Carballar, sobre Un viaje en círculos de Monjeau Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 5 / diciembre 2018 / pp. 356-365 360 ISSN 2422-5932
guaraná para sostener una interpretación excesiva en términos
temporales), un modo de transformación del cuerpo (opuesto a
los ladeos de cabeza de los oyentes de concierto); la praxis de la
interpretación, la lectura, en suma, que aparece representada
por la transcripción de correos electrónicos o el registro de
conversaciones entre los ensayos en los que el crítico y los in-
térpretes opinan acerca de, por ejemplo, la “misteriosa” nota-
ción enarmónica (¿un bemol, un sostenido?) que Feldman utili-
za muchas veces en sus obras y cuyas complejidades gráficas
pueden ser entendidas como las partituras diagramáticas de al-
gunos compositores medievales: “No puedo permanecer indife-
rente frente a esta indicación, más allá de lo que verdaderamen-
te signifique” dice un intérprete acerca de estas cuestiones (157-
159).
Si en Lulú destacaba el interés poético (el hacer) por la
ópera como ensayo, en el primer capítulo de este libro, “Moisés y
Aarón. Una ópera filmada”, Monjeau despliega todo lo que de
extraterritorial pueda tener y habilitar la ópera, partiendo del
comentario del film de Danièle Huillet y Jean-Marie Straub so-
bre esta ópera de Schoenberg. Este film, a la manera de “una
película bíblica”, le permite recorrer las incursiones de Schoen-
berg en el género lírico que, como le ocurriría con la música in-
cidental para el cine, siempre fueron muy conflictivas.
Monjeau destaca la “economía un tanto extravagante” de
Moses und Aron (un nombre también intervenido significativa-
mente por Schoenberg
) y la problemática representación de esa
ópera, productos de algunos desvíos de “lo operístico”, en tan-
to “sistema económico” (los teatros, la orquesta y cantantes, la
puesta en escena, el dinero, en suma) que presenta. Se trata de
una obra relativamente breve, pero de muy difícil realización en
todo sentido, tanto desde la puesta en escena como la orquesta
de tamaño posromántico (a la Richard Strauss), por ejemplo,
pasando por cantantes y programación. Para Monjeau, “la obra
puede ser pensada como una radiografía casi hasta la anécdota”
(19), y apela entonces al apunte biográfico (al chisme, por qué
no). Las anécdotas aparecen como un cisma, una pequeña hen-
didura narrativa que surge en los intersticios de las partituras
(que pueden ser, también, monumentos arqueológicos). Con
motivo de Moisés y Aarón, dice:
Cambió el nombre de la ópera para mantener doce letras y evitar así el número trece (ad e-
más de mantener el doce, que se corresponde con los sonidos de la serie).