Isola, Galería artística: “Nadín Ospina” Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 6 / julio 2019 / pp. 325-327 326 ISSN 2422-5932
La lección de Nadin Ospina, –este tipo de arte contemporáneo
tiene algo de moraleja–, viene directo de los enunciados que ha-
blan de culturas híbridas. Los de Néstor García Canclini, por
ejemplo, que indagaron en esas formas como procesos de inter-
sección y transacciones. En los años 90, el teórico argentino
confiaba en la “materialización de escenarios multideterminados
donde diversos sistemas se intersectan e interpenetran” y los
publicaba en Culturas híbridas. Estrategias para entrar y salir de la
modernidad. Un libro que, sobre todo, proponía no seguir leyen-
do desde las divisiones entre tradición versus modernidad, in-
cluso repensar conceptos de lo culto, lo masivo y lo popular.
Una confianza que al pensar manifestaciones artísticas desde es-
tas prácticas mestizas diluye bastante la hegemonía multicultu-
ralista del pensamiento de la diferencia, la minoría y la segrega-
ción. Convicción que, seguramente, Ospina comparte con Can-
clini en la práctica artística, aunque sea en el plano de las hipó-
tesis y la imaginación.
Sus obras son piezas hechas por otros: los artesanos. Sus
ideas son pensadas por otros: la cultura popular. Su hallazgo o
su “arte” es ponerlas en contacto y la arena de disputa sobre
qué es un autor se llena de definiciones, posicionamientos,
planteos que revisan, una vez más, esta categoría. Ese sujeto
frente a la propiedad intelectual de una obra, cuando su factura,
incluso su concepto, está atravesado por las manos y el pensa-
miento de otros.
Del sujeto creativo Ospina salen unos monstruos bifron-
tes: un Mickey Mouse con los materiales, el acabado y termina-
ción de un huaco ceremonial y un Bart Simpson en la realiza-
ción de una talla en madera, por mencionar algunas de sus pie-
zas más representativas. Que nos vienen a decir, una vez más,
que en el arte contemporáneo no hay lugar para la originalidad.
En el arte en general, ya se sabe, tampoco. Sólo hay un espacio
para entonar e improvisar sobre las mismas metáforas, sobre las
imágenes vistas. Hay terreno fértil para las polémicas. Algunas
apenas se basan en decir qué es arte y qué no.
Explica García Canclini: