Crespi, Ángel Rama y Antonio Cándido Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 7 / Diciembre 2019 / pp. 13-33 13 ISSN 2422-5932
ÁNGEL RAMA Y ANTONIO CANDIDO:
UN PROYECTO CRÍTICO LATINOAMERICANO
ANTE LAS CRISIS NACIONALES
ÁNGEL RAMA AND ANTONIO CANDIDO: A LATIN
AMERICAN CRITICAL PROJECT FACED WITH THE NATIONAL CRISIS
Maximiliano Crespi
Universidad Nacional de La Plata - CONICET
Doctor en Letras (Universidad Nacional de La Plata), Docente Universitario e Investigador Adjunto del
Centro de Teoría y Crítica Literaria (CTCL), perteneciente al Instituto de Investigaciones en Humanidades y
Ciencias Sociales (IdIHCS), UNLP-CONICET / ANPCyT, con especialización en Historia Intelectual
Argentina y Latinoamericana.
Contacto: maxicrespi@gmail.com
Literatura y Crisis
DOSSIER
Crespi, Ángel Rama y Antonio Cándido Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 7 / Diciembre 2019 / pp. 13-33 14 ISSN 2422-5932
Fecha de envío: 10/10/2019 Fecha de aceptación: 27/11/2019
Intelectuales
Historia cultural
Literatura
latinoamericana
Crítica literaria
Crisis política
El presente artículo se centra en la descripción de la relación personal y política establecida y sostenida
por los críticos Ángel Rama y Antonio Candido en el marco de las crisis políticas e institucionales
latinoamericanas producidas a lo largo de las décadas del sesenta y setenta. El objetivo general es
elucidar la emergencia y la configuración de un proyecto crítico e historiográfico orientado a consolidar
un proyecto político y cultural latinoamericano integrado. La hipótesis que se sostiene es que la
coyuntura de un contexto de crisis nacionales, más que un obstáculo, puede constituir un horizonte de
posibilidad para la gestación de un proyecto de integración cultural latinoamericana.
RESUMEN
PALABRAS CLAVE
Intellectuals
Cultural History
Latin American
Literature
Literary criticism
Political crisis
The present paper focuses on the description of the personal and political relationship established and
sustained by the critics Ángel Rama and Antonio Candido in the context of the Latin American
political and institutional crises produced during the sixties and seventies. The general objective is to
elucidate the emergence and configuration of a critical and historiographic project aimed at
consolidating an integrated Latin American political and cultural project. The hypothesis that is held
is that the situation of a context of national crises, rather than an obstacle, may constitute a horizon
of possibility for the gestation of a Latin American cultural integration project.
ABSTRACT
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¿Qué seremos si no estamos unidos frente a nuestro
temible vecino septentrional? La integración se procesa en
todos los planos, y el de la literatura tiene un valor que
no se puede menospreciar
ANTONIO CANDIDO A ÁNGEL RAMA, 1967.
1
En uno de los textos más personales de los compilados por
Nora Avaro en las más de quinientas páginas de Conocimiento de la
Argentina. Estudios literarios reunidos, Adolfo Prieto cuenta cómo,
tras la crisis política y la brutal intervención del onganiato en las
universidades argentinas, tomó la decisión de renunciar a sus
cargos en la Universidad Nacional del Litoral (donde ejercía la
docencia desde comienzos de la década del sesenta) y, a mediados
de 1967, viajar a Montevideo invitado a dar clases en la
Universidad Nacional del Uruguay. En esa estancia, que se
prolongaría por más de siete meses, el joven crítico sanjuanino
consolidaría un lazo de amistad distante con el profesor Ángel
Rama, quien por entonces todavía oficiaba como director del
Departamento de Literatura Iberoamericana de esa Universidad.
El carácter particular de la relación estaba determinado por
el contexto: el espacio laboral que compartían era una vieja casona
de techos altos a la que el invierno otorgaba un halo de austeridad
espectral. Prieto trabajaba en sus clases desde temprano, en el
mismo espacio donde estaban los escritorios de Mercedes Rein y
del propio Rama, que siempre llegaba más tarde y envuelto en un
silencio cerrado que sólo se rompía al final de la jornada. Lo que
llamaba la atención del autor de La literatura autobiográfica argentina
(1962) era la forma intempestiva en que Rama rompía ese
circunspecto silencio, no para hacer referencia a los
acontecimientos políticos que conmovían al continente, sino para
hablar de literatura. Escribe Prieto:
Después de diez años de trabajo en el ámbito universitario, esta
era la segunda, acaso la tercera vez que oía a un colega articular
un discurso en el que la literatura se mostrara no como el
aditamento remoto que justifica una profesión, sino como el
objeto de elección en el que se quiere inscribir un destino (2015:
561).
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La impresión del joven crítico argentino permite describir
cabalmente la disposición ética desde la cual Rama encaraba todas
las aristas de su faena intelectual: la docencia, la crítica literaria, el
periodismo, la edición, el activismo cultural y la voluntad de
intervención polémica en la esfera pública: frentes [que, en
Rama,] se alimentaban recíprocamente, como parte de un mismo
circuito (2015: 561). Proveniente de una realidad y una
generación que había optado por nacionalizar las causas (y, por
ende, los eventuales remedios a los desgarramientos y las
tensiones sociales), el argentino veía ahora con nitidez, a través de
la propia práctica intelectual de Rama, la envergadura y la
ambición de su proyecto político.
El nuevo rostro literario de América Latina me fue
revelado, dice Prieto en la rememoración publicada originalmente
en 1985, en la revista mexicana Texto Crítico, luego de consignar lo
que fue para él una nueva valoración de la dimensión novelística
de Alejo Carpentier, Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa
y Sebastián Salazar Bondy, pero también el descubrimiento de
otros perfiles de Julio Cortázar, de Juan Carlos Onetti, de José
María Arguedas y de la narrativa joven de México, de Cuba y de
Venezuela. Eso no era todo. La revelación de ese nuevo rostro
implicaba además el reconocimiento y la corrección de rasgos
distorsionados por la escala de construcción del plano. Tanto es
así que Rama fue incluso convenciendo a Prieto de las ventajas de
poner en práctica un nuevo revisionismo que ubicara a Borges en
el origen de la nueva escritura (ejercicio que, en los trabajos del
uruguayo, se superpone siempre con una astuta operación crítica
tendiente a mostrarlo como una figura que excede las limitaciones
ideológicas que caracterizan al grupo Sur), al tiempo que no dejaba
de darle sólidas razones para reformular las todavía vigentes
funciones de compromiso y de mensaje, en términos que dieran cabida
a la moral autosuficiente del texto (Prieto, 2015: 562).
Al finalizar el ciclo de sus clases, Prieto era otro. No sólo
había variado su perspectiva respecto de la manera en que se
articulaba el campo de la literatura latinoamericana; también había
cambiado en su manera de valorar los pasos previos de su propio
proyecto crítico e intelectual. Acaso por eso, en su última tarde de
conversación, cuando el clima de despedida ya iba madurando en
la casona de Montevideo, interpelado por Rama sobre su próximo
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proyecto de trabajo (la obra a la que apuntaban todos mis
desvelos, la cifra en la que pudieran leerse todas las
justificaciones), Prieto no dudó en contestar con una frase
categórica: Escribir una historia social de la literatura
latinoamericana. A lo que, sin vacilar, levantando el flamante N°
1 de la Revista de la Literatura Iberoamericana, Rama le respondió:
En eso estamos todos.
2
El alcance efectivo de ese todos, que por entonces podría haber
parecido un poco críptico a Prieto, no lo era en modo alguno
para el crítico uruguayo. Casi diez años antes, en ese mismo lugar,
había mantenido una conversación similar con el crítico Antonio
Candido. El reciente autor de Formação da literatura brasileira cuyas
originales proposiciones teóricas y políticas habían impresionado
realmente a Rama (1960a) había llegado a Montevideo a
comienzos de 1960, convocado por la misma Universidad
uruguaya, para dictar una serie de cuatro conferencias en sus
cursos de verano.
En ese entonces Rama no tenía inscripción académica; era
un simple docente de Educación Media, que ejercía
eventualmente la crítica teatral en el diario Acción, trabajaba en
emprendimientos editoriales nuevos, había conseguido el cargo de
jefe de adquisiciones de la Biblioteca Nacional y acababa de
aceptar también la dirección de la página literaria de Marcha (que
antes había estado en manos del crítico Emir Rodríguez Monegal).
Si bien su imagen como ensayista e investigador académico
crecería ciertamente mucho más con el paso de los años, Candido
poseía ya un margen de reconocimiento en el campo de la crítica
universitaria brasileña. Había publicado Introdução ao método crítico
de Sílvio Romero (1945), Ficção e confissão (1956), Formação da literatura
brasileira (1959) y O observador literário (1959), y empezaba a ser
referenciado por ese riguroso trabajo también en otros países
sudamericanos.
Con la excusa de realizar un reportaje que se publicaría en
Marcha, Rama pidió a Candido una reunión y se entrevistó con él a
mediados de febrero del año 1960. Aquel encuentro fue sin duda
determinante tanto para uno como para otro. En el vínculo que se
creó entre ellos y se afianzó a partir de entonces, ambos
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empezaron a reconocer en el otro afinidades teórico-críticas,
humanísticas e ideológicas, pero también y sobre todo zonas de
trabajo pendiente en sus respectivos proyectos.
Candido fue crucial en la formación literaria del joven
Rama. Hasta sus últimos días, el propio crítico uruguayo se
encargó de dejar públicamente en claro el hecho de haber
descubierto la auténtica dimensión de la literatura brasileña
recién a fines de los cincuenta y comienzos de los sesenta,
mediada por dos admirables intelectuales brasileños con los que
luego hice amistad: uno era Antonio Candido y el otro, Darcy
Ribeiro. Pero también para el autor de A educação pela noite aquel
intercambio temprano resultó valioso, ya que le permitió
reconocer un aspecto incompleto de su propio proyecto
intelectual. En la rememoración del encuentro en Montevideo que
años después hará Candido, el joven crítico uruguayo
seguramente entusiasmado por el proceso de transformaciones
abierto tras la Revolución Cubana en 1959 se muestra ya
convencido de la necesidad de definir un proyecto crítico e
intelectual de corte latinoamericanista. En un artículo publicado
en la revista Recortes en 2004, el crítico brasileño afirma:
Cuando conocí a Ángel Rama en Montevideo, en el año 1960, él
me declaró sin rodeos su convicción de que el intelectual
latinoamericano debía asumir como tareas prioritarias el
conocimiento, el contacto y el intercambio en relación con los
diversos países de América Latina. Me manifestó también su
disposición a comenzar ese trabajo en la medida de sus
posibilidades sea viajando, sea mediante vínculos epistolares y
estableciendo vínculos personales. Y fue lo que hizo de manera
sistemática, incluso cuando, exiliado en Venezuela, ideó y dirigió
la Biblioteca Ayacucho [], que se convirtió en una de las más
notables empresas de conocimiento y fraternidad continental a
través de la literatura y del pensamiento (Candido, 2004: 155).
La correspondencia Candido-Rama reunida y editada por Pablo
Rocca en Un proyecto latinoamericano se extiende desde abril de 1960
hasta octubre de 1983 y ratifica sin duda la constancia de una
amistad sostenida en el compromiso y el mutuo respeto
intelectual. Esa relación se construye a partir de las diferencias de
edad (el brasileño es ocho años mayor que el uruguayo) y de
perspectivas, cuando uno, formado, académico y erudito
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(Candido), se declara incapaz de satisfacer la demanda activista del
otro, autodidacta, irreverente y volcado de lleno al periodismo
cultural (Rama). Y se fortalece cuando deriva en zonas de
confluencia especialmente cuando, ya a fines de los años sesenta,
Rama comienza su lenta y definitiva inserción institucional en el
campo universitario uruguayo.
Recién a fines de esa década, tras el impacto causado por su
visita a Cuba, empezará a madurar en Candido la definición del
perfil latinoamericanista que reconoce que Rama suscribía ya
desde fines de los años cincuenta. La impresión causada por
Cuba fue extraordinaria, escribe el crítico brasileño ya en marzo
de 1979:
Casi un mes lleno de cosas nuevas y la sensación de estar viendo
al socialismo construirse, entre tropiezos y peligros pero siempre
hacia adelante. Espero, próximamente, ampliar el conocimiento
de América Latina y trabajar un poco, en la vejez, para el
acercamiento cultural entre nuestros países, a lo que te has
dedicado siempre y desde muy joven. Recuerdo cuando te conocí
en 1960 y ésta era ya una obsesión tuya (2015a: 119-120).
Embarcado en esta empresa, Candido aceptará ser el referente
para la selección de literatura brasileña para el monumental
proyecto de la Biblioteca Ayacucho, dedicará además gran parte de
su tiempo a la creación de revistas, a la formación de bibliotecas, a
la edición de libros y a la promoción de eventos y congresos
universitarios de tema latinoamericano. Pero, como la de Prieto,
su producción teórico-crítica no llegará nunca a identificarse del
todo con ese proyecto que en la obra de Rama es el punto desde el
cual se construyen todas las operaciones de lectura. Las razones
seguramente son múltiples y combinadas; pero, en principio, entre
las de primer orden, habría que subrayar el hecho de que ninguno
de ellos había sido capaz de comprender hasta qué punto el
acontecimiento histórico de la Revolución Cubana era capaz de
poner en crisis el horizonte cultural de los demás pueblos
latinoamericanos alterando su percepción de la función nacional
de literatura.
Ya a fines de 1960, en un texto aparecido en Marcha bajo el
título La construcción de una literatura, Rama pone a la crisis
como el primer presupuesto crítico:
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En primer término, que este año marcó un momento decisivo de
nuestro desarrollo. Siendo un momento de grave crisis en
distintos órdenes político, económico, moral y hasta
institucional, no entendemos esa crisis como un intenso
combate en el seno social dentro del que encontramos fuertes y
tonificados valores positivos que tratan de crear nuevos y
mejores sistemas. En cierto sentido, el agravamiento de las
condiciones en las que se mueve la sociedad uruguaya ha servido
hasta aquí para despertar de su letargo a muchas fuerzas, hacerles
adquirir una óptica más aproximada de nuestra realidad histórica y
convencerles de una beligerancia fervorosa. En este sentido
vivimos en un año de compromiso y decisión (1960a: 24).
Compromiso y decisión serán en efecto dos palabras claves,
ligadas a una crítica en crisis, a una crítica que ya no puede dejar de
interrogarse por las consecuencias culturales de las
transformaciones históricas y por las condiciones culturales que
hicieron posible “la emergencia de las transformaciones
históricas y aun las que han hecho posible su lectura. En ese
sentido, y especialmente en ese sentido, la construcción de una
literatura es un trabajo de la crítica justamente porque no basta
con la existencia de obras literarias para que haya una literatura.
Por eso, ya en marzo de 1960, señala la importancia del
crecimiento de los estudios dedicados a las nuevas obras y subraya
la obligación de ahondar en el conocimiento de nuestras letras
por parte de profesores y estudiosos. Esas operaciones, sintetiza
bien Rama,son también parte de lo que llamamosel sistema
orgánico de una literatura (1960b: 22).
Para que haya una literatura, dirá Rama unos meses después,
las distintas obras literarias y los movimientos estéticos deben
responder a una estructura interior armónica, con continuidad
creadora, con afán de futuro y con vida real que responda a una
necesidad de la sociedad en que funcionan (1960c: 24). Una
aclaración precisa marca en ese texto ya el compromiso y la
decisión sobre la que se construirá la base de su proyecto
latinoamericanista: esa sociedad no será nunca equiparada a
patria justamente porque el panorama americano muestra
modulaciones literarias que responden a regiones que superan
fronteras (1960c: 24).
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Unos meses antes de escribir ese texto, en febrero de ese
mismo año, Rama ha leído para la entrevista publicada en Marcha
(Rama, 1960a) Formação da literatura brasileira de Antonio Candido,
aparecido meses antes en San Pablo. Para describir esa
estructura sobre la cual se podría eventualmente definir la
existencia de una literatura latinoamericana, Rama cita en
traducción propia del portugués un pasaje especialmente notable
del libro de Candido:
Un sistema de obras ligadas por denominadores comunes que
permiten reconocer las notas dominantes de una determinada
fase. Estos denominadores son, aporte de las características
internas (lengua, temas, imágenes), ciertos elementos de la
naturaleza social y psíquica, literariamente organizados, que se
manifiestan históricamente y hacen de la literatura un aspecto de
la civilización. Entre ellos se distinguen: la existencia de un
conjunto de productores literarios más o menos conscientes de
su papel, un conjunto de receptores deformando los diferentes
tipos de público sin los cuales la obra no vive, un mecanismo
transmisor (en forma general una lengua, traducida a estilos) que
liga a unos con otros. El conjunto de los tres elementos da lugar
a un tipo de comunicación interhumana, la literatura, que bajo
este ángulo se nos presenta como un sistema simbólico por medio
del cual las aspiraciones más profundas del individuo se
transforman en elementos de contacto entre los hombres y en
interpretaciones de las distintas esferas de la realidad (1960c: 24).
En efecto, desde 1960 en adelante, los trabajos de Candido
constituirán un punto de apoyo y referencia teórica para la
formulación de las hipótesis críticas de Rama. Libros como
Formação da literatura brasileira (1959) y Literatura e sociedade (1965)
seguirán incidiendo de manera activa en su forma de disponer
lecturas particulares y “abordajes panorámicos. Le ofrecerán,
en principio, un puñado de categorías y conceptos teóricos
operativos (como estructura, circuito o sistema) que le
facilitarán la descripción de escenarios de articulación de la
producción literaria y la historia entendida como un contexto
relativo, pero también nociones funcionales desde las cuales se le
hacía posible subrayar notas dominantes, advertir zonas de
pasaje, imaginar transacciones y hacer notar relaciones de
polarización o de solidaridad recurrente dentro de un sistema
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simbólico que alimenta o activa interpretaciones de las distintas
esferas de la realidad (1960c: 24).
Más aún: en casi todos sus trabajos historiográficos
posteriores, la incorporación de esos elementos y formulaciones
teóricas elaboradas por Candido permite a Rama leer procesos
culturales más amplios a partir de la descripción del sistema
literario latinoamericano. Apelando a herramientas provenientes
de la filosofía, la arquitectura, la economía, la sociología y la
historia del arte, apostó a una crítica que tomaba distancia del
modelo textualista sólo en la medida en que anticipaba los rodeos
analíticos años después mecanizados y, por eso mismo, vaciados
de valor político por los estudios culturales. Como apunta
Carlos Monsiváis en la última reedición de La ciudad letrada (2004),
Rama busca siempre esclarecer la gravitación real de la literatura
en el proceso general de una cultura cuyo desarrollo aparece
orientado por un Poder que la domina despreciándola: en la
perspectiva de Rama escribe Monsiváis (2004: 23), la ciudad
letrada es la escritura represiva de las elites que al definir el
progreso en forma despiadada, no sólo empobrece, también
desculturiza a la mayoría. Para resumirlo con palabras del propio
Rama:
La constitución de la literatura como un discurso y en muchos
casos como el discurso sobre la formación, la composición y la
definición de la nación [] implicaba asimismo una previa
homogenización e higienización del campo que sólo podía
realizarse mediante la escritura. La constitución de las literaturas
nacionales que se cumple a fines del siglo XIX es un triunfo de la
ciudad letrada, la cual, por primera vez en su larga historia,
comienza a dominar su contorno (Rama, 1984a: 74).
El parágrafo citado sintetiza en cierto modo el espíritu de un
conjunto de investigaciones previas que, por citar sólo el caso
argentino, bien podrían rastrearse en Literatura argentina y realidad
política (1964) de David Viñas o proyectarse en El discurso criollista
en la formación de la Argentina moderna de Prieto (1988). En cualquier
caso, la conclusión a la que arriba Rama busca subrayar un aspecto
de rango general y poner al descubierto una práctica que
dominará el siglo XX latinoamericano: el desarrollo y la
instauración de un proyecto general semejante al que puede
rastrearse en el revés de trama de los movimientos
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democratizantes europeos que buscaron y en cierta medida
consiguieron universalizar consignas enmascarando su origen y
su horizonte de interés eminentemente burgués.
3
El epistolario Candido-Rama confirma hasta qué punto ambos
ensayistas apuntaban a definir las bases de una crítica capaz de
trascender la fragmentación territorial nacionalista. Si bien resulta
difícil sostener que la definición delproyecto latinoamericano
fuera uniforme y homogénea en la imaginación de cada uno (y más
allá de la evidente asimetría en la demanda en su realización: Rama
en una disposición militante, Candido en una actitud más
moderada), el punto de coincidencia entre ambos radica en el
reconocimiento de la necesidad del intercambio para la
elaboración de un vocabulario crítico eficaz para definir un
territorio latinoamericano y para producir análisis de la literatura
allí producida desde un marco sociológico y cultural. La salida del
círculo creado por la perspectiva regionalista parece en principio
oscilar entre nociones operacionales como las de
superregionalismo y la todavía esbozada de transculturación
narrativa y es presumible que el intercambio de lecturas acaso
habría exhibido cierta rispidez en el intervalo 1962-1967, del cual
no se han conservado las cartas y en el cual se produce la
aparición de Tese e antítese (1964) y Literatura e sociedade: estudos de
teoria e história literária (1965) de Candido y la etapa de ascenso de
Rama como crítico literario latinoamericanista.
Pero las cartas posteriores a 1967 alternan valoraciones
positivas y diferencias en el enfoque. En noviembre de ese mismo
año, tras su lectura de Revista Iberoamericana de Literatura, Candido
elogia especialmente el trabajo de Rama dedicado a la novelística
de Mariano Azuela por su puesta en discusión de la cuestión del
caudillismo en las letras latinoamericanas y le manifiesta su
intención de incluirlo como bibliografía de un curso de literatura
comparada sobre la novela política de tema latinoamericano. El
tema seguirá interesando a Candido e incluso desatará disidencias
de abordaje de la problemática años después, cuando Rama
publique en México Los dictadores latinoamericanos (1976). En ese
punto, el crítico brasileño discutirá no sólo la conformación del
corpus propuesto por Rama sino también sus objetivos. Candido
reconoce la necesidad efectiva de iluminar el problema político
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desde la configuración del género pero, a diferencia de Rama, no
ve sentido en la búsqueda de una constitución arquetípica
continental cifrada en la imagen del Dictador. La lectura de La
generación crítica. Panoramas (1972), sin embargo, le entusiasma por
su visión de la literatura engranada en la cultura, y de la cultura
como visión orgánica de la sociedad sin que la lectura decline en
un paralelismo mecánico. Lo que Candido valora en ese trabajo
de Rama es la operación reflexiva ver de un modo orgánico y
vivo a la sociedad desde el ángulo de la literatura y la literatura
desde el ángulo de la sociedad que confronta diametralmente
con las tendencias de enfoque textualista que empiezan a
imponerse en la época. Y para sostener esa posición en el campo
de la universidad brasileña lo convoca a dictar un par de
seminarios y una conferencia cuyo tema sea La generación
crítica uruguaya. En su carta del 30 de octubre de 1973, Rama
contrapropone no sólo ampliar el marco del corpus a un espectro
continental sino que además sugiere la inclusión de un tema en el
que está metido y que realmente lo apasiona: el de los
procesos de transculturación en la narrativa latinoamericana.
En noviembre del mismo año, ya en Caracas tras el golpe
militar en Uruguay, Rama escribe a Candido una carta que en
cierta medida corrobora la confluencia de perspectivas de abordaje
crítico. La recensión del ensayoLiteratura y subdesarrollo de
Candido publicado en el número 1 de la revista Argumento unos
meses antes entusiasma realmente al crítico uruguayo al punto que
confiesa:
Me produce cierto asombro comprobar cómo caminamos por sendas
paralelas, que creo se deben a perspectivas críticas similares.
Enteramente de acuerdo con la tesis que te conduce progresivamente
del cambio hacia el 30 del país nuevo al país subdesarrollado y a una
valoración que rescata el regionalismo en una nueva perspectiva que
llamas superregionalismo. Eso mismo es lo que, bajo el título de ‘Los
transculturadores de la narrativa’, te proponía como uno de los temas
del seminario en mi visita a São Paulo, de tal modo que es tu artículo el
que puede servir como base del debate, sin que yo agregue demasiado.
(2015a: 63-64).
El gesto de modestia de la última frase parece articularse con una
estrategia de Rama para terminar de convencer a Candido de
convertirse en cabeza de lanza del proyecto latinoamericanista en
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Brasil e incluso más allá. Por eso el elogio funciona en paralelo
con la intimación:
Como para coincidir contigo es la corroboración de que no me
equivoco, te imaginas la alegría que me produjo leerte. Tenía razón yo
cuando insistía en que debíamos formar ese equipo latinoamericano,
coherente y serio, de estudiosos capaces de trabajar a la par de
sociólogos y antropólogos, en la tarea de pensar nuestra cultura y
nuestra América. Como a pesar de que tienes pocos años más que yo
eres de algún modo el padre de todo esto, es a ti a quien correspondería
poner en marcha ese equipo y con una finalidad concreta e inmediata:
reescribir la Historia de la Literatura Latinoamericana, eso que nunca se
hizo y que estamos obligados a hacer nosotros (2015a: 64).
La respuesta inmediata de Candido parece haberse perdido. Pero
el 8 de octubre de 1974 es decir, en la siguiente carta consignada
en la compilación de Rocca, el crítico brasileño se encuentra ya
completamente sumergido en el trabajo de producción del
proyecto Biblioteca Ayacucho. El trabajo de Rama, ya instalado en
Caracas, se desarrolla por su parte desde de las categorías de
sistema y superregionalismo elaboradas por Candido. Esas
dos nociones operativas como bien apunta Rocca proveen al
crítico uruguayo las bases para la fundación de uno de sus mayores
aportes a la comprensión y la teorización de y sobre la literatura
latinoamericana (2015a: 12). En los trabajos de ese periodo en
especial, Los gauchipolíticos rioplatenses. Literatura y sociedad (1976) y
Transculturación narrativa en América Latina (1982), redactados en el
lustro del primer exilio Rama retoma la tesis política
fundamental de su ensayo sobre el modernismo, donde la
autonomía poética de América Latina constituye un cierto
momento de autoconciencia crítica definida por el contexto
histórico preciso cabe recordar en este punto el categórico
propio subtítulo del trabajo:Circunstancia socio-económica de
un arte americano. Pero, si bien en Rubén Darío y el modernismo
(1970) Rama planteaba ya la comprensión de un sistema literario
con un corpus coherente, un público efectivo y un grupo de
productores especializados donde se produce la instauración de
una tradición poética, en Transculturación narrativa en América Latina
la presencia de Candido deja de ser sólo la del aportante de
categorías para pasar a ser la del proveedor del método
dialéctico, al mismo tiempo comparatista y sociológico, que en
cierta medida se anticipaba al giro interdisciplinario para ofrecer
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una comprensión de los fenómenos y los procesos literarios desde
un prisma mucho más complejo (Antelo, 2002). Que en las
lecturas críticas de Rama el método dialéctico elaborado por
Candido adquiera sin embargo como ha planteado Antelo un
matiz pedagógico orientado a iluminar la racionalización
económica y política de lo cultural, no hace más que refrendar,
con cierta ironía poética, el hecho de que el régimen de la
modernidad letrada retorna en la formación de la literatura
transculturadora como política del secuestro. Como advierte
Rosario Peyrou, no fueron pocas las veces en que al trabajo de
Rama le fue reprochado un excesivo sociologismo; pero lo
cierto es que Rama nunca descuidó la especificidad estética de la
obra literaria y su interés por leerla como respuesta a las fuerzas
propias de las dimensiones sociales e históricas excede largamente
la pereza del reduccionismo. La suya es en efecto una forma de
análisis latinoamericana, también ella transculturada, en la
medida en que articuló saberes provenientes de distintas
disciplinas (Peyrou, 2008: 18).
Candido mismo parece reconocer esa cualidad distintiva de
abordaje integrador en la práctica crítica de Rama, quien pese a su
claro ascendente teórico marxista original (Georg Lukács, Galvano
della Volpe, Arnold Hauser, Antonio Gramsci), siempre se
mantuvo al margen de los facilismos mecanicistas. Dice el autor de
O discurso e a cidade:
[Rama] supo elaborar con idéntica maestría análisis particulares y
visiones sintéticas –o “panoramas”, como él mismo los llamaba. Eso en
cierto modo lo inmunizó contra el peligro de las generalizaciones
esquematizadoras e impidió también que su interés por los conjuntos
matase lo esencial del trabajo crítico, esto es: el develamiento de los
textos (Candido, 2004: 156).
Lo que Candido no puede ver (porque también está inmerso en
ella) son las consecuencias de la adopción de esa perspectiva
crítica que, viniendo de Hauser y Maravall, impone una matriz de
análisis agonístico y binario cuya lectura de la modernidad
latinoamericana tiende a no considerar la potencia de lo que se
inscribe como exceso, más allá de lo letrado (Antelo, 2008: 217).
No sólo porque no termina de reconocer que el materialismo
idealista encarnado por Rama tiende, como apunta Antelo, a
definir valoraciones sobre un criterio de exclusión: la prepotencia
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de una economía restricta y un régimen de representación
centrado en una mimética y testimonial; especialmente porque no
llega a percibir que es esa matriz de análisis la que determina su
incapacidad para percibir matices, apropiaciones, en experiencias
en resistencia a la pedagogía de la transculturación como las que
decantan del prolífico y diverso barroco americano (Díaz, 2015:
548-549). En síntesis, lo que Candido no percibe en Rama es que,
en la distribución de roles impuesta por la matriz de análisis, la
lógica del dominio no se rompe si no a través de una pedagogía,
una mediación racional que verticaliza las opciones,
haciéndolas homogéneas y disciplinadoras (Antelo, 2008: 214) y
que, irónicamente, no se puede producir más que dentro del
propio paradigma de lo letrado: el realismo crítico como única
forma de resistencia.
Deliberadamente, Candido hace énfasis en elinterés por
los conjuntos como parte de una operación política estratégica: la
que busca validar el proyecto de autonomía que, en la perspectiva
de Rama, debía empezar por ir das literaturas nacionais à
literatura latino-americana, un movimiento que fuera capaz de
pasar de lo políticamente instituido (como estatal) a lo
culturalmente constituido (como regional). Hacia 1974, en Um
processo autonômico: das literaturas nacionais à literatura latino-
americana, publicado en el N° 3 de la revista Argumento
(publicación en la que Candido integra el Comité de Redacción),
pero leído por primera vez en París un año antes, Rama había
anticipado ya las características de ese eventual proceso. El autor
de Diez problemas para el novelista latinoamericano reflexionaba allí
sobre la naturaleza del proyecto político de
un discurso integrado, que abarcara toda la literatura latinoamericana,
no se apoyaría en un comparatismo literario sino cultural, reconociendo
el tronco lingüístico del que parten las tres lenguas que lo definen a
saber: el español, el portugués y el francés. Pero la tónica deberá caer
necesariamente sobre la función simbólica y, por lo tanto, significante
de la creación literaria (Rama, 1974: 44-45).
4
Partiendo de la base de que la literatura y el arte son series cuyo
sentido sólo resulta asequible en el marco de un complejo socio-
cultural (1969: 36), Rama puede recurriendo a una tipología
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socio-antropológica (Darcy Ribeiro, Gilberto Freyre, Sérgio
Buarque de Holanda, Caio Prado Junior) desarrollar su idea de
transculturación como una forma de traducción capaz de
capitalizar la diferencia en respuesta dialéctica a un contexto.
Como bien apunta Antelo, el crítico uruguayo procura,
legítimamente, descolonizar la literatura razón por la cual
toda su crítica puede interpretarse, en efecto, como el pasaje de
los estudios literarios a los estudios culturales (2008: 208).
Es probable que Rama trabajara, como concluye Antelo
leyendo esas mismas notas proyectivas, con el objetivo final de
legitimar una utopía (1996: 83-84). Pero no es menos cierto que,
en ese mismo y obstinado trabajo en que el propio Candido vio
una lucidez latinoamericana (1993), produjo la singularidad real
de una lectura que no deja de interpelar a sus lectores. En primer
lugar porque (se) obliga a reflexionar sobre la condición
transculturada y el devenir errático de una literatura
latinoamericana ligada al tumultuoso proceso de una cultura en
ebullición, afectada por las diferencias regionales, por la acción de
fuerzas sociales emergentes que dan lugar a formaciones
alternativas, que resisten la linealidad de las transacciones
tradicionales y que cuestionan desde su propio espacio de
inscripción la discutible legitimidad de un proyecto histórico
resquebrajado. Pero también porque su fuerza intelectual,
arraigada en convicciones de orden ético y estético, constituye la
base sobre la que planteó su intento por desentrañar el sentido de
las identificaciones nacionales y por comprender la potencia
efectiva del proyecto político de América Latina. En este punto,
como bien sugiere el propio Candido, el mayor valor político de su
aporte no radica en haber conseguido establecer un único discurso
capaz de dar cuenta del sistema literario latinoamericano, sino en
haber retirado el debate cultural del marco restrictivo de las
perspectivas nacionalistas que, gobernadas por una determinación
política, resultaron a la postre funcionales a la simplificación y el
escamoteo de la complejidad cultural latinoamericana. En este
sentido, Rama recapitularía a comienzos de 1979 en el primer
número de la segunda época de los Cuadernos de Marcha, editados
en México por Carlos Quijano:
Ahora que estamos en el invierno de nuestra autocrítica, y que por lo
tanto hemos de hablar como niños, podemos percibir más agudamente
cuánto se simplificó nuestra cultura, cuánto se la escamoteó bajo
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fórmulas operativas aceptables por el campo político en los últimos
años que nos condujeron a la catástrofe (Rama, 1979: 33).
Pero ya en Sistema literario y sistema social en hispanoamérica,
publicado en el volumen colectivo Literatura y praxis en América
Latina, editado en Caracas cinco años antes, considera
explícitamente la perspectiva nacionalista como una instancia a
superar (Rama, 1974: 81). Esa convicción será compartida por
Candido y marcará la perspectiva política de sus abordajes críticos.
Basta citar aquí la intervención que, en Campinas, a comienzos de
la década del 80, planteó en una reunión que buscaba afianzar el
proyecto de realización de una nuevaHistoria de la Literatura
Latinoamericana. En la alocución compilada en 1985 por Ana
Pizarro en La literatura latinoamericana como proceso, volumen no
casualmente dedicado a la memoria de Ángel Rama, y cuyo
proceso de trabajo colectivo será continuado años después con
América Latina: palavra literatura e cultura (1993), Candido insiste
marcada y especialmente en la necesidad de incorporar las
producciones literarias y culturales brasileñas en ese mapa político
latinoamericano bocetado en los trabajos del crítico uruguayo no
sólo para completar el panorama, sino también por motivos de
naturaleza político-ideológica, en el sentido más amplio: es que
necesitamos conocernos, estar unidos y procurar ver nuestras
afinidades (1985: 78).
Es claro que la visión política de Candido no estaba por
completo despegada del rasgo utopista con que se suele describir
el programa crítico-cultural de Rama. Tanto para uno como para
otro el proyecto de integración latinoamericana era un desafío
intelectual y político concebido a partir de las transformaciones
desatadas por el proceso revolucionario cubano pero continuado
incluso, con un tono menos ilusionado, a fines de los años setenta,
en pleno apogeo de las dictaduras en el cono Sur. Resulta
especialmente significativo el hecho de que Rama dedicara a
Candido a manera de guiño cómplice de un diálogo abierto y una
tarea en marcha La novela en América Latina. Panoramas 1920-
1980, el volumen que, en casi seiscientas páginas, reúne los
escritos que el crítico uruguayo produjo entre 1964 y 1981.
También que, recién tras la muerte de Rama (en un accidente
aéreo ocurrido el 27 de noviembre de 1983 en Madrid), Adolfo
Prieto se lamentara por no haberle preguntado quiénes eran esos
todos a los que había aludido su respuesta ni cuáles eran las
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características que debía tener esa Historia Social de la Literatura
Latinoamericana. Lo cierto es que, aun en esa precaria vida de
exilio, afectado por el desarraigo, la zozobra económica, la
persecución política y la incertidumbre, Rama nunca renunció al
proyecto latinoamericano. La razón es simple: a comienzos de la
década del 70, en La generación crítica, 1939-1969, había definido la
función intelectual en un ademán crítico que, a juicio de
Rocca, constituye una superación del concepto sartriano de
intelectual comprometido o un ajuste del mismo en virtud de las
peculiaridades americanas (2015a: 18) como un trabajo de
planificación intelectual y participación activa en el proyecto de
liberación respecto de un modelo político y económico basado en
la explotación. Y ese programa político encuentra sus condiciones
de posibilidad justamente en el seno de la pequeño-burguesía
ilustrada de la clase media y en el marco general de una sociedad
azotada por la crisis económica. Por eso, Rama escribe sin
mezquinar ironía:
Aunque sé que hay interpretaciones más románticas, pienso que el
empobrecimiento lo produce miseria y no conduce
automáticamente a una rebelión si no existe previamente un cuerpo
de ideas, una estructura mental, una doctrina explicativa de las
transformaciones que se operan en la realidad. Porque éstas son sólo
confusn e incoherencia y fatalismo y magia para quienes no
pueden situarlas dentro de un diagrama intelectual. La quiebra
ecomica encont a una clase media pertrechada intelectualmente,
capacitada por años de estudio y análisis y potencialmente dotada
para ofrecer respuestas coherentes. Ellas corroboraron la rectoa de
la función intelectual: por eso todo alisis del proceso cultural de
los últimos decenios va marcando la evolución de una sociedad
desde las iniciales intuiciones fulgurantes y la autoconciencia ctica
hasta las resoluciones que tienen que ver con los distintos modos de
encarar la toma del poder (1972: 14-15).
Crítica y crisis confluyen pues para dar lugar a un proyecto nuevo
sobre las bases de una conciencia crítica ilustrada capaz de
transformar su propia función en el seno de la sociedad burguesa.
Por esa razón, para Rama, en el proceso de transformación de las
sociedades, el trabajo intelectual debe pasar del momento
descriptivo al analítico, y de éste al de la radicalización crítica para
finalmente dar lugar a un eventual momento creativo, es decir, a
la proposición de nuevas formas socio-culturales (1972, 14-15).
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Las ideas son hijas de la conciencia crítica y corresponden a una
segunda instancia del proceso [de liberación], que ya no se trata de
destacar o expresar un cambio sobrevenido en la realidad […], sino de
proponer concretamente una lucha, asumir la posicn del
combatiente […]. Tal actitud militante corresponde a un segundo
momento de la función crítica, cuando ésta, que originariamente no es
sino reguladora de los procesos creativos de una sociedad a los cuales
vigila y a cuya eficiente resolucn contribuye, comienza a ser
rechazada por los organismos que rigen esos procesos, los que se
rehúsan a considerar sus proposiciones, condenándola a una pura
gestión especulativa aislada del manejo correctivo de lo real. A partir
de esa situación bloqueada, la crítica genera estructuras interpretativas
y fundamentaciones ideológicas destinadas a un enfrentamiento
beligerante con esos organismos, mejor dicho con el pensamiento y el
sistema ideológico que los anima (1972: 14-15).
Es probable que, como sugiere Prieto, la aspereza del campo
político y profesional por el que deben pasar nuestros
intelectuales haya mermado el alcance y la potencia
transformadora imaginadas por Rama para el proyecto de
integración cultural latinoamericana. Lo que no puede negarse es
que, contra esa y otras asperezas de la historia, Rama trazó las
líneas fundamentales para su desarrollo. Ahí están sus trabajos
sobre el modernismo, su estudio sobre la gauchesca, sus
laboriosos panoramas de la literatura contemporánea, sus hipótesis
sobre la transculturación y sobre el sistema de relaciones que da
lugar a la ciudad letrada. Cada una de esas piezas críticas
pertenecen como hace notar Prieto en su melancólica
semblanza a un espacio conceptual rigurosamente organizado
(Prieto, 2015: 563); constituyen la matriz de esa historia social de
la literatura latinoamericana que todavía está por escribirse.
Crespi, Ángel Rama y Antonio Cándido Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 7 / Diciembre 2019 / pp. 13-33 32 ISSN 2422-5932
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