Percia. “Gramáticas de una palabra” Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 6 /Julio 2019/ pp. 133-150 147 ISSN 2422-5932
cuidar a las demás palabras, por tanto, es la responsable de la
tierra, los cerros, los ríos y de sí misma” (Matiúwàa, 2017: 12).
Así pues, la idea de una interrelación primera entre la pa-
labra y lo vivo es una constante en distintas culturas indígenas.
El decir se origina en este vínculo con la naturaleza, con el
monte, con la selva, y desde allí, urde una memoria y resistencia
comunitarias. Esa que Matiúwàa describe como carne que habla,
sin ser la misma, se relaciona después con la palabra que cuenta,
que es capaz de desocultar injusticias, opresiones, y que se con-
vierte en fuerza, memoria y resistencia.
En nuestro tiempo, la importancia de la palabra que cuenta se
torna fundamental; es necesario contar a las generaciones veni-
deras la historia que nos dio identidad; sobre todo, contar de
las palabras del río contaminado por los agroquímicos, de la
tierra arrasada por las mineras a cielo abierto, del tigrillo curti-
do para adornar las mesas, de la memoria oral desplazada por
el canon literario (Matiúwàa, 2017: 12).
En efecto, la palabra de la memoria oral ha sido siempre des-
membrada por las migraciones, despedazada por los desarrai-
gos, acallada por invasiones, guerras, despojamientos, depreda-
ciones y violencias; busca ser, finalmente, desplazada por la
gran voz omnipresente de la Historia -norma absoluta de una
cultura globalizada, hegemónica, imperialista-, según la cual,
permanentemente se está diciendo cómo pensar, cómo hablar,
cómo vestir, según crea su lógica propia de lo que llama evolu-
ción o progreso.
Frente a esto, las lenguas indígenas encuentran sentidos
más acá de la representación o la transmisión de una informa-
ción; abriéndose hacia una comunión, una respiración en co-
mún, en el curso de toda la existencia. De hecho, se trata de una
comunicación de otra espesura, que atraviesa mundos, y cuya
metáfora crece en la medida en que puede dialogar con las plan-
tas, con los ríos, las montañas, las almas, los espíritus, o con
Dios, cargándose de cualidades espirituales. Así, crea un oído
capaz de aprehender una voz conotros, que al hablar entona, crea,
llama, abre, puebla, sana; la poesía se nutre de todos estos cau-
dales. De ahí también la fuerza, no sólo de las palabras que cu-
ran enfermedades, entre ellas la tristeza, sino, a su vez, de las
que han permitido una resistencia.