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/ pp 63-78 / Año 12 Nº23 / DICIEMBRE 2025 – JUNIO 2026 / ISSN 2408-4573 / DESSIER TEMÁTICO
2025; Acosta, Fernández y Álvarez, 2020; Gorostiaga, 2012 a y b; Miranda, 2011; Schoo, 2013; Steinberg, Tiramonti y
Ziegler, 2019; Terigi, 2022); entre otros. Nos interesa destacar, dentro de este último grupo, algunos estudios
significativos sobre las políticas para la escuela secundaria desde la perspectiva de las trayectorias de S. Ball y su
puesta en acto (Bocchio, Grinberg y Villagran, 2016; Bocchio y Miranda, 2018; Meléndez y Yuni, 2017; Miranda, 2011;
Miranda y Lanfri, 2017).
Como fue señalado, uno de los propósitos de este trabajo es compartir algunos avances en torno a una propuesta
metodológica y analítica que conjuga los aportes de la perspectiva de trayectorias de la política y los de las perspectivas
multiescalares o estudios políticos de escalas.
Asumimos la perspectiva de Ball (2002), quien emplea el término
trayectorias de la política
para dar cuenta de los
distintos intereses y procesos que intervienen en la definición, el diseño y el desarrollo de las políticas educativas, y
propone cuatro planos de análisis:
la política como discurso, la política como texto,
la puesta en acto de la política
y,
finalmente,
los efectos de la política
. El primer plano se refiere a analizar cómo funcionan los relatos políticos y las
formas de ejercicio del poder a través de la producción de verdades. Siguiendo a Ball “los discursos tratan sobre lo que
puede ser dicho y pensado, pero también sobre quien, cuando, donde y con qué autoridad puede hablar” (Ball, 2002,
p.26). Entender a la política como discurso implica intentar interpretar el texto de una política pública específica en
función de los sentidos que adquiere en los relatos políticos más amplios sobre lo educativo y lo social, y sobre las
formas de ejercicio del poder a través de la producción de verdades relativas a lo educativo y lo social.
Con el segundo plano, la política como texto, Ball nos propone abordar las propuestas e iniciativas de políticas concretas
como “representaciones codificadas de modo complejo (vía disputas, compromisos, interpretaciones y
reinterpretaciones de la autoridad pública) y decodificadas (vía interpretaciones y significados de los actores, según sus
historias, experiencias, habilidades, recursos y contexto) de modo igualmente complejo” (Ball, 2002, p.21). Es decir,
comprender cada política como una forma textual de representaciones codificadas en el ámbito de definición pública a
partir de las acciones, relaciones e influencias de diversos actores (considerando al Estado como un actor destacado,
pero no el único) y agendas, que, a su vez, son decodificadas en función de las interpretaciones que les diversos actores
hacen y los sentidos que construyen asociados a los contenidos de esa política de acuerdo con sus historias,
experiencias, convicciones, contextos, etc.
El tercer plano, el de la puesta en acto, viene a reemplazar la idea de implementación, propia del diseño de la política
pública, para dar cuenta de que, desde la investigación sobre política, precisamos analizar el proceso activo que tiene
lugar en aquello que habitualmente se nomina como “implementación”. Como señala el propio Ball, la noción de “puesta
en acto” responde al “intento de escapar de los confines agradables, pulcros y ordenados de la teorización moderna,
enfocada particularmente alrededor de la noción de la implementación” (Avelar, 2016, p. 6). En la escuela surge algo
diferente de lo que la política prescribe, a partir de la interpretación, apropiación y traducción en acciones concretas
para llevarla adelante en sus contextos (Bocchio, Grinberg y Villagran, 2016).
El cuarto y último plano se vincula con los efectos que produce la política, es decir los cambios que se observan en las
prácticas, en la organización o en la estructura de las escuelas o de los sistemas, así como también los efectos generales
o de “segundo orden”, es decir los cambios vinculados con procesos y relaciones sociales (Miranda, 2011).
La perspectiva de las trayectorias de la política contribuyó a visibilizar diferentes arenas en las cuales se definen y
ponen en acto las diversas iniciativas públicas, denominadas como
contextos de influencia
,
de producción de los textos
de las políticas
,
de la práctica
,
de los efectos
y
de las estrategias políticas
(Ball, 2002; Beech y Meo, 2016). Es
fundamental destacar, tal como define Miranda (2011) al analizar el trabajo de Ball, que se trata de una metodología de
investigación y no una descripción lineal y secuencial del proceso de elaboración de las políticas, por lo que los contextos
y sus interrelaciones expuestos por el autor pueden ser pensados como “anidados” unos dentro de otros (Mainardes y
Marcondes, 2009). En el presente artículo retomamos los tres primeros contextos para analizar las últimas reformas
del nivel secundario en CABA.
El
contexto de influencia
refiere al ámbito en el que distintos grupos y actores buscan influir en la definición de los
sentidos de la educación y disputan la construcción del discurso político. Se visibilizan aquí múltiples actores locales,
nacionales e internacionales: gestión pública, pedagogos, revistas especializadas, docentes, sindicatos, organismos
internacionales, ONGs, empresas y fundaciones. Es importante insistir en el lugar activo que Ball otorga a los actores
reconociendo que “los actores construyen significados, son influyentes, disputan, construyen respuestas, se enfrentan
a contradicciones, procuran representaciones políticas” (Miranda, 2011, p.8).