Eve, “Las humanidades digitales… Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 15 / Diciembre 2023 / pp. 164-191 164 ISSN 2422-5932
LAS HUMANIDADES DIGITALES Y
LOS ESTUDIOS LITERARIOS
1
THE DIGITAL HUMANITIES AND LITERARY STUDIES
Martin Paul Eve
University of London at Birkbeck
Académico, escritor y programador informático. Es líder estratégico para la educación digital y Profe-
sor de Literatura, Tecnología y Publicaciones en Birkbeck, Universidad de Londres. Fue profesor visitante de
Humanidades Digitales en la Universidad de Sheffield Hallam desde 2019 hasta 2022. Anteriormente fue
profesor de inglés en la Universidad de Lincoln, y tutor/profesor asociado en la Universidad de Sussex. donde
completó su doctorado. Ha trabajado en políticas de acceso abierto en educación superior para distintos ámbi-
tos. Es embajador del Plan S y cofundó la Open Library of Humanities. En 2020, fue elegido miembro de
la Asociación Inglesa. Es también desarrollador de proyectos computacionales y de humanidades digitales.
Contacto: martin@eve.gd
ORCID: 0000-0002-5589-8511
DOI: 10.5281/zenodo.10433401
1
Bajo la autorización del autor, publicamos la “Introducción” y las “Conclusiones” de The Digital Humanities
and Literary Studies, Oxford University Press, 2022. Traducción y Edición realizada por Leo Cherri y Julieta
Vanney. La versión original puede encontrarse en https://academic.oup.com/book/38925.
Por el mundo
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Palabras que cuentan
Puede que se haya enterado o puede que no, pero en las dos últimasca-
das ha surgido un movimiento secreto y peligroso en los departamentos
de humanidades a lo largo y ancho del mundo. Me refiero a las llamadas
“humanidades digitales” (o “HD para los entendidos), que están aca-
bando con toda la financiación convencional de las actividades humanís-
ticas tradicionales, y que aportan un sombrío espíritu empresarial y una
mentalidad tecnocrática sobre la lengua, la historia, los clásicos, la arqueo-
logía y cualquier otro espacio disciplinar que esté a su alcance. Aparente-
mente responsables de pervertir los fundamentos humanísticos del pensa-
miento crítico y sustituirlos por mentalidades tecnosolucionistas, las hu-
manidades digitales esn creciendo y prosperando ante nuestras narices y
muchos ni siquiera parecen haberse dado cuenta del peligro. Como Roald
Dahl escrib en su “Great Automatic Grammatizator”, necesitaremos
“fuerza, Oh Señor, para resistir a la quina y al atractivo del capital y la
tecnología. El narrador de Dahl pide valor para mantenerse puro en el arte
por el arte, para resistir la atracción de la tecnoloa. Los críticos literarios
contemporáneos también necesitan fuerza para no rendirse ante la pro-
mesa de abundantes riquezas en el ámbito digital. Danos la fuerza, pro-
pone Dahl, para rechazar estas nuevas formas digitales, aunque eso impli-
que dejar que nuestros hijos mueran de hambre” (1986: 209).
Estoy bromeando un poco. Pero el estudio de la literatura con ayuda
de computadoras es, sin duda, pomico. Los críticos se han burlado de los
métodos digitales en los estudios literarios por ser: inútiles (no nos dicen
nada que no supiéramos ya); triviales (contar la palabra ballena en Moby-
Dick sólo puede decirnos una cosa: con qué frecuencia se utiliza la palabra
ballena en Moby-Dick); neoliberales (la produccn de software es el mo-
delo de erudicn propuesto por Silicon Valley); y simplemente erróneos
(Brennan, 2017; Allington et al, 2016). Los defensores, por el contrario, se
han pronunciado enérgicamente sobre las posibilidades de desarrollo de la
historia literaria a gran escala s allá de las limitaciones que impone a la
lectura la finitud de la vida humana; sobre cómo podemos entender mejor
el género y la forma a través de la visualizacn y la espacialización; e incluso
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sobre las nuevas perspectivas que tales todos podan aportar para re-
pensar los supuestos teóricos básicos sobre la propia literatura.
2
Las huma-
nidades digitales son ciertamente provocativas y generan divisiones.
Uno de los primeros malentendidos que demanda una respuesta reside
en la equiparación de las humanidades digitales” con los estudios digitales
sobre literatura. El acercamiento a la literatura desde un enfoque digital no es
lo mismo que las humanidades digitales”. En efecto, como dice elocuente-
mente Eric Weiskott, “la tecnología digital no transforma el conocimiento de
una sola forma, de manera programática, como tampoco lo hizo la tecnología
de la imprenta” (2017). Por tanto, no nos podemos referir a las “humanidades
digitales” de manera singular. Dado que estas tecnologías no trabajan de ma-
nera sistemática en el marco de una sola epistemología, ni de una sola forma
homogénea sobre un único conjunto de objetos académicos, resulta necesa-
rio señalar que funcionan a través y dentro de diferentes espacios disciplina-
rios. Historiadores, arqueólogos, clasicistas, estudiosos de los medios de co-
municación, etnógrafos, teólogos y antropólogos podrían denominarse hu-
manistas digitales del mismo modo en que lo hacen los infames defensores
de la distante reading en los estudios literarios.
3
Quienes hablan de humanidades
digitales, en singular, suelen borrar con demasiada frecuencia la especificidad
del trabajo disciplinar fuera de su propio campo. Los estudios literarios pue-
den encontrarse entre los mayores responsables de esta ofensa.
Este texto aborda espeficamente cómo algunas preguntas de los
estudios literarios pueden ser respondidas por los métodos computacio-
nales y los análisis tecnológicos. Mi objetivo es ofrecer una introducción
2
Para una selección, véase Lisa Samuels y Jerome J. McGann, “Deformance and Interpretation”, New
Literary History, vol. 30, núm. 1 (1999), pp.: 25-56;
Franco Moretti,
Graphs, Maps, Trees: Abstract Models for Literary
History
(Londres: Verso, 2007); Stephen Ramsay, Reading Machines: Toward an Algorithmic Criticism, Topics
in the Digital Humanities (Urbana, IL: University of Illinois Press, 2011); Franco Moretti, Distant Reading
(Londres: Verso, 2013); Matthew L. Jockers, Macroanalysis: Digital Methods and Literary History, Topics in
the Digital Humanities (Urbana IL: University of Illinois Press, 2013); Tanya E. Clement, “Text
Analysis, Data Mining, and Visualizations in Literary Scholarship”, en Literary Studies in the Digital Age: An
Evolving Anthology, 2013; Ray Siemens y Susan Schreibman, eds., A Companion to Digital Literary Studies,
Blackwell Companions to Literature and Culture (Nueva York: Wiley-Blackwell, 2013); Melissa M. Ter-
ras, Julianne Nyhan y Edward Vanhoutte (eds.), Defining Digital Humanities: A Reader (Farnham: Ashgate
Publishing, 2013); David M. Berry y Anders Fagerjord, Digital Humanities: Knowledge and Critique in a Digital
Age (Cambridge: Polity Press, 2017); Andrew Piper, Enumerations: Data and Literary Study (Chicago, IL:
University of Chicago Press, 2018); Martin Paul Eve, Close Reading With Computers: Textual Scholarship,
Computational Formalism, and David Mitchell's Cloud Atlas (Stanford, CA: Stanford University Press, 2019); Ted
Underwood, Distant Horizons: Digital Evidence and Literary Change (Chicago, IL: University of Chicago Press,
2019). Más adelante, pasaré a examinar con más detenimiento estas críticas.
3
Para más información sobre esto y una serie de ejemplos, véase Bond et al (2017).
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y una visión general de las crecientes intersecciones entre los métodos di-
gitales y los estudios literarios que sirva de punto de partida para quienes
deseen saber más sobre las posibilidades y las limitaciones de las promo-
vidas humanidades digitales en el ámbito literario. Este texto pretende po-
ner en relación tanto a los defensores de las humanidades digitales como
a sus detractores, con el objetivo de ofrecer una perspectiva justa y equili-
brada sobre este controvertido tema. Este libro combina un enfoque in-
troductorio con investigaciones literarias originales. El presente planteo,
por lo tanto, deberá ser capaz de salvar la brecha entre los especialistas
digitales más experimentados y los recién llegados. Dicho esto, aclaro mi
posicn: soy un entusiasta de las posibilidades que ofrecen los métodos
digitales para los estudios literarios incluso reconociendo las ansiedades
alrededor de su desarrollo.
4
Muchos de los temores sobre las humanidades digitales también hacen
hincapié con desdén en el rmino distancia como la llamada distant
reading, el estudio cuantitativo de textos literarios. Les preocupa que el uso
de computadoras nos aleje aún más del placer de la lectura. Mi provocacn
consiste, en el marco de este debate, en considerar que estos métodos digi-
tales pueden acercarnos a los textos literarios y ofrecernos un nuevo punto de
vista para observar sus narraciones. Incluso, extiendo esta idea a las contra-
partes anagicas de los enfoques “digitales”, como la tabulación y la carto-
graa. Las actividades asociadas con la creación de bases de datos y artefactos
digitales, aunque no se realicen digitalmente, pueden ser una nueva forma
de acercarse a las obras literarias. Intento demostrar este argumento a tras
de novedosos estudios de casos que presento en el libro, pero tambn ha-
ciendo referencia a estudios realizados por otros.
Uno de los aspectos s interesantes de los estudios literarios es que,
aunque en la actualidad son una asignatura sica de las humanidades en
el Norte Global anglófono, en realidad no son tan antiguos. La disciplina
disruptiva “English language and literature, que alcanzó un lugar central
en las universidades de todo el mundo en tan sólo siglo y medio, no por
casualidad durante el auge del Imperio Británico, se fundó en 1828 en el
University College London (Underwood, 2013: 81; Court, 1992; Graft,
1989). (Aunque, en particular, Birkbeck, la universidad hermana más anti-
gua de la UCL, ya impara estudios literarios en un contexto de educacn
4
Este entusiasmo puede deberse a mi formación como programador informático. A la inversa, la ansie-
dad surge de mi posición dentro de los estudios literarios. Algunos podrían afirmar que mi defensa refleja
el deseo de aportar al campo un conocimiento poco común de la cuantificación. ¿Será que estoy simple-
mente aportando una experiencia que tengo, pero que muchos otros no tienen, para cambiar para peor
el antiguo campo de los estudios literarios? Por otro lado, también quiero señalar que he realizado mu-
chos trabajos de crítica literaria no digital.
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superior en 1823. Muchas instituciones escocesas tambn tenían textos
literarios en sus planes de estudios antes de esa fecha). Con el tiempo,
dicha disciplina ha sufrido muchas mutaciones y giros metodológicos.
Además, y a pesar de las protestas de los historiadores revisionistas de
nuestra asignatura, también existen desde hace tiempo profesionales cuan-
titativos en el espacio de los estudios literarios.
Por ejemplo, Vernon Lee, la famosa estudiosa de la estética de la época
victoriana y edwardiana, abogó por un análisis cuantitativo de la literatura
un “experimento estadístico en su obra The Handling of Words (1923) tras
un debate con Emil Reich (Dames, 2007: 188).8 La extensión de las mate-
máticas literarias a los enfoques computacionales tambn se produce en
nuestra historia disciplinar bastante antes de lo que muchos creen. Dart-
mouth College, por ejemplo, ofreció a los estudiantes un módulo titulado
“Análisis literario por computadora en 1969.
5
No cabe duda de que la ver-
tiente cuantitativa de los estudios literarios y su extensión a los modos
computacionales ha estado presente desde hace bastante tiempo.
Hay que reconocer que la era digital de acceso masivo a la compu-
tación y a Internet por no hablar de los textos digitalizados ha acelerado
la presencia de este impulso cuantificador y ha trdo para los estudios lite-
rarios un sinfín de nuevas posibilidades, pero también de desafíos. Uno de
los motores ha sido la proliferacn y el estudio de la literatura electrónica
y de la electrónica en la literatura. Por ejemplo, Jessica Pressman exami
notablemente cómo muchas literaturas electrónicas contemporáneas es
decir, textos nacidos y publicados digitalmente aprovechando las posibili-
dades de la electrónica reelaboran los textos modernistas para producir
“críticas inmanentes sobre su contexto tecno-cultural” (2014: 156). Ade-
más, otros estudiosos conocidos como N. Katherine Hayles (2002) también
han comenzado a estudiar la forma en que las novelas impresas contempo-
ráneas funcionan como textos que emulan o anticipan las posibilidades de
la literatura digital, como por ejemplo en House of Leaves (2000) de Mark Z.
Danielewski (Pressman, 2006). Zara Dinnen también ha mostrado recien-
temente cómo las tecnologías digitales se han convertido en algo banal
en la ficción contemporánea, haciéndonos inconscientes de las formas en
que estamos co-constituidos como sujetos con los medios de comunica-
ción (2018: 1). Estos enfoques de “sistemas de medios distribuidos” de la
literatura electrónica, o de la literatura que nace y se lee en entornos elec-
trónicos, son cada vez más importantes (Hayles, 2012: 212).
5
Ver Annette Vee “Literary Analysis by Computer”. Offered at Dartmouth, Winter 1969, Working with
Paradise Lost. #1960sComputing, @anetv, 2017
<https://twitter.com/anetv/status/919219418189660160>.
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Dicho esto, algunos comentaristas han insistido en que las humanida-
des digitales no deben entenderse como el estudio de artefactos digitales,
nuevos medios de comunicación o cultura contemporánea, en reemplazo de
artefactos físicos, medios antiguos o cultura histórica(Burdick et al, 2012:
122). No estoy totalmente de acuerdo con esta apreciación. En este libro, me
centro en cómo los métodos digitales los methods of the medium, tomando la
expresión de Richard Rogers (2015: 1) pueden aplicarse a la literatura, ya sea
digital o impresa. Sin embargo, también me centro en cómo los medios digi-
tales condicionan las posibilidades de esas literaturas. En otras palabras, en
varios momentos de este libro leo artefactos digitales u obras que contienen
elementos digitales, utilizando todos críticos literarios más convenciona-
les. Sin embargo, junto con esto, me centraré, naturalmente, en cómo las he-
rramientas digitales pueden influir en esos artefactos literarios. Por necesidad,
esto implica algunos límites de exclusión. Todos utilizamos ya tecnologías di-
gitales en nuestro estudio de la literatura: el omnipresente Microsoft Word,
por ejemplo. Sin embargo, no se puede decir que el uso de este tipo de soft-
ware nos convierta en un humanista digital de la literatura.
6
¿Qué preguntas?
¿Qué podríamos incluir en la retórica de los “métodos digitales” y qué clase
de preguntas estos todos pueden responder? Es innegable que se nece-
sita un tipo particular de pensamiento “descomposicionalpara hacer uso
de los métodos digitales.
7
Esto quiere decir que los métodos computacio-
nales requieren de problemas que puedan ser divididos en pequeñas unida-
des abordables por hipótesis direccionadas y empíricamente verificables, a
las que algunos trabajos de interpretación literaria no se adaptan.
Un ejemplo puede servir para ilustrar este pensamiento descomposi-
cional (o computacional). Consideremos el género de los consejos para
escritores. Esta forma parece casi tan antigua como la propia escritura, ya
que Platón, en el Fedro, desaconseja el propio acto de escribir: el que piensa
en dejar un arte por escrito, y, de la misma manera, el que lo recibe, deja
algo claro y firme por el hecho de estar en letras, rebosa de ingenuidad”
(1988: 404). De hecho, los escritores siempre han tratado de aconsejar a
otros escritores. Hace tiempo sospecho que los escritores que dan estos
consejos son un tanto hipócritas y no hacen aquello que dicen.
Sin embargo, podríamos ir más allá y desglosar (descomponer) este
problema ejemplar en componentes abordables, como he venido haciendo
6
Dicho esto, no pretendo adentrarme en el atolladero de la definición de las humanidades digitales, que
se ha abordado ampliamente en publicaciones como Terras et al (2013)
7
Tomo prestada esta terminología de D. L. Parnas (1972: 6) y West (2004).
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en trabajos recientes con Erik Ketzan. De hecho, no podemos valorar -
cilmente algunos tipos de consejos. Si un escritor nos dice que la clave para
escribir bien es escribir todos los días, o algo parecido, debemos creerle.
Sin embargo, a veces los escritores (de manera imprudente) dan consejos
que son más susceptibles de comprobación empírico. El escritor de novelas
de terror Stephen King es un ejemplo de ello. En sus memorias publicadas
en el año 2000, On Writing, King dice al lector el adverbio no es tu amigo
(2012: 138). Al parecer King excluye los adverbios temporales y las frases
adverbiales de su escritura (2012: 140). En este caso, un conjunto de pro-
blemas abordables o descompuestos para el análisis computacional podría
ser: ¿con qué frecuencia Stephen King utiliza adverbios? ¿Esto cambiado a
lo largo de su carrera a medida que madura su escritura? (cf. Blatt, 2017).
En rminos generales, con muchas salvedades que no aborda aquí, pero
como se muestra en la Figura I.1, la respuesta a esta última pregunta es: .
Lo que el crítico haga a continuación con esta conclusión sigue siendo una
cuestión de interpretación. Sin embargo, es innegable que este método nos
permite ver algo de un texto que antes desconocíamos.
8
Textos
Figura I.1 Frecuencias relativas de adverbios a lo largo de la carrera de
Stephen King, excluidos los adverbios temporales y las frases adverbia-
les, utilizando el modelo Stanford PoS tagger english-left3words-distsim
con un margen de error aproximado del 3%. Este gráfico ha sido copro-
ducido con Erik Ketzan.
8
Extraje este resultado de un work in progress que estoy realizando con Erik Ketzan.
0.014
0.012
0.01
0.008
0.006
0.004
0.002
0
Frecuencia relativa
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¿Necesitaba una computadora para obtener el resultado de la figura I.1?
Podría haber leído secuencialmente las novelas de Stephen King, mar-
cando los adverbios apropiados y llevando un recuento. Sin embargo, esto
probablemente me hubiera llevado varios meses, sino años, de tedioso y
repetitivo trabajo de lectura, simplemente para responder a una pregunta
empírica básica. El enfoque computacional utilizado aquí no supuso una
diferencia de tipo, sino una diferencia de escala, grado y velocidad. En estos
casos, los métodos digitales en los estudios literarios orbitan alrededor de
cuestiones tales como repeticn, escala y velocidad/tiempo.
9
De hecho, la compensación específica que se hace en las formas de
la así llamada distante readingtodos computacionales para examinar
textos se ubica entre resolución y tiempo. Hay un 3% de margen de error
en el proceso de etiquetado de los textos en mi experimento sobre las
novelas de Stephen King. Es decir, por cada 100 palabras procesadas,
aproximadamente tres sen clasificadas erróneamente. Esto significa que
en el caso de Salem’s Lot, por poner un ejemplo, aproximadamente 353
adverbios de mi lista podrían no serlo. También significa que el sistema
pasó por alto otros adverbios que estaban mal etiquetados. Es decir, perdí
la resolución y la precisión que proporciona la lectura real a costa de ganar
varios meses para otras actividades y, aun así, sigo intentando definir a
grosso modo cuán equivocados pueden llegar estar mis resultados. Dicho
esto, no hay ninguna garantía que si hubiera emprendido un ejercicio de
lectura manual intentando etiquetar adverbios no haba incurrido tambn
en un mero comparable de errores, omitiendo algunos adverbios y atri-
buyendo incorrectamente otros.
En esta situación particular, puede ser que el margen de error sea
demasiado alto para sacar una conclusión lida sobre el consejo de Step-
hen King. Tal vez la única respuesta sea leer las obras como es debido
(aunque, como ya se ha dicho, cualquier tarea de catalogación repetitiva
de este tipo también es propensa al error humano). Sin embargo, muchos
de los problemas de escala con los que tienen que lidiar los estudios lite-
rarios digitales no pueden resolverse mediante prácticas de lectura tradi-
cionales. Supongamos, por ejemplo, que se desea comentar la ficción con-
temporánea de un soloo y sus tendencias generales. Pero no me refiero
a la ficción premiada de un solo año, sino a toda la ficción. Tomemos como
ejemplo el año 2015. ¿Cnto tenda que leer un investigador para poder
sostener alguna afirmación, con absoluta certeza, sobre las tendencias ge-
nerales de toda la ficcn inglesa publicada en dicho año? Sen Bowker,
en 2015 se publicaron casi 220.000 novelas en inglés. Estimando que la
9
Para ampliar este tema ver Jay Jin, Problems of Scale in Close and “Distant” Reading’, Philological
Quarterly, vol. 96, num. 1, pp. 10529, 2017.
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esperanza de vida humana es de unos 71 años, según las cifras de la Orga-
nización Mundial de la Salud, haba que leer diez novelas ala, todos los
as a partir de los diez años, lo para haber leído toda la ficción inglesa
publicada en 2015 (Fredner, 2017; Eve, 2019).
Lostodos computacionales para el estudio de la literatura no son,
pues, una mera consecuencia de la capacidad técnica. Por el contrario,
también responden a críticas espeficas sobre la formación del canon. En
un mundo en el que ni siquiera es posible leer toda la ficción en inglés
publicada en un solo año, los cánones a los que dedicamos nuestro tiempo
son necesariamente limitados, pero por ello mismo también están sesga-
dos. La tarea de filtrar los tulos a los que prestar atención suele estar
delegada en los premios literarios y en los procesos de selección interna
de las grandes casas editoriales. Sin embargo, ésta no es una base sólida
para examinar la literatura de cualquier época. Con estas limitaciones, “no
leer”, como dice Lisa Marie Rhody, se ha convertido en “el sucio secreto
a voces de todos los cticos literarios(2017: 659). Entre los polos de la
atención detallada a un canon limitado y el vacío de ser incapaz de leerlo
todo se sian los métodos digitales a los que nos dedicaremos en este
texto.
*
Aunque lo anterior pudo haber pintado un panorama esperanzador sobre
mo los todos digitales podan ayudarnos con el empirismo literario
a gran escala, existen muchos retos para nuestra disciplina debido al tra-
bajo que suponen de las humanidades digitales. Uno de ellos es relacio-
nado con el desarrollo de herramientas. Digamos que, en lugar de escuchar
los consejos de King sobre los adverbios, hubiera tomado como objeto de
mi investigación su consejo sobre los símiles (2012: 208-9). He aquí una
pregunta razonable y descompuesta sobre este tema: ¿con qué frecuencia
utiliza símiles Stephen King en comparación con un corpus similar de es-
critores estadounidenses?. Sin embargo, resulta que la detección y el es-
tudio computacional de los símiles es un problema complicado con bajos
índices de precisión (Naculae y Yaneva, 2013; Mpouli, 2016). Desarrollar
las herramientas que permitian que esto funcione a cualquier escala lle-
varía años de desarrollo de software en cooperación con informáticos y
lingüistas. Aunque podría tener aplicaciones s generales, este proceso
de desarrollo probablemente llevarías tiempo que la lectura manual del
material; un ejemplo del tipo de compromiso temporal que debe tenerse
en cuenta en cualquier desarrollo de software.
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Se me ocurre otra pregunta bien descompuesta que imagino que po-
dríamos responder con enfoques computacionales: ¿las novelas generan
patrones similares de respuestas afectivas a lo largo de sus arcos narrati-
vos? Es decir, ¿comparten las novelas patrones argumentales comunes que
crean flujos emocionales similares en los lectores? Ésta es precisamente
una de las preguntas a las que Matt Jockers ha intentado dar respuesta con
su programa syuzhet, que trata de mapear el sentimiento dentro de los tex-
tos literarios. Una vez más, sin embargo, se trata de una tarea computacio-
nal difícil que la mayoría de los estudiosos de la literatura no podrían ni
siquiera empezar a realizar.
10
En este sentido, la adopcn de métodos di-
gitales en los estudios literarios plantea un problema de capacidad de tra-
bajo y de conocimiento del campo.
Otro elemento problemático para los métodos computacionales en
los estudios literarios es la disponibilidad legal de los propios textos.
11
Para
realizar cálculos sobre un texto, como si fueran datos, se necesita una co-
pia digital de la obra literaria. Esto puede parecer trivial en la era del Kindle
de Amazon. Sin embargo, la versión necesaria para la mayoría de los mé-
todos digitales es una edición en texto plano, libre de las tecnologías de
gestión de derechos digitales (DRM, por sus siglas en inglés). En EE.UU.
y el Reino Unido, eliminar el DRM de un archivo protegido es un delito
penal, no lo una ofensa civil. Esto significa que no se puede obtener
el permiso para eliminar el DRM de un archivo digital, incluso por parte
del titular de los derechos, más allá de si hacerlo es técnicamente cil.
Muchos acamicos que trabajan en estudios literarios digitales parecen
ignorar esta situación legal por conveniencia y, aunque no consignen las
fuentes de su trabajo, esto representa una posición ética y jurídica difícil.
Dicho esto, hay dos factores atenuantes. En primer lugar, gran parte de
los trabajos de humanidades digitales se realiza sobre material literario his-
rico no protegido por derechos de autor (aunque esto aun requiere el
acceso a una versión libre de DRM, lo que no puede presumirse). En se-
gundo lugar, el Centro de Investigación HathiTrust
12
un vasto archivo de
16,7 millones de artículos ha ampliado el acceso a material que n está
protegido por derechos de autor para investigaciones no-consuntivas [no-
10
Ver, por ejemplo, Jockers (2014, 2015, 2017), Swafford (2015a y b) y Schmidt (2016).
11
Una vez más, agradezco a Erik Ketzan que me llamó la atención este asunto.
12
HathiTrust Digital Library, “HathiTrust Research Center Extends Non-Consumptive Research Tools
to Copyrighted Materials: Expanding Research through Fair Use”, Perspectives from HathiTrust, 2018.
<https://ischool.illinois.edu/news-events/news/2018/10/hathitrust-research-center-extends-non-
consumptive-research-tools>.
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consumptive].
13
Se trata de un cambio positivo y trascendental que construye
una defensa legal amparándose en la legislación estadounidense sobre de-
rechos de autor, y que amplía enormemente el acceso a material que de
otro modo no estaa disponible.
Por último, y en relacn con la génesis de las literaturas electrónicas,
los estudios literarios digitales con frecuencia quedan encallados en las ro-
cosas costas de la evaluación. Los conjuntos de datos, los gráficos, las -
neas de tiempo interactivas, los programas inforticos y otros artefactos
digitales no suelen ser reconocidos como productos académicos válidos
dentro de las disciplinas humanísticas. Un tipo de práctica de diseño se
sitúa en el núcleo de este tipo de trabajo, que no se parece necesariamente
al trabajo en los estudios literarios (Burdick et al, 2012). Esto conduce
esencialmente a una situación en la que se fuerza a aquellos que realizan
trabajos digitales a constrir sus resultados a través de formas existentes
y reconocidas para la evaluación, la contratación, la promoción y la titula-
ridad de puestos (Dunn, 2014). Incluso el hecho de que los estilos de ci-
tación normalmente requieran la referencia a un número de página codifica,
dentro de un localizador de recursos, una supuesta forma de publicación. Los
medios impresos siguen estando firmemente entronizados en el centro de
estas prácticas de citacn. Para contrarrestar esta situación, las sociedades
científicas han formulado una serie de principios de evaluación para los
estudios digitales, aunque su adopción sigue siendo lenta (cfr. Nowviskie,
2011; American Historical Association, 2015; Jamali et al, 2016; Moore,
2017). En el centro de este desafío para los estudios literarios digitales, sin
embargo, yace una ansiedad mucho más profunda, un acto de examen de
conciencia por parte de nuestra disciplina. Esta postura introspectiva exige
preguntarnos: ¿son los estudios literarios digitales realmente estudios litera-
rios? ¿Deberían los estudiosos de la literatura producir datos, digos y
gráficos, y debean obtener una recompensa por esto? Y, finalmente,
esto nos conduce a preguntarnos: ¿es este nuevo modelo una amenaza para
nuestra disciplina y su evolucionado estado de práctica?
Las humanidades digitales y sus descontentos
¿Cómo podemos entender una doble lógica en la que el trabajo de los
estudios literarios digitales es a la vez tan poderoso como para desplazar a
los humanistas tradicionales, amenazando con absorber totalmente a la
disciplina, mientras que al mismo tiempo son tan poco comprendidos que
13
Nota de traducción: el término hace referencia a un consumo distinto de los textos, no en términos de
lectura humana (lo que sería un consumptive use), sino en términos de datos a través de herramientas
computacionales.
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Número 15 / Diciembre 2023 / pp. 164-191 175 ISSN 2422-5932
necesitan ser suplementados por la publicación tradicional? ¿Cómo es po-
sible que algunos consideren el trabajo digital en las humanidades como
un camino seguro hacia la obtención de financiamiento y la titularización
de cargos, pero, al mismo tiempo, como algo arriesgado, en palabras de
Kathleen Fitzpatrick (2011) y Mark Sample (2012)?
14
De hecho, como ya he insinuado, no todo el mundo es contento
con el auge de las humanidades digitales o los estudios literarios digitales.
El actual ascenso de las tecnologías digitales junto con la racionalidad po-
lítica conocida como neoliberalismo ha hecho que muchos desconfíen
profundamente de la agenda digital. Daniel Allington, Sarah Brouillette y
David Golumbia llegan incluso a afirmar que:
Las poticas y las instituciones neoliberales valoran el trabajo acamico
que produce resultados inmediatamente utilizables por la industria y que
produce graduados formados para los requisitos actuales del lugar de tra-
bajo comercial. [] Al proporcionar un modelo para la enseñanza y la
investigación en humanidades que parece superar estas limitaciones perci-
bidas, las Humanidades Digitales han jugado un rol destacado en la rees-
tructuración corporativista de las humanidades. […] A pesar de sus afir-
maciones expcitas, las Humanidades Digitales no se centran en el uso de
metodologías digitales o cuantitativas para responder a las preguntas de
investigación en humanidades. Se trata, por el contrario, de la promocn
del aprendizaje basado en proyectos y la investigación de laboratorio por
encima de la lectura y la escritura, el cambio de imagen del empleo inse-
guro en el campus por una elección empoderada de carrera alt-ac
15
, y la
redefinición de la experienciacnica como una forma (de hecho, la forma
superior) de conocimiento humanista (Allington et al, 2016).
El neoliberalismo probablemente se defina mejor como un modo de econoa
política que surgió a partir de la cada de 1980 en el que la economía como
gica social dominante produce un desencantamiento de la política (Brown,
2015 y 2019; Davies, 2014). Bajo dicha lógica, la econoa debe constituir la
base de todas las decisiones estatales. El propio Estado se limita a garantizar que
se cumplan las condiciones para el intercambio de mercado, incluso cuando el
propio Estado debe funcionar con una lógica de mercado: el Estado bajo la
supervisión del mercado, como dea Michel Foucault (2008: 116).
14
Partes de esta sección aparecieron en Martin Paul Eve, “Violins in the Subway: Scarcity Correlations,
Evaluative Cultures, and Disciplinary Authority in the Digital Humanities”, en Digital Technology and the
Practices of Humanities Research, editado por Cambridge. Jennifer Edmonds (Cambridge: Open Book Pu-
blishers, 2019).
15
Nota de traducción: el término “Alt-acse refiere a los puestos que no son tenure-track o, incluso, ni si
quiera están enfocados en la docencia, sino que realizan trabajos administrativos o de gestión académica
con extensión en investigación.
Eve, “Las humanidades digitales… Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 15 / Diciembre 2023 / pp. 164-191 176 ISSN 2422-5932
Dentro de esta definición, se vislumbra mo las humanidades digitales
pueden parecer neoliberales. Si el neoliberalismo es el desencanto de la política
por la economía, entonces los métodos digitales para estudiar la literatura apa-
recen como el desencanto de la literatura por las computadoras. Ades, en
opinión de Allington, Brouillette y Golumbia, las estructuras laborales de las
humanidades digitales son su peor aspecto. Pues en la posición privilegiada de
los saberes tecnocticos, que supuestamente se ubican por encima de las epis-
temologías humanistas, ellos ven una réplica de patrones sociales s amplios
de precariedad en el marco de las humanidades digitales. (Aunque observo que
el estudio material de los textos, por ejemplo, ha tenido durante mucho tiempo
un intes tecnoctico en, digamos, los procesos de fabricacn de los libros).
No es mi objetivo aquí refutar sisteticamente los argumentos de Allington,
Brouillette, y Golumbia, que se mueven entre ataques específicos a la Universi-
dad de Virginia, la Fundación Andrew W. Mellon, y declaraciones más amplias
sobre el trabajo y el neoliberalismo, pero sólo señalaré que me parece extraño
creer que los estudios literarios digitales producin hallazgos inmediatamente
utilizables por la industria”. Parece realmente optimista pensar que, por ejejm-
plo, los hallazgos a gran escala sobre la historia del género literario o la repre-
sentación de nero utilizando métodos computacionales, sen instannea-
mente monetizables”, por utilizar una palabra de moda.
16
Otra de las críticas
que se hacen a los estudios literarios digitales en este mismo artículo pero que
se repite en otros es que los enfoques digitales implican “el desplazamiento de
la investigación y el activismo políticamente progresistas en favor de la fabrica-
cn de herramientas y archivos digitales”. Es decir, la afirmación aquí es que
los estudios literarios digitales suponen un formalismo apotico, en el mejor de
los casos, e inmoral en el peor, que opera en detrimento de modos de la ctica-
política ahora considerados convencionales dentro de la disciplina. Una de las
plicas s obvias a tal afirmación, aunque penosa, es señalar que los efectos
políticos de la crítica literaria son, con frecuencia, exagerados. Ciertamente, po-
demos afrimar que Aime Cesaire, Frantz Fanon, Judith Butler, entre muchos
otros en el campo de los estudios postcoloniales y de género, han dejado un
legado potico duradero. Sin embargo, aunque no estoy totalmente de acuerdo
con su pomica exhortación a abandonar la ctica, Rita Felski tiene razón
cuando escribe que, en general, la ctica y la sospecha en los estudios literarios
son menos heroicas y s monótonas y rutinarias de lo que podríamos pensar
(2015: 47). La rutinización y normalización de la crítica en los estudios literarios
puede haber atenuado su poder.
Dicho esto, es dicil sobredimensionar la influencia que la teoa ctica
ha tenido en los departamentos de literatura de todo el mundo. El MacCabe
Affair, en el Reino Unido, es un buen ejemplo del nivel de disrupcn que los
paradigmas teórico-literarios han generado en los departamentos anteriormente
16
Véase por ejemplo Ted Underwood, “The Life Cycles of Genres”, Journal of Cultural Analytics, vol. 1,
núm. 1 (2016). <https://doi.org/10.22148/16.005>.
Eve, “Las humanidades digitales… Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 15 / Diciembre 2023 / pp. 164-191 177 ISSN 2422-5932
formalistas. En este caso, se le ne a Colin MacCabe un puesto como titular en
la Universidad de Cambridge por su apoyo a los enfoques tricos una noticia
que, increíblemente, lle a la portada del periódico The Guardian (Mulhern,
1981: 27-8; Morgan y Baert, 2015). Algunos comentaristas temen que las huma-
nidades digitales presagien una suerte de retorno de ciertas posturas apolíticas y
formalistas anteriores de las disciplinas humanistas.
También cabe señalar que esta ctica a la apoliticidad de lo digital puede
aplicarse a cualquier otra obra de crítica literaria estico-formalista. La crítica
literaria se ha movido mucho tiempo entre los enfoques estéticos y teticos
que utilizan lecturas poticas. Ciertamente, la evidencia empírica que aportan los
enfoques digitales suele ser formalista. Sin embargo, lo que importa es lo que
uno hace con ella.
17
Como Lisa Gitelman expresa hábilmente, siguiendo a Geof-
frey C. Bowker, los datos brutos son un oxímoron(2013: 1). La importancia
política, o no, del trabajo digital depende del uso que uno haga de las palabras
en unagina, ya sea si fueron filtradas a tras de una computadora o si se leen
a ojo. Por último, si la ctica es que lo apolítico (o incluso inmoral) es el tiempo
dedicado a crear herramientas, se podría decir exactamente lo mismo de cual-
quier tipo de lectura/pensamiento/toma de notas o procedimiento metodo-
gico para el estudio de la estica. Cualquier tipo de actividad crítico-literaria
requiere un nivel de trabajo de base que contribuya a ponerle punto final a una
discusión. Cuando se trata de trabajo digital, no obstante, parece haber un nivel
adicional de crítica.
Sin embargo, en los últimos años se ha producido un crecimiento explo-
sivo del volumen de estudios que relacionan las humanidades digitales y la ética.
Por ejemplo, entre los trabajos recientes más importantes se encuentran Race
After Technology: Abolitionist Tools for the New Jim Code (Press, 2019) de Ruha Ben-
jamin. En este libro, Benjamin sostiene que los prejuicios raciales se inscriben
repetidamente en los algoritmos bajo el manto de la objetividad, un fenómeno
que ella denomina el nuevo código Jim, en referencia al nombre informal del
sistema de segregación de los Estados Unidos. Igualmente importante es Black
Software: The Internet and Racial Justice, from the AfroNet to Black Lives Matter de
Charlton D. McIlwain, que traza la historia de una vanguardia que demuestra
cómo la poblacn negra se ha apropiado de una tecnoloa que no se diseñó
originalmente teniendo en cuenta nuestras preocupaciones” y, al mismo tiempo,
muestra “cómo la tecnoloa infortica se construyó y desarrolló para mante-
ner a la Arica negra dócil y en su lugar” (2020: 7). Además, Data Feminism de
Catherine DIgnazio y Lauren F. Klein, es una denuncia condenatoria de cómo
la desigualdad de nero está inscrita en las culturas del big data que impregnan
nuestras sociedades. Sin embargo, s que un simple diagstico del problema,
D’Ignazio y Klein ofrecen un poderoso marco ctico para que aquellos que tra-
bajan examinando cómo se utilizan los datos computacionalmente puedan co-
rregir este desequilibrio.
17
Para un ejemplo del uso de enfoques data-driven con un fin ético véase Richard Jean So, Redlining Culture:
A Data History of Racial Inequality and Postwar Fiction (Nueva York: Columbia University Press, 2020).
Eve, “Las humanidades digitales… Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 15 / Diciembre 2023 / pp. 164-191 178 ISSN 2422-5932
Hay otras obras en la intersección de las humanidades digitales y la ética
que merecen un examen más detenido. La primera es New Digital Worlds: Postco-
lonial Digital Humanities in Theory, Praxis, and Pedagogy de Roopika Risam, una obra
que fusiona dos corrientes de investigación relevantes. La primera es el conocido
paradigma de los estudios poscoloniales, en el que se demuestra que los funda-
mentos de los estudios literarios y la historiograa ya sean anglófonos, francó-
fonos, hispanófonos o lusófonos esn inextricablemente vinculados al auge
del colonialismo europeo (2018: 25). La segunda es el tema de este libro: las
humanidades digitales. El nuevo campo de las humanidades digitales poscolo-
nialesque plantea Risam explora la relación de la pctica digital con las inter-
secciones de raza, género, clase, nacn, sexualidad, capacidad y otros ejes de
identidad y opresión. Se trata de un campo que presta atención a la política y
a la teoría que subyacen en la creacn de conocimiento que despejen el espacio
dando lugar a nuevos modos de pensamiento que pongan en primer plano lo
particular sobre lo universal y lo local sobre lo global en la producción del regis-
tro cultural digital (2018: 30).
Quizás una de las observaciones más astutas del libro de Risam se encuen-
tra en su analogía entre la programación y la literatura en tanto comparten un
esfuerzo con por la creacn de mundos. Esto puede parecer extravagante,
pero muchos libros sobre el estudio de la programación, como Object Thinking
de David West, publicado por Microsoft, destacan que la programación orien-
tada a objetos (POO) es, como mínimo, una forma de modelar el mundo. Para
Risam, siguiendo a Matthew Kirschenbaum, la cuestión es que, si el programa-
dor se convierte en el creador del mundo, encargado de definir las reglas y las
caractesticas del mundo, los enfoques digitales presentan peligros y oportu-
nidades. Los peligros consisten en que esta acertada descripción de la progra-
mación pone de manifiesto la dimica colonial de la producción de conoci-
miento y puede acabar reproduciendo las hegemoas del mundo real’”. La
oportunidad que plantea Risam es un conjunto de mundos digitales que no cai-
gan presos de este riesgo de repetición. ¿Poda tratarse de mundos, se pre-
gunta, “que imaginen nuevas formas de resistencia a través de la producción de
conocimiento digital? (2018: 33-4).
El trabajo de Risam también es muy bueno a la hora de deshacer las pri-
meras historias upicas de Internet y la cibercultura. Como señala, el optimismo
inicial de estudiosos como Frank Biocca, Larry McCaffery y Michael Benedikt
estaba fuera de lugar. En palabras de Risam, ellos van Internet como un es-
pacio de libertad y creación que existe al margen de las iniquidades de la expe-
riencia vivida (36).
18
Sin embargo, como han señalado posteriormente estudio-
sos de los nuevos medios como Wendy Chun, Anna Everett y Lisa Nakamura,
18
Se refiere a Larry McCaffery, “Introduction: The Desert of the Real”, en Storming the Reality Studio: A
Casebook of Cyberpunk and Postmodern Science Fiction (Durham: Duke University Press, 1991); Frank Biocca,
Communication Within Virtual Reality: Creating a Space for Research, Journal of Communication, vol. 42,
núm. 4 (1992), <https://doi.org/10.1111/j.1460-2466.1992.tb00810.x>; Michael Benedikt (ed.), Cyber-
space: First Steps (Cambridge: MIT Press, 1994).
Eve, “Las humanidades digitales… Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 15 / Diciembre 2023 / pp. 164-191 179 ISSN 2422-5932
la representatividad poblacional de este espacio democtico es más baja de lo
que nos gustaa. El espacio supuestamente democtico de Internet ha dado
lugar a la falsa noción de que Internet es incorpóreo y es protegido de las
desigualdades sociales, una afirmación claramente falsa que se refleja en el ra-
cismo replicado de, por ejemplo, la inteligencia artificial y el reconocimiento
facial (36).
¿Dónde está la crítica cultural en las humanidades digitales? se pregun-
taba Alan Liu en 2012. Su crítica era que las humanidades digitales esn perdi-
das en acción en la escena de la crítica cultural, descuidando la inflexión refle-
xiva vista en otros campos adyacentes, como los nuevos Media Studies. Sin em-
bargo, me gustaría aventurar que, si bien este movimiento ha tardado en llegar,
proyectos como el de Risam extienden dicho movimiento de las humanidades
digitales hacia áreas valiosas del discurso crítico y demuestran que ha habido
figuras que reflexionaron sobre esta área durante algún tiempo.
Un segundo ámbito en el que observamos un aumento de las interseccio-
nes éticas es el de la historia cultural digital. Aunque no pertenece estrictamente
al ámbito puramente literario, se trata de un campo en plena expansn. En par-
ticular, los recientes trabajos de Marie Hicks se han centrado en cómo las muje-
res formaban elcleo duro de los primeros operadores y trabajadores infor-
ticos, pero fueron borradas de estos papeles cuando surg una industria in-
formática oficial. Esto, por supuesto, tiene profundas implicaciones para la
forma en que la informática se ha extendido por todo el mundo y ha generado
repercusiones, diría yo, para la forma en que consideramos la adopcn de las
tecnoloas digitales en el espacio de los estudios literarios. A modo de antece-
dente, cabe señalar como hace Hicks que el rmino computer se refería ori-
ginalmente a una persona. En concreto, se refea a una mujer empleada para
realizar cálculos. En la década de 1940, el manejo y la programacn de compu-
tadoras se consideraba un trabajo de mujeres, pero en la cada de 1960, a me-
dida que la infortica ganaba importancia e influencia, los hombres desplaza-
ron a las miles de mujeres que haan sido pioneras en un campo de trabajo
feminizado, y el campo adquirió una distinguida imagen masculina (Hicks,
2018: 1).
El estudio de Hicks es quizás más valioso por el hecho de que, si bien es
un estudio de un área tecnológica de desarrollo, su principal objeto de atención
se centra en las condiciones sociales que rodean el desarrollo de la computación.
Es decir, no es el desarrollo de la tecnoloa lo que interesa a Hicks, sino cómo
el campo replicó el privilegio social a pesar de la participación temprana de las
mujeres. De hecho, Hicks distingue una fase regular de feminización al principio
del desarrollo de muchas nuevas tecnologías: un patrón histórico familiar que
aparece desde la fabricación textil hasta la mecanograa. Esto no ocurrió en el
cambio de la informática a los componentes electromecánicos, principalmente
porque los sistemas educativos privilegiaron el acceso masculino a las compu-
tadoras como juguetes del futuro y asumieron que había un intes natural entre
los varones por la infortica y sus tecnologías asociadas.
Eve, “Las humanidades digitales… Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 15 / Diciembre 2023 / pp. 164-191 180 ISSN 2422-5932
Hicks también señala, sin embargo, contextos nacionales específicos que
contribuyen a la desigualdad de nero en la industria infortica. El caso bri-
nico presenta un ejemplo de una iniciativa gubernamental top-down para in-
formatizar que vino acompada de una discriminación estructural expcita
en, por ejemplo, las estructuras salariales relativas al nero del servicio civil
brinico. La modernización de las tecnoloas no viene acompañada, tal vez de
manera evidente, de avances sociales afines.
Indirectamente, sin embargo, la sexualidad también contribuye a la divi-
sión sexual del trabajo en el contexto británico. El supuesto en el que se basaba
gran parte de la jerarquía británica del valor del trabajo era que un hombre, en
tanto sostén de hogar, tenía que ganar lo suficiente para mantener a una familia
nuclear. Por el contrario, se suponía que las mujeres que trabajaban no tenían
las mismas necesidades salariales y, por lo tanto, todo el sistema de remune-
ración estaba estructurado para pagar menos a las mujeres que a los hombres.
Esta asuncn, en otras palabras, partía de la base de que todas las mujeres ade-
s de ser heterosexuales, se casaan y, por tanto, serían proveídas por un hom-
bre. De modo que, en este caso, es imposible separar la sexualidad asumida de
los roles de nero.
Por supuesto, Hicks no es ni mucho menos la única persona que ha estu-
diado el estatuto de nero del trabajo en el entorno infortico. Los trabajos
de Jennifer Light (1999), Jean Jennings Bartik (2013), Nathan Ensmenger (2010)
y Janet Abbate (2012), entre otros, constituyen el contexto en el que se inscribe
este estudio más reciente. Podríamos considerar s a fondo, también, a Margot
Lee Shetterly, autora de Hidden Figures: The American Dream and the Untold Story of
the Black Women Mathematicians Who Helped Win the Space Race (New York: William
Morrow and Company, 2016)., actualmente una gran película de Hollywood.
Sin embargo, en última instancia, el trabajo de Hicks tiene su recompensa.
La narrativa que traza se enfoca en la caída de la industria informática brinica,
al menos en parte debido a sus poticas salariales y laborales basadas en el gé-
nero. Tambn nos da una pausa para reflexionar sobre la naturaleza crítica del
surgimiento del trabajo de género en la infortica en la Segunda Guerra Mun-
dial y las instalaciones de descifrado de códigos en Bletchley Park. Mientras es-
cribo en 2021, el mundo se enfrenta a la pandemia del coronavirus COVID-19,
un momento de crisis comparable en su perturbación a las dos guerras mundiales
del siglo pasado. Me atrevea a apostar que un programa de reconstrucción tec-
nológica de la econoa será clave para muchas estrategias gubernamentales tras
esta castrofe. Queda por ver si aprendemos las lecciones del estudio de Hicks
a la hora de reproducir estructuras laborales socialmente desiguales en el espacio
digital.
Sin embargo, volviendo a la intersección de estas dos primeras cticas
conjuntas de las humanidades digitales que las humanidades digitales son neo-
liberales y que las humanidades digitales son apoticas hay una tercera: que los
estudios literarios digitales son itiles. Timothy Brennan articuló esto de ma-
nera más aguda en su arculo en Chronicle of Higher Education, titulado The Di-
gital Humanities Bust” (2017), refn con con el que casi cualquiera que haya
Eve, “Las humanidades digitales… Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 15 / Diciembre 2023 / pp. 164-191 181 ISSN 2422-5932
trabajado en humanidades digitales esta familiarizado. Para Brennan, algunas
de las interpretaciones que derivan de los estudios literarios digitales, provienen
de aquello que los investigadores ya sabían de antemano. Esto significa, en su
opinión, que las conclusiones no necesitan los datos y, en consecuencia, son
un tanto itiles.
Sin embargo, hay cuatro argumentos distintos que pueden esgrimirse con-
tra esta ctica. El primero es que las pcticas digitales requieren una validación
a nivel micro para poder ampliarse. Expando este tema en el último capítulo de
este libro, pero basta decir que si se está desarrollando un programa informático
que comprueba determinadas propiedades de los textos literarios, es necesario
conocer las conclusiones con las que se empieza. De lo contrario, no podemos
testear que un programa funciona de la manera esperada con textos que no leí-
mos. Validar que los modelos informáticos llegan a las mismas conclusiones que
los lectores humanos es la única forma de demostrar que un modelo informático
puede ser útil a escalas superiores a la humana. La segunda respuesta es que esta
ctica puede aplicarse a la mayoa de las obras de crítica literaria que realizan
interpretaciones. Al fin y al cabo, las palabras estaban antes en la gina. El
conocimiento crítico literario es un tipo de desenterramiento del contenido la-
tente que siempre fue obvio, después del hecho. Por eso la crítica literaria puede
tener tanto poder: porque hace retroactivamente que algo oculto parezca obvio.
La tercera respuesta a este argumento es que hay un curioso utilitarismo en su
premisa. ¿Desde cndo los estudios literarios deben tener un sentido” o una
razón de ser? ¿Desde cuándo le exigimos a la crítica literaria que sea útil? De
hecho, este tipo de insistencia utilitarista que los estudios literarios digitales
ofrezcan algo útil, con un prosito y que apunten a algo) se encuentra en una
curiosa tensión con la afirmación de que las humanidades digitales son neolibe-
rales. ¿Hay alguna forma, entonces, de que los estudios literarios digitales pue-
dan ganar esta discusn?
19
Si producen un resultado útil, se les tacha de utilita-
ristas y neoliberales. Si se realiza un trabajo sin sentido, se dice que no son lo
suficientemente útiles.
La cuarta, última y más contundente refutación al argumento de que las
humanidades digitales no pueden decirnos nada nuevo es que tal afirmación
simplemente no es cierta. Los métodos digitales pueden desenterrar nuevas
pruebas que anulen el consenso ctico. Es en esta área de impugnación donde
los estudios literarios digitales suelen tener mejores resultados; me refiero a esos
momentos en los que el discurso computacional interactúa con preceptos críti-
cos literarios comúnmente sostenidos y los desarma.
Hay una última y poderosa crítica a los estudios literarios computaciona-
les realizada en 2019 por Nan Z. Da que tampoco puede ser ignorada: que
muchos de los hallazgos de los enfoques cuantitativos, estadísticos y digitales
para el estudio de la literatura son, de hecho, erneos e inexactos. Nan Z. Da
19
Agradezco a Ted Underwood por esta observación.
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Número 15 / Diciembre 2023 / pp. 164-191 182 ISSN 2422-5932
pasó s de dos años rastreando datos de trabajos que utilizaban métodos digi-
tales para estudiar la literatura con el fin de demostrar que sus hallazgos son
irreplicables y, en algunos casos, dsticamente malinterpretados.
Hay algunos puntos del artículo de Da que merecen ser destacados. En
primer lugar, Da considera que los estudios literarios computacionales poseen
estándares s elevados que los enfoques literarios convencionales. Como lo
expresó Alan Liu, en la crítica literaria se hacen constantemente afirmaciones
cuantitativas sobre el arte, tales como “Wordsworth utiliza mucho la palabra
‘alegría en poemas importantes comoTintern Abbey, “evidencia de este tipo
subyace en gran parte de los estudios literarios”, lo que nos regresa a una close
reading. En otras palabras, para Liu, la crítica de Da a las formulaciones cuanti-
tativas de los estudios literarios está desigualmente distribuida. Se centra en lo
digital, cuando los enfoques digitales intentan hacerlo, si no correctamente, al
menos mejor.
20
Esto no quiere decir, por supuesto, que no debamos criticar las
imprecisiones en los estudios literarios digitales/computacionales. Sigue siendo
importante hacerlo y Da ha prestado un gran aporte al salar algunos errores
en la literatura secundaria (aunque algunos destinatarios de su ctica sostienen
que fueron malinterpretados).
El segundo, y curioso punto, es que el artículo de Da es extremadamente
ctico con la financiación que supuestamente reciben los enfoques digitales.
Esta ctica contiene elementos de una polémica anti-HD ahora común: las hu-
manidades digitales están enormemente bien financiadas en comparación con
otras áreas de las humanidades. Sin embargo, la dotacn para 2019 de
155.000.000 de dólares de la National Endowment for the Humanities de
EE.UU. contea tan solo un 2,97% (4.600.000lares) dedicado a las humani-
dades digitales (y ni siquiera corresponde a estudios literarios digitales). Además,
este dinero no se utiliza para pagar software/infraestructura, como se afirma
impcitamente en el arculo (Da señala que la mayor parte del software es gra-
tuito/de código abierto), sino para el trabajo de investigadores y desarrolladores.
Tal vez sea justo hacer un comentario sobre la asignación de fondos por parte
de las humanidades digitales (aunque no es tan grande como otros afirman).
Pero resulta desconcertante ver a personas que abogan por destinar menos di-
nero al estudio de objetos de investigacn humastica. Tal vez no se trata de
un llamado a la reducción general de fondos, sino más bien a la reasignación en
detrimento de los enfoques digitales, como si dicho financiamiento fuera un
juego de suma cero. Esto, sin embargo, impulsa el mismo juego competitivo que
criticamos en otros lugares, enfrentando a supuestos aliados entre sí, en lugar de
trabajar de forma concertada para garantizar un futuro mejor para todas las hu-
manidades.
20
El Twit de Alan Liu apunta: ‘e.g. (generic example): “Wordsworth uses ‘joy’ a lot in important poems
like ‘Tintern Abbey’”. Evidence of that sort underlies much of literary studies, going back to close read-
ing. Let’s compare the statistical validity of _that_ to DH’s attempt to make it, if not right, better”,
@alanyliu, 2019 <https://twitter. com/alanyliu/status/1106109232661725185> .
Eve, “Las humanidades digitales… Revista de estudios literarios latinoamericanos
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Por último, la obra de Da tiene enormes implicaciones infraestructurales
que, en otras disciplinas, ya se esn abordando a través de la retórica de las crisis
de reproducibilidad y replicación. Como se preguntaba Alan Thomas, profesor
de la University of Chicago: ¿hasta qué punto son realistas para autores y edi-
tores las recomendaciones de Da de trabajar con datos completos y software
reproducible?”.
21
En la actualidad esto es posible. Podemos alojar la mayoa de
estos artefactos en diversos repositorios que garantizan su preservación y que
cuentan con identificadores estables. Realmente la pregunta es: ¿durante cnto
tiempo queremos poder reproducir un hallazgo? Se trata de una pregunta por el
uso y no sólo por la conservación. Es cierto que podemos disponer de bits y
bytes durante mucho tiempo. Pero ¿cómo se interpretan? En las disciplinas hu-
manísticas, la vida media de los trabajos es larga y es posible que se quiera validar
un trabajo realizado, por ejemplo, hace seis años. ¿Qué garantía tengo de que el
software escrito hace seis años siga funcionando en el sistema operativo s
reciente? ¿Podríamos abrir los archivos creados hace quince os por el proce-
sador de texto de dicho software qui la herramienta s común?
El otro reto es que el término datos significa en realidad cosas. Los
datos pueden ir desde una diminuta representación CSV de una hoja de lculo
hasta terabytes de informacn. Decir a editores y archiveros por favor, ¿puedo
depositar mis datos?, cuando el espectro de lo que pueden contener es tan
amplio, es un problema. Esto se debe a que existe una escasez ecomica sub-
yacente a todos los sistemas de preservación digital, como ha sostenido durante
años el destacado experto en preservación digital David S. H. Rosenthal. Parte
de esta escasez consiste en una preselección para evitar que todos los recursos
sean consumidos por un solo proyecto, por ejemplo. Sin embargo, la exigencia
generalizada de que todos los datos y programas inforticos estén disponibles
a lo largo de decenios para su reproduccn y repeticn sólo se viable mientras
los estudios literarios digitales sigan siendo un nicho pequeño. Cuando estos
formatos y estas estructuras de datos sean hechos a medida y personalizados
para proyectos específicos, el problema sen mayor. Existe una relación casi
directamente proporcional entre el cacter confidencial de un artefacto digital
y la dificultad de conservarlo. Estos son algunos de los retos que se plantean a
los estudios literarios digitales.
¿Qué nos han aportado los estudios literarios digitales?
A pesar de los detractores y los desafíos, este libro está dedicado a explorar las
contribuciones que los estudios literarios digitales han hecho, siguen haciendo y
parece que han en el futuro. El formato de la obra es una fusión de ejemplos
originales como en la sección anterior sobre Stephen King y estudios de tra-
bajos innovadores en este campo.
21
Alan Thomas, “Here Are the First of Nan Z. Da’s Suggested Guidelines for Peer Review of Compu-
tational Literary Studies, from Her Critique of the Field in @CriticalInquiry. How Realistic for Authors
and Publishers?, @alnthomas, 2019 <https://twitter.com/alnthomas/status/1106616795534934016>.
Eve, “Las humanidades digitales… Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 15 / Diciembre 2023 / pp. 164-191 184 ISSN 2422-5932
El libro sigue cuatro líneas diferentes que se corresponden con los capí-
tulos: “Autores y escritura; “Espacio y visualización”; “Lugares y mapas; y
“Distancia e historia. A modo de cartografía, esbozo aquí la ruta conceptual
que seguirá el resto de este volumen.
En cuanto a “Autores y escritura, abordo dos preguntas que han sido
centrales en la teoría literaria a lo largo del último medio siglo: ¿q es un texto
literario? y ¿q es un autor?. De hecho, la disciplina universitaria de los es-
tudios literarios nunca ha conocido con exactitud su objeto de estudio, lo que
explica en parte la existencia de pcticas académicas tan diversas en los depar-
tamentos de literatura. ¿Q significa entonces que un texto sea particularmente
literario? ¿Lo sabemos? ¿Existe algún aspecto discernible dentro del propio
lenguaje que denote que una obra es literaria? Hay formas de empezar a abordar
estas cuestiones a través de enfoques digitales.
Quizás haya un área de trabajo en los estudios literarios digitales que, en
mi recorrido, recibe menos atención de la que merece: la producción de edicio-
nes textuales digitales utilizando el estándar TEI de la Textual Encoding Initiative.
Este formato XML se utiliza ampliamente para representar textos digitales, por
ejemplo, en la edición textual. Al mismo tiempo, el consorcio TEI ya ha docu-
mentado ampliamente la gama de proyectos que utilizan este estándar: desde
Inscriptions of Roman Tripolitania hasta el Darwin Correspondence Project and beyond.
Aunque no concedo mucho espacio aquí al TEI, esto se debe a que se podría
dedicar (y se ha hecho) un libro entero a este estándar y, aun a, sea insufi-
ciente para abarcar todo su terreno.
22
Baste decir que la edición textual digital
aporta un enfoque textual intenso del mismo modo que la edicn convencional;
sus prácticas son todo lo contrario a la del distanciamiento.
Este libro no puede abarcarlo todo. Es imposible no omitir una gran can-
tidad de trabajos valiosos de un estudio cuando se escribe dentro de los mites
de un libro más corto y estoy seguro de que muchos lectores cuestionarán las
selecciones que he hecho. No obstante, mi objetivo es ofrecer una visn general
del panorama de los estudios literarios digitales contemponeos, apuntando ha-
cia amplias áreas de investigación, aunque inevitablemente deba eludir muchos
aspectos espeficos.
Conclusiones
Los estudios literarios digitales no son nuevos. Los académicos, escribe Ted Un-
derwood, “llevan más de cincuenta años aplicando la informática a los textos
literarios”. Además, como también señala Underwood, los métodos digitales no
se parecen a la lucha entre estructuralismo y postestructuralismo, en la que un
paradigma intentaba desplazar al otro (2019: 9). La distant reading y la close reading
22
Para más información, recomiendo el libro de próxima publicación de Christopher Ohge, Inventions of
the Text: Editing, Computing, and Publishing Digital Exhibitions of Experience (Cambridge: Cambridge Univer-
sity Press, 2022).
Eve, “Las humanidades digitales… Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 15 / Diciembre 2023 / pp. 164-191 185 ISSN 2422-5932
pueden coexistir en armoa, aunque la primera implica una nueva escala para
pensar la historia literaria más al de las periodizaciones existentes.
La amenaza, por tanto, de los estudios literarios digitales es quizás hasta
cierto punto exagerada. Sin embargo, estos métodos plantean desaos a quienes
han pasado toda su carrera forndose en periodizaciones. ¿Qué significa ser
modernista si un conjunto de métodos cuantitativos aparentemente científi-
cos y más al del reproche objetivo demuestran la existencia de continuidades
estilísticas con periodizaciones que antes parecían exactas o concretas? El miedo
a la redundancia en los estudios literarios no es sólo un temor entre quienes no
pueden hacer” humanidades digitales. También es un temor a que las propias
con las que los académicos se identifican, como modernistas, victorianistas,
o romántistas”, puedan ser en sí mismas redundantes. No es sólo una amenaza
de redundancia epistémica. Es una amenaza de redundancia ontogica. Afortu-
nadamente, la ontoloa de mo estudiamos la literatura puede y debe reorde-
narse a medida que encontramos nuevos hechos e interpretaciones sobre el te-
rreno. El estudio de la literatura debería, sin duda, ordenarse en función de las
verdades sobre el registro literario, s que en función de paradigmas y prag-
ticas institucionales. Sin embargo, esta reordenación dicilmente se producirá
de forma inmediata. Tampoco es probable que se produzca de forma generali-
zada. El conflicto entre un pragmatismo institucional y la verdad es siempre un
compromiso, sobre todo cuando se enseña literatura a estudiantes universitarios
en fragmentos de un trimestre.
Sin embargo, hay cosas valiosas que podemos aprender de los enfoques
digitales de los estudios literarios. Por un lado, estos métodos suelen reintrodu-
cir el empirismo en el corazón de la erudicn literaria. Es decir, pueden alejar-
nos del borde de la teorización y la elaborada argumentacn para centrarnos en
el propio texto. Estos todos se han agrupado bajo el término crítica descrip-
tiva [descriptive criticism], que incluye por un lado, los métodos descriptivos que
enaltecen la materialidad lectura superficial, nueva ecocrítica materialista y,
por otro, los que enaltecen los datos distant reading, alisis computacional
(House, 2020: 2).
Al parecer, gran parte del debate reciente ha intentado demostrar que la
descripción y la interpretación son dos polos opuestos que en cierto modo se
excluyen mutuamente, como dice Cannon Schmitt (2016). Sin embargo, sin
centrarse en las especificidades textuales y su corrección mediante la descrip-
cn crítica, en datos o narrativa, las interpretaciones carecen de fundamento.
Sin interpretación, los hechos y las descripciones crítico-literarias se convierten,
entonces, en poco más que recuentos sinópticos secundarios. La base de datos
y la narrativa pueden ser, sen la famosa notación de Lev Manovich, opuestas
entre .
23
Sin embargo, uno de los retos de la escala y la abstracción de los en-
foques basados en datos, como modelos empíricos de crítica literaria, es la difi-
cultad de su verificación o refutación. Si yo escribiera que la señora Dalloway
no dijo que ella misma compraa las flores, es fácil para un ctico señalar las
23
Ver The Language of New Media (Cambridge, MA: MIT Press, 2002), capítulo 5.
Eve, “Las humanidades digitales… Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 15 / Diciembre 2023 / pp. 164-191 186 ISSN 2422-5932
pruebas que contradicen mi afirmación. Los errores de hecho en la escala crítica
convencional son fáciles de refutar. En cambio, refutar el alisis computacional
y la recopilación de datos requiere amplios conocimientos de todos estas-
ticos y enfoques computacionales; por lo general, se mucho s dicil para
un ctico literario con formación convencional.
24
Incluso ha habido cuestiona-
mientos filoficos recientes sobre el ideal mismo de la reproducibilidad causal
en los procesos computacionales, reintroduciendo la contingencia en la ecuación
y agitando el espectro de lo que David M. Berry ha empezado a llamar el giro
de la explicabilidad.
25
Este girorepresenta un enfoque ctico sobre la idea
de que podemos explicar cómo los procesos algorítmicos llegan a sus juicios
y lo que significa tener fe en tales explicaciones.
Sin embargo, las grandes apuestas de la distant reading y su verificacn o
no son sólo la parte más visible y polémica del continuo crecimiento de las
prácticas digitales en el ámbito de los estudios literarios, como espero que este
libro haya demostrado. Desde la cartograa hasta la filología, los métodos digi-
tales pueden proporcionar modos auxiliares para la comprensión de los textos
literarios. De hecho, casi todos los textos literarios comienzan su vida en un
entorno virtual. Por lo tanto, es lógico que terminen su ciclo vital siendo estu-
diados en el mismo ámbito. Ahora bien, ¿todo el mundo tiene que ser un huma-
nista digital? Por supuesto que no. Sin embargo, cada vez será más dicil ignorar
los nuevos tipos de pruebas que las pcticas digitales pueden aportar a las dis-
ciplinas de los estudios literarios. Las preguntas estadísticas empezarán, con el
tiempo, a entrar en el xico de los comentarios sobre los trabajos de estudios
literarios. Sea prudente que nuestras disciplinas comiencen a pensar en q
tipo de habilidades podría necesitar una nueva generación de académicos para
hacer uso de tales conocimientos.
Pero ¿no es todo esto muy lejos de la lectura, la razón crucial por la que
la gente estudia literatura? ¿Acaso la interacción computacional con la ficción
no nos aleja, en lugar de acercarnos, a los libros?
26
Como en toda crítica literaria,
el estudio de las formas esticas, su composición y su política pueden alejarnos
del texto. Se produce a, en la mayoría de los análisis literarios, una especie de
efecto de extrañamiento en el que el texto debe hacerse otro de lo que era a
primera vista. Por ejemplo, apreciar el uso del lenguaje en un texto a menudo
debe significar desvincularse de la inmersión en un mundo ficticio. Ver el texto
como texto y no como mundo forma parte del entrenamiento de la close reading
convencional. Los enfoques computacionales nos ofrecen otros mecanismos de
24
Este es el argumento que sostiene Da, a saber: que gran parte de la crítica computacional es, de he-
cho, errónea.
25
Ver M. Beatrice Fazi, Contingent Computation: Abstraction, Experience, and Indeterminacy in Computational
Aesthetics (Lanham, MD: Rowman & Littlefield, 2018); David M. Berry, The Explainability Turn: Critical
Digital Humanities and Explanation, 2020. <https://dh2020.adho.org/wp-con-
tent/uploads/2020/07/603_TheExplainabilityTurnCriticalDigitalHumanitiesandExplanation.html>
26
El reemplazo de “ficción” por “libro” es, en este caso, deliberado. Para más, ver Julia L. Panko, Out of
Print: Mediating Information in the Novel and the Book, Page and Screen (Amherst: University of Massachusetts
Press, 2020).
Eve, “Las humanidades digitales… Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 15 / Diciembre 2023 / pp. 164-191 187 ISSN 2422-5932
alienacn que pueden permitirnos comprender las obras literarias con mayor
detalle. Estos métodos pueden mostrarnos las historias literarias a gran escala
dentro de las cuales están situadas las obras individuales y pueden hablarnos de
las funciones invisibles de esos textos singulares. Sin embargo, estos bucles de
alienacn no nos impiden acercarnos a la ficcn. Los todos digitales, por el
contrario, pueden ofrecernos una vía para contemplar un texto de nuevo, viendo
con ojos nuevos lo que siempre se ha podido saber, pero que nunca antes había
sido calculable. Los todos digitales nos permiten revalorizar las obras litera-
rias y apreciar de nuevo los textos a la luz de nuevos conocimientos.
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