Schvartzman, “Borges y su tango triste” Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 9 / Diciembre 2020 / pp. 206-242 220 ISSN 2422-5932
Hay una escena de corrección oral, casi inaudible de p uro
evidente, casi ilegible por estar dentro de otra más llamativa: un
encuentro de sí ajeno en dos coordenadas (dos esquinas) distintas del
tiempo que confluyen en fugaz y fantástica simultaneidad. Ocurre en
“El otro”, primer cuento de El libro de arena (1975). Un Borges Viejo,
sentado, una mañana de febrero de 1969,
en un paseo a orillas del
helado río Charles (Massachusetts), percibe una presencia del otro
lado del banco. Antes de ver nada, oye un silbido y reconoce el tema:
“Era el estilo criollo de La tapera de Elías Regules”. Eso dispara un
recuerdo lejano y fuerza el reconocimiento, ya adelantado unas pocas
frases antes, unos pocos segundos, en esta astucia narrativa: “Lo que
[el otro] silbaba, lo que trataba de silbar (nunca he sido muy
entonado), era…” (Borges, 1996: 11). O sea: trece líneas más arriba
de la revelación efectiva (“En tal caso —le dije resueltamente—
Curiosidades. Si una búsqueda sobre el levantamiento popular que se denominó Cordobazo nos
llevara a la página correspondiente de Wikipedia, daríamos pronto con un vínculo electrónico en los
cuatro dígitos de 1969; activado, el link nos conduciría a una página con esta definición: “1969
(MCMLXIX) fue un año normal comenzado en miércoles, según el calendario gregoriano”. El índice
siguiente nos abriría el abanico temático del sitio: Acontecimientos, Nacimientos, Fallecimientos, Arte
y literatura, Ciencia y tecnología, continuando hasta el final: la nimiedad de los Premios Nobel; cada
ítem, subdividido en doce meses; cada mes, en las entradas filtradas en un opinable casting de
pertinencia. Sería interesante averiguar cómo piensan los wikirredactores la incidencia de la serie de
nacimientos en la determinación, configuración, connotación o evocación del período de 365 días y
fracción, dado que sin duda no puede ser la misma de los acontecimientos y los fallecimientos, que,
además, se alinean como categorías incontaminadas unas de otras. A modo de ejemplo: un nacimiento
literalmente crucial en la Historia, que entre otras cosas determinó la escansión del tiempo según el
calendario al que se atiene la enciclopedia en línea, no sería, en su propia taxonomía, un
acontecimiento. Subyace, además, una presuposición de la simultaneidad asociada a lo contemporáneo,
respecto de lo cual flota una incertidumbre que abarca sujetos, objetos y procesos; faltan las
heterogeneidades de lo contemporáneo y su anacronismo, y sobran sus malentendidos. Ahora bien:
mientras que aquellas listas tributan a series cronológicas de algo vinculable con una noción muy laxa
de historia, la definición “año normal” responde a un criterio de medición rigurosamente astronómico,
si bien para instituirlo ha debido hacer una breve referencia a la empresa del papa Buoncompagni, que
por prurito de exactitud arrebató diez días al almanaque de sus contemporáneos, en octubre de 1582,
fundando el calendario que nos rige. Se entenderá mejor la cosa si, interrogando en el mismo
repositorio el Mayo francés (¡recurrencia de las búsquedas!), y topándonos de entrada con 1968, la
obediencia al mandato del clic nos abre una información como esta: “1968 (MCMLXVIII) fue un año
bisiesto comenzado en lunes según el calendario gregoriano”. Claro que aquí la historia sui generis
irrumpe antes, decorada de efemérides y burocracia mundial, tras el punto y seguido: “Fue declarado
Año Internacional de los Derechos Humanos por la Organización de las Naciones Unidas.” Todo este
excurso tiene por objeto que se me crea si, al llamar, ahí arriba, a esta nota, en la precisión del año en
que Borges fecha el presente del viejo, mi propósito fue muy diferente: convocar al ensayo de Carlos
Walker “1969”, complementándolo con otro, nada obvio: “¿Qué es un año?” (WALKER, 2016; 2017:
232-260), donde integra, además, dos perspectivas iluminadoras: la de César Aira. Sobre el arte
contemporáneo / En La Habana. Barcelona: Random House, 2016, y la de Lionel Ruffel. Brouhaha. Les
mondes du contemporain. París: Verdier, 2016.