “No son sociólogos de
la cultura solamente, ni tampoco historiadores y críticos sin más”, “se ocupan
de la historia de las ideas, historia cultural, sociología de la cultura popular y
de los medios de comunicación, literatura”, “insularmente independientes”
desvanecieron “el pesado fantasma del reduccionismo sociológico afirmando
prácticamente la trama que incluye a la producción cultural, sus formas, su
ideología” (Sarlo, 1979: 9-10). Y acentúa que el tipo de materialismo
estructurante de estas producciones no es el de la apropiación del sentido en
torno a la cosa en , pero tampoco el de una tramitación idealista de los
procesos. Para Sarlo, en estas producciones “el carácter material de la
producción de cultura exhibe su nexo con las formas materiales y sociales de
la economía, la política, las ideas (1979: 9-10). Si bien el sesgo es y será
siempre modernizador, el lugar para la interpretación y el debate por la
desarticulación de las formas y la plasticidad de los conceptos no subsume
estos trabajos en identificaciones que incorporan una gica cuantitativa y
simplificada que reduciría simbólicamente el devenir de los objetos en bienes,
productos o series, pues tampoco “admiten ser desplazadas en nombre de un
formalismo vulgar” (Sarlo, 1979: 10).
La productividad o performance legible en la noción formalista de
escritura barthesiana no resulta tan alejada del tipo de conceptualización
práctica que esboza Sarlo, aunque, a la distancia, las resonancias puedan
parecernos antitéticas. La primera pregunta que le hace a Williams, no
obstante, es central. Lo interroga por su pensamiento historicista y pone,
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como ejemplo, el lugar específico que da al sentido en su proyecto
revisionista de las “palabras claves”. Los ejemplos que cada uno aporta a la
conversación son medulares pues no se trata de usos de una casuística, ni de
justificaciones que derivan en un empirismo mal fundamentado, sino que se
vuelven, justamente, los materiales mismos que sostienen la imaginación
conceptual y diferenciada que permite establecer esas relaciones particulares
entre significados sociales y capas de la cultura que comienzan a pluralizarse.
Williams, sin embargo, le responde con una aporía: no puedo pensar
sin historia, a lo largo de mis investigaciones me di cuenta de que el
significado (y pone como ejemplo las categorías de arte, cultura, genio y
sensibilidad) es historicista, pero me di cuenta de ello a partir de haberlos
pensado inicialmente como universales. “Las definiciones abstractas
conllevan siempre y por lo general sin tener conciencia de ello elementos
y puntos de vista propios de la época. Se los piensa como universales, pero,
de hecho, están condicionados históricamente” (Williams, 1979: 10). En su
reverso esta posición permitiría pensar que los axiomas intuitivos de una
época también podrían universalizarse, condición que, pensada a la luz de las
claves de un materialismo cultural tamizado por el posestructuralismo, daría
lugar hoy a nuevas discusiones o, en el mejor de los casos, a viejas
rediscusiones. En la conversación, entonces, queda de manifiesto que lo que
se está articulando es un modo de reintroducción del problema del
historicismo y de las relaciones entre distintas temporalidades de la cultura en
años en los que el posestructuralismo prevaleció en la escena intelectual
argentina y de América Latina. Esta entrevista en PdV (1979), el proyecto
Campinas (1980 y 1983), la compilación de Ana Pizarro (1985) y las derivas
que Sarlo realiza años después en “Una modernidad periférica” (1988)
introducen pasajes que sofistican la comprensión del ingreso de la
temporalidad en el campo de la cultura y movilizan juegos que regionalizan y
transforman la interpretación de las estructuras históricas, tal como se venían
desarrollando.
La segunda intervención de Sarlo a Williams puede aparecer todavía
con un cierto sesgo actual. Le interesa despejar el lugar de “lo orgánico” en
la relación entre literatura y sociedad. Williams es preciso en términos que
discutirían la hipótesis formativa de Cándido o cualquier tesis formativa de la
literatura que la considere como un producto derivado de un estado de
maduración social. Para Williams en las sociedades en que la práctica de la
escritura ha adquirido importancia y la misma se ha normalizado, la literatura
forma parte de ella a la vez que ayuda o contribuye a diseñar la/s forma/s
social/es, es por ello que su punto de vista enfatiza las diferencias o la
diversidad de percepciones no unificadas en torno a lo que ocurre allí
adentro, es decir, dentro del complejo social. La literatura sería entonces
aquello que sucede al interior de la sociedad misma sin considerarla como
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una actividad más formativa que otras. De manera que sostiene un matiz
respetuoso de la diferencia a la vez que unificador en términos humanistas.
Si bien no se ocupa, como luego hará Cornejo Polar de las culturales orales,
entiende que el estado o lugar formativo de una literatura en una sociedad
determinada es una condición que dependerá exclusivamente de los
parámetros que cada sociedad pueda tener para misma en términos
autodeterminativos acerca del valor otorgado a la/s escritura/s.
8
Por otra
parte, el intercambio de Sarlo con Hoggart es diferente, pero por ahora
volveremos el foco a su diálogo con los latinoamericanos.
9
Como hemos anticipado, la lectura general de Ángel Rama en
Transculturación Narrativa (1982), no deja de articular un problema temporal
de selección del pasado con uno de reconfiguración territorial o geográfica e
instituye a la diversidad interior como la gran característica definitoria del
continente. A la vez, la delimitación entre las pulsiones de interioridad” en
los procesos culturales y sus vínculos de contacto, reacción, distancia o
plasticidad frente a las operaciones modernizadoras de las metrópolis van a
definir la estructura sistemática relacional que le permite a Rama establecer
unidades donde observar referencias espaciales y continentales comunes, es
decir, desde donde “regionalizar” su lectura de América Latina. En textos
anteriores como “Las dos vanguardias latinoamericanas” (1973) había
descrito ya que las notas distintivas de las vanguardias continentales estarían
contenidas en dos debates superpuestos. Por un lado, la oposición de lo viejo
y lo nuevo en materia de formas y, por el otro, en una aspiración a la
construcción de un sistema literario propio que recupere formas lingüísticas
locales, los mitos sociales e individuales y las huellas de las diversas áreas
culturales latinoamericanas (Bernabé, 2019). Así, el diseño de esta perspectiva
unificadora fue “real en cuanto proyecto” y “real en cuanto a las bases de
sustentación” (1984: 67) y produjo una renovación que propició un efecto
vanguardista (pero también realista) en los desarrollos teórico-críticos de
América Latina. Es, en este escenario, que creemos conveniente volver a
8
Miguel Dalmaroni (1997: 3) realiza una lectura pormenorizada de esta cuestión específica a la que define
como “operación Raymond Williams en Punto de vista”. Allí se detiene en el impacto político de esta
operación importadora propiamente dicha: en medio del horror de la dictadura militar, Williams permitía
alentar una esperanza, la de seguir pensando conexiones entre cultura y política, y por tanto la de
mantener lazos entre crítica de la cultura e intervención en el debate público o político.
9
En el número 9 de 1980, Sarlo publica un llamativo artículo de Ángel Rama dedicado enteramente a
una explicación de la “crisis sistemática en la cultura argentina”. Este texto sobresaliente por la
originalidad de Rama merecería también un análisis particular que no lo reduzca a una síntesis o a un
mero comentario, sino que pueda detenerse en el espectro conceptual con el que aborda estos problemas:
crisis, sistema y cultura argentina. Dado que estamos tomando como centralidad la figura de Beatriz Sarlo no
es aquí el lugar para hacerlo. Simplemente queremos marcar la temporalidad en la emergencia de cada
uno de estos de estos textos organizados en PdV bajo la dirección de Sarlo, a los fines de identificar sus
derroteros de publicación, intervención y circulación de la cultura argentina.
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enfocar las intervenciones de Sarlo, particularmente las preguntas que se hace
sobre América Latina y, especialmente, su modo de entrevistar a los
intelectuales.
La unidad como conflicto
En su cobertura del primer encuentro de Campinas, Sarlo utiliza un formato
similar al confeccionado para introducir el pensamiento de la escuela
Birmingham, una entrevista- debate entre Ángel Rama y Antonio Cornejo Polar.
El diálogo con Antonio Cándido aparece separado, probablemente como
consecuencia de la insularidad motivada por la diferencia lingüística. Aclara
que entrevista a estos tres autores “por la riqueza conceptual de sus
intervenciones” y “por la destacable formación histórico-crítica” que tienen.
Dando muestras de su buena destreza para la crónica explicita que
grabó a los críticos durante los días del encuentro y al calor de los debates
sucedidos, excepto por unas referencias al clima tropical que al parecer no
resultaban de su agrado, se manifiesta muy motivada por el saldo del
encuentro. Para ilustrarlo retoma una expresión de Davi Arrigucci Jr.
10
que si
no es un concepto pleno en términos de abstracción filosófica se posiciona
como una gran palabra clave en términos de crítica cultural: la asimetría. Con
ella describe la síntesis que publica como antesala a las entrevistas y frente a
la cual nos detenemos, puesto que ordena los tres ejes vertebradores de este
primer encuentro, a saber: a) la integración o marginalidad de la literatura
brasileña respecto de las latinoamericanas, b) la diversidad o unidad literaria
en América latina y c) la crítica y sus métodos frente a “nuestra producción
literaria”. Es notable el uso de éste plural inclusivo por parte de Sarlo, así
como resulta inevitable preguntarse a qué nosotros se estaría refiriendo o cuál
era el nosotros al que aludían los críticos de la época.
A partir de su relato del encuentro nos permite figurar que los
especialistas convocados hacían, también, las veces de público: una platea de
doscientas personas donde “la saludable ausencia de protocolo académico de
rutina” y el “derecho de exposición” convirtieron al debate en una atmósfera
donde el intercambio “tenía como precondición la libre circulación de las
ideas y las polémicas” (Sarlo, 1980: 3). De esta manera, se interesa por
abordar con mayor énfasis una de las motivaciones centrales de la reunión:
aportar a un panorama teórico que defina los instrumentos conceptuales”
para construir una lectura de conjunto de la literatura de américa latina, eso
que a la manera de Barthes también llama “nuestra producción”.
10
Sobre la trayectoria intelectual de Davi Arrigucci Jr. (USP) en relación con contenidos de América
Latina puede verse: Jackson, L., Pinheiro Filho, F., & Sorá Prismas (2009).
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En su diagnóstico, la crítica latinoamericana de aquel momento y esa es
la clave de lectura que le interesa sostener a Beatriz, había “heredado una
serie de problemas y también algunas perspectivas que como la de Henríquez
Ureña que señalan la necesidad de construir un discurso teórico, crítico e
histórico de conjunto” (Sarlo, 1980: 4). Así, su perspectiva continental apela
al primer utopismo de la teoría latinoamericana desde una referencia que,
sabemos, le llega muy tempranamente en su formación de grado a través de
la lectura y enseñanza de Ana María Barrenechea.
11
El título del texto
entonces “La literatura de América Latina. Unidad y Conflicto” cobra una
fuerza performática tanto como inicialmente problematizadora en el
escenario de 1980. Emana de la época que la demanda de unidad sea quizás
al mismo tiempo el conflicto. Por ejemplo, el trazado de una diferenciación
con las literaturas nacionales sucede, paradójicamente, a las comprobaciones
de su unidad. Al respecto escribe Sarlo:
Las líneas del gusto literario marcan censuras que responden a un conflicto
cultural e ideológico que incluso deciden las fisonomías de las literaturas
nacionales, afirmó Ángel Núñez. En este campo de problemas Rama planteó
la consideración de dos ejes que por su actuación en profundidad y
continuidad tienen un efecto persistente y decisivo: el eje del Estado como
aparato de unificación cultural, y el eje del impacto externo sobre los
programas y la producción literaria de América Latina. (Sarlo, 1980: 4)
Acerca del lugar del estado como agente unificador de la producción literaria,
Sarlo no acota nada pero a propósito del “impacto externo” concluye que es
un problema que cae no sólo sobre los escritores, sino también sobre los
críticos que “reciben desde Europa y estados unidos una imagen construida
según su perspectiva, de tramos claves en la literatura latinoamericana(Sarlo,
1980: 4). Eso que hoy llamaríamos, siguiendo a Gerbaudo (2008) importaciones
de la teoría. Desde este punto de vista, la verificación de un “efecto de espejo”
entre la crítica latinoamericana y la europea o la crítica académica de Estados
Unidos trae como consecuencia “un desfasaje característico entre las
categorías críticas y la producción literaria” (Sarlo, 1980: 3). Ejemplo de ello
es para Sarlo “la literatura del boom”. De manera que para resistir al
aplicacionismo abstracto que observaba entonces recupera la perspectiva de
11
Para tomar dimensión de la lectura de Sarlo sobre Henríquez Ureña puede revisarse en YouTube su
conferencia impartida de modo virtual en el Centro Cultural de España en Santo Domingo, Costa Rica
el 22 de abril de 2021 en el marco del ciclo Pedro Henríquez Ureña: Ciudades e ideas. Cabría aquí esbozarse
una mínima línea de discusión en torno a lo que menciona como “el dogmatismo de la izquierda
mariateguista”, que, creemos, simplifica los aportes de Mariátegui al marxismo latinoamericano, sin
embargo, nos estamos centrando exclusivamente en una recuperación del debate de 1980 y no en las
polémicas actuales.
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Cornejo Polar para quien “el sistema de géneros o el concepto de períodos
debe repensarse”, así se evitaría “que funcionen abstractamente respecto de
los textos latinoamericanos” (Sarlo, 1980: 4); y allí radica uno de los
principales conflictos y ejes enormemente problematizados.
Por otra parte, su recuperación de las perspectivas de Rama y Cornejo
Polar se vuelven sustanciales frente al debate sobre las condiciones del
impacto del cosmopolitismo en América latina; si efectivamente puede
afirmarse que afectó contemporáneamente a toda la producción literaria del
continente imponiendo modelos y modas culturales o si hay que atender a las
diferencias regionales que supuso. Así, las lecturas sistemáticas de estos dos
críticos le sirven de apoyatura para apuntar al sostenimiento de alguna
hegemonía que atienda a procesos políticos, históricos o teóricos
relativamente homogéneos en los confines generalizables de América Latina.
Frente a esta búsqueda de unidad Sarlo no niega en absoluto la dificultad que
el corpus de la literatura latinoamericana enunciada en singular suponía
para la elaboración de una crítica que trataba de esforzarse “por pensar la
heterogeneidad tanto como la unidad de los textos” y también “las diferentes
funciones y tradiciones culturales” (Sarlo, 1980: 4) de las que estaban
participando.
A Antonio Cándido quien ostenta una mayor lectura anclada en clave
de los desarrollos nacionales y también una trayectoria de mayor envergadura,
dado sus años de trabajo en torno a la formación y conformación de una
literatura brasileña, Sarlo lo interroga por “los formadores de estructura”,
esto es, por los factores que permiten establecer otra relación entre lo interno
y externo de los textos y las obras literarias y el modo en cómo la realidad
ingresa a ellas. Cándido afirma que a él le interesan “los principios
estructurales” de las obras, “ni estético, ni sociológico, sino [el] elemento
mediador que hace funcionar a la estructura estética en correspondencia
simbólica con la estructura social” (Cándido, 1980: 5). Al respecto lo
interroga por el proceso metodológico con el que sortea al empirismo ingenuo
tanto como al sociologismo abstracto que ella lee en la crítica: “me parece
peligroso, incluso desagradable, un hecho frecuente, el de la elaboración de
hermosas teorías críticas, formalmente perfectas pero que no pueden ser
aplicadas. Temo, por otro lado, al análisis puramente descriptivo que no se
propone generalización alguna. Pienso que la teoría no tiene sentido sino
ayuda a resolver los problemas concretos del análisis. [Tomando como
ejemplo el Caramuru de José de Santa Rita Durão] Me pregunté por qué un
mismo texto puede ejercer dos funciones sociales distintas. La respuesta es a
causa de la función total que sólo puede ser captada en relación con la
conciencia estética que dota de universalidad a la obra” (Cándido, 1980: 5).
Por otra parte, a Ángel Rama y a Cornejo Polar los pone a discutir
acerca de la noción de sistema y de las formas literarias que lo sostendrían,
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posibilitando imaginar una lectura estratégica que diferencie nuevos procesos
frente a las clásicas lecturas que ponen en relación las nociones de tradición y
ruptura. Asimismo, dentro del escenario interrogativo ordenado por Sarlo,
Rama es, sin dudas, quien muestra una mayor plasticidad, en la medida en
que focaliza en “la multiplicidad de perspectivas” que permiten expandir o
desarticular las dicotomías ideológicas entre los críticos, que los hacen
pertenecer a un linaje liberal o a un linaje conservador: “todas las lecturas de los
textos en el pasado dependen del presente y se articulan con nuestra
percepción, nuestra situación en el mundo, nuestros valores”(Rama, 1980:
10). Para él, recuperar el inmenso trabajo intelectual que se ha hecho a lo
largo de siglos en América e incorporarlo a un corpus de textos nos
impondría una nueva visión de lo literario. “Las líneas en que los escritores
reconocen a sus antepasados y reciben su herencia son mucho más variadas
y complejas que la oposición tradicional que correspondió a posturas
sociopolíticas más que ha filosóficas o estéticas” (Rama, 1980: 11).
Por su parte, Cornejo Polar se muestra temerario ante las lecturas
ahistoricistas en donde deje de estar clara la funcionalidad de la literatura. Para
él cambiar el concepto de literatura es cambiar el concepto de función literaria.
“El problema fundamental a mi modo de ver debería ser el establecimiento de
un nuevo elenco de las funciones que definimos como literarias [] ¿por qué
conservar un concepto de literatura que parece superado, incluso, en su lugar
de origen, Europa? (Cornejo Polar, 1980: 11).
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Sarlo, finalmente, remata su texto apelando a un gesto modernista, “una
metáfora feliz” proferida por al cierre de las jornadas: “la de antropofagia crítica
de las modas europeas en el campo de la teoría. [Cándido] Precisó, sin
embargo, que esta antropofagia es un momento indispensable en la
constitución de un elenco de categorías” (Sarlo, 1980: 4).
Para concluir, si alguna caracterización general puede hacerse del
trabajo intelectual de Beatriz Sarlo es que su actitud contraría cualquier
posición de espera. El interés temprano por el carácter material de la
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La respuesta entera es muy ilustrativa: “Lo que sucede, en mi opinión es que durante décadas hemos
trabajado con un concepto de literatura que privilegiaba la autonomía, la subjetividad y la originalidad. Y
esas son cualidades históricas y socialmente explicables, no son valores absolutos. Alfonso Reyes mismo
con su caracterización de la literatura latinoamericana como fundamentalmente ancilar o instrumental
suscitaba de algún modo una duda sobre el valor de la literatura con funciones eminentemente sociales
a las que se subordinaba la función estética. El problema fundamental a mi modo de ver debería ser el
establecimiento de un nuevo elenco de las funciones que definimos como literarias. Ello requeriría por
lo demás una clara perspectiva histórica ¿por qué conservar un concepto de literatura que parece
superado, incluso, en su lugar de origen, Europa? En este sentido cambiar el concepto de literatura es
cambiar el de función literaria” (Cornejo Polar, 1980: 11).
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producción cultural y sus nexos con las formas materiales y sociales de la
economía se ha visto puesto siempre en acción política, interviniendo la
forma (textual) de sus ideas. Toda escena crítica de reflexión colectiva como
la que acabamos de transitar tal vez suponga simplemente eso, atender a los
momentos en que las lógicas discontinuas, organizadas con una clara
conciencia de totalidad, emergieron en la hegemonía de las construcciones
histórico-sociales.
Es probable que una preocupación teórica como la de Sarlo en aquel
momento por el campo literario latinoamericano hoy tampoco pueda ser; (uno
puede decirlo con un tono nostálgico, realista o cínico) pero la voluntad para el armado
de una lectura de conjunto, su interés por la sistematicidad y el recorte de un
repertorio de categorías atentas a las diversas funciones de la literatura se
deriva de la enorme complejidad con que estas ideas fueron debatidas por
una serie importante de críticos en los albores de la década 1980. Hasta la
muerte de Ángel Rama, el latinoamericanismo planteado en el sentido en que
lo hicieron los entrevistados, funcionaba con la utopía pedrista como un
criterio eficaz y aceptado. La era postsoviética y el neoliberalismo de los
noventa terminaron por desarticular un espacio de pensamiento que hoy
también provocaría más que impaciencia. Resulta evidente que la
funcionalidad de las articulaciones entre clase social y prácticas culturales fue
formada “en algunos momentos teóricos indispensables” como el que
acabamos de revisar. Que algunas potencias de aquellos debates recuperen
cierta vigencia dependerá de trabajos que se detengan, como frente a una
estructura mineralizada, a identificar los tránsitos y desarrollos particulares de
las conceptualizaciones vertidas, es decir, que retomen las diferencias
cristalinas que sirvieron ya no para unificar sino para armonizar en una misma
trama diferentes tonos y sobretonos.
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