Ariel Schettini. Memoria de la China Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 4 / diciembre 2017 / pp. 4-18 ISSN 2422-5932
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Rechazaba de manera vehemente todo lo que hacía de la
literatura una duplicación más o menos pedestre o poética del
sistema de producción, que identificaba con el populismo, antes
y después de Laclau, aun cuando fue él quien la propuso para su
único doctorado Honoris Causa que le otorgó la Universidad de
Buenos Aires. Por el contrario, estaba siempre a la búsqueda,
podríamos decir, vanguardista, de lo imposible en la literatura;
es decir de ese lugar en el que la literatura se vuelve un puro re-
chazo del sistema de producción y se convierte, entonces, en
delirio, sinrazón, operación de destrucción; y, desde esa zona, la
cultura se volvía entonces un lugar plástico, autónomo, invero-
símil, crítico, mágico. Pura otredad.
Nos enseñó, a veces de manera risueña, cuando comentaba
los libros de crítica de otros, y a veces de manera vehemente,
que la crítica y la lectura de textos literarios sólo es instrumento
político si es un desafío sobre la forma (cfr. Adorno, 2003). Es-
cribir crítica no es ni dar opiniones, ni hacer comentarios, ni
engrosar listas bibliográficas con ideas sueltas para disciplinar
alumnos en la ideología del presente. Sólo cuando la crítica se
impone como reflexión sobre su “forma” es, no ya una imposi-
ción autoritaria de ideas, sino una herida que se abre en el inte-
rior de la literatura y, finalmente, de la cultura. Sólo cuando el
trabajo crítico aparece como una reflexión sobre la forma deja
de ser coacción y empieza a ser duda, pregunta, etcétera.
Por
eso sus libros son desde el inicio todo un género y una reflexión
sobre el género (cfr. Benjamin, 1991) –el tratado, el manual, la
especulación, el ensayo–; cada uno de sus libros plantea una
duda acerca del tono sospechosamente asertivo de la crítica y la
posibilidad de negar su supremacía para convertirse en un in-
terlocutor. Del mismo modo, en la vida renegaba de quienes se
llamaban discípulos y los convertía en amigos, o los condenaba
al lugar siempre subterráneo del alumno y sus gestos serviles:
Nótese que los trabajos críticos de sus alumnos (por nombrar a un grupo de quienes siguieron su
pensamiento y su acción) toman siempre distancia con respecto a la estructura “obligatoria” de la crítica
literaria académica. Cf. Kohan, Martín. El país de la guerra (2014); Link, Daniel. Suturas, (2016); Panesi,
Jorge. Críticas (1998); Garramuño, Florencia. Frutos estranhos: Sobre a inespecificidade na estética contemporânea
(2014); Domínguez, Nora. Fábulas del género (1998), Rodríguez Pérsico, Adriana. Relatos de época. Una
cartografía de América Latina (1880-1920) (2008); Pauls, Alan. El factor Borges (2006); Kamenszain, Tamara.
La boca del testimonio. Lo que dice la poesía (2006); Moreno, María. A tontas y a locas (2001). Seguramente hay
muchos otros, pero en todos estos libros aparece una marca indeleble que es una reflexión sobre el
lugar crítico desde donde se enuncia y desde donde se planta la voz como material dudoso, frágil, peli-
groso, que sin dudas tiene la marca indeleble de Josefina sobre sus palabras.