Iriarte, sobre Cámara de eco Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 7 / diciembre 2019 / pp. 211-216 213 ISSN 2422-5932
que lo define como intemperie y que deja al lector expuesto a lo
que Noelia Billi llama “una lógica vegetal” (9), ya por su exposi-
ción a las inclemencias del clima crítico que cada objeto de es-
tudio despliega, ya por su sumisión a los tiempos que problema-
tizan la experiencia de modos singulares, en una oscilación his-
tórica constante entre lo extraño y lo familiar. En este sentido,
la lectura en una situación que se anuncia a cielo abierto, abre el
campo de los desquicios para realizar allí distintas operaciones
arqueológicas con las herramientas de distintos regímenes de lo
sensible, a los que se propone “pensar por figuras” (19) como
adelanta Gabriela Milone. Declarado así el objetivo nuclear de
los artículos, la escritura empieza a desenvolverse en su propio
moldeado de las materias, es decir, en irreductible estado de
transformación. Más precisamente, el lenguaje y la escritura son
trabajados con acciones escultóricas que consideran sus proce-
dimientos en virtud del volumen, del peso, del estado, de la so-
lidez o fugacidad de la materia, que es, en síntesis, la condición
de “plasticidad” (19) de las palabras, pero también de los proce-
sos de figuración. Es la plasticidad del pensar y de la figura, en-
tonces, la que introduce el reconocimiento de la “coalescencia”
(26) que revierte la fórmula en una apuesta mayor de apertura
textual por medio de la cual el lector, por ejemplo, “ve el pen-
samiento figurarse” (27).
El primer movimiento compilatorio se titula “Materia,
agua, plasticidad”, dando las claves de lectura a partir de las que
se configuran “la forma haiku” en un cuidadoso estudio de Julia
Jorge dedicado a la “figura del agua” (37) en la escritura de Ta-
neda Santōka. El texto tiene uno de sus centros en el acto del
“dar a ver” que la autora retoma de los estudios de Lyotard, y
allí se abre un remolino conceptual que implica un sistema que
nos debe ser explicado en detalle demandando además unos
tiempos para la tarea de lectura que reconozcan una ampliación
frente a una lengua que ofrece la imagen antes de leer. Luego,
se exhibe el dilema de la traducción minuciosamente, entonces,
la formación del haiku de una lengua en otra es primero una
muestra del espesor de los juegos sintácticos aplicados a poeti-
zar el rocío, el viento, las hojas secas.
Esa presencia atmosférica adquiere la forma del caudal en
el texto de Franca Maccioni acerca de dos expediciones llevadas
a la crónica que remontan el río Paraná-Paraguay, la de Ulrico
Schmidl en 1534 y la de Martín Prieto y un colectivo heterogé-