Ruiz, “Literatura en estado de archivo” Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 5 / diciembre 2018 / pp. 23-44 26 ISSN 2422-5932
tintas (sentido retrospectivo del archivo); sino –y entonces el
vértigo– que podrían no ser, que aquello que es “texto” (ese ob-
jeto epistemológico) o “discurso” (ese objeto lingüístico) u
“obra” (ese objeto artístico) podría no ser otra cosa que una es-
peculación –más o menos– documentada. Así el archivo, y más
aún los estado de archivo, evidencian antes que nada un problema
crítico, de la “crítica”, en un sentido tradicionalmente kantiano:
son los límites, capacidad y fundamentos del conocimiento, an-
tes que de un objeto, lo que constituye el problema.
Este vértigo –acompañado ya de una sensación de obso-
lescencia (Montaldo, 2017) ya de una multiplicación de origina-
les efímeros (Groys, 2014), efecto también de la “infamia”
siempre liminar al archivo y sus sujetos (Foucault, s/f)– hace
reverberar aquella inquietud programática que Marcel Duchamp
anotara al inicio de The White Box: “Can Works be made which
are not ‘of art.’?–” (1999: 1). Expectativa más que cumplida por
la crítica literaria, especialmente en las dos últimas décadas del
siglo XX, el impasse del archivo (no sólo el mito) resultó una
respuesta posible a los problemas del canon y el corpus, y a sus
geopolíticas mundiales, nacionales o coloniales, así como una
deriva casi predecible en la serie disciplinar en la que el texto
venía desplazado a la obra y el discurso –y en seguida las prácti-
cas discursivas– al texto. La dificultad de la literatura, de ese
objeto (epistemológico, lingüístico y artístico, siempre metafísi-
co) y –sobre todo– de esa articulación (tan disciplinaria y con-
suetudinaria como vital e ideal, es decir, siempre física), se evi-
denciaba en la órbita desigual de las discusiones sobre la esteti-
cidad o des-estetización del discurso, en la contra-literatura o
consagración del testimonio y el biodrama, en la distinción, al-
cance y capacidad de ciertos sujetos para hablar (o para, mejor
dicho, hacerse oír) así como en un comparatismo cuya universa-
lidad olvidaba, deliberada y sistemáticamente, “las redes de es-
tandarización” (Latour, 2012: 45) confirmando lo que ya a fines
del siglo XIX adquiría forma de fábula: “Una gran parte de la
misión del estudio estético consiste y consistió en servir la co-
mida de la cigüeña en los cacharros de la zorra y viceversa.”
(Brandes, 1946: 12) Esta “lección”, que a principios del siglo
XX Pedro Henríquez Ureña identificaba en Matthew Arnold,
era también “la que enseñó más tarde, para la América española,
José Enrique Rodó” (Henríquez Ureña, 1960: 192) en su Ariel y
era, a fines del siglo XX, lo que Susana Zanetti enunciaba pro-