Carri, “¿Qué será del cine?” Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 9 / Diciembre 2020 / pp. 383-387 383 ISSN 2422-5932
¿QSERÁ DEL CINE?
What will be of the cinema?
Albertina Carri
Directora, productora y guionista de cine. Realizó también video-
instalaciones y programas de televisión. Es una de las figuras que cimentó el
concepto de Nuevo Cine Argentino. Sus largometrajes fueron exhibidos en los
festivales de Cannes, Berlín, Toronto, Gijón y La Habana, entre otros. Ellos
son: No quiero volver a casa, Los rubios, Géminis, La rabia y Cuatreros.
En 2015 presentó en el Parque de la Memoria Operación fracaso y el sonido
recobrado, muestra audiovisual que cruza la memoria personal con los
desechos cinematográficos en forma de memoria orgánica.
También es la Directora Artística de Asterisco, festival internacional de cine
TLGBQI.
Para una filología de la imagen
DOSSIER
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Hace unos años hice una muestra audiovisual en el Parque de la
Memoria de Buenos Aires, territorio por el que siento un especial
cariño porque representa a través de ese monumento que parece
infinito, el duelo en errancia al que fuimos arrojados aquellos que no
pudimos acceder a enterrar a nuestros muertos. Sin embargo, a pesar
de la ruptura de ese pacto que los humanos tenemos con la tierra al
entregarle a nuestros muertos para que cuide de ellos y que la
dictadura quebró con esa figura siniestra que dejó como huella en
nuestros cuerpos: los desaparecidos; el arte ha sido (es) una de las
formas de reconstruir aquel pacto, para seguir viviendo. En aquel
momento, cuando colgué aquellas obras, varios cineastas amigos me
cargaron porque supuestamente había abandonado el cine para
inclinarme por el videoarte; género que a ellos les remitía a algo
menor, cómo si hubiese dejado al elegante cine por una novia
revoltosa y molesta llamada video. Todavía me hace gracia aquella
diferencia que marcaban con espanto.
Cada vez que inicio una producción intento que usemos
material fílmico; nunca falta la pregunta de si podremos cubrir
alguna parte del rodaje en 35 mm, 16 mm o súper 8 mm. La
respuesta ha ido variando de articulación pero siempre es negativa y
en los últimos años ya llegamos a, ¡ni siquiera hay laboratorios para
revelar el material! Lo que a mí me lleva a insistir comentando que
los Kaurismaki tienen un laboratorio de 16 mm en Finlandia y que
incluso, mo son fanáticos del 16, se suman a algunos proyectos
como productores de los mismos para que la gente pueda volver a
filmar en ese bellísimo formato. ¡Finlandia, Albertina! Suele ser la
frase final de mis conversaciones sobre el fílmico. Tal vez a mí me
gusten los problemas y por eso siempre lo complico todo. Aunque
no creo que sea tan literal, ni que me gusten los problemas, ni que
siempre lo complico todo. El camino que intento trazar es sobre
imposibles y fantasmagorías que tal vez tengan alguna relación con la
memoria y el duelo y las luces y sombras que transmiten las pantallas
sobre nuestros cuerpos. Potencias vitales de estos tiempos.
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Para mí el cine es algo orgánico. Los bloques de tiempo
movimiento sobre los que escribió Deleuze para describir al cine,
son traslativos a un cuerpo; el cuerpo parlante que desveló a Lacan
podría leerse como esos bloques de tiempo movimiento que
desvelaron al otro ¿Qué es un cuerpo? ¿Qué puede un cuerpo? Es
una de las preguntas que la filosofía se viene haciendo desde los
presocráticos y la psicología desde sus inicios; las respuestas son
variadas según el sistema epistemológico en que se intente una
respuesta. Pero hay un sistema de pensamiento al que me interesa
acercarme que es el de Spinoza, para comprender algo de lo que un
cuerpo puede y para pensar el cine aunque en su tiempo tal cosa no
existía , como el devenir de lo sagrado desde nuestra naturaleza
puramente profana. El cine del diablo o el monstruo de novedad cargado de
herejía reformista, según ese extravagante cineasta y filósofo llamado
Jean Epstein.
La diferenciación entre cine y videoarte y la extinción del
fílmico, son experiencias que pongo en paralelo para dar cuenta de la
transformación constante a la que estuvo expuesta el arte
cinematográfico. Desde sus comienzos hasta la fecha ha sido un
medio inquieto y tecnológico que se ha ido reformulando a sí mismo
según la humanidad se ha ido desarrollando. Y lo curioso es que las
técnicas utilizadas por el cinematógrafo están siempre relacionadas a
lo humano. Los soldados de la primera y segunda guerra mundial, se
enfrentaban desde las trincheras, exponiendo sus cuerpos en el
territorio de batalla. Así mismo nuestras películas se filmaban con
cámaras que pesaban tantas toneladas como aquellas ametralladoras,
y asistíamos a las salas de cines como los enfermeros asis tían a los
heridos en aquellas guerras; de cuerpo presente. Hace tiempo que la
tecnología es otra, que las cámaras son mínimas (usan gps, tienen
sensores nocturnos) y la impresión de las imágenes ya no es sobre un
soporte físico que luego será tratado de forma química, sino que la
información va a un chip de dec desconocido para la mayoría de
sus usuarios. Del mismo modo que las conquistas de territorios y de
ideologías se dirimen de otros modos: desde las pantallas, en puestos
de control que ven imágenes a través de drones operados por apenas
un puñado de humanos o desde puestos de control que aún
desconocemos.
¿Qué será del cine? Es la consigna de este texto en un
momento donde nos preguntamos a viva voz y en comunidad virtual,
es decir en imagen y sin cuerpo ¿qué será del mundo? ¿Nos
convertiremos en imágenes? ¿Nuestros cuerpos, devenidos en
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transmisores de virus asesinos, serán retirados definitivamente de
escena y así seremos solo pensamiento, al menos para la vida en
sociedad? Nuestra voz a través de plataformas virtuales, ¿será
nuestro nuevo cuerpo en esta era? Retirados de escena ¿cuál es la
escena, el escenario del que nos retira el capitaloceno con esta nueva
triquiñuela apodada virus pandémico? En principio nos retira de
los reclamos en la calle, de las fiestas con amigos y de los besos
colectivos; de las escenas grupales y transpiradas por la rabia o por lo
alegría. De ahí, por ahora, estamos afuera. Un afuera que es un
adentro. Un adentro lleno de imágenes que nos llegan a través de
plataformas, legales o ilegales, pero nos llegan. Entonces creo que el
cine seguirá reescribiéndose y refundándose a través de todos los
dispositivos tecnológicos que existen y los que se deben estar
diseñando en Palo Alto. Lo viene haciendo desde sus inicios y ha
quedado demostrada su capacidad de mutación y su implicancia
sobre la vida humana.
Mi preocupación no es por los formatos, viví los 35, 16, 8 y
Súper 8 mm, hasta filmé en Doble 8 mm; usé VHS, BetaCam,
Umatic, DVD, Mini Dv, Beta Digital, SD, HD, Full HD. Vi películas
en todos esos formatos y también en Laser Disc; desde pantallas de
mil tamaños, proyectando sobre telas, sobre paredes, con abejas
haciendo sombras con sus vuelos sobre las pantallas de los cin es de
la calle Corrientes ¿Alguien se acordará de esa primavera en que una
invasión de abejas llegó a la Ciudad de Buenos Aires y buscando vaya
a saber qué, se metieron en las salas de cine y pintaban las películas
con sus sombritas negras que crecían mientras se lanzaban hacia la
luz de proyección? No fue por acostumbramiento nada más, pero no
le temo a la vacilación de configuraciones a la que nos expone el
cine. Mi preocupación es por el lenguaje, aunque formatos y lenguaje
están directamente relacionados, porque el cine se ha ido
modificando a lo largo de su historia a partir de la ampliación de sus
técnicas, también puedo reconocer su capacidad destructiva desde
que se inventó el cinematógrafo. Por eso mi angustia siempre es la
misma angustia y es la que me arrastra a seguir haciendo películas:
¿cuáles son las imágenes invisibles, esas que no llegan a través de
ninguna plataforma, ni desde ninguna pantalla? El mayor de los
castigos a los que nos expone esta época es a la desaparición en
imágenes: si no estamos ahí, no existimos. El tan famoso ser o no ser
se convirtió en ser o no ser imagen. Nuestra existencia se volvió
dependiente de aquel monstruo de novedad cargado de herejía
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reformista. El cine modificó nuestros cuerpos y nuestra existencia;
nuestros modos de vida.
¿Cómo todas esas técnicas que fueron modificando nuestra
subjetividad impactarán sobre nuestros cuerpos aislados de ese
cuerpo social que hace a la comunidad? No lo sé, pero creo que si el
cine siempre tuvo un rol social preponderante, hoy más que nunca
tiene entre sus manos una responsabilidad cívica, poética y social
inmensa. Su gran responsabilidad política. Hace un año en este
festival convoqué a hacer una cine ladilla, un cine inspirado en una
lógica de contagio que se meta entre los intersticios de lo no dicho,
de lo no hegemónico; un cine de la desobediencia. Sigo pensando
que hacia ahí debería ir el cine, a la búsqueda desesperada y sin
aliento de su devenir sagrado desde su naturaleza profundamente
profana. Que el cine acompañe la respiración de la singularidad de
cada cuerpo y las posibilidades de ser parte de un cuerpo social
expuesto a la extinción; para que tal vez a través de esa herramienta
tan poderosa la extinción vuele al terreno de la ficción.