66 |pp 64-78| Año XVI N° 28 |diciembre 2023 – abril 2024 |ISSN 1852-8171| Artículos
Introducción: la formación continua del profesorado universitario en Argentina
En los distintos sistemas educativos del mundo, la formación pedagógica es usualmente requerida de manera
obligatoria para acceder a cargos docentes en los niveles inicial, primario y secundario. Sin embargo, si bien es
sabido que la experiencia estudiantil, la formación inicial y el proceso de iniciación profesional docente (Serra,
2004), así como también la experiencia laboral docente y la socialización con colegas (Benedito y Pavia, 1995;
Davini, 1995) constituyen elementos fundamentales para la construcción de las prácticas y saberes docentes; en el
nivel universitario la formación exigida para la docencia se ha centrado en los contenidos disciplinares, tanto desde
una dimensión teórica como práctica profesional (Giusti Pachane, 2007). Esta mirada ha sido denominada por
Davini (1995) como “tradición académica”, producto de la racionalidad positivista, que sostiene una desvalorización
del conocimiento pedagógico. Como consecuencia de ello, actualmente los estudiantes universitarios argentinos
pasan la mayor parte de su tiempo de clase en contacto con jóvenes profesionales sin formación pedagógica (Mollis,
2010).
Al menos hasta finales del siglo XX, esta realidad no se encontraba problematizada, entendiendo que la calidad
académica en el nivel universitario podía ser alcanzada mediante la asignación de dedicaciones exclusivas, el
desarrollo de la investigación disciplinar y la formación disciplinar de posgrado (Rodríguez, 2014). Sin embargo, los
cambios producidos en la sociedad y en los sistemas educativos, así como también la creciente importancia de las
nuevas tecnologías, han tornado insuficientes los conocimientos y competencias de los planteles docentes (Serra,
2004). Considerando ello, actualmente se reconoce que el docente universitario debe estar capacitado para ejercer
la docencia, que implica no solo la enseñanza sino también el desarrollo de innovaciones pedagógicas, la evaluación
de la enseñanza y del aprendizaje, y la tutoría, entre otras; lo cual demanda procesos de formación sistemáticos y
organizados (Benedito y Pavia, 1995). A su vez, la necesidad de formación pedagógica se ve acrecentada en la
actualidad por diversos procesos que están transformando la realidad de la educación universitaria, tanto a nivel
nacional como internacional: factores como la diversificación del estudiantado, los nuevos paradigmas en la
relación con el conocimiento y el surgimiento de novedosas modalidades de formación (Kozanitis et al, 2018) invitan
a promover mecanismos de formación del docente universitario, en vistas de adecuar sus conocimientos y prácticas
al nuevo contexto.
El carácter precoz de esta preocupación tiene su correlato en el campo de la investigación: tal como da cuenta una
exploración bibliográfica en repositorios como Latindex, Scholar Google y el Sistema Nacional de Repositorios
Digitales de la Nación Argentina, en el contexto académico parece implícito que el término “formación docente”
refiere únicamente a la formación de docentes del nivel inicial, primario o secundario. Entre los antecedentes de
investigación vinculados a la formación del profesorado universitario destacan los trabajos de autoras como Claudia
Finkelstein (2017), Elisa Lucarelli (2000, 2004, 2006, 2009, 2015), Lea Vezub (2013) y Pérez et. al (2023).
La formación pedagógica del profesorado se puede segmentar en dos etapas de su desarrollo profesional: por un
lado, como formación inicial, dirigida a profesores nóveles, típicamente conformada por programas altamente
estructurados y de larga duración; o mediante formación permanente o continua, orientada al acompañamiento y
apoyo del profesorado que ya se encuentra en ejercicio (Ferreres e Imbernón, 1999). Este último segmento
conforma un subsistema formativo, que se propone el mejoramiento profesional docente, vinculado a contenidos
como la actualización disciplinar, psicopedagogía, tecnología educativa, estrategias de enseñanza, cultura
estudiantil, innovaciones educativas, entre otros (Imbernón, 1997).
Normativas y directrices a escala local, nacional, regional e internacional
A nivel internacional, sobre fines del siglo XX algunos organismos como la UNESCO (1998), comienzan a atender a
la necesidad de formación pedagógica de los docentes universitarios, afirmando bajo el paradigma de la educación
permanente la importancia de la actualización y mejora de las “capacidades didácticas y métodos de enseñanza” y
proponiendo una “enérgica política de formación del personal” (p. 4), para lo cual insta a las instituciones educativas
de nivel superior a establecer estructuras y programas adecuados para ello. Este llamado se amplió a las Naciones