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El orden de la interacción: continuidades y cambios en la
militancia estudiantil universitaria de la UNLP (2013-2019)
The order of interaction: continuities and changes in the university student militancy of
the UNLP (2013-2019)
CAMOU, Antonio
1
PRATI, Marcelo
2
VARELA, Sebastián
3
Camou, A., Prati, M. y Varela, S. (2022). El orden de la interacción: continuidades y cambios en la militancia estudiantil universitaria de la
UNLP (2013-2019). RELAPAE, (17), pp. 67-81.
Resumen
El trabajo analiza la experiencia de participación política de jóvenes estudiantes universitarios -con foco en quienes
ejercen roles militantes-, en el ámbito de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) durante los años 2018/2019, en
perspectiva comparada con observaciones y entrevistas realizadas un lustro atrás (2013/2014). Desde el punto de vista
analítico, recuperamos algunas categorías hermenéuticas de la sociología de la experiencia de François Dubet y de
Danilo Martuccelli, junto con el enfoque de la interacción defendido por Erving Goffman, que intentamos articular con
el análisis estructural de los campos de Pierre Bourdieu. En cuanto a las fuentes, nos basamos en trabajo de campo
etnográfico (observación no participante) y entrevistas a militantes en cuatro facultades de la UNLP (Ciencias Exactas,
Ingeniería, Humanidades y Derecho) en ocasión de las elecciones para claustro y centros de estudiantes de esos años.
El análisis que se realiza (desarrollado en el marco de una investigación en proceso) nos permite adelantar una
conclusión general: observamos
tanto una dinámica de continuidad como también de cambio
en las prácticas políticas
de los jóvenes universitarios a lo largo del período bajo estudio. La
continuidad
viene dada sobre todo- por la
persistencia de un patrón tensionado pero complementario entre tres lógicas de la acción política universitaria, la que
hemos denominado “calculatoria” (“estratégica” o “pragmática”), la “emancipatoria (o “idealista”) y la lógica
“compañeril”. Por su parte, el
cambio
se manifiesta especialmente por la introducción de nuevas cuestiones en la
agenda política de la educación superior, en sintonía con otros espacios de nuestra sociedad, donde remarcamos el
papel crecientemente nodal que viene ocupando la temática de
género
.
Palabras Clave: Educación superior / estudiantes / participación política / género / experiencia / UNLP.
Abstract
The work analyzes the experience of political participation of young university students -focusing on those who exercise
militant roles-, in the scope of the National University of La Plata (UNLP) during the years 2018/2019, in comparative
perspective with observations and interviews carried out a little more than five years ago (2013/2014). From the
analytical point of view, we recover some hermeneutic categories from the sociology of experience of François Dubet
and Danilo Martuccelli, together with the interaction approach defended by Erving Goffman, which we try to articulate
with the structural analysis of the fields of Pierre Bourdieu. As for the sources, we rely on ethnographic fieldwork (non-
participant observation) and interviews with activists in four faculties of the UNLP (Exact Sciences, Engineering,
Humanities and Law) on the occasion of the elections for faculty and student centers of the UNLP those years. The
1
Instituto de Investigación en Humanidades y Ciencias Sociales (IdIHCS), Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad
Nacional de la Plata, Argentina / antoniocamou@yahoo.com.ar
2
Instituto de Investigación en Humanidades y Ciencias Sociales (IdIHCS), Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad
Nacional de la Plata, Argentina / marceloprati98@gmail.com
3
Instituto de Investigación en Humanidades y Ciencias Sociales (IdIHCS), Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad
Nacional de la Plata, Argentina / varela.sebastian@gmail.com
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analysis that is carried out (developed within the framework of an investigation in progress) allows us to advance a
general conclusion: we observe both a dynamic of continuity and also of change in the political practices of young
university students throughout the period under study. Continuity is given -above all- by the persistence of a tense but
complementary pattern between three logics of university political action, which we have called "calculatory"
("strategic" or "pragmatic"), the "emancipatory" (or "idealistic”) and the logic “partner”. For its part, the change is
manifested especially by the introduction of new issues on the political agenda of higher education, in tune with other
spaces in our society, where we highlight the increasingly nodal role that gender issues have been occupying.
Keywords: Higher education / students / political participation / gender / experience / UNLP.
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Introducción
Este trabajo
4
analiza la experiencia de participación política de jóvenes estudiantes universitarios centrado en los roles
militantes-, en el ámbito de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) en dos períodos: 2013/2014 y 2018/2019. La
comparación tiene peculiar interés por dos razones principales: a) los datos han sido recogidos en dos contextos
políticos diferentes, caracterizados por la alternancia de los gobiernos del
Frente para la Victoria
(2011-2015) y de la
alianza
Cambiemos
(2015-2019); b) entre los dos momentos se produjo la fuerte irrupción de las temáticas de género
en la agenda pública local, regional y global (Varela, 2020). En tal sentido, cabe recordar que la manifestación
Ni Una Menos
, que convocó a unas 400.000 personas en 240 localidades argentinas el 3 de junio de 2015
para cuestionar los femicidios y la violencia hacia mujeres y jóvenes, fue la mayor movilización en la
historia del país vinculada con una temática feminista, organizada desde una convocatoria multimediática
y multisectorial, con repercusiones internacionales (Laudano, 2017, p.1).
Desde el punto de vista analítico, recuperamos algunas categorías hermenéuticas de la sociología de la experiencia
(Dubet, 2005, 2011 y 2020; Martuccelli, 2006 y 2015), junto con el enfoque de la interacción defendido por Goffman
(1991 y 1997), que intentamos articular con el análisis estructural de los campos (Bourdieu, 1997, 2008 y 2019)
5
.
En cuanto a las fuentes, nos basamos en trabajo de campo etnográfico (observación no participante) y entrevistas a
militantes en cuatro facultades de la UNLP en ocasión de las elecciones para claustro y centros de estudiantes de esos
años. Para considerar la variación
disciplinaria
, las facultades elegidas responden en forma aproximada a una tipología
ampliamente difundida en los estudios sobre educación superior (Becher, 2001), que combina dos criterios (naturales
o “duras” frente a sociales o “blandas”, y puras frente a aplicadas), que dan lugar a cuatro grupos: duras/puras (Ciencias
Exactas), duras/aplicadas (Ingeniería), blandas/puras (Humanidades) y blandas/aplicadas (Derecho). Para considerar la
variedad en cuanto a
orientaciones político-ideológicas
, hemos procurado cubrir un amplio arco de expresiones políticas
presentes en la universidad: radicalismo, peronismo y agrupaciones de izquierda (partidarias o independientes).
Nuestro análisis permite adelantar una conclusión general: observamos
tanto una dinámica de continuidad como
también de cambio
en las prácticas políticas de los jóvenes universitarios a lo largo del período bajo estudio. La
continuidad
viene dada sobre todo- por la persistencia de un patrón tensionado pero complementario entre tres lógicas
de la acción política universitaria, las que hemos denominado “calculatoria” (“estratégica” o “pragmática”),
“emancipatoria” (o “idealista”) y “compañeril” (aunque por razones de espacio hemos decidido en esta ocasión
concentrarnos en analizar las tensiones entre las dos primeras). Cabe subrayar que no estamos hablando de estudiantes
distintos, sino que un mismo actor apela a diferentes “programas” o juega diferentes “papeles” según la situación de
interacción política en la que se encuentre. Por su parte, el
cambio
se manifiesta especialmente por la introducción de
nuevas cuestiones en la agenda política de la educación superior, en sintonía con otros espacios de nuestra sociedad,
donde remarcamos el papel nodal que viene ocupando la temática de
género
. Una peculiaridad no menor de esta
problemática es su capacidad para atravesar y poner en entredicho diferentes niveles, estructuras y procesos en la
configuración del campo universitario, entre lo macro y lo micro. Pero más allá de su indudable fuerza transformadora,
nos preguntamos si esta temática -como otras cuestiones emergentes en la agenda universitaria (por ejemplo:
medioambiente)-, son capaces de alterar las lógicas antes mencionadas, o más bien, esos temas se siguen procesando
al interior de la polaridad entre
cálculo
y e
mancipación
, un verdadero código maestro que estructura las prácticas
políticas dominantes de la política estudiantil.
El artículo está organizado en cuatro apartados. Luego de esta breve introducción, la primera sección presenta de
manera resumida la estructura analítica básica del trabajo, puesto que algunas categorías más específicas se introducen
de manera conjunta con el análisis de los datos. Las dos secciones siguientes abordan el núcleo empírico de la
investigación: los patrones de
continuidad
en la participación política estudiantil entre los dos períodos (2013/2014 y
2018/2019) se analizan en la segunda sección; mientras que los patrones de
cambio
se examinan en la tercera.
Finalmente, el cuarto apartado acerca unas breves conclusiones tentativas.
4
Esta investigación, acreditada y financiada por la UNLP, contó con un subsidio de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica
(2015-2019). Agradecemos los comentarios de Daniela Atairo y Lucía Trotta a una versión previa del trabajo.
5
Para una estrategia análoga véase Almond (1988) y Krotsch (2001); una discusión más amplia sobre el marco analítico en Camou, Prati y Varela
(2018).
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1) LAS EXPERIENCIAS DE PARTICIPACIÓN POLÍTICA ESTUDIANTIL REVISITADAS
En esta exploración partimos de la siguiente pregunta de investigación: ¿Cómo se constituye en la actualidad la
experiencia de participación política estudiantil en una universidad pública argentina? Para responderla apelamos a tres
premisas que se articulan en una hipótesis de trabajo.
En primer lugar, asumimos que los estudiantes deben ser vistos en su doble carácter, como pertenecientes al mundo
de los “jóvenes” -por su condición- y como partícipes de la vida universitaria -por su rol de “alumnos”- en el contexto
de una institución de educación superior: “El estudiante no se puede reducir ni a su papel ni a su condición, sino que
elabora una experiencia que articula una manera de ser joven y una relación con los estudios” (Dubet, 2005, p. 3).
En segundo término, apelamos a una noción de experiencia entendida como “el punto nodal de la intersección entre el
lenguaje público y la subjetividad privada, entre los rasgos comunes expresables y el carácter inefable de la interioridad
individual” (Jay, 2009, p. 20). En consonancia con otras investigaciones (Carli, 2012 y 2014) utilizaremos este cristal
analítico para “explorar los modos en que los estudiantes transitan la vida universitaria” (Carli, 2012, p. 27). Pero de
manera más específica, asumimos como nuestra la tesis de Dubet para el caso de estudiantes franceses: “los actores
que observo me parece que se inscriben en varias racionalidades, en varias lógicas; nunca son totalmente reductibles
al paradigma de una teoría pura”. Así, los estudiantes “reflexionan, actúan, nunca son totalmente adecuados para sus
funciones o sus intereses, y la teoría debe poder explicar su actividad, su reflexividad, su crítica, cuando tienen que
resolver problemas”. Como destaca el sociólogo francés, “llamo
experiencia social
a la cristalización, más o menos
estable, en los individuos y los grupos, de lógicas de acción diferentes, a veces opuestas, que los actores deben
combinar y jerarquizar a fin de constituirse como sujetos” (2011, p. 117).
La constitución de la experiencia social puede ser abordada tanto desde una perspectiva
diacrónica
como
sincrónica
.
Desde el punto de vista diacrónico, la experiencia puede ser entendida como el foco de convergencia (aunque
atravesada por múltiples tensiones, conflictos y asincronías) de tres procesos que se desenvuelven en los diferentes
tiempos de la vida humana:
socialización
,
individuación
y
subjetivación
. A través de la
socialización
, “una sociedad se
dota de sus miembros y al mismo tiempo es el proceso por el cual un individuo se convierte en miembro de una
sociedad” (Martuccelli 2006, pp. 68-69). En ella cristalizan principalmente las diferentes herencias del
pasado
, trayendo
a la actualidad los patrones y modelos de accn de una época pretérita, y en algunos casos, perimida. La
individuación
nos enfrenta a “las consecuencias del despliegue de la modernidad sobre las trayectorias individuales”, al poner “en
relación la historia y las experiencias personales”; de este modo, la pregunta fundamental es: ¿qué tipo de individuo se
“fabrica” –con base en las condiciones estructurales operantes en un determinado período histórico- en una sociedad?
(Martuccelli, 2006, p. 78). Esta cuestión nos confronta con la matriz de oportunidades y restricciones estructurales y
coyunturales- conjugadas en tiempo
presente
: un aquí y ahora donde la disponibilidad desigual de recursos y el reparto
diferenciado de recompensas (materiales y simbólicas) configuran el entramado básico donde se mueven los actores
sociales. Por su parte, la
subjetivación
nos confronta con una pregunta diferente: “¿cómo en una sociedad moderna
racionalizada, y altamente administrada, existen aún posibilidades de emancipación del individuo?”, en otros términos,
cómo es posible que un individuo se vuelva actor de su propio proyecto de vida, esto es, se vuelva
sujeto
(Martuccelli,
2006, p. 74). Se trata de la dimensión personal de la experiencia social que mira especialmente al
futuro
, ya que es
indisociable de ella alguna noción de proyecto (personal y/o colectivo), en el que se despliega la voluntad del individuo
de ser actor de su propia existencia.
Correlativamente, Dubet (2011) distingue tres lógicas sincrónicas de acción “puras” (equivalentes a los tres procesos
anteriores), aunque entremezcladas en las prácticas concretas de interacción, a saber: gicas de
integración social
,
lógicas
estratégicas
y lógicas de
subjetivación
. Partiendo de este esquema categorial, podríamos decir que el/la
militante “calculador/a” puede ser homologado/a al primado de una lógica
estratégica
, desplegada sobre el vector de
la
individuación
, mientras que el perfil que hemos denominado “idealista”, responde mejor a una lógica de
subjetivación
6
. Por su parte, una tercera figura que como adelantamos no analizaremos aquí- podría ser tipificada
como el/la militante “compañero/a” sobre el eje
socialización/integración
: se trata de alguien con quien podemos
estrechar un lazo fraterno, que nos “acompaña” en un trayecto vital y con quien “compartimos” experiencias de nuestra
vida (Cuadro Nro. 1).
6
En línea con nuestros entrevistados/as, tomamos estos términos en sentido político (no filosófico ni académico); así, un comportamiento
pragmático
está orientado de manera dominante a capitalizar el propio “rédito político”; mientras que una conducta
idealista
tiende a guiarse por
la prosecución de principios y creencias en virtud de su valor intrínseco, con independencia de las constricciones o conveniencias de la situación.
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Cuadro Nro. 1. Experiencia, lógicas de acción y perfiles militantes
Procesos de configuración de
la experiencia social según
Martuccelli
Socialización
Individuación
Subjetivación
Lógicas de acción social
según Dubet
Integración
Estratégica
Subjetivación
Perfiles militantes de
estudiantes universitarios
“Compañero/a”
“Calculador/a”
“Emancipador/a”
Ahora bien, tanto las lógicas de Dubet como los procesos analizados por Martuccelli nos dicen cómo “funcionan” ciertos
patrones de estructuración de las prácticas sociales, pero nos dicen menos acerca de cómo surgen. En este punto la
perspectiva de Erving Goffman nos ofrece un modelo genético para pensar cómo surgen nuevas prácticas y patrones
de acción
en el
nivel
de la interacción y
a través
de la interacción. Frente a los enfoques holistas o individualistas
tradicionales, el sociólogo canadiense nos recuerda que la co-presencialidad física de dos o más actores es capaz de
producir
relaciones e identidades sociales, y no meramente
re-producirlas
, y de este modo, puede llegarse a modificar
una situación “dada”.
La tercera premisa recorta, dentro del amplio y diversificado campo de la experiencia social, las actividades de
participación política
institucionalizada
. Se entiende habitualmente por
participación política
un conjunto de prácticas
por las cuales un actor toma parte “activa, voluntaria y personalmente” en un proceso público de toma de decisiones
(Sartori, 1992, p. 35). Puede ser entendida como un continuo de situaciones, cuyas fronteras no es fácil delimitarlas
con nitidez, con diferentes escalas o niveles de involucramiento. Limitándonos a las formas convencionales de la acción
política, podríamos distinguir tres niveles:
* Participación
pasiva
(mínima, limitada o básica): se trata de “comportamientos esencialmente receptivos”,
tales como la presencia en reuniones, la exposición voluntaria a mensajes políticos o la concurrencia a actos
comiciales de carácter obligatorio;
* Participación
activa
: en la que se desarrollan de manera relativamente estable “dentro o fuera de una
organización política” una serie de actividades de apoyo, como “cuando se hace obra de proselitismo, cuando
se hacen compromisos para trabajar en la campaña electoral, cuando se difunde la prensa del partido, cuando
se participa en manifestaciones de protesta, etc.”;
* Participación
militante
: donde se forja un compromiso estable de asumir responsabilidades de representación,
delegación o dirigencia (Sani, 1998, p. 1137).
Para nuestros fines, el “votante”, el “adherente” y el “militante” de una agrupación política estudiantil pueden ilustrar
cabalmente cada uno de estos niveles.
En el marco de las consideraciones anteriores, nos interesa comprender la experiencia de participación política a través
de sus rastros, de las huellas que nos dejan testimonios, opiniones o elecciones de les estudiantes. Dicha experiencia
que identificamos como nuestra
variable dependiente
- está constituida por dos dimensiones que podemos distinguir
analíticamente aunque en la realidad aparezcan integradas en cada práctica social concreta, a saber: la referida a las
“formas” de hacer política (maneras de construir, distribuir o ejercer el poder, que se manifiestan ante la observación
etnográfica o a través de las narrativas elaboradas por los propios actores), y la que se refiere a los “contenidos”
específicos de la política (orientaciones político-ideológicas que se expresan mediante creencias reveladas, actitudes
declaradas o decisiones tomadas).
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De este modo, nuestra línea de investigación recorre los alcances de una
hipótesis
general: la experiencia política de
los
jóvenes
estudiantes
universitarios
es fruto de un complejo
proceso de socialización, individuación
y
subjetivación
en
el que se vinculan sus
trayectorias personales
con diferentes campos de la vida social, entre los que se destacan las
lógicas propias del ámbito disciplinar (
campo académico
), las dinámicas específicas de la política institucional de las
casas de estudio (
campo político universitario
) y el papel jugado por la política partidaria y socio-territorial (
campo
político nacional
).
2) LA CONTINUIDAD DE LA “DOBLE VIDA” EN LA PARTICIPACIÓN POLÍTICA ESTUDIANTIL
Tomando libremente la clásica referencia de Bourdieu y Wacquant (1997), podríamos decir que la participación política
estudiantil en la universidad pública argentina nos presenta una “doble vida”. Hay una
vida política objetiva
, expresada
por una lógica diversificada en la acumulación de recursos, espacios y posiciones de poder, desarrollada a través de
una serie de juegos “anidados” (Tsebelis, 1990), que a la vez vinculan tanto como desacoplan el lazo que une a
representantes y representados en diferentes arenas de la vida política: la arena de poder gremial (local y federativa),
la arena de poder institucional universitaria y la arena de poder territorial y/o partidaria (Camou, Prati y Varela, 2018, p.
427).
Pero hay una
vida política subjetiva
, con variables grados de compromiso, de involucramiento y constitución de vivencias
personales de los estudiantes, y de experiencias colectivas del estudiantado, que van desde la solidaridad, la
confraternización y la conformación de un sentido de pertenencia, hasta el aprendizaje de los sinuosos vericuetos de la
lucha política. Esta
vida política subjetiva
, a su vez, se constituye a través de diferentes tensiones, donde el cálculo
estratégico y el aliento utópico conviven de manera intrincada en la cotidianeidad de la vida política juvenil. Ciertamente,
esas tensiones se dan en el marco de una serie de transformaciones estructurales por las cuales las instituciones
ya no nos transmiten más programas unitarios”, es decir, que vivimos en una sociedad donde cada vez
menos las organizaciones “nos dan el programa de acción y donde cada vez más se nos confronta a
situaciones inéditas que exigen un suplemento de
reflexividad
de parte de los individuos para orientarse
en la vida social (Martuccelli, 2006, p. 17).
Estos perfiles en tensión (o “desfases” según Martuccelli) pueden ilustrarse por el caso del
militante
universitario de
nuestros días, entendido a la vez- como actor que inscribe su lucha, por un lado, en algún proyecto “emancipador”, y
por otro, como “calculador racional” que opera con el fin de maximizar el acopio de poder. Ambas identificaciones (que
etiquetamos tentativamente) conviven en la experiencia militante guiadas por racionalidades que, si bien se dan en
oposición, se necesitan y retroalimentan necesariamente: de un lado, un tipo de racionalidad “comunicativa”
(Habermas, 1987), ligada a la prosecución de objetivos emancipatorios (búsqueda de formas de comunicación libres de
coacción, espacios de formación de voluntad política mediante el diálogo y la argumentación constructiva orientada a
la elaboración de proyectos colectivos, o apertura a nuevas experiencias de aprendizaje personal o grupal); de otro, un
tipo de racionalidad “estratégica” orientada por criterios “maximizadores” y vinculada a fines pragmáticos de
construcción, distribución y ejercicio eficaz de poder (las tácticas y confrontaciones entre agrupaciones durante la lucha
electoral, o en la gestión de los centros estudiantiles, ilustran profusamente ese tipo de racionalidad calculatoria).
Ahora bien, estas “lógicas" de acción que elaboramos como observadores- hasta cierto punto también forman parte
del código “nativo” en el que se inscriben las prácticas políticas estudiantiles en nuestra universidad. Así, operan como
principios clasificatorios (Bourdieu & Wacquant, 1997) que los/las propios/as militantes utilizan -de manera más o
menos explícita, más o menos implícita- para leer los modos de actuación del "auditorio" (Goffman, 1991) al que se
dirigen. De este modo, los estudiantes también son vistos por los/las militantes como ubicados en un continuo matizado
entre “pragmatismo” e “idealismo”.
2.1. Al volver la vista atrás…
A efectos de ilustrar las consideraciones antedichas vamos a recorrer a continuación entrevistas y observaciones
etnográficas realizadas en cuatro facultades de la UNLP en el período 2013/2014
7
.
7
Salvo indicación en contario, los testimonios expresan ideas transversales a las facultades y agrupaciones consideradas.
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Una ilustración de lo que llamamos prácticas emancipatorias la encontramos en las siguientes reflexiones de un joven
militante (preguntado sobre lo que más y menos le gusta de la militancia):
Voy a empezar por lo que más me desgasta: es la apatía, el desinterés; uno capaz que sacrifica mucho el
tiempo personal y después hay como un rechazo. Pero también la contracara de eso es lo que más te
llena, es cuando encontrás a una persona que te valora eso y que se da cuenta que el Centro de
Estudiantes no es una ventanilla de resolución de problemas, sino que es un espacio de construcción.
Uno gana no cuando gana las elecciones, sino cuando una persona más toma conciencia de eso y se
pone a militar, no importa dónde. Ganás ahí, y eso es lo que más te llena. Porque es lo que deja marca,
porque uno busca la trascendencia, no busca la coyuntura.
Estas reflexiones, entre otras cosas, nos muestran la contraposición entre la lógica del cálculo político-electoral frente
al desafío de construir una conciencia comunicativa en base al debate de los problemas sociales y políticos. Por un
lado, tendríamos el polo identificado con la dinámica de un centro de estudiantes que es una “ventanilla” de resolución
de problemas (gremiales) o de provisión de servicios; por otro, encontraríamos los desafíos del cambio de conciencia.
Es especialmente revelador el modo en que el joven militante opone la lógica de la acumulación de poder propio (ganar
las elecciones) con “ganar realmente” en un sentido más colectivo y abarcador (incluso más allá de su conveniencia
electoral).
Sin duda, para el conjunto de los militantes entrevistados, la militancia estudiantil universitaria es una experiencia
particularmente intensa y plena. Es la experiencia de lo colectivo en el plano de la participación social y política, a la
vez que en el plano afectivo, como fuente de nuevas amistades y ámbito de contención (resaltado esto por los militantes
provenientes de pueblos o ciudades pequeños del interior). Es también una muy valorada experiencia formativa, que
implica múltiples aprendizajes. Ciertamente no está exenta de costos (menos tiempo dedicado al estudio, la familia, los
amigos, el deporte, la música), pero el balance resulta ampliamente positivo.
Pero junto a este costado luminoso de la experiencia estudiantil, hay también un “lado B”. El otro aspecto, que
denominamos calculador o pragmático, si bien menos recuperado en la bibliografía, ocupa también un lugar central en
la vida política de los militantes, y no es en absoluto opaco a los propios protagonistas, si bien no suele formar parte
central del lenguaje proselitista. El relativamente bajo grado de participación e interés del grueso de los estudiantes
“comunes” en la política en general, y en la política universitaria en particular, es claramente conocido por los militantes,
lo que moldea el diseño racional de estrategias y tácticas electorales. Así, por caso, una racionalización justificatoria de
esas prácticas calculatorias suele presentarse del siguiente modo: la meta de generar conciencia y participación política,
con sólido contenido ideológico, es vista por los militantes como un objetivo arduo, y el camino para lograrlo requiere
consolidar lo “gremial”, esto es, los servicios (apuntes, buffet) y las demandas académicas básicas (amplitud de horarios
de cursada, recuperatorios adicionales, quejas particulares, etc.); dice un entrevistado: “Sólo cuando una agrupación
es fuerte, y durante mucho tiempo ha logrado construir la cuestión gremial, puede dar el salto a la discusión política”.
Todos los entrevistados tienen conciencia de la necesidad de este derrotero, pero en general cuestionan a las
agrupaciones que terminan adoptando el
medio
(política gremial, servicios eficientes) como
fin
en pos de ganar
elecciones, retroalimentando la repudiada “despolitización” estudiantil (califican a esas agrupaciones de
“sindicaleras”), si bien también reconocen pragmáticamente la necesidad de hacerlo.
De este plano más estratégico podemos pasar a un nivel táctico, donde encontramos diversas prácticas calculatorias.
Se trata del plano más inmediato donde se despliegan una serie de dispositivos que buscan inducir comportamientos
políticos a través de una variada gama de procedimientos, que van desde la mera “presentación de la persona” al
decir de Goffman-, pasando por el discurso de campaña, y llegando al involucramiento corporal en la relación militante-
votante. Así, valga como ejemplo en un nivel muy básico del “marketing” político, el hecho de seleccionar un color de
identificación para la agrupación, y hacerlo proliferar en carteles y remeras, evidenciando la fuerza del aparato. En un
plano de mayor elaboración encontramos las decisiones y compromisos que un grupo toma en torno al discurso de
campaña, ya sea el que queda plasmado en los carteles, folletería, redes sociales, etc., o el que circula de manera más
sutil a través de mensajes al “pasar por los cursos” y permanece encerrado en las cuatro paredes del aula; en cualquiera
de los casos, una decisión política crucial se presenta al definir el balance entre la publicidad “positiva”, al defender las
posiciones propias, y la propaganda “negativa” que se hace sobre el adversario. Y en un nivel de mayor involucramiento,
donde se produce una virtual lucha cuerpo a cuerpo por el voto, nos encontramos con la táctica habitual de “perseguir”
al votante en su trayecto a la urna de votación: “Es un voto medio volátil que es el que se consigue en los últimos 20
metros antes de que vaya a poner el sobre. Se consiguen muchos votos”.
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Pero el perfil calculador del militante también comprende prácticas instrumentalmente racionales, conscientemente
adoptadas, que bordean o transgreden francamente la frontera de la “inaceptabilidad”, desde la campaña negativa y
las “chicanas”, hasta ciertos niveles de violencia (ocasional y circunscripta sobre todo a los momentos electorales,
como arrancar carteles):
Muchas cosas chotas que tiene la militancia. Cuando vos ibas a discutir política lo que te respondían era
una chicana fea sobre tu cuerpo; se pone también por momentos violento desde lo físico, de cagarte a
trompadas. Esto pasa sobre todo a las mañanas y en época de elecciones.
2.2. Ayer nomás
En la misma tónica anterior volvemos a encontrar en un tiempo más reciente, a fines de 2018, análogos rasgos en la
constitución de la militancia universitaria. Desde un punto de vista más ligado a los componentes emancipatorios, bien
vale citar el siguiente testimonio:
Parece como de autoayuda pero es la realidad, a mí me hace plenamente feliz militar, y discutir todas las
cosas que se me canten dentro de un espacio y saber que los compañeros lo van a tomar. [En la militancia]
te formás en valores, te formás en prácticas, te formás en todo, te formás como persona.
Por su parte, el costado más pragmático de la lucha política universitaria se trasluce en aquellas prácticas menos
atractivas y valoradas por los militantes. Por ejemplo: “el pragmatismo, la chicana para reventar al otro, buscar todo el
tiempo lo que nos diferencia o nos divide”.
Estas mismas líneas de tensión pueden ser recuperadas en otro plano. Así, por ejemplo, al ser consultados/as los/las
militantes sobre los
sentimientos que generaría en los estudiantes (votantes) la política universitaria
, el gradiente de
nuestra pregunta cerrada (“¿pasión, interés, indiferencia, fastidio, desprecio?”) puede ser ordenado según la polaridad
antedicha:
Indiferencia hay mucha, no a nivel de fastidio, pero tampoco la pasión.
Hay interés. Yo no si diría que hay pasión... Es una facultad donde los espacios de participación se
usan, están llenos de estudiantes, sobre todo a partir de 3 y 4to año.
Por otro lado, esta misma polaridad es utilizada por los/las militantes para interpretar las
razones del voto estudiantil
:
Hay dos grandes razones: una es si sos herramienta para que el estudiante avance, no sólo desde lo
académico, sino desde extensión, desde lo vincular; y después, cómo encabezás las luchas que tenemos,
que sea una agrupación que organice la lucha, que convoque.
3) LOS CAMBIOS EN EL ORDEN DE LA INTERACCIÓN: “LUGARES” Y “JUEGOS” DE LA POLÍTICA UNIVERSITARIA ANTE
LA EMERGENCIA DE LA CUESTIÓN DE GÉNERO
Si hasta aq hemos destacado las dimensiones de la participación política estudiantil que tienen que ver con la
continuidad, ahora vamos a ocuparnos de los cambios. Y en este marco sobresale la incorporación tanto a la agenda
política como a los repertorios de acción cotidianos- de las cuestiones referidas al género. En tal sentido, como podemos
observar en muchos cambios universitarios, estos pueden ser mirados “desde arriba” (cambios en las estructuras y
dinámicas de los campos, transformaciones en las políticas, mutaciones en los contenidos y orientaciones de los
debates nacionales, etc.), pero también “desde abajo”, en lo que se refiere a las transformaciones a escala micro, en
el marco de las relaciones interpersonales o las interacciones cara a cara. Ciertamente, el tema de género atraviesa a
toda la sociedad y no lo abordaremos en su complejidad, más bien, hacemos notar nada más que la cuestión permea
desde el plano político y cultural a una escala nacional e internacional, pasa por el plano institucional de la universidad
(se han creado oficinas, protocolos, tribunales, etc.) hasta llegar al nivel del desarrollo de la vida cotidiana en el ámbito
universitario.
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3.1. La cuestión de género en las universidades
Si bien el ingreso de la cuestión de género a la agenda pública, y las luchas por los derechos de las mujeres y de otras
identidades, podrían rastrearse mucho más atrás, el año 2015, con la realización de la primera movilización del colectivo
feminista “Ni Una Menos”, en protesta contra la violencia machista hacia la mujer y los femicidios, representa un hito
fundamental en la historia argentina reciente: los temas de género pasarán a estar a la orden del día. Aprobada tres
años después, en diciembre de 2018, la conocida como “Ley Micaela”, en conmemoración de una joven militante
entrerriana víctima de femicidio, establece la capacitación obligatoria en perspectiva de género para el funcionariado
público de todos los poderes del Estado.
Estos hitos a nivel nacional impactan de manera directa en las universidades. En 2015 se conforma la Red
Interuniversitaria por la Igualdad de Género y contra las Violencias (RUGE), que se incorpora institucionalmente al
Consejo Interuniversitario Nacional (CIN) en 2018. Desde aquel año y hasta la actualidad, la inmensa mayoría de las
universidades nacionales aprueban normativas contra las violencias sexistas (conocidas como “protocolos”)
8
. En
concordancia con estas iniciativas, en 2019 el CIN declara la adhesión a la Ley Micaela, lo que impulsará a las
universidades a organizar instancias de difusión y capacitación sobre la cuestión de género.
En el caso de la UNLP, universidad en la que llevamos adelante la investigación, los temas de género son
específicamente abordados, a nivel central, por dos direcciones de reciente creación, pertenecientes ambas a la
Prosecretaría de Derechos Humanos, la Dirección de Género, Diversidad y Derechos Humanos, y la Dirección de Políticas
Feministas, que toman a su cargo, en coordinación con las unidades académicas, la gestión del Protocolo de Actuación
ante Situaciones de Violencia de Género y/o Discriminación, aprobado en 2015
9
. Finalmente, en mayo de 2020 la UNLP
adhiere a la Ley Micaela, iniciando tareas de capacitación dirigidas a los distintos actores universitarios: autoridades,
docentes, no docentes y estudiantes.
Anteriores y simultáneas a este despliegue institucional en torno a la cuestión de género, son las iniciativas
desarrolladas por las agrupaciones estudiantiles, así como por otros grupos de estudiantes nucleados en torno al tema.
En investigaciones realizadas en la Universidad de Buenos Aires (UBA), Rafael Blanco (2016) identificó hacia 2009/2010
la creación de dos secretarías sobre la cuestión de género en la Facultad de Psicología, así como la incorporación a la
conducción del centro de estudiantes de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, en 2009, de un grupo abocado la
cuestión de la diversidad sexual. Nos interesa resaltar dos señalamientos realizados en estas investigaciones, por su
cercanía con nuestra distinción entre lógica calculatoria y lógica emancipatoria. Por un lado, la referencia a una
“paradoja” en el caso de la Facultad de Psicología, dado que, si bien las agrupaciones incorporaron la temática de
género a sus agendas, persistió una importante desigualdad en los liderazgos o en la autoridad para tomar la palabra:
en una facultad “toda de minas”, “los varones están todos en el centro de estudiantes” (Blanco, 2016, p. 53). Por otro
lado, en relación con las motivaciones que impulsan a las agrupaciones a incluir la cuestión de género en sus agendas,
se señala que parece primar “cierto pragmatismo (no exento de convicción pero que modula los modos de inclusión en
las agendas)” (p. 47).
De manera análoga a lo ocurrido en la UBA, también en la UNLP la cuestión de género ingresó a la agenda de las
agrupaciones estudiantiles; pero no sólo esto, sino que además ha impregnado la experiencia, las prácticas y las
interacciones en el seno de la militancia. En particular, en este trabajo nos interesa destacar la escala “micro”,
correspondiente a las interacciones personales cara a cara, para lo cual la perspectiva goffmaniana nos ha parecido
especialmente fecunda a la hora de abordar las observaciones empíricas registradas en nuestro trabajo de campo.
Caracterizaremos sucintamente dicha perspectiva antes de analizar los testimonios relevados.
3.2. El enfoque de la interacción de Ervin Goffman
La interacción social puede definirse nos dice Goffman en su último escrito- “como aquella que se da exclusivamente
en las situaciones sociales, es decir, en las que dos o más individuos se hallan en presencia de sus respuestas físicas
respectivas” (Goffman, 1991, p. 173). Esta copresencia corporal constituida en un espacio y un tiempo determinados
8
En Moltoni, Bagnato y Blanco (2020) se ofrece un exhaustivo relevamiento y análisis de estos protocolos.
9
Cabe citar como antecedente una resolución de 2012 que declara a la UNLP como institución libre de discriminación por expresión e identidad
de género. Y a nivel de unidades académicas, en la Facultad de Periodismo en 2012 (González Ceuninck, 2013) y en la de Humanidades en 2014
(a instancias de una agrupación estudiantil), se crean baños universales, sin distinción de géneros; en Blanco y Spataro (2019) se hace referencia
a iniciativas similares en dos facultades de la UBA.
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“lleva implícitos riesgos y posibilidades”, por lo cual da lugar a una amplia gama de “técnicas de control social” (p.
177) a través de las cuales los participantes tratan de manejar los posibles resultados de sus acciones (rituales,
ceremonias, reglas de etiqueta, etc.). Es este campo de las relaciones sociales “cara a cara” el que Goffman denomina
“el orden de la interacción” y cuyo método preferencial de estudio es el “microanálisis” (p. 174). En este nivel, tres
componentes son fundamentales: el personaje representado (
character
) o identidad social; el equipo (
team
) y la
situación social.
a) En esta perspectiva dramatúrgica los participantes de un encuentro social no son personalidades totales o
completas, puesto que cada “actor” (
performer
) cumple un papel parcial ligado a la situación concreta en la que
se halla inmerso. Así, la “expresividad del individuo… parece involucrar dos tipos radicalmente distintos de
actividad significante: la expresión que
da
y la expresión que
emana
de él” (Goffman, 1997, p. 14). En este
segundo rubro donde prima la expresión “más teatral y contextual, presumiblemente involuntaria” (p. 16)– nos
encontramos con un variado espectro de manifestaciones que incluyen el lenguaje corporal, los gestos, el tipo
de ropa que usamos, los adornos, etc. Un ejemplo que viene a cuento para nuestro caso lo constituyen las
“remeras” que identifican agrupaciones políticas universitarias. Esa prenda parece cumplir una triple función: i)
es una herramienta de propaganda consciente, tanto al mostrar que los/las militantes están presentes en
diversas circunstancias de la vida estudiantil, como al evidenciar aglomeraciones de grandes números que
proyectan imágenes de mayorías; ii) es un elemento de identificación con el “equipo” y por tanto testimonia un
sentido de pertenencia (incluso permite que se “presenten” como conocidos actores que no mantienen ningún
vínculo personal entre sí, evitando la necesidad de un/a presentador/a formal); iii) es también el “disfraz” con
que se viste el personaje que va a actuar en las distintas escenas universitarias de competencia política
(cursadas, asambleas, elecciones, pasillos, etc.)
10
.
b) Un segundo componente es el “equipo”: “emplearé el término
equipo de actuación
, o simplemente
equipo
,
para referirme a cualquier conjunto de individuos que cooperan para representar una rutina determinada”
(Goffman, 1997, p. 90). El equipo está unido por vínculos de mutua interdependencia que se corporizan en dos
dimensiones principales. La primera, de índole más
externa
, se refiere a la
dependencia recíproca
: “cada
miembro del equipo está obligado a confiar en la conducta correcta de sus compañeros, y ellos, a su vez, deben
confiar en él”; esto es así, explica Goffman, porque mientras la actuación de un equipo está en vías de
desarrollo, cualquiera de sus miembros tiene el poder de traicionar o desbaratar la representación mediante un
comportamiento inadecuado” (p. 93)
11
. La segunda dimensión, más
interna
, comprende los lazos de
familiaridad
:
“si los miembros de un equipo deben cooperar para mantener una definición dada de la situación ante su
auditorio, difícilmente podrán preservar esa impresión particular entre sí. Cómplices en el mantenimiento de una
apariencia determinada de las cosas, están obligados a definirse entre como personas que
están en el secreto
,
como personas ante quienes no es posible mantener una fachada particular” (pp. 93-94). Estas observaciones
muestran un punto nodal del análisis teatral de Goffman: representamos papeles ante un auditorio, y por lo
mismo debemos definir las fronteras internas/externas de nuestra actuación. En este marco, habrá escenas
principales que se desarrollan en el escenario, pero también habrá actividades entre bambalinas que sostienen
la actuación ante el auditorio. Por supuesto, idénticas consideraciones valen para otros “equipos” que actúan en
la universidad: los/las docentes, las autoridades, los/las empleados/as no docentes, etc.
c) El tercer componente analizado por Goffman ha merecido diferentes denominaciones a lo largo de su obra:
“encuentro, situación, interacción concreta, interacción focalizada, ocasión social y sistema de actividad situada”
(S. de Erice, 1994, p. 40). Como destaca el autor canadiense:
Cuando las personas se encuentran en una presencia inmediata tienden a hacerlo como participantes, en
lo que llamo una ocasión social. Es un asunto social amplio, una empresa en común o un acontecimiento,
delimitado en el espacio y en el tiempo y facilitado de forma típica por un decorado fijo (Citado por S. de
Erice, 1994, p. 40).
10
Otro ejemplo de expresividad, no detectado en el trabajo de campo en 2014, pero sí en 2018, es el uso del lenguaje inclusivo (la “e” en reemplazo
de la “o” o la “a”), prácticamente omnipresente hoy en el lenguaje escrito, en plataformas y carteles, y bastante utilizado entre los militantes, algo
más en Humanidades y en Ciencias Exactas que en Derecho e Ingeniería.
11
Goffman incorpora en sus análisis algunos elementos provenientes de la “teoría de juegos” (Goffman, 1997, p. 91); en este caso, es claro que
alude sin nombrarlo al problema del “free-rider”.
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Como nos recuerda Lozano Maneiro, estas ocasiones sociales suelen agruparse en dos tipos principales: por un lado,
nos encontramos frente a “invitaciones explícitas” (fiestas, reuniones, comidas, visitas, etc.); por otro, participamos
también en “encuentros fortuitos”, donde se ha estipulado entre los actores – de manera explícita o más habitualmente
de modo implícito un “contrato a largo plazo que prevé el hecho de que se dará vida a una conversación cada vez que
un individuo se encuentre con otro, a menos que no intervengan circunstancias eximentes privadas o públicas” (Lozano
Maneiro, 2002, p. 52). Para nuestro caso, estos encuentros se darán contando como fondo con el “decorado” de las
facultades de la UNLP, siguiendo especialmente la cadencia de una contienda electoral en sus tres fases principales:
campañas, votaciones y escrutinios.
3.3. Género, experiencia e interacción en la militancia estudiantil
Al combinar la perspectiva esbozada por Goffman con el análisis anteriormente expuesto de Dubet y Martuccelli,
podríamos elaborar una figura donde sus puntos extremos responden más claramente a los tipos ideales de “lugares”
o “decorados” asociados a una actuación “pragmática” (o “calculatoria”), y a los espacios vinculados especialmente a
una pauta de interacción “emancipatoria” (o “idealista”), mientras que una posición de cierta equidistancia estaría
ocupada por el ámbito asambleario de deliberación y la exposición pública, donde se combinan ambos patrones de
acción (Figura 1). Esos tres “juegos” serían:
Fig. 1. Espacio de interacción en la política universitaria
Deliberación pública
(Asambleas, plataformas, cartelería, etc.)
Competencia electoral Diálogo político
(Mesas de campaña, lugares de votación, etc.) (Aulas, bar, pasillos, etc.)
a) El “juego” de la competencia electoral tiene como “lugar” los espacios de la campaña electoral en las semanas
previas a las elecciones (patios, pasillos, aulas, adyacencias de la facultad), así como los espacios específicos de
votación, en donde se conforman los “pasillos” de militantes que escoltan a los votantes con el fin de persuadirlos hasta
la última instancia
12
. Éstos son los espacios en los que se despliegan s nítidamente los comportamientos
calculatorios, desde los más inofensivamente instrumentales, hasta aquellos que llegan a romper ciertos “códigos”
habituales en otros espacios de la pugna política. Estos últimos, además de sus manifestaciones generales (rotura de
carteles, empujones, etc.), tienen también un aspecto condicionado por el género.
Los comportamientos machistas o discriminatorios de género, más o menos graves, y las denominadas por los propios
militantes prácticas “micromachistas”, ciertamente no son algo nuevo, pero los mismos no emergieron de manera
destacada en el trabajo de campo realizados en la UNLP en 2013 y 2014. No obstante, el informe de observación
12
Detalles de estas escenas, en el denominado “pasillo de la muerte” por los propios militantes de una facultad de la UNLP, pueden consultarse
en el capítulo VII de Camou, Prati y Varela (2018).
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realizado entonces por una de las colaboradoras de nuestro equipo, durante el escrutinio en elecciones estudiantiles en
la UNLP, muestra que ya en 2013 eran identificables situaciones problemáticas atravesadas por el género:
Mencionamos dentro de la desmoralización situaciones que queremos destacar en cuanto pertenecen, a
nuestro parecer, a violencia de género. No tanto en Derecho, como sí en Humanidades, se dan episodios
de violencia que implican el manoseo a mujeres y el uso de violencia verbal, refiriéndose a mujeres de
otras agrupaciones (entre mujeres, y entre hombres y mujeres) como “putas”, “trolas”, etc. Y a hombres
de otras agrupaciones (entre hombres, y entre mujeres y hombres) como “putos”. También se pudo
observar cómo entre varias mujeres “tomaban de punto” a un hombre de una agrupación contraria y lo
cargoseaban, sica y verbalmente, hasta que el mismo reaccionaba, con la consiguiente queja o
acusación del mismo como violento o machista.
En el trabajo de campo realizado en 2018-2019 en la UNLP, los temas de género adquieren una relevancia destacable.
Las prácticas machistas son mayoritariamente descriptas por las militantes mujeres; los militantes varones no las
desconocen, pero el énfasis es algo menor. Por un lado, las militantes identifican prácticas machistas en profesores,
sobre todo varones y de más edad (aunque también en algunas profesoras); parecerían estar más extendidas en
Derecho e Ingeniería, algo menos en Ciencias Exactas, y menos aún en Humanidades (pero no ausentes: en esta facultad
se señala el caso de un profesor “escrachado” por acoso a alumnas). Y, por otro lado, lo que es nuestro foco, se
identifican prácticas machistas realizadas por militantes varones; parecerían estar algo más extendidas en Derecho que
en Ciencias Exactas y Humanidades, ocupando Ingeniería un lugar intermedio. Algunas de estas prácticas,
generalmente calificadas como “micromachismos” (no hay testimonios de violencia física explícita), son: ubicar pocas
militantes mujeres en las listas, o ubicarlas en puestos menos destacados; en una asamblea, levantar la voz, o que en
un militante varón repita lo ya dicho por una militante mujer, sin aportar nada nuevo, como si hiciese falta explicar lo
dicho por la compañera; realizar chistes ofensivos.
b) En el otro extremo encontramos los “juegos” del diálogo político, presentes en “lugares” más distendidos que la dura
competencia electoral (el aula, el bar del centro de estudiantes, las mesas de las agrupaciones), y también en el modo
de abordar las prácticas machistas antes reseñadas. En las entrevistas a las militantes, aún en aquellas que identifican
prácticas repudiadas, predomina la percepción, cuando se compara el hoy con un tiempo anterior reciente, de que la
situación está mejorando, tanto a partir de las iniciativas institucionales arriba señaladas, generalizadas desde 2015,
como a partir de instancias de auto-organización de las y los militantes. Las prácticas y las pautas de interacción
“emancipatorias” o “idealistas” en relación con el género son claramente identificadas, y experimentadas, por las y los
militantes, en situaciones como las siguientes: la gran mayoría de las agrupaciones se proclaman feministas; se
estableció la paridad de varones y mujeres en las listas en varias facultades, aun en facultades con mayoría de
estudiantes varones; las mujeres desempeñan roles antes sólo reservados a los varones, como subirse a los árboles
para colgar carteles, o llevar pesadas banderas en las movilizaciones; un grupo de estudiantes mujeres en Ingeniería
Mecánica (especialidad de Ingeniería en la que son muy pocas las mujeres, a diferencia de Química o Industrial) organiza
carreras de autos bajo el slogan “las carreras son de autos, no de varones”. Y también la dimensión emancipatoria está
presente en la lucha por causas comunes, como la legalización del aborto, o los avances que se logran en pos de la
erradicación de prácticas machistas en la militancia, a partir de la propia toma de conciencia.
c) Finalmente, el “juego” de la deliberación y la exposición pública, cuyo lugar privilegiado es la asamblea, pero también
la interacción entre los militantes en el “escenario” electoral, a la vista de sus compañeras y compañeros
“espectadores”, puede ser visto como un entrelazamiento de los dos patrones de acción antes descriptos. Dos
mecanismos que representan innovaciones políticas originales, muestran la combinación del esfuerzo “idealista” por
cambiar de raíz, como un cambio cultural, las prácticas “micromachistas” de los compañeros, con el reconocimiento
(resignado) de la necesidad de elaborar estrategias “instrumentales” inmediatas, en el trayecto hacia cambios más
profundos. Por un lado, un mecanismo de “monitoreo” de las intervenciones en las asambleas, poniendo la coordinación
en manos de militantes mujeres, y no del presidente del centro (un varón en ese momento):
Una chica coordinaba, cuatro anotaban las cuestiones y dos moderábamos, teníamos la tarea de marcar
todas las prácticas machistas para no repetirlas, y fuimos viendo asamblea a asamblea cómo las cosas
fueron cambiando y cómo los varones ya no interrumpían a compañeras, no alzaban la voz, no repetían
lo que dijo una compañera.
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Por el otro, un mecanismo de “escrache benévolo” (anónimo)
13
, tendiente a identificar prácticas machistas en la
interacciones entre los militantes: en las elecciones estudiantiles se colocó una cartelera pública en la que militantes
de la comisión de géneros iban registrando prácticas machistas, pero de forma anónima (“compañero empua una
compañera que se dirigía a votar al aula”), comunicándole luego el hecho a cada agrupación en privado; señalan las
entrevistadas que esto redujo “abismalmente” las prácticas machistas, si bien les queda cierto sabor amargo: “de cierta
manera me da bronca, porque ese compañero no las está haciendo porque tiene miedo a quedar escrachado”.
4) REFLEXIONES FINALES
Estas breves notas de cierre nos permiten delinear algunos trazos de un rompecabezas en movimiento, en el que
observamos continuidades y cambios en los patrones de participación política estudiantil.
En lo que respecta a las líneas de
continuidad
de las lógicas “calculatoria” y “emancipatoria” -a lo largo de ambos
períodos-, podemos destacar que esa persistencia se manifiesta tanto a través de la propia experiencia de militancia,
como respecto de la visión que tienen acerca de los estudiantes a quienes interpelan y buscan representar. Asimismo,
es interesante destacar que la persistencia de estas lógicas contrapuestas atraviesa
disciplinas académicas
y
orientaciones político-ideológicas
(no son patrimonio de una agrupación o de un partido); más bien, parecen inscribirse
en los rasgos culturales más profundos que hemos podido observar en el campo político universitario. Asimismo, estas
lógicas tampoco se alteran significativamente con los cambios que se dan en el
campo político nacional
, o por la
introducción de
nuevas temáticas
, las cuales tienden a ser procesadas con arreglo a ese código polarizador de la vida
política universitaria.
Pero cuando nos desplazamos a la problemática de los cambios ocurridos a partir de la irrupción de las
temáticas de
género
es preciso introducir algunos matices diferenciadores. En particular, es necesario poner atención al papel jugado
por algunas variables estructurales que configuran típicamente la dinámica de las instituciones de educación superior
(Becher, 2001). En efecto, especialmente a partir de 2015, y con ritmo vertiginoso, la cuestión de género ocupa un lugar
central en la vida universitaria argentina, acompañando la legislación nacional, produciendo normativas propias en casi
todas las universidades (los “protocolos”), y estableciendo fluidos intercambios entre las mismas institucionalizados en
el marco del CIN (red RUGE). De este modo, el trabajo de campo en 2018/2019 se lleva a cabo cuando la cuestión ya
ha hecho eclosión en la vida universitaria, potenciando con fuerza institucional temas y preocupaciones que ya estaban
presentes, en forma más o menos incipiente, en la militancia estudiantil. No obstante, en las observaciones de
2018/2019 se hacen referencias a prácticas machistas (sobre todo “micromachistas”), en mayor medida por parte de
militantes mujeres que por varones (si bien algunos varones las identifican). Por su parte, sobre la cuestión parece
haber una influencia, aunque moderada, de la variable disciplinar (quizás más debida a la institución en general, que a
la militancia estudiantil propiamente dicha). Así, a la hora de identificar prácticas machistas de los profesores en relación
a las estudiantes, los testimonios más recurrentes se dan en Derecho e Ingeniería, hay menores referencias en Ciencias
Exactas, y menos aún en Humanidades. A su vez, la identificación de dichas prácticas entre militantes estudiantiles se
observan más en Derecho, algo menos en Ingeniería, y menos aún en Ciencias Exactas y Humanidades.
Estas consideraciones nos llevan a subrayar que cuando tratamos de entender las “formas” de hacer política en la
universidad, nuestras observaciones permiten afirmar que el campo político nacional y el campo político universitario
operan con una
lógica de intercambio fluida
. Así, las fronteras entre los dos ámbitos son “porosas”, dejando pasar –en
una y otra dirección- prácticas comunes, repertorios de lucha compartidos o estrategias de construcción de poder
análogas (Camou, Prati y Varela, 2018). Sin embargo, el microanálisis esbozado en estas notas, sobre todo en lo referido
a la cuestión de género, nos lleva a efectuar una matización adicional: en el marco de los distintos "juegos" políticos
en el que participan los jóvenes estudiantes, la competencia electoral en sí misma (campañas, votaciones, escrutinios)
tiende a ser poco propensa a adoptar comportamientos innovadores; no obstante lo cual, la “exposición” y la
“deliberación pública”, ante un escenario de estudiantes “espectadores”, sea en la competencia por el favor de los
votantes, sea en las asambleas, parece mostrar de manera incipiente la gestación de nuevos patrones de interacción
entre las y los militantes, más en línea con las prácticas “emancipatorias” o “idealistas”. Los ingeniosos mecanismos
que hemos reseñado, tendientes a la erradicación de prácticas “micromachistas” entre compañeros y compañeras,
muestran la fuerza de los ideales de cambio en las relaciones de género, a la vez que manifiestan la conciencia de la
complejidad de dar un basamento profundo a tales cambios, y la necesidad (al menos por ahora) de acompañarlos de
13
Blanco y Spataro (2019) han constatado la existencia de “guerras de escraches” sobre violencia sexista (no benévolos, identificando a los
destinatarios en carteles públicos y en las redes sociales), durante el período electoral en la Facultad de Psicología (UBA).
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“incentivos” negativos, desde cuestionamientos públicos hasta “escraches” (Olson, 1998). En todo caso, en el marco
de una investigación más amplia que estamos llevando adelante, nos resta indagar la extensión de esta preocupación
por las cuestiones de género, tan claramente presente en la militancia estudiantil de la UNLP, entre las y los estudiantes
“comunes”, tanto de nuestra universidad como de otras instituciones de educación superior.
Por último, queremos llamar la atención como lo han destacado algunos testimonios recogidos en estas páginas-
sobre lo que podríamos llamar el “lado B” de la experiencia política estudiantil, que suele ser poco abordado en la
bibliografía sobre la cuestión, pero que juzgamos parte de un acercamiento realista a esta problemática (Camou, Prati
y Varela, 2018). Nos referimos a ciertas prácticas cargadas de violencia simbólica y material- que sobre todo permean
la competencia electoral y que recorren un amplio espectro de situaciones e interacciones: desde la clásica “chicana”
política a la más abierta violencia física, pasando por diferentes formas de agresión verbal sobre el cuerpo, la apariencia
o la conducta sexual de los y las militantes de agrupaciones contrarias. Hemos documentado brevemente este costado
más “oscuro” de la política estudiantil, no desde una evaluación “externa”, sino porque así es vivido, reconocido y
relatado por los propios actores. Pero además, porque prestar atención a las distintas facetas de estos patrones de
sociabilidad y competencia política en la universidad es una manera si bien indirecta- de abordar una compleja
cuestión que subtiende toda discusión sobre la relación entre jóvenes y política democrática: el modo en que se van
configurando desde sus comienzos los perfiles de los y las dirigentes que más temprano que tarde- tendrán a su cargo
altas responsabilidades gubernamentales frente a nuestra sociedad.
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Fecha de recepción: 13-10-2022
Fecha de aceptación: 5-12-2022