Arfuch, Ir y venir Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número Especial / Mayo 2021 / pp. 30-37 30 ISSN 2422-5932
IR Y VENIR
Leonor Arfuch
Instituto Gino Germani Universidad de Buenos Aires
Leonor Arfuch es Doctora en Letras por la Universidad de Buenos Aires, Profesora Titular e investigadora de la
Facultad de Ciencias Sociales e Instituto Gino Germani (UBA). Trabaja en temas de subjetividad, identidad, memoria y
narrativa desde una perspectiva de análisis del discurso y crítica cultural.Es autora de varios libros, entre ellos La
entrevista, una invención dialógica (1995, 2da edición 2010); El espacio biográfico. Dilemas de la
subjetividad contemporánea (FCE, 2002, segunda Ed. 2005 y reimpresiones); OEspaço Biográfico
Dilemas da Subjetividade Contemporânea, Trad. de Paloma Vidal, Rio de Janeiro, EdUERJ Editora,
2010; Crítica cultural entre política y poética (FCE, 2008) y Memoria y autobiografía. Exploraciones en
los límites (FCE. 2013).
Contacto: larfuch@yahoo.com.ar
Todo sobre Molloy
NÚMERO
ESPECIAL
Arfuch, Ir y venir Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número Especial / Mayo 2021 / pp. 30-37 31 ISSN 2422-5932
Ir y venir. Vivir entre lenguas y recorrer espacios, breves geografías, territorios
de la intimidad. Estar aquí y allí sin ser del todo más que en el vaivén que salva
del anclaje en un lugar. La mirada viajera y la lengua que migra llevando consigo
el hogar. Restos de patria que afloran súbitamente en una inflexión del decir, sin
ser llamados. Desplazamientos de la crítica a la ficción y la autoficción sin
abandono de la autobiografía (¿O toda crítica lo es en verdad?).
Ese vaivén -adentro y afuera- inspira mi aproximación a la obra de Sylvia
Molloy, que pienso como un diálogo, una conversación -como en la vida misma-
donde el espacio biográfico marca recorridos que infringen los géneros en un
verdadero gesto de anticipación. Y en ese asomarse curioso y erudito -a la
interioridad, a la literatura- destellan a un tiempo la agudeza de la crítica, la ironía,
el humor y la dimensión poética. Una conjunción que enlaza también, como lo
quería Bajtín, arte y vida.
Acto de presencia
1
inaugura una serie donde la lengua prima -Hispanoamérica-
la escritura se escucha, el cuerpo entra en escena con el libro en la mano -una
mano que es, también, escritura- para dar cuenta de las diversas retóricas de la
auto/figuración que desdicen toda idea de inmediatez de la vida. Estudio
pionero sobre la escritura autobiográfica, consciente de los escarceos del yo y
sus múltiples máscaras - sin que haya detrás ninguna “verdadera” identidad, según
nos advirtiera Paul de Man con la figura de la prosopopeya- decide anclar en un
continente inexplorado y dar la voz a personajes disímiles, distantes en el tiempo
y el espacio, cada uno con su prosapia -Sarmiento, Victoria Ocampo, Norah
Lange, Picón Salas, Vasconcelos, entre otros- para entablar un diálogo intimista
y acuciante con sus obras:
Procuré no tanto averiguar lo que el yo intenta hacer cuando escribe “yo” sino
investigar, de manera más modesta, cuáles son las fabulaciones a las que recurre la
autobiografía dentro de cierto espacio, de cierto tiempo y de cierto lenguaje, y qué dicen
esas fabulaciones sobre la literatura y la época a que pertenecen
2
La elección no es azarosa. La crítica se propone leer de otra manera -un gesto
que se replicará en los estudios venideros- obras claves de la literatura
1
MOLLOY, Sylvia, Acto de presencia. La escritura autobiográfica en Hispanoamérica, México, El Colegio
de México y Fondo de Cultura Económica, 1996.
2
Ob.cit p. 12
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Número Especial / Mayo 2021 / pp. 30-37 32 ISSN 2422-5932
hispanoamericana en un contexto en el cual la autobiografía no ha sido
suficientemente apreciada o fue leída, indistintamente, como historia o ficción.
Ese desdén, o esa desatención, transforman a esos textos en “un ideal objeto de
estudio”, sin clasificación estricta ni lastres de ortodoxia, donde la
indeterminación genérica o la hibridez de su estructura abren los márgenes de
interpretación. Cada texto podrá entonces decir más sobre mismo “a
condición, por supuesto, de que se lo atienda hasta el final, aceptando las
condiciones un tanto incómodas que el mismo texto impone”.
3
Esa atención a lo que el texto dice implica también lo que no dice, y no autoriza
por lo tanto a afirmar: la existencia de una “esencia” nacional hispanoamericana
que esta literatura vendría a expresar. Prefiere Sylvia
dejar que la preocupación nacional (…) reverbere en el texto como escena de crisis,
siempre renovada, necesaria para la retórica de la autobiografía en Hispanoamérica, ver
esa preocupación nacional como espacio crítico, marcado por la ansiedad de orígenes
y de representación, dentro del cual el yo pone en escena su presencia y logra efímera
unidad.
4
En esa puesta en escena, que evoca también al “lector con el libro en la
mano”, el contexto histórico, la lengua, el nero y la época se enlazan, en la
lectura de Molloy, con recuerdos sensibles, carencias, omisiones, trazando una
cartografía erudita y singular donde el yo se despliega, como en toda
autobiografía, “(en) una forma de exhibición que solicita ser comprendida, más
aún, perdonada”.
5
Varios senderos se abren a partir de esta obra mayor, que señalizan de alguna
manera el andar futuro de la crítica y la escritora: las diversas estrategias en la
elaboración textual del yo, la estrecha relación entre libros y escrituras, el don
memorial y sus lugares de culto, la infancia, un tanto esquiva en los relatos
analizados, pero protagonista en los propios. Una trama sutil donde la intimidad
-la propia, la de otros- se vislumbra desde el umbral, como un aleteo de luces y
sombras, sin olvido de la figura barthesiana de la delicadeza.
Pero también, el haber escrito este libro en inglés -At face value-
6
abordando
piezas claves de la literatura hispanoamericana, marca el derrotero del vivir entre
lenguas, que luego tendrá su propio sitial: un libro que se desliga de la escritura
académica y deja vagar los recuerdos en un género otro, “adentro y afuera” de
la autobiografía, a la manera quizá benjaminiana de iluminar escenas, en rechazo
3
Ob.cit. P.12
4
Ob. cit. p.15
5
Ob. cit. p.17
6
MOLLOY, Sylvia, At face value. Autobiographical Writing in Spanish America, Cambridge University
Press, 1991.
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de la cronología y del tránsito obligado de las cosas. Así, Vivir entre lenguas
7
,
escrito en español, retorna al territorio de la infancia para interrogarse sobre la
voz -las voces- que hablan allí, en ese bilingüismo liminar que es a la vez un don
y una inquietud: la identidad tejida en el cruce de lenguas en la que cada una trae
consigo un mundo. El inglés del padre, el francés negado a la madre, que ella
tratará de compensar modulando también esa lengua otra. ¿Cuál es entonces,
allí, la lengua madre? ¿Cuál elegir para un decir verdadero? ¿La más exacta, la más
apropiada, cuando ambas -y una tercera- han sido apropiadas?
Quiérase o no siempre se es bilingüe desde una lengua, aquella en la que uno se aposenta
primero, siquiera provisoriamente, aquella en la que uno se reconoce. Esto no significa
aquella en la uno se sienta más cómodo, ni tampoco la que uno habla mejor ni tampoco
la que se usa para la escritura.
8
El libro navega en esa indecisión, trayendo a cuento historias minimales,
gestos y escenas de la novela familiar, relatos sobre otros autores, anécdotas de
un mirar viajero. Minimalismo de los textos e intensidad de la conversación -
porque así se propone la lectura, también como un acto de presencia. Pero ese don
narrativo que el yo despliega con maestría en el modo de la autoficción, no deja
de lado la crítica -ética, política- que toda reflexión sobre la lengua puede inspirar:
lenguas que “valen” más que otras, lenguas que impiden el cruce de fronteras o
son objeto de discriminación.
Pese a que cada lengua aporta un nuevo horizonte a la percepción, la
narradora advierte que “Siempre se escribe desde una ausencia: la elección de un
idioma automáticamente significa el afantasmamiento del otro pero nunca su
desaparición”
9
. Y es en esa tensión entre uno y otro -la ausencia que “percude”
el idioma elegido, el no convocado que acecha para inmiscuirse súbitamente y
reclamar derecho de ciudadanía- donde se dirime qué es el hogar: ¿espacio,
territorio, cobijo, lugar de origen, punto de apoyo, objeto de deseo? ¿O quizá el
hogar se lleva consigo, se recobra al llegar y vuelve a hablar la lengua cotidiana,
la lengua casera?
El aprendizaje de la lengua casera exige atención, como cualquier aprendizaje. Se
adquieren términos nuevos, se desempolvan palabras olvidadas, pero nunca, nunca, se
muestra la hilacha recurriendo al término de allá, y menos aún al término de aquel
entonces. Se trata de una suerte de comadreo lingüístico, un regodeo, como si se citara
en un idioma para impresionar al otro. ¿Cuál otro?
10
7
MOLLOY, Sylvia, Vivir entre lenguas, Buenos Aires, Eterna Cadencia, 2016.
8
Ob. Cit. P.23
9
Ob. Cit. P. 24
10
Ob. Cit. P. 47
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Tal vez el hogar anida también en esos restos de patria que habitan la
memoria anodina, se cobijan en un sinsentido, en alguna expresión que surge al
azar, traída vaya a saber porqué. Preguntas del vivir entre lenguas que incluyen
también la traducción, esa tarea ímproba donde el significante oscila, sin lugar
seguro donde posarse.
El libro inventa un género y propone varios recorridos de lectura. El placer
de una escritura que discurre con humor e ironía, capaz de ahondar sentido en
plena síntesis. El devenir poético de los recuerdos de infancia, que alientan esa
sintonía valorativa entre el narrador y su destinatario que Bajtín llamó “valor
biográficoy que opera tanto respecto de la experiencia la vida propia- como
de la vivencia de la vida misma, es decir, la dimensión ética de la vida en general.
Pero hay también una reflexión sobre la lengua que puede hablar de exilios -sin
nombrarlos- de lejanías que percuten en el alma, de pérdidas, de distancias no
elegidas, migraciones, extrañamiento de la tierra natal: “Siempre escribí afuera: a
la intemperie. Durante mucho tiempo sólo escribí crítica, no me permitía la
escritura de ficción de manera sostenida. ‘Exile is about telling a story’ dice Alicia
Borinsky. Pero, quería saber yo, ¿en cuál de mis idiomas?
11
Esas lejanías y su efecto en la literatura ya habían sido abordados años antes
en Poéticas de la distancia
12
, un volumen que Molloy edita con Mariano Siskind y
que reúne textos de distintos escritores. Allí destellan también preguntas sobre
el vivir y escribir en otras lenguas u otros sitios -estéticas migrantes, diásporas,
desplazamientos, exilios-, sobre la tentación autobiográfica, sobre la
im/posibilidad de una literatura nacional. El capítulo de Sylvia, “A modo de
introducción” tiene un título significativo: Back home: un posible comienzo”.
Comenzar por el back es traer al presente el desconcierto de la pregunta por el
hogar, el dónde más cercano al sentimiento, la afiliación, la filiación. Así, lo que
prima es la casa natal, la que impone la vuelta a ver cómo ha quedado, qué huellas
del pasado permanecen, quienes la habitan ahora, qué energía emocional la
puebla y qué hubiera sido de la vida - y la escritura- de haberse quedado allí.
Aunque sus actuales moradores se lo permiten, franquear el umbral tampoco
ayuda, ya no se reconocen los espacios, hay una ajenidad que vela los recuerdos.
Y nunca se vuelve de la misma manera. Pero también la escritura del
desplazamiento plantea sus preguntas: ¿cómo es “elaborar una patria
fantasmática”, escribir desde una ciudad u otra, Nueva York o París?: “Lo
cotidiano siempre deja su marca, también cuando se está ‘afuera’ establece sus
costumbres, condiciona la memoria, se entreteje con el recuerdo, permite (…)
11
Ob. Cit. P.74
12
MOLLOY, Sylvia y SISKIND, Mariano (Eds.) Poéticas de la distancia. Adentro y afuera de la literatura
argentina, Buenos Aires, Grupo Editorial Norma, 2006.
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inventar lo familiar desconfiando de las raíces”.
13
Raíces en el aire, volviendo a
Barthes.
Sin embargo, viviendo en Nueva York, el atentado a las torres despertó
recuerdos que trajeron consigo un “retorno” al hogar: “(…) en esos momentos,
la necesidad de rearmar un lugar de origen es muy fuerte”.
14
Nació entonces
Varia imaginación,
15
un libro de relatos “más o menos autobiográficos” que marca
un estilo donde la brevedad hace sentido. Pantallazos que muestran “de cuerpo
entero” quien habla allí, pequeñas piezas maestras que configuran un itinerario.
La familia -esos padres, de quienes no todo se sabe-; la casa natal y el temor a su
desaparición ante una noticia (que resulta falsa) -“¿Cómo han podido demoler
la casa de mis padres?”
16
-; la escuela -el colegio inglés-, el homenaje a la lengua
casera en el “desorden costurero” que hilvana las labores de la madre y la tía y
es también un homenaje a ellas: “Plumetí, broderie, tafeta, falla, gro, sarga, piqué,
paño lenci…”
17
, hábitos, recuerdos de viaje, estragos de la memoria: Hace
poco, sentada a la mesa, me sorprendí repitiendo un gesto de mi madre. Ya no
recuerdo si estaba sola o acompañada, la sorpresa fue tan fuerte que obliteró lo
que me rodeaba, como una foto sobreexpuesta”.
18
Escrituras del yo que
infringen el canon de la autobiografía y dejan aflorar por fragmentos aquello que
surge, quizá inesperado. Y de nuevo el diálogo, la conversación, que es el modo
de hablar de y con los libros.
Ese escribir/leer ya se había puesto de manifiesto en Las letras de Borges
19
, un
título que marca la distancia entre el hombre y la letra, donde la mirada crítica
elude la domesticación y se permite la irreverencia, la extrañeza, la indagación en
las orillas, lo que queda a su tiempo y a su modo, sin necesidad de integración.
“Para aproximarme a la inquietud, a lo uncanny, en el texto borgeano, elijo el
vaivén”.
20
Me detengo en uno de los capítulos, “Cita y prefiguración en la obra de
Borges”, porque allí se explicita una de las claves que atraviesa toda la obra de
Molloy:
(…) .la reflexión que sigue procura entretejer vida y letra de Borges, o más
precisamente, personalidad, autobiografía y cita en Borges. Dicho de otro modo:
procurará pensar a un sujeto y su lectura y comprobar, una vez más, que el sujeto es su
lectura
21
.
13
Ob. Cit. P. 20
14
Ob. Cit. P. 21
15
MOLLOY, Sylvia, Varia imaginación. Rosario, Beatriz Viterbo Editora, 2003.
16
Ob. Cit. P. 9
17
Ob. Cit. P. 21
18
Ob. Cit. P. 71
19
MOLLOY, Sylvia, Las letras de Borges, Rosario, Beatriz Viterbo Editora, 1999.
20
Ob. Cit. P. 15
21
Ob. Cit. p.227
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Reconociendo el carácter referencial de esa escritura, la crítica se interroga
más bien sobre la tentación autobiográfica de quien supo hablar de la “nadería
de la personalidad”, lo acompaña a través de los textos como a un transeúnte en
desasosiego que desdice la unicidad del yo, y descubre el carácter elusivo pero
no por ello menos persistente de sus estrategias de autofiguración, que puede
traducirse en “la codicia de otras vidas”, esperable quizá respecto de personajes
admirados pero que también se torna hacia los autores. Vidas imaginadas,
conjeturales, figuras citadas como si fueran textos pero a sabiendas de la
imposibilidad de atrapar un yo de conjunto. La desfiguración, que Paul de Man
asocia a la prosopopeya,
22
juega allí su rol: entrar en diálogo consigo mismo a
través de los muertos que homenajea dotándolos de rostro como un epitafio,
indirectamente autobiográfico, hablar de a través de los otros, y activar esa
“necrológica por sí mismo” como definía Michel de Certeau la autobiografía.
Molloy reconoce en los textos cierta subversión literaria, la deriva de una
conversación, un tránsito, una conversión de relatos, donde la voz, la
entonación, el trabajo sobre el olvido y la memoria, traen al presente, en la
repetición, aquello antiguo y otro que se hace nuevo. “Con la seguridad que dicta
el placer -placer del texto, un goce casi físico de la lectura del que poco se ha
hablado- establecía sus simpatías y sus diferencias, postulaba una fraternidad por
la cita y la alusión”.
23
La sutil indagación sobre lo autobiográfico en Borges, realidad cobijada en
la letra sin relación con la mesis, autoriza quizá, una vez s, a afirmar que
toda escritura es autobiográfica.
Y es también Borges Encore quien nos lleva a Citas de lectura
24
esta vez como
reconocimiento “a un maestro de desasosiego, de marginalidad, de oblicuidades,
de traslados: en suma, maestro de una sociabilidad entre textos para del todo
nueva” (2017:63). Con la maestría acostumbrada Molloy resume, en apenas dos
páginas, la relación con el hombre y la letra que marcó profundamente su
“escribir la lectura”:
Me enseñó, como también lo haría poco después Roland Barthes, a escribir mi lectura,
me llevó a escribir crítica y ficción de manera diferente y a no ignorar el contacto entre
las dos, me enseñó a dialogar con el archivo. Pero digo mal que me enseñó esas cosas,
más bien me dio la libertad necesaria para que las aprendiera.
25
22
DE MAN, Paul, “Autobiography as De-facement” en The Rhetoric of romanticism, New York, Columbia
University Press, pp. 67-81
23
MOLLOY; Ob. Cit. P 212
24
MOLLOY, Sylvia, Citas de lectura, Colección Lectores, Buenos Aires, Ampersand, 2017.
25
Ob. Cit. P. 64
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Escribir la lectura es el propósito del libro -y de la colección-, y se abre así
un nuevo comienzo: “Este libro recuerda encuentros con libros que por alguna
razón, profunda o frívola, me acompañan hasta hoy. Al anotar esos recuerdos,
posiblemente los amplíe, acaso los invente”.
26
Recoger los recuerdos -o
inventarlos-, llevaentonces al primer libro leído en la infancia, cuya huella
huyó de la memoria dejando no sólo una ausencia sino una turbación -¿fue en
español / no fue en español?-, a la que sólo puede responder, una vez más, “un
vivir entre lenguas que es mi vida mima.”
27
.
Retorna, sí, el escuchar la lectura en la voz de la tía del lado francés que le lee
cuentos de hadas de distintos países -con menoscabo de las inglesas- , el leer y
sufrir, el imaginarse en la piel de otros personajes, el descubrir la captura del
tiempo por los libros -y con ellos-, y también la atracción de los espacios: la
mesa de noche de la madre para leer en clandestinidad best-sellers, atendiendo a
los pasajes escabrosos, o la biblioteca paterna, para encontrar por azar un poema
en francés que atiza el misterio del amor de los padres. Y las preferencias entre
autores, dictadas por el amor a una profesora. Vivir con libros, viajar con libros,
pero también poner el cuerpo, vivir la lectura, encarnarla, representar a los
personajes - leer era actuar y actuar era ser yo”
28
- anticipando, quizá sin saberlo,
la noción de pose, poética y política, que presidirá otro libro fundamental.
Si el francés es el idioma en el que Sylvia descubre tempranamente su amor
por los libros, estos se acumularán sin distinción de lenguas en valijas,
bibliotecas, baúles, cruzarán océanos, enfrentarán curiosos agentes de aduana,
quedarán a la espera en algún lugar o acurrucados en una mesita de luz, casi
confundidos con otros objetos, rutinarios o simbólicos.
La escritura, sensible y minuciosa, convoca también los propios recuerdos -
el valor biográfico- tejiendo lazos de complicidad, dejando entrever tras el
umbral las imágenes sugeridas, en su justa distancia y cercanía. Pero ese devenir
de la memoria no sólo enhebra pequeñas piezas donde la anécdota brilla con
humor e ironía, evocando escenas, encuentros, desencuentros, personajes
preciados y sus diálogos, en vecindad del cuerpo y de la voz -el mismo Borges,
Silvina Ocampo, José Bianco-, libros preferidos, libros talismán, libros fetiche,
objetos de deseo, sino que delinea también, con trazos nítidos, la trayectoria
singular de Sylvia Molloy, su potencia como teórica, crítica y escritora, ese mirar
de otra manera que la llevó a leer en francés lo latinoamericano, a leer en traducción
-y descubrir quizá que algo suena mejor-, a confrontar la rareza de lo “propio
en el distanciamiento de otra lengua - y rencontrar después la cadencia
suspendida del español-, y en ese ir y venir, en la libertad de una escritura más
allá de la norma o el canon, dejarnos, como un don, “el libro en la mano”.
26
Ob. Cit. P. 1
27
Ob. Cit. P. 1
28
Ob. Cit. P. 19