73 |pp 63-76| Año XVI N° 29 |mayo 2024 – noviembre 2024 |ISSN 1852-8171| Artículos
del proceso de reclutamiento impulsado por el Decano de la FHC que buscaba hacer punta en materia académica
en la Facultad, mediante la captación de académicas y académicos que se habían formado durante la intervención.
La segunda polarización se vio en el mismo momento de la escisión institucional, cuando se cuestionaba a
integrantes de los órganos de decisión por tomar resoluciones que implicaban la organización de responsabilidades
docentes y se interpretaban como una intromisión en la distribución interna de tareas de las unidades académicas.
Desde nuestro punto de vista, interpretamos las polarizaciones como un producto del cambio incremental que se
fue dando hacia la profesionalización académica y transformaciones en la formación (Clark, 1984; Fontaine, 2015).
En este camino, la alianza con las y los estudiantes resultó siempre fundamental, conformando una manera de
concentrar el poder reconocida en estas instituciones (Brunner y Flishfisch, 1983).
Si se analiza como un proceso, en el período abordado la “rama Ciencias” en la FHC no ocupaba un rol protagónico
y se empezó a gestar el cambio institucional a medida que un grupo fue logrando hacer permear sus ideas de forma
incremental (Clark, 1984; Fontaine, 2015). Se produjo luego el cambio brusco, la separación institucional, cuando
se dieron las tres condiciones que conformaron la “ventana de oportunidad”: el reconocimiento del problema, sus
posibles soluciones y la voluntad política para solucionarlo. A partir de allí, en la FC se estableció una política “top
down”, donde decidían los grupos que habían sido elegidos para concretar el cambio y tener el poder. Si bien hubo
conflictos en ese sentido, fueron revertidos y esos sectores resultaron fortalecidos (Fontaine, 2015),
eventualmente, a partir del reconocimiento de que las soluciones que se estaban planteando eran las mejores en
ese marco (Acosta Silva, 2006). Se entiende entonces que había una gran capacidad de gobernar o
“gobernabilidad”, que permitía responder a esas demandas internas (Acosta Silva, 2006).
Desde el punto de vista de la ES, puede interpretarse a la creación de la FC como una saga organizacional (Clark,
2008). Dicha saga se configuró sobre una base histórica y cultural de las organizaciones que fueron construyendo
la identidad a partir de una base racional, la cual entendía que un cambio en cierto sentido debía darse, y también
emocional, confiriendo mucha lealtad de sus miembros a la institución una vez que se dio el cambio. Esto permitió
conceder el poder a los grupos dominantes más allá de ciertas reticencias iniciales. Se pueden reconocer en este
sentido las dos etapas características de las sagas organizacionales: la iniciación, dada por un cambio incremental
en el que se le confía el poder del proyecto a un abanderado del cambio, para que lo construya de acuerdo con esa
identidad que se está gestando; y el cumplimiento, donde debería haber un proyecto curricular innovador.
Estas dos etapas pueden caracterizarse como dos estilos institucionales, dos modos de mediar entre las condiciones
de cada momento –socioculturales, materiales, organizacionales y grupales- y lo desarrollado institucionalmente,
que se repitieron ante distintas situaciones (Fernández, 2012). Esas formas particulares de reaccionar o gestionar
las dificultades, de dar las discusiones, de interactuar entre diversos niveles institucionales aportaron entonces a
forjar esos dos estilos, propios de cada momento. En particular, en la FHC acabó operando un estilo que, de algún
modo, expulsó a las y los líderes de la “rama Ciencias”.
Más aún, puede interpretarse que actuaron entonces dos culturas institucionales, materializadas en distintas
ideologías –que tenían por detrás concepciones universitarias y modalidades de formación de las científicas y los
científicos-, modelos y condiciones materiales –bien características de las décadas en las que se inscribió el caso-.
En la FC se terminó construyendo una identidad institucional que se comenzó a plasmar con claridad en el discurso
oficial fomentado por el líder del cambio, su primer Decano. Se concibió así un proyecto prácticamente
contrapuesto al de la FHC, materializado con la consolidación de la identidad institucional de la FC (Fernández,
2012). Esto coincide con estudios realizados en otros países, donde los procesos de consolidación de la identidad
académica van de la mano de esa profesionalización, que en las últimas décadas se identifica como un incremento
de la productividad científica, el cual conlleva a su vez a un mayor prestigio (Guzmán y Martínez, 2016).
En definitiva, estas dos lógicas, dos estilos, dos momentos frutos del proceso, dieron lugar a distintas relaciones y
luchas de poder, siendo notorio cómo toda esta construcción es resultado de esas disputas de las que algunos
grupos salen ganando, perdiendo o cediendo, también en el plano curricular o de formulación de planes de estudios
(De Alba, 1995). Estos elementos pueden analizarse desde la teoría crítica de las Políticas Públicas, entendiendo