Link, “Volverse caníbal”; Díaz, “Encuesta” Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 6 / julio 2019 / pp. 280-290 286 ISSN 2422-5932
vo”, en la terminología de Darcy Ribeiro, o el “pueblo que fal-
ta” nos obligan a volvernos nosotros mismos un poco indios,
un poco negros, un poco chinos. Martiano hasta las últimas
consecuencias, Fernández Retamar insiste en que hasta que no
se haga andar al indio no andará bien América.
Puesto que somos un "continente intervenido" (la formu-
lación es de Antonio Candido), toca a la literatura latinoameri-
cana y a los estudios latinoamericanistas que hoy estamos h o-
menajeando en la ilustre persona de Roberto Fernández Reta-
mar extremar las precauciones para no dejarse arrastrar por los
instrumentos y valores de culturas que, aunque amadas, sólo
pueden devolvernos una imagen cadavérica de nosotros mis-
mos.
José Lezama Lima, cuando se refirió, con su prosa sober-
bia, a la “Imagen de América Latina”, asoció la imagen con la
fiebre (“fiebre de la imago”) y sostuvo una distancia entre cul-
turas e imágenes: “Las culturas van hacia su ruina, pero después
de la ruina vuelven a vivir por la imagen”. Es por eso que la
imaginación funciona como “principio de reconocimiento” y
necesita, al mismo tiempo del tacto (la imagen es táctil) como
punto de producción de diferencias.
Como hemos recordado antes, desde que América Latina
existe como unidad imaginaria ha constituido el campo de bata-
lla de los centuriones de la modernidad capitalista. La doctrina
Monroe, en verdad ideada por el oscuro John Quincy Adams, y
su Corolario Roosevelt (1904), justificaron, a partir del lema
“América, para los americanos” las sucesivas y cada vez menos
elegantes intervenciones norteamericanas en su área de influe n-
cia y, al mismo tiempo, el vago ideario del “panamericanismo”
que, aunque hoy ya no se pronuncie, sigue operando en difere n-
tes niveles de la geopolítica continental.
En plena guerra entre Estados Unidos y España, Rubén
Darío se pronunció, en un texto titulado “El triunfo de Cali-
ban” contra la doctrina Monroe, contra “los búfalos de dientes
de plata” y “los aborrecedores de la sangre latina”, a los que
llama calibanes. Caliban, como se sabe, es un personaje en La
tempestad de Shakespeare. Grosero, primitivo, salvaje, Caliban
está esclavizado por Próspero, cuyo otro sirviente, Ariel, se
identifica más con lo espiritual y lo estético.
Darío identifica a los Estados Unidos con el monstruo
americano (“Caliban” viene de “caníbal”, que a su vez viene de