Martinelli, sobre Néstor Perlongher Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 6 / julio 2019 / pp. 321-324 323 ISSN 2422-5932
que debía ser alabado en vez de vituperado, desde la resistencia
de la batalla, al rebelarse y resistir.
El tercer capítulo comienza así:
En un ejemplar de La voluntad del saber, primer tomo de la Histo-
ria de la sexualidad de Foucault, que se encuentra en la Biblioteca
del Instituto de Filosofía y Ciencias Humanas de la Universidad
Estadual de Campinas, leemos la última página: “final angustian-
te!”. El ejemplar, según indica un sello que también tienen otros
tantos libros de los estantes de sexualidad y género, perteneció a
Néstor Perlongher (77).
Con la mirada en ese palimpsesto sobre el libro de Foucault –en
tanto legado de discusión-, Gasparri se pregunta si “la trampa
de liberación” es lo que lo angustió tanto a Perlongher, para ro-
dear otro recorrido por su escritura política que –como es sabi-
do- desobedece los límites genéricos (poesía, ensayo, academia,
disciplina). Deseo de saber y deseo sexual son los motores que
pueden descontracturar los protocolos epistémicos: “sacar al
cana de la cama”, hacer de la política liberación y revolución. La
pregunta por el deseo adquiere un punto de inflexión cuando se
convierte –más que en una interrogación sobre lo sexual- en
una salida de sí.
El cuarto y último capítulo recurre a la amistad entre Sara
Torres y Néstor Perlongher desde del intercambio epistolar y el
relato del sida. En el análisis de esas notas, Gasparri observa la
escritura de Néstor como el acto de presencia que lo hace bata-
llar la vida como potencia de quien no agoniza ante la muerte,
otra vez resistencia a lo totalizante, búsqueda de fuga y poten-
cia.
Denilson Lopes alguna vez dijo esa frase popular entre
las locas brasileras: “Travesti não morre, vira purpurina” (La
travesti no muere, deviene purpurina). Javier Gasparri retoma la
voz de Perlongher para mostrar que su carne todavía arde como
el fuego de la insubordinación que agitan sus palabras. Néstor
Perlongher vive en una política sexual, con certeza en la más
deseable y candente.