Maccioni, “Una fluvialidad de contraamparo” Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 8 / Julio 2020/ pp. 154-169 162 ISSN 2422-5932
siguiendo a Berger, es la de sopesar la politicidad de su canto
poético, ésta deberá ser pensada más allá de la opción dicotómica
que obliga a ubicar la poesía o bien del lado del compromiso o bien
del lado de la gratuidad indiferente a lo social. Como Madariaga no
ha dejado de insistir, se trata, sí, de resistir a “la tiranía de la técnica
mal aplicada, esa que tiene templos sostenidos por columnas de
peste, de desamor, de desamparo y de desprecio” (Madariaga, 2016b:
395), pero sin subsumir el ser de la poesía a ninguna teleología ni
teología (política),
ni a ningún discurso útil a las mezquindades del
calles o hacerse encarcelar, debe crear dentro de un heroísmo tácito y silencioso, los profundos y
grandes acueductos políticos de la humanidad que solo con los siglos se hacen visibles y fructifican en
esos idearios y fenómenos sociales que más tarde suenan en la boca de los hombres. Si el artista
renuncia a crear lo que podríamos llamar las nebulosas políticas en la naturaleza humana, reduciéndose
al rol, secundario y esporádico, de la propaganda o de la propia barricada, ¿a quién tocaría aquella gran
taumaturgia del espíritu?” (Madariaga, 2016b: 393).
A continuación y tras afirmar que “el arte y la poesía son, sí, ‘sociales pero no sociológicos’”,
Madariaga insiste, en dos ocasiones en dicha intervención, en que “No hay otro compromiso mayor
que el de cantar … con la mayor fidelidad a sí mismo, cuidándose de las ideologizaciones o de las
teologías poco solares” (2016b, p. 394); “armados en bodas totales con el agua y el sol, con sus
rebeliones de fraternidad y de la solidaridad frente a las coerciones de los poderes envilecidos del
dinero, del contrabando urbano, con sus desprecios y fatigas que solo conducen a un destino incierto.
Trabajando con el máximo rigor natural y cultural, a la vez, plenos del conocimiento y las imágenes del
vasto pueblo de la infancia y de todo lo más cercano, de lo arcaico y de lo actual, de lo más realista y lo
más onírico” (Madariaga, 2016b: 395).
Este trabajo forma parte de una investigación más amplia que busca sopesar la potencia estético-
política de un corpus de escrituras poéticas argentinas que se trazan en torno a la imaginación material
(del agua) del Río y cuya potencia radicaría en proponer lo que hipotetizamos como “imaginaciones
políticas ‘impolíticas’”, esto es: imaginaciones que desisten de cualquier ficción soberana; que no
construyen una subjetividad emancipatoria; y que no pueden ser sustantivadas en términos de destino,
determinación y proyecto. Dicho de otro modo, se trataría de imaginaciones políticas que se afirman a
distancia de toda teleología y teología política. Este último término hace referencia a las filosofías
políticas configuradas a partir de la noción central de soberanía (o de decisión soberana). Como sugiere
Galindo Hervás (2003) en La soberanía. De la teología política al comunitarismo impolítico, “los dos extremos
que definen la concepción teológico-política de la soberanía [son]: decisión (del enemigo) y
representación (de la unidad)” (Hervás, 2003: 69). Es en el pensamiento de Carl Schmitt donde la
imbricación (secularizada) de teología y política surge ante el presupuesto nietzscheano de la muerte de
Dios erigiendo “un nuevo objeto de fe garante de las promesas: el Estado-Leviathán” (Hervás, 2003:
22) que vendría a llenar el vacío de garantías con una capacidad soberana de decisión, de neutralización
del conflicto y de instauración del estado de derecho. Su propuesta parte del diagnóstico de la
modernidad, como época carente de un fundamento para el orden, y es dicha conciencia la que
sostiene su confianza en la necesidad de una “decisión «mediadora» que cargue con la exigencia de la
época y produzca orden” (Hervás, 2003: 25). En este sentido el pensamiento de Schmitt seguiría
sosteniéndose dentro del “carácter «constructivo», moderno” (Hervás, 2003: 25) situando al Estado
como productor soberano de orden y contención de conflicto y como constructor/destructor de
derecho, en tanto soberano es aquel que decide sobre (y en) el estado de excepción. Siendo que el
auténtico caso de excepción es la guerra, para este pensador, la decisión soberana implicaría ante todo