126 |pp 122-138| Año XVI N° 28 |diciembre 2023 – abril 2024 |ISSN 1852-8171| Artículos
nivel académico, mientras que su contraparte es el abandono o fracaso escolar que impide que el estudiante
obtenga el correspondiente título, enfatizando que éste tiene mucho que ver con la obtención de un bajo
rendimiento. Casanova et al. (2018) considera la permanencia como la referencia de los estudiantes que están
matriculados en el próximo curso académico en la misma universidad y la deserción como todos los estudiantes
que cancelaron su matrícula durante el primer año o que no se matricularon en la misma universidad el año
siguiente y concluyen que el rendimiento académico es un factor determinante en la decisión del estudiantado de
persistir o abandonar los estudios. En línea con Casanova et al. (2018), en nuestro estudio utilizamos el concepto
de persistencia como la formalización de la matrícula en el siguiente curso académico.
Por otro lado, la elección de estudios es un componente esencial en las trayectorias universitarias de la que puede
depender el éxito educativo o, por el contrario, el abandono de los estudios (Esteban et al., 2017; Fernández-Martín
et al., 2019), teniendo en ocasiones un peso fundamental los motivos económicos que dan lugar a una desigual
distribución en la composición social por titulaciones (Elias y Daza, 2014; Troiano y Elias, 2014; Troiano et al., 2017),
lo que, a su vez, puede generar un bajo desempeño académico como consecuencia de una escasa motivación hacia
los estudios elegidos (Acevedo Calamet, 2020).
En relación a los efectos de la compaginación de estudios y trabajo en el desempeño académico no existe un
consenso entre las investigaciones. Algunos autores encuentran que dicha compaginación tiene un efecto negativo
en el logro educativo, especialmente si la dedicación al trabajo es alta. En este sentido, Body et al. (2015) indican
que a mayor dedicación al empleo asalariado del estudiantado universitario mayor probabilidad de abandonar los
estudios. Igualmente, Béduwé y Giret (2016) señalan que cuantos más ingresos se obtienen a través del trabajo
asalariado en mayor medida el estudiantado declara que éste tiene un efecto negativo en los estudios. En esta
dirección, Choi (2018) en su estudio de cómo afecta el empleo en la persistencia del estudiantado concluye que el
efecto varía de acuerdo con la intensidad de dedicación al trabajo en cuanto a la persistencia, si bien, entiende que
el impacto de dicha intensidad es menos negativo en la finalización de los estudios. Por su parte, Ruesga et al.
(2014) encuentran que los estudiantes que tienen una dedicación laboral superior a las 15 horas semanales
obtienen peores resultados académicos. Tinto (2002) es de la opinión de que los estudiantes que estudian a tiempo
parcial o tienen que trabajar mientras estudian tienen en general menor probabilidad de completar sus estudios
en comparación con aquellos que estudian a tiempo completo o no trabajan mientras estudian.
Otros autores concluyen que la combinación de estudios y trabajo no tiene apenas efecto alguno en el desempeño
académico (Darolia, 2014; Moulin et al., 2013; Wenz y Yu, 2010) o un efecto positivo si la dedicación al trabajo
remunerado no supera un determinado número de horas (Applegate y Daly, 2006; Body et al., 2014, 2017; Ruesga
et al., 2014), por tanto, ponen el acento de nuevo en el tiempo de dedicación al trabajo, que en muchas ocasiones
se combina con una dedicación al estudio a tiempo parcial. Body et al. (2017) señalan que la ausencia de efectos
negativos en el desempeño educativo de una baja dedicación al trabajo remunerado se justificaría porque se
compensa con una reducción del tiempo dedicado al ocio y no al estudio.
Finalmente, otros autores coinciden en señalar que esta combinación de estudios y trabajo no tiene efectos
positivos para el logro educativo, pero sí los tiene para la inserción laboral, especialmente si ese trabajo está
relacionado con los estudios (Geel y Backes‐Gellner, 2012; Sánchez-Gelabert et al., 2017) y para la carrera
profesional, favoreciendo mejores posiciones en el mercado laboral (Baquero y Ruesga, 2020; Passaretta y Triventi,
2015), dado que aporta el desarrollo de habilidades necesarias para el ámbito profesional (Evans et al., 2014; Geel
y Backes-Gellner, 2012).
Así, son muchos los autores que inciden en la idea de crear las condiciones institucionales adecuadas para el apoyo
al estudiantado en general y, en especial, para el estudiantado no convencional, en aras de potenciar la persistencia
en la universidad, favorecer las trayectorias académicas y reducir el abandono (Adams y Corbet, 2010; Ariño y
Llopis, 2011; Cabrera et al., 2006; Figuera y Torrado, 2015; Tinto, 2002, 2004, 2012). Y, concretamente, en relación
con el estudiantado que compagina estudios y trabajo, Elias y Daza (2016) sugieren medidas como el
establecimiento de horarios comprimidos, vías lentas, repetición de asignaturas en diferentes turnos, entre otras,