Entrevista a Sánchez Prado por Rosetti Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 6 / julio 2019 / pp. 291-298 291 ISSN 2422-5932
PENSAR AMÉRICA LATINA:
INTERMITENCIAS Y DINAMISMO
ENTREVISTA A IGNACIO SÁNCHEZ PRADO
Es profesor asociado de literatura mexicana y estudios latinoamericanos en Washington University in Saint
Louis. Es autor de El canon y sus formas: La reinvención de Harold Bloom y sus lecturas hi s-
panoamericanas (2002), Poesía para nada (2005), Naciones intelectuales. Las fundaciones de
la modernidad literaria mexicana (1917-1959) (2009), Intermitencias americanistas. Estudios
y ensayos escogidos (2004-2010) (2012) y Screening Neoliberalism. Mexican Cinema 1988-
2012 (2014).
por Miguel Rosetti
Universidad de Buenos Aires / Universidad Nacional de Tres de Febrero
Es licenciado en Letras por la Universidad de Buenos Aires. Dicta clases de Literatura del Siglo XX, en
dicha universidad. Además es profesor de Literatura Comparada y Narrativa Universal en universidades
nacionales y dicta seminarios de posgrado en la Universidad N acional de Tres de Febrero. Es miembro del
consejo editor de Chuy. Revista de estudios literarios latinoamericanos. Lleva adelante una
investigación doctoral sobre literatura latinoamericana contemporánea.
Contacto: miguel.rosetti@gmail.com
ENTREVISTA
Entrevista a Sánchez Prado por Rosetti Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 6 / julio 2019 / pp. 291-298 292 ISSN 2422-5932
Miguel Rosetti: Nos resulta muy interesante y esclarecedor
el régimen de las "intermitencias" que planteás en rela-
ción al campo del latinoamericanismo, ya que se distancia
al mismo tiempo de los modelos contemporáneos de pen-
sar los estudios de área, donde el debate suele darse entre
quienes consolidan el campo en una teoría fuerte de lo au-
tóctono y quienes lo abren y disuelven en nombre del cos-
mopolitismo. ¿Cómo ves esta cuestión? ¿Cuáles es tu expe-
riencia personal y profesional con lo latinoamericano?
Ignacio Sánchez Prado: Creo que mi aproximación al lati-
noamericanismo en intermitencias, un término que uso para
clasificar mis ensayos sobre el tema, tiene que ver con la manera
en que mi formación inicial se desarrolló. Por un lado, estudié
la licenciatura no en la UNAM, como fue el caso de muchos de
mis contemporáneos, sino en la Universidad de las Américas de
Puebla, que tuvo de manera efímera un programa conducido
por profesores jóvenes y brillantes que lo pusieron a la van-
guardia de la educación literaria en México en esa época. Era un
programa que no se restringía a lo hispanoamericano, pero que
tampoco privilegiaba modelos universalistas o comparativos.
Más bien se basaba en una serie de médulas espinales una de
teoría tanto mundial como latinoamericana, una de literatura
mexicana, una de literatura hispanoamericana, una de literatura
en otras lenguas que desembocaban en seminarios temáticos.
Estas médulas no se comparaban, sino que estaban en constante
tensión entre sí. De esta manera, los profesores centrales a este
momento dos escritores del Crack, Pedro Ángel Palou e Igna-
cio Padilla, y una joven especialista, Adela Pineda junto con un
grupo muy valioso de profesores visitantes (Nuria Vilanova,
Nara Araújo, Enrique Pérez Castillo entre otros) y un cuerpo
profesoral estable, crearon un programa mucho más avanzado
del que había en otras instituciones. Era un programa que resis-
tía por un lado el especificismo latinoamericano, dado que los
Entrevista a Sánchez Prado por Rosetti Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 6 / julio 2019 / pp. 291-298 293 ISSN 2422-5932
escritores del Crack fincaban en esos años su narrativa en el de-
recho de los latinoamericanos al universalismo. Por otro lado,
particularmente a instancias de Palou y Pineda, era en ese en-
tonces el único programa que había roto con el monopolio que
la filología y el estructuralismo tenían en la academia literaria
mexicana (y que siguen teniendo en algunas instituciones), dan-
do así espacio para un corazón teórico distinto. Era la única
universidad en la que se leía de manera obligatoria a nivel licen-
ciatura la tradición latinoamericanista que comienza en Reyes y
Henríquez Ureña, y muchos leímos a Cornejo Polar, a Rama, a
Vidal, a Nelson Osorio, a Fernández Retamar y otros, cuando
esto sigue siendo ignorado en la formación de muchos estudian-
tes mexicanos. Asimismo era el único lugar donde se tenía un
curso de sociología de la literatura lo que trajo a nuestra mesa
autores como Pierre Bourdieu pero también abría la posibilidad
de otras reflexiones sobre la relación entre literatura y sociedad
que no pertenecen al ámbito sociológico como el trabajo de
Said o de Jameson.
Cuando me fui a doctorar a Pittsburgh, animado por la
idea de trabajar con Mabel Moraña, a quien ya había leído en
mis cursos con Palou y con Pineda, me encontré un mundo dis-
tinto. La línea latinoamericanista que estudié en México se des a-
rrollaba más hacia los estudios culturales que literarios y mis
cursos mexicanos sobre la literatura del Finis Austriae o el Qui-
jote fueron reemplazados por seminarios sobre la Virgen de
Guadalupe (con Hermann Herlinghaus) o cursos de teoría pos-
colonial y subalternista. Era un programa donde el cosmopoli-
tismo que se valoraba en México tenía menos presencia y donde
la especificidad de lo latinoamericano, así como la expansión de
la idea de cultura más allá de la literatura, tenían una presencia
fuerte. Con todo, aparte de Moraña y Herlinghaus, tuve un gru-
po de profesores como Gerald Martin, John Beverley y Joshua
Lund, así como otro grupo de visitantes que incluyó a Jesús
Martín-Barbero, Amos Segala, Santiago Castro Gómez y José
Manuel Valenzuela Arce, que tuvo un impacto decisivo en mi
carrera.
De esa formación, creo que mi trabajo ha terminado por
interesarse primordialmente en las contradicciones internas de
la cultura mexicana y latinoamericana, sobre todo a nivel de sus
instituciones. Me interesan los legados del cosmopolitismo y el
occidentalismo, que he engarzado en mis conceptos de nacio-
Entrevista a Sánchez Prado por Rosetti Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 6 / julio 2019 / pp. 291-298 294 ISSN 2422-5932
nes intelectuales y de occidentalismo estratégico” con debates
como el del campo de producción cultural de la teoría de Bour-
dieu o la conversación sobre literatura mundial. Sin embargo,
mi línea sociológica y mi formación latinoamericanista han he-
cho que me interese lo cosmopolita como praxis, enunciada
desde espacios precisos, y en diálogo crítico con los procesos
de colonialidad del saber.
Desde esta perspectiva, mi respuesta es que la idea de
que los estudios de área se fortalecen con lo autóctono y se abre
y disuelve en lo cosmopolita no es cierta. El latinoamericanismo
nombra engarzamientos teóricos, críticos y culturales que se en-
cuentran en la tensión entre ambos registros. Esto es el caso en
Ariel, en la obra de Alfonso Reyes (para quien lo específico lati-
noamericano era un espacio privilegiado de pensamiento de lo
universal) y en el trabajo de muchos pensadores de la región.
Yo creo que el latinoamericanismo se ha alimentado de las tra-
diciones que enfatizan lo regional y lo específico tanto como de
las tradiciones que han puesto el énfasis en la relación de lo la-
tinoamericano con lo cosmopolita, lo global y lo mundial. Un
latinoamericanismo que no se piense desde esta tensión ignora
áreas enteras de la historia intelectual.
En este contexto, ¿cuáles son los efectos y reflexiones del
debate que en su momento generó la propuesta de Moretti
de una
World Literature
en relación al campo de los estu-
dios literarios latinoamericanos?
Es un debate que en más de una década ha desarrollado varias
aristas. En mi libro de 2006, América Latina en la literatura mun-
dial, me pareció importante reaccionar al aspecto eurocéntrico
de Moretti, cuya teoría de centros y semiperiferias es una mala
reproducción de la teoría de la dependencia y cuyo enfoque en
la lectura distante ignora las inequidades al acceso a capital
simbólico en academias transnacionalidadas. También se deba-
tía, incluso con mayor intensidad, la obra de Pascale Casanova,
que llegó al castellano antes que al inglés y cuyo francocentris-
mo es realmente irritante y sintomático. Ha habido una serie de
intervenciones, desde los libros de Juan de Castro, Mariano Sis-
kind y Héctor Hoyos, hasta esfuerzos colectivos como los nú-
Entrevista a Sánchez Prado por Rosetti Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 6 / julio 2019 / pp. 291-298 295 ISSN 2422-5932
meros especiales de 1616. Anuario de literatura comparada y Journal
of World Literature, en los cuales diversos colegas del campo han
articulado la posibilidad de pensar la teoría de la literatura
mundial en relación con lo latinoamericano sin caer en los eu-
rocentrismos que criticaba mi volumen editado. En lo personal,
a lo largo de estos años (y como exploro en mi libro más recien-
te Strategic Occidentalism), que esa teoría falla frecuentemente con
respecto a la literatura latinoamericana porque los recuentos
teóricos, en su mayoría escritos en francés e inglés, relegan a la
literatura de nuestra región a roles unívocos y mal formulados,
que en general pueden ser resumidos como un entendimiento,
fuertemente basado en el Boom y el realismo mágico, de Lati-
noamérica como una región que desde lo específico y desde su
tradición intelectual produce una literatura inherentemente polí-
tica y emancipadora que lleva al modernismo (en el sentido an-
glosajón de High Modernism) a una vertiente ejemplar de crítica
al capital y al liberalismo moderno. Este recuento se encuentra
en una miríada de trabajos, incluyendo el libro de Moretti sobre
la épica o el muy reciente trabajo del colectivo Warwick sobre la
literatura mundial entendida como parte del desarrollo desigual
y combinado. Creo que si los estudios literarios latinoamerica-
nos vamos a dialogar con esta teorización, tenemos que revertir
los términos. En mi caso, propongo dos ideas la literatura
mundial como praxis y la literatura mundial nacional que ar-
gumentan que lo que llamamos literatura mundial no es un
objeto en sí, sino una serie de constelaciones cosmopolitas que
se piensan y se enuncian desde distintos campos literarios. Así,
existe una literatura mundial construida a partir de las traduc-
ciones de Sergio Pitol, quien crea una idea del cosmopolitismo
literario desde las tradiciones anglosajonas y eslavas, o una que
se arma desde el mercado del libro neoliberal derivado del rea-
lismo mágico. El punto es que la literatura mundial (o las litera-
turas mundiales si se quiere) son objetos móviles que nos ha-
blan de la manera en que las ideologías de lo cultural narran y
piensan sus siempre idiosincráticas y parciales visiones de lo
mundial. La idea, para mí al menos, es que la pregunta de la lite-
ratura mundial no debe ser basada ya en si la literatura latinoa-
mericana recibe atención de los centros metropolitanos, o si los
escritores latinoamericanos aspiran a esa atención. Más bien
creo que la literatura mundial, en todas las tradiciones latinoa-
mericanas, es algo que se ha pensado y ejercido desde los oríge-
nes mismos de los campos culturales como una práctica que
Entrevista a Sánchez Prado por Rosetti Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 6 / julio 2019 / pp. 291-298 296 ISSN 2422-5932
imagina y conceptualiza al mundo frente al y desde el cual se
piensa lo nacional o lo específico.
Sin dudas Moretti deja ver un modelo de investigación, in-
cluso de "trabajo crítico" que parece alejarse de algunas
de tus propuestas en relación a un regreso del "compromi-
so" en la literatura y la crítica literaria, ¿cómo ves esta
cuestión?
Creo que Moretti evolucionó en sus últimos años a un positi-
vismo extraño. Esto en parte tiene que ver con su ubicación
institucional en Stanford, donde los métodos computacionales
se integran al rol de Silicon Valley en la región. Esto además es
parte de un enfoque mayor que recibe el nombre de humanida-
des digitales, que en su vertiente positiva ha incrementado los
archivos humanísticos y ha creado formas de minarlos que se-
rían imposibles para el ojo humano. Pero están todaa en un
momento donde el dato duro y el archivo son pensados como
metas en sí. Moretti es un crítico más inteligente y parte de su
obra tardía (como el libro sobre la figura del burgués en la no-
vela mundial) contradicen en parte su giro positivista, pero en
términos generales Moretti está concluyendo su trayectora inte-
lectual con una afirmación de la primacía metodológica de las
ciencias naturales y cuantitativas y la necesidad de objetivizar al
estudio de la literatura. Esta postura es parte de otro debate
mayor sobre la teoría y la post-teoría, donde figuras relaciona-
das a estos nuevos enfoques positivistas (otro ejemplo es Rita
Felski) buscan desmontar la hegemonía en los departamentos de
inglés y de literatura comparada de las dos o tres generaciones
de la alta teoría que van desde el deconstruccionismo y el de-
leuzianismo, pasando por el poscolonialismo y los estudios cul-
turales, hasta las versiones recientes de estudios queer y post-
humanistas.
Yo creo que, como con todas la teorizaciones, hay que
saber discernir las ideas del habitus institucional, como diría
Bourdieu. Me parece que las discusiones sobre el trabajo crítico
que emergen del campo de los departamentos estadounidenses
de comparada no son útiles para nosotros porque se enfrentan a
Entrevista a Sánchez Prado por Rosetti Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 6 / julio 2019 / pp. 291-298 297 ISSN 2422-5932
asuntos de la universidad neoliberal y la desconexión de la esfe-
ra pública que no corresponden a la situación latinoamericana.
Respecto al nivel de la teorización, que es lo importante,
creo posible cooptar las metodologías de la literatura mundial,
incluso las morettianas, y ponerlas al servicio de nuestras agen-
das intelectuales. Me parece esencial, por ejemplo, la pregunta
que Moretti hace sobre los libros que han desaparecido del ca-
non pero que constituyen historias de la publicación y de las es-
téticas que debemos atender. Desafortunadamente, lo que pue-
de tener de valor la obra tardía de Moretti depende de un nivel
de digitalización de archivos que estamos muy lejos de alcanzar
en nuestra lengua.
Por eso creo que al discutir la literatura mundial hay que
alejarnos de los modelos maximalistas y tratar de entender, des-
de abajo, cuál es la función social de las prácticas literarias y
cómo se concibe lo mundial y lo cosmopolita no desde la colo-
nialidad sino desde la relación dinámica de América Latina con
la cultura del mundo. Eso intuía Rama, para quien la transcultu-
ración narrativa no era solamente una marca de especificidad,
sino también una forma de modernización que acompañaba de
manera paradójica al capital, algo que, a su vez, dialogaba con la
obra de autores más cercanos a la teoría de la dependencia co-
mo Roberto Schwarz. Si hemos de entender la literatura desde
esa idea amplia de compromiso de representación del mundo
que planteo en mi libro Intermitencias americanistas tenemos que
entender la materialidad de la práctica literaria de abajo hacia
arriba y no desde sistemas de literatura distante que reproducen
los lugares comunes del eurocentrismo con máscaras emancipa-
torias.
En este sentido, hay desde hace algún tiempo una inclina-
ción por parte de los estudios latinoamericanos, de conver-
tir a América Latina en un "locus" de producción teórica,
¿te parece posible? ¿deseable? ¿Qué ejemplos de este tipo
de empresa se pueden rastrear?
Creo que te refieres aquí al trabajo que los teóricos identifica-
dos con la decolonialidad han hecho del derecho a pensar desde
América Latina. En general comparto el espíritu de la idea de
Entrevista a Sánchez Prado por Rosetti Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 6 / julio 2019 / pp. 291-298 298 ISSN 2422-5932
que América Latina debe ser siempre afirmado como un locus
de afirmación teórica y no sólo como un objeto a ser teorizado
desde fuera. Sin embargo es también cierto que mucho del pa-
radigma decolonial se ha pensado desde instituciones de élite en
el medio de los Estados Unidos. Hay que ser críticos de eso pe-
ro no necesariamente descalificatorios. Lo problemático es
cuando la idea del locus de producción teórica se vuelve un
argumento facilón que plantea superioridades políticas o inte-
lectuales inherentes a las posiciones marginalizadas y oprimidas.
En realidad, la sociología de la cultura tiene por momentos, a
pesar de sus límites, un mejor entendimiento del problema por-
que el punto (como enseña Bourdieu) es entender cómo se
constituyen las formas de capital (económico, social, cultural
simbólico) en un medio cultural sin decidir a priori si son resis-
tentes o hegemónicas. Pero realmente la discusión latinoamer i-
cana del locus de enunciación ha derivado de algo que me pa-
rece central afirmar el reconocimiento de nuestras tradiciones
intelectuales a un provincialismo que sostiene que sólo debe-
mos leer lo que se produce en los márgenes, negando las com-
plejísimas relaciones que el pensamiento latinoamericano tiene
con los circuitos hegemónicos. En lo personal me interesa afir-
mar que la crítica cultural y los estudios latinoamericanistas d e-
ben dar cuenta, en su conjunto, de todas las manifestaciones del
pensamiento crítico. Esto significa estudiar a las producciones
marginales (como hace admirablemente Macarena Gómez Barris
en un libro reciente que busca pensar formas de imaginar el
mundo desde cuadrantes queer, indígenas, etc.) y las produccio-
nes de élite, para de ahí poder realmente dar cuenta del pensa-
miento latinoamericano en general.