Antequera, “De dónde les va a venir la filología” Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 9 / Diciembre 2020 / pp. 92-137 100 ISSN 2422-5932
morada de la vida, conceptos cuya encarnadura derivó en múltiples
publicaciones. Recordemos que, a posteriori, en concreto a partir de
los años cuarenta, su producción ahondó en las tesis de su obra
España en su historia. Cristianos, moros y judíos (1948)
, reeditada
primero en 1954 y luego en 1962 bajo el título de La realidad histórica
de España. En otros términos, podríamos esbozar que su itinerario
profesional se amplificó entre la lexicografía y la historia, esto es, del
monumento de la lengua –el diccionario– a los estudios histórico-
literarios del ser español: en esa retahíla de intereses, se fraguó su
carrera académica.
El año 1923 fue significativo en el itinerario intelectual del
filólogo: en efecto, ese fue el año en que Castro –todo un cabal
viajero cultural (Aguilar y Siskind, 2002)– estuvo por primera vez en la
Argentina. Un año antes había visitado Marruecos con la finalidad de
analizar a fondo las juderías que allí había
. Llegó al puerto de
Castro escribió una importante cantidad de publicaciones sobre gramática histórica, crítica literaria y
estudios históricos entre las que se destacan “Prólogo”, en Vida del Buscón (1911), Contribución al estudio
del dialecto leonés de Zamora (1913), La enseñanza del español en España (1922), Lengua, enseñanza y literatura
(1924), Vida de Lope de Vega, 1562-1635 (1919), en colaboración con el profesor H. A. Rennart, El
pensamiento de Cervantes (1925), Santa Teresa de Jesús y otros ensayos (1929), así como también numerosos
estudios como por ejemplo: Lo hispánico y el erasmismo (1940); Iberoamérica: su presente y su pasado (1946).
En 1947 editó Mesianismo, espiritualismo y actitud personal. Cabe mencionar también Dos ensayos (1956),
Hacia Cervantes (1957), Origen, ser y existir de los españoles (1958), En 1960, publicó La Celestina como
contienda literaria. Por otra parte, escribió prólogos a obras de autores clásicos, entre ellos a Tirso de
Molina y a Francisco de Quevedo. También escribió trabajos sobre los juglares de los tiempos
medievales, sobre Erasmo de Rotterdam y sobre el teatro clásico. Otras obras son: De la edad conflictiva.
El drama de la honra en España y en su literatura (1961), y Cervantes y los casticismos españoles (1966).
Asimismo, se destacan doce interesantes artículos, entre los años 1910 y 1935, en el Boletín de la
Institución Libre de Enseñanza.
Por otra parte, conviene apuntar brevemente que defendió la idea de españolidad como resultado de la
convivencia durante siglos de la cultura cristiana, musulmana y judía frente a Claudio Sánchez
Albornoz, quien destacó la importancia de la aportación romano-cristiana. Esta polémica fue muy bien
documentada por Villalba (2015) y Gómez Martínez (1972). El ser de España, dice Américo Castro,
empieza a configurarse a partir del 711 con la confluencia de los árabes, musulmanes, judíos y
cristianos. En este sentido, piensa a España con origen mestizo, no como entidad metafísica sino como
entidad histórica, esto es, como producto de la historia.
Ideológica y políticamente afincado sobre el liberalismo y el laicismo, Castro ocupó en tiempos de la
Segunda República el puesto de embajador en Alemania (1931), permaneciendo en dicho cargo hasta el
año siguiente. En aquellos años publicó varios artículos en el diario madrileño El Sol. Al estallar la
guerra civil (1936), se exilió en la Argentina. A posteriori, en los Estados Unidos, donde fue profesor
en la prestigiosa Universidad de Princeton.
Américo Castro se destacó como un viajero cultural. En 1923, también visitó algunas universidades
de Uruguay y de Chile. En 1924 fue invitado por la universidad norteamericana de Columbia e
intervino en otras universidades de EE. UU. A finales del año 1924, pronunció una conferencia en la
universidad de La Sorbona sobre “El pensamiento y la moral de Cervantes”. En 1928, estuvo en