Molina, “Deberes testimoniales” Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 7 / diciembre 2019 / pp. 34-52 42 ISSN 2422-5932
centro clandestino de detención y De Ípola fue preso político):
“en esta cesión de la primera persona, Calveiro sacrifica no
simplemente, como podría suponerse, la riqueza detallada y
concreta de la experiencia, sino su autoridad imperativa, su
carácter, finalmente, intratable.” (Sarlo, 2005: 122).
Sabemos gracias a Giorgio Agamben que quien testimonia
parte de la imposibilidad de decirlo todo. Lo hace porque hay otro
que no puede hacerlo y por esto mismo no puede nunca ser un
testigo integral. Sin embargo, es esta misma imposibilidad la que
lo hace posible: “el testimonio vale esencialmente por lo que falta
en él, contiene en su centro un intestimoniable que destituye la
autoridad de los sobrevivientes. [...] Quién asume la carga de
testimoniar [...] sabe que tiene que dar testimonio de la
imposibilidad de testimoniar” (Agamben, 2019: 40). La naturaleza
de eso no testimoniado, dice Agamben, es aquello sobre lo que es
preciso interrogarse. La vacancia se resuelve entonces con la
escritura (de una novela, un poema, una película), en tanto el
deber testimonial parece asaltar de manera ineludible, algo que
Mariana Eva Perez relata con el toque de humor e ironía que la
caracteriza en el Diario de una princesa montonera cuando al terminar
el párrafo en el que explica las razones por las cuales ya no puede
eludir más ese compromiso con “el temita”, invoca: “Primo Levi,
¡Allá vamos!” (Pérez, 2012: 12).
En este contrabandeo del testimonio en la ficción, resaltado
por el “110% verdad” que acompaña el título del blog
transformado en libro de Pérez, y que podemos extender a toda la
constelación de obras de hijas e hijos, se expresa la toma de
posición de un nuevo lugar en el que el límite del testimonio deja
de ser impedimento para ser condición de producción. Tal como
expresa María Moreno en el capítulo de Oración que dedica a
analizar el Diario... : “La princesa sabe, y dice, que separar el
documento de la ficción hace suponer que hay una verdad
desnuda bajo la forma prístina del testimonio, cuando la verdad es
también una construcción interesada de acuerdo a las expectativas
que genera y cuya garantía es a menudo el laconismo, algo que la
princesa [...] parece desconocer” (Moreno, 2017: 210). Estas
producciones artísticas parten entonces también de la constatación
de que la experiencia no se nos presenta como algo transparente, y
de que la memoria no es algo cerrado, circunscrito únicamente al
pasado, cuyo sentido está de alguna manera clausurado. El
blog/libro de Mariana Eva Perez no solo corre el eje del problema