El azul de la distancia
Otra enfermedad, nuevas metáforas
Resumen
En la pieza “El azul de la distancia”, de Ángeles Alemandi, se produce un uso del propio cuerpo como texto; la decisión de convertir a la propia vivencia en objeto de la escritura brilla particularmente por cómo está logrado el extrañamiento; esa meta utópica de todo cronista de la intimidad que pretende salirse de sí mismo para obtener la esquiva perspectiva cuando se trata de “lo propio/ amado, odiado” aquí está cerca de plasmarse —siempre a punto de— gracias a la precisión en el trabajo con archivos, y la posibilidad de leer(se) desde la mirada y las historias de otros; el seguimiento paso a paso de la secuencia demuestra una técnica narrativa adquirida; es como si hubiésemos estado allí, junto con el personaje, al momento de recibir su diagnóstico “maligno”. Ante esa toma de distancia que está antes y después de la posibilidad de que haya un acto creativo, la autora se desdobla definitivamente de la narradora y aparece la voz del personaje, que incluso se permite —aun en el frío pasillo de hospital— hacer aflorar una querible pátina de humor en sordina, aplicado al propio calvario.
Este es un ejemplo virtuoso de “instantánea”, donde dialogan en igualdad de condiciones texto escrito e imagen, y uno no podría permanecer ahí sin la otra, componiendo una escena congelada tan atemporal como esencial. Aquí hay —en palabras de Didier Eribon— un “exhibicionismo que es lo opuesto a la vergüenza”; y hay una reapropiación positiva del cuerpo enfermo, como lo contrario al cuerpo sojuzgado. El cuerpo disruptivo no quiere reconocer las exigencias que le habría impuesto la industrialización. El cuerpo improductivo significa –en la medida que prolifera, consigue nuevos lectores y se convierte en un género aparte, dentro de las narrativas de realidad- quitar poder al higienismo médico sobreviviente, sobre una materia que, de acá en más, no será petrificada como “patológica”.
Julián Gorodischer
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