Iriarte, sobre Cámara de eco Revista de estudios literarios latinoamericanos
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Número 7 / diciembre 2019 / pp. 190-199 197 ISSN 2422-5932
narlo todo en Pájaros de la playa, novela póstuma con la que Sarduy
se despide.
Esta lectura bio-bibliográfica tiene su momento más alto en
el ensayo de François Wahl, “A vueltas con los dioses, o sobre un
tema (o sujeto) que sólo podía ser inmanente a lo religioso”. Si el
Sarduy de los años ’70 puede comprenderse a partir del all-over pai-
nting y el despliegue de imágenes o significantes en un espacio sin
mayores estructuraciones, si, por lo tanto, el neobarroco de aque-
lla época es un repliegue profuso sobre la página o el campo vi-
sual, la cercanía de la muerte lo lleva, como muestra Wahl, a la
búsqueda de un espacio vacío. “El último verano, en agosto de
1992, dijo, en el claustro de Moisac, después de un larguísimo si-
lencio, que ‘sería el lugar ideal para morir’” (131). El pintor o el
escritor del all-over painting despoja el espacio, se queda en silencio,
busca esa nada, para mantener, sin embargo, e incluso para pro-
fundizar, la no-jerarquía del vacío. “Severo sentía más bien la sin-
tonía con el cuadrado sin orientación del claustro, rodeado y rit-
mado por la impasible regularidad de las columnas que lo marcan”
(131). Aunque descubre ese espacio en ámbitos católicos, esta
búsqueda no podía encontrarse sino en el budismo, como confir-
ma Wahl. En uno de los momentos más hermosos de su texto, y
sin duda de todo Cámara de eco, el que fuera compañero de toda su
vida recuerda que Saduy leía con regularidad el Libro tibetano de los
muertos. Como argumenta Wahl, se suele pasar por alto que ese
texto es una guía para el viajero que va entre la muerte y la resu-
rrección. Para ese viajero, lo fundamental es “no olvidar que todo
por lo que pasa, por muy perturbador o incluso aterrador que sea,
no es más que un fantasma, una apariencia que no se basa en
realidad alguna” (136). En estas palabras, que son dichas en/sobre
los últimos momentos de su vida, todo cobra sentido: el all-over
painting, las voces de la radio, los significantes milimétricos, la si-
mulación, los dobles, todo eso anunciaba lo que se descubre al
borde de la muerte, porque la vida y el mundo son apariencias, vi-
siones y sensaciones que, como fantasmas, se forman en el vacío
para volver a disolverse en él. Escribe Wahl:
En este punto, el auxilio del amigo (si es posible, un lama) se
torna necesario, un amigo que recuerda en la oreja del moribun-
do, en el instante mismo de la muerte, el no-ser del que el es-
tampido de la vacuidad asienta testimonio; y que, a continua-
ción, en la oreja del que a partir de ahora estará muerto, sopla la