
Isola, “Proyecto Mnemosyne” Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 9 / Diciembre 2020/ pp. 421-423 422 ISSN 2422-5932
Nueve noches con Zeus fueron suficientes para que Mnemosyne
engendrara a las nueve musas y se quedara, ella misma, con el lugar
de la titánide de la memoria. Es que la bella, de largos cabellos, no
necesitó ser diosa para ejercer un reinado tan importante, sobre
todo, en una sociedad básicamente oral e iletrada. La memoria,
entonces, tiene un funcionamiento no sólo como archivo
privilegiado en las civilizaciones clásicas sino que actúa en la
construcción del mundo que, no es ni más ni menos, que la
designación del nombre de las cosas. “Además de los dioses que
mencionaste, leemos en Critias o La Atlántida de Platón, deberás
llamar a Mnemosyne por sobre todos esos. Prácticamente, la parte
más importante de lo que estamos diciendo se lo debemos a ella”.
Por lo tanto, hablar y recordar son acciones solidarias, implicadas y
altamente dependientes de la prolífera señora del dios de los dioses.
Sin embargo, ese papel central de la memoria que aparece no solo en
el texto de Platón sino en Heródoto, el padre de la criatura, la
Historia y también en Aristófanes, no ha perdido su relevancia
aunque ha variado: encontró otras formas pero sigue persistiendo en
su carácter acumulativo y de significación.
Un poco a eso y otras cosas más, nos atrevemos a pensar, que
se refiere Rubén Grau al nombrar Mnemosyne al proyecto y al
conjunto de obras que mostramos en el dossier. Desde una
multiplicidad de estéticas, poesía visual, objetos, instalaciones y
pinturas, el artista rompe con la idea de una memoria unívoca y
traslada su pensamiento a imágenes bellas y contundentes.
Una serie está formada por las fotografías intervenidas
bibliotecas “ilustres”, como la de Clorindo Testa, Eduardo Stupía,
Jacques Bedel y Luis Felipe Noé. Sobre esas fotos que denotan libros
y connotan los esfuerzos y las vanidades de los coleccionistas, Grau
extiende su arte. Tendiendo hilos, clavando mariposas, tejiendo redes
sobreimprime una interpretación abierta pero posible. Es que la
potencia imaginativa que está en esos collages obliga a prescindir de
las palabras. En todo caso, lo que activa es la memoria visual y algo