Pistas del terreno
Desde el inicio de nuestra formación como arqueólogas, nos atrapó la falta de enfoques al abordar la afrodescendencia
y la negritud en los estudios arqueológicos. La disciplina, dominada por una visión positivista, ha priorizado el análisis
de materialidades frías y descontextualizadas, dejando de lado nuestra comprensión en esta larga duración (Braudel,
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979) de la historia humana. Este vacío es evidente en Ecuador y otros países de América Latina, con la excepción de
Brasil , donde la arqueología de la afrodescendencia lleva más de tres décadas. Aun así, esta perspectiva permanece
rezagada, limitando el alcance crítico de la disciplina en el resto de la región.
El otro problema, es el trato que se da a la producción del conocimiento entendido como un privilegio, en donde desde
la arqueología se requiere un replanteamiento de sus fundamentos epistémicos, reconociendo el extractivismo que
surge de las experiencias de personas racializadas (Fong et al., 2022, p. 237). En contra parte, existe el enfoque de las
teorías emanadas del feminismo negro (Crenshaw, 2013), que busca diversificar tanto los temas de investigación como
las/os actoras/es que los desarrollan, incluyendo profesionales racializados y comunidades segregadas (Mantilla, 2007;
Battle-Baptiste, 2011; Balanzátegui, 2018; Franklin et al., 2020). Paralelamente, se ha cuestionado cómo los discursos
arqueológicos perpetúan asimetrías de género al naturalizarlas como inherentes al pasado, impulsando la incorporación
de la interseccionalidad como categoría de análisis. Este giro permite confrontar violencias epistémicas que perpetúan
la exclusión y fomenta vínculos éticos con comunidades, creando una arqueología más inclusiva, crítica y
transformadora (Lugones, 2008; hooks, 2013; Lozano, 2016b).
El análisis de las comunidades afroecuatorianas esclarece cómo los pueblos racializados han resistido y reconstruido
sus mundos frente a las violencias del secuestro transatlántico. Estos espacios insurgentes, creados mediante prácticas
como el cimarronaje, no solo aseguraron su supervivencia, sino que también transformaron territorios, estableciendo
nuevas relaciones con la naturaleza y otros pueblos, especialmente indígenas (Lozano, 2016a, p. 23). Estas zonas
insurgentes representan prácticas de resistencia comunitaria, como economías solidarias, gobiernos locales y
estrategias de supervivencia (Lao Montes, 2006, p. 6). En este contexto, el cimarronaje no puede interpretarse como
un hecho aislado; fue el encuentro anticolonial más efectivo para sostener la existencia de africanos e indígenas en el
Pacífico sur (García Salazar, 2011, p. 21).
En este proceso, las mujeres negras desempeñaron un papel central. Lozano (2016a, p. 37), plantea el concepto de
mujernegra del que nos adherimos, al desafiar las categorías modernas-coloniales, mostrando que ser mujer y negra
no puede reducirse a la suma de opresiones de género y raza, sino que constituye una experiencia indivisible. A través
de estrategias de supervivencia, las mujeresnegras transformaron territorios y crearon comunidades resistentes,
desafiando no solo las estructuras coloniales, condiciones de existencia digna (Lozano, 2016b, p. 234). Lo anterior,
pensamos, puede también observarse a través de una materialidad del despojo y la resistencia, en donde la arqueología
explora objetos, territorios y sujetos que se entrelazan en una narrativa de lucha.
En Ecuador, la arqueología continúa ignorando las realidades humanas de los pueblos afrodescendientes e indígenas
(
Olivo, 2023). Este distanciamiento refuerza una visión colonizada, unilateral, donde las narrativas occidentales
predominan en los currículos universitarios. Aunque las reformas de la Constitución de la República del Ecuador del
008 han reconocido afroecuatorianas y afroecuatorianos como parte de un Estado Plurinacional e Intercultural (Antón
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Sánchez, 2016), los programas académicos permanecen anclados en epistemologías hegemónicas que perpetúan
Así, en este ejercicio, se busca problematizar estas dinámicas a partir de tres momentos. Primero, se analiza cómo las
estructuras académicas perpetúan narrativas colonizadas a pesar de avances constitucionales; segundo, se revisa cómo
los currículos de las universidades ecuatorianas han privilegiado epistemologías occidentales, marginando perspectivas
locales; y finalmente, se reflexiona sobre el estado de la arqueología de la diáspora africana en Ecuador, destacando la
urgencia de integrar epistemologías afrodescendientes en los enfoques académicos. Este proceso exige no solo sumar
experiencias de las comunidades y les profesionales racializados, sino también cuestionar las formas en que la
disciplina aborda o ignora las problemáticas contemporáneas que afectan a nuestras comunidades.
3
Vease Pedro Funari (1998), Scott Allen (2000), Pedro Funari y Andrés Zarankin (2004), Tania Lima (2008), Luis Menezes (2015) y otres.
15/ pp 14-26 / Año 11 Nº21 / DICIEMBRE 2024 JUNIO 2025 / ISSN 2408-4573 / DOSSIER TEMÁTICO