
Ruvituso, “Hamacher y Agamben” Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 9 / Diciembre 2020 / pp. 315-337 328 ISSN 2422-5932
denominará “arqueología”.
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Aunque no podremos analizar aquí todas
sus implicancias, en Il fuoco e il racconto, la referencia a la fragilidad de
la plegaria –al igual que en Hamacher– remite a la pregunta por una
crisis de la filología que parte de Benjamin y que en la obra de
Agamben, se encuentra desde sus primeros textos.
La cuestión es el intento de exponer la misma “precariedad” y
opacidad de toda indagación filológica, “con sus oscuros archivos, sus
lúgubres registros, sus manuscritos ilegibles y sus incompresibles
glosas” (Agamben, 2014: 12). Este saber captar la oscuridad y no las
luces de un “misterio perdido” (Scholem definía a la filología, con
ayuda de Benjamin, como una “disciplina mística”), para el italiano,
también implica mantener los “intervalos" y las “rupturas” de la
lengua. Una lengua que ha perdido desde siempre la posibilidad de
referirse a una experiencia viva, su lugar y sus fórmulas orales (en el
relato de Scholem: el fuego, el bosque, la plegaria). Por ello, la
fragilidad de la plegaria es para la filología (y la literatura misma) el
único modo de “relato”. Y –como para Hamacher– el olvido de la
fragilidad de la experiencia de la lengua se expresa en una doble
valencia: como tragedia y comedia, elegía e himno, lamento y
celebración (Agamben 2014: 12-14).
Encontramos aquí condensada, como en una “imagen”, una
reflexión que Agamben ya proponía en Infanzia e storia (1978).
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Allí se
refería a una “destrucción de la historiografía literaria” (Agamben,
2001: 143) que suponía –retomando los términos de Benjamin–
situarse en la fractura irreparable entre el patrimonio cultural que
hemos heredado (verdad, escritura, “tener cosal”) y la posibilidad de
trasmitirlo (su “transmisibilidad”, su autoridad, su “tenor de
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Una muestra de la dimensión político-filológica de este tipo de aclaraciones semánticas aparece en el
explícito esfuerzo de Benveniste por distanciarse de la de los juristas romanos del siglo XIX, fuente por
ejemplo de las derivas totalitarias del derecho romano en el Siglo XX. Esta será también la actitud, como
mostraremos, de Agamben en su investigación arqueológica sobre las liturgias y símbolos del poder, en
Il Regno e la Gloria.
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Aunque, en los textos más recientes, el giro autobiográfico de esta imagen es una constante:“ En la
vida de los hombres sucede algo similar. En su inexorable decurso, en efecto, la existencia que al principio
parecía tan disponible, tan llena de posibilidades, pierde poco a poco su misterio, apagando una a una
sus hogueras. Al final, sólo es una historia, tan insignificante y desencantada como cualquier historia.
Hasta que un día –quizás no el último sino el penúltimo– por un segundo encuentra su encanto y de
repente siente su decepción. Lo que ha perdido su misterio, ahora, es verdadera e irreparablemente
misterioso, verdadera y absolutamente indisponible. El fuego que sólo puede ser contado, el misterio
que ha sido completamente deliberado en una historia, ahora nos quita la palabra, se ha cerrado para
siempre en una imagen” (Agamben 2014: 16).